Máscaras, de Leonardo Padura

Padura escribe, en teoría, novelas policiacas. Padura, en efecto, traza relatos criminales en la Cuba castrista, investigados con bastante tesón, mucho de atrevimiento y grandes dosis de intuición genial por su personaje Mario Conde, primero policía, luego librero de lance y detective ocasional.
En la práctica, lo que Padura hace en sus novelas es reflejar en toda su complejidad la sociedad y la vida cubana; sus ilusiones perdidas, sus contradicciones, sus ventajas e inconvenientes, en una actitud crítica y doliente pero también amorosa por sus gentes y sus aspiraciones.
No es que ambas líneas corran paralelas sin cruzarse jamás. Es cierto que cada novela de Leonardo Padura en realidad contiene dos relatos (como mínimo; uno el policial, otros los sociales, personales, etc) pero lo criminal da pie a entrar en una zona de esa vida cotidiana, mientras que la vida diaria contribuye al trazo de la resolución policial.
En el caso de Máscaras, novela que forma parte de la que iba a ser una tetralogía estacional sobre Cuba (en este caso el verano de 1989), La Habana inmersa en el calor estival se establece como personaje adicional.
El cuerpo de un travestido aparece asesinado en el Bosque de La Habana, y resulta ser el de Alexis Arayán, hijo de un diplomático del régimen. La subsiguiente investigación de Mario Conde le llevará al mundo de la clase dirigente, separada por un abismo de la vida del resto de la población; por la literatura cubana, que tuvo que sufrir la evaluación de su valor socialista y penar bien por la transformación en literatura domesticada, bien por el silencio; y por la vida homosexual de la isla, perseguida en ocasiones y siempre mirada con suspicacia por los estamentos oficiales.
Es repetir algo ya muchas veces declarado (pero siempre hay lectores nuevos, de modo que no está de más), que la novela negra contemporánea es uno de los mejores termómetros (cuando está bien hecha) del estado moral y social de un país y una época. De hecho, el mismo Padura declara que "Mario Conde es una metáfora, no un policía". Es así en esta novela y las demás que componen la serie, pero hay que decir en beneficio de Leonardo Padura que su pensamiento va más allá, o mejor dicho, que partiendo de lo local alcanza lo universal. En España y en otros lugares, por ejemplo, se habla bastante y de forma polémica sobre la memoria histórica y su recuperación. Pues bien, escuchen lo que uno de los personajes de esta novela afirma, sobre su memoria personal en este caso, pero que bien puede aplicarse a todo el concepto:
«La falta de memoria es una de las cualidades sicológicas de este país. Es su autodefensa y la defensa de mucha gente... Todo el mundo se olvida de todo y siempre se dice que se puede empezar de nuevo, y ya: está hecho el exosrcismo. Si no hay memoria, no hay culpa, y si no hay culpa no hace falta siquiera el perdón, ¿ve cuál es la lógica? Y yo lo entiendo, claro que lo entiendo, porque esta isla tiene la misión histórica de estar recomenzando siempre, de volver a empezar cada treinta o cuarenta años, y el olvido suele ser el bálsamo para todas las heridas que quedan abiertas... Y no esque yo tenga que perdonar o quiera culpar a nadie: no, es que yo no quiero olvidar. No quiero. El tiempo pasa, pasan las gentes, cambian las historias, y creo que ya se han olvidado demasiadas cosas, buenas y malas. Pero las mías son mías y no me da la gana de olvidarlas. ¿Me entiende?»

Cuando un escritor llega a esta calidad de expresión de pensamiento, en lo que algunos considerarían un "modesto" "policiaco", es que ha llegado al punto en que sus personajes son metáforas, en efecto, pero sus novelas son también metáforas que explican e implican a la humanidad. Eso va más allá de los géneros y las modas, e incluso la temporalidad. Se trata de literatura de primerísima clase.

Tusquets Eds., col. Andanzas
Barcelona, 19975 [1995]
Serie Detective Mario Conde nº 3

Portada y sinopsis

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