El Comisario Bordelli, de Marco Vichi
Eds. Témpora
Col. Tropismos
Salamanca, 2004
En los últimos tiempos parecería que cualquier novela del género negro, principalmente la protagonizada por un detective o su variación, debiera ser contemplada como una parte de un todo, como si de una serie de televisión se tratase, en la cual, como no veas los capítulos en su orden corres el riesgo de necesitar un plano para orientarte. En efecto, los autores parece que optan por desarrollar el personaje a lo largo de un proyecto de largo aliento, en vez de presentárnoslo de una vez o repetirse en cada libro (y la variación de esas repeticiones son muestra de la maestría del narrador), en beneficio del lector.
Esto no tiene porqué ser bueno o malo, pero pasa la carga de la prueba a la serie en lugar de hacerlo sobre cada novela. Por ejemplo, una novela de la serie puede ser floja, pero si no la lees te pierdes informaciones fundamentales para los futuros relatos.
Es lo que sucede con esta novela. El personaje de Bordelli (comisario cincuentón, ex-partisano, inconformista, mal considerado por sus superiores, solterón, apto más a entender al delincuente que a una justicia que puede ser justa pero inhumana e inútil) es interesante, y sus personajes secundarios, tanto los que tienen relación con la trama como los que orbitan en la vida del comisario, fascinantes, pero el argumento es, no flojo, pero sí poco relacionado con estas vidas y filosofías que se nos esbozan.
Una anciana ha sido asesinada de forma misteriosa, procurando que la muerte pareciera natural. La distancia de esto con una novela de Agatha Christie es cortísima. Y es poco plato para tan buenas salsas, con lo que toda la estructura de la novela se resiente. Confieso que tengo ganas de leer la segunda novela del comisario Bordelli, pero por dos motivos alejados a una buena sensación que me hubiera podido dejar la primera: seguir al personaje, y averiguar si vale realmente la pena o no, y ver si el autor ha ideado una trama más relacionada con lo que quiere contar, en lugar de trufarnos un enigma de habitación cerrada. Ya les contaré.
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