La Patente, de Luigi Pirandello

Un relato delicioso, en el que Pirandello nos muestra a un juez, algo insatisfecho con su trabajo, dudar sobre un litigio que tiene sobre la mesa: la demanda contra dos jóvenes que ha interpuesto un hombre, quien los acusa de haberle hecho el signo de los cuernos a su paso por la calle, porque lo estiman un jettatore, un aojador, alguien que echa el mal de ojo.
Es conocido por todos el aspecto siniestro del litigante, de manera que la burla o el gesto es natural en los transeúntes. Con todo, llevarlo a los tribunales le parece al juez excesivo, e intenta buscar una solución amistosa entre las partes. No obstante, en su despacho se presenta el Chiàrchiaro, el presunto aojador, con un aspecto todavía más terrible: levita negra y larga, gafas gruesas, barba en cepillo; en suma, todas las características arquetípicas del jettatore. Cuando el juez lo interpela, Chiàrchiaro declara que el juez es su enemigo, pues pretende privarlo de lo que ahor constituye su existencia, como es la declaración oficial de que es un jettatore, un aojador hecho y derecho, con declaración judicial incluida, que tiene que formalizarse mediante la absolución de los jóvenes y la declaración de que no estaban haciendo más que lo debido, es decir, intentar protegerse del mal de ojo.
El juez está estupefacto, con su mundo ordenado vuelto del revés, pero Chiàrchiaro le explica que es su mundo el que se vino abajo cuando, justamente por su aspecto, fue echado de su trabajo como escribiente, no puede ganarse el pan, sus hijas no se casarán con nadie puesto que nadie querrá emparentar con un aojador y, en suma, su vida está por completo arruinada. Pero con la patente, ¡ah!, con la patente... con ella podría situarse ante las casas de juego, y cobrar por irse de la puerta. Con ella podría encontrar un modo de vida. Y por eso ha decidido acrecentar su aspecto en el oficio al que ha sido condenado.
Este cuento, ciertamente humorístico, se vuelve genial cuando Pirandello, por boca de Chiàrchiaro, describe su tragedia, motivada por su aspecto, y entonces Pirandello deja fluir la ternura que nos provoca este personaje inverosímil a pesar suyo, este monstruo creado por la superstición y por los demás, que sin embargo es un ser humano. Cualquier otro autor se hubiera detenido en el chiste. Luigi Pirandello aprovechó para, una vez más, poner en tela de juicio la identidad de cada uno de los seres humanos, un tema recurrente en su obra, y para darnos el lado humano de una astracanada popular. No está al alcance de cualquiera hacer esto. Pero Pirandello lo consiguió una y otra vez, mostrándose maestro siempre.

(La Patente) 
[1911]
Texto en italiano de La Patente

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