Pretty Maggie Moneyeyes, de Harlan Ellison
Para ser incluida en el Salón de la Fama de la Fantasía, el relato de Harlan Ellison escogido fue Pretty Maggie Moneyeyes [al tratarse de un nombre propio, no tiene fácil traducción; podríamos decir, "Linda Maggie Ojosdedinero"]; si bien es difícil decir esto de un autor que ha escrito sobre todo relatos (más de dos mil) cuyos temas son variadísimos, el relato incluido es uno de los característicos del estilo de Ellison.
Las Vegas. Sí, la ciudad construida sobre un desierto, la meca de los jugadores, el espejismo del dinero fácil, el pozo sin fondo de los perdedores. Todos estos tópicos están presentes, y Ellison los desgrana sin ningún desdore, más que nada porque Ellison sabe cómo entonarlos no tanto como una lista de lugares comunes sino como una letanía de maldición y representación de lo ominoso. Y allí hay un jugador ante la mesa de blackjack, apostando sus últimos dólares, que pierde en un veintiuno de la banca mecánico y sin emoción. Kostner está arruinado, e intenta dar un cierto aire digno a su salida del casino, cuando en su bolsillo encuentra un dólar de plata.
¿Por qué no? Se dirige a las máquinas tragaperras que aceptan tales monedas, y la introduce. Las ruedecillas giran, las figuras se van fijando, y unas barras azules intensas, como si fueran unos ojos, se alinean en el visor. Suena el timbre de la ganancia, y el encargado de sala viene para acompañar a Kostner a que reciba los dos mil dólares del jackpot. Ante la rutinaria pregunta de qué va ahacer con el dinero, Kostner, que se comporta como si estuviera fuera del mundo, contesta que va a jugarlo en la misma máquina. La sonrisa mental de los encargados del casino se hiela cuando escuchan de nuevo el timbre del premio. Y de nuevo, y de nuevo...
En dieciocho ocasiones Kostner gana el jackpot, pese a todas las revisiones mecánicas que se hacen de la máquina. La multitud se va congregando alrededor del afortunado, y los propietarios del casino proponen a Kostner que actúe como propaganda del mismo. Y, al final de la entrevista, le anuncian que algo raro pasa con esa máquina: la semana pasada una chica murió ante ella, mientras tiraba de la planca. Una chica de unos intensos ojos azules...
El final del cuento, si lo encuentran, se lo dejo a su lectura. Pero sí quedan por decir unas cosas. Ellison es un artista en reflejar la desolación del alma humana en un mundo que, como el conoce muy bien, es despiadado y cruel. Aquí nos presenta la tortura no de una, sino de dos de tales almas. Y la forma que tiene de relatar sus finales con su estilo barroco, a veces cortante, siempre al filo de lo agresivo contra lo humano, es característico del grito de agonía que parece emitir toda su ficción contra un mundo violento e impersonal. Leer a Ellison nunca es totalmente agradable, en el sentido de que jamás Ellison nos llevará de excursión a un mundo plácido e idílico. Existe la esperanza en Ellison, pero él mismo sabe que allá fuera, fuera de nuestras propias almas, espera algo que como mínimo produce resquemor. En esa inquietud surgida de la humanidad radica que Ellison sea un autor imprescindible, irreductible, único.
En The Mammoth Book of Fantasy All-Time Greats
Robinson Publishing
Londres, 1988 [1967]
Portada de Leo y Diane Dillon a la versión audio de Pretty Maggie Moneyeyes
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