Pluja Negra, de Flavio Soriga

Que la novela negra se ha establecido como herramienta narrativa da buena prueba que el autor de Pluja Negra [Lluvia Negra], Flavio Soriga, sea lo más alejado al autor policiaco "clásico" que existe. Director artístico del festival "Septiembre de los Poetas", ganador de diversos premios literarios (esta misma novela ha ganado el premio Grazia Deledda Giovani, que no es de género precisamente) y escritor que podría definirse como "experimental" si no fuera porque la experimentación ya tiene un lugar en la literatura.
De manera que esta novela va a resultar inusual. Situada en Cerdeña, en Nuraiò, un pueblo en el que nunca pasa nada, y tras una invocación (sin nombrarlo, pero reconocible) a Leonardo Sciascia, lo cual ya es una declaración programática de que la historia no va a ser un balance criminal / policiaco perfectamente cuadrado, sino que la realidad pragmática va a dejar cabos sueltos (y muy sucios), en ese pueblo donde nunca pasa nada, decíamos, alguien crucifica a un perro en la casa de un columnista local que se opone a la instalación de un vertedero en los terrenos de la localidad. Y, después, una mujer liberada es asesinada en ese mismo pueblo que sigue anclado en la mentalidad del siglo XIX.
Sin respetar las normas "clásicas" de narración y puntuación, Pluja Negra emplea la técnica, no tanto de escritura automática como de escritura fluyente, en la que los pensamientos y diálogos de los personajes se concatenan libremente. Estas elecciones nunca son inocentes o superfluas (o no deberían serlo), y en este caso transmite el desconcierto y la desestructuración de los personajes, mal encajados en la realidad que les rodea. Desde el inspector de carabinieri Crissanti, antropólogo que no finalizó el doctorado y ha acabado en una policía que le admite mal, y en un pueblo al que observa con ojos de científico pero con el que no se identifica; pasando por el periodista, intelectual, homosexual necesitado del disimulo y que se marchita en su aislamiento social; hasta Marta, la muerta, la mujer a la que todos desean y a la que todos los que no la consiguen vilipendian con epítetos propios de una moral periclitada hace décadas. El único personaje que se expresa con un discurso más "estructurado" es el juez, que sabe muy bien dónde está y con qué poderes debe contemporizar. Soluciones rápidas y convenientes, reclama, y sobre todo nada de complicaciones y mucho menos ramificaciones hacia senadores o políticos.
En suma, lo que Soriga nos describe no es un policiaco al uso, sino un cuadro social en el que los individuos no encuentran su encaje, una sociedad en la que todos tienen una vida inadaptada ahogada por la convención y la tradición. Un cuadro desesperante que puede ser tomado como una imagen global en la que los individuos ven vetadas sus aspiraciones por una mayoría que, a su vez, tampoco se siente adecuada al mundo circundante, una mayoría que se conforma a ese mundo, es decir, se ve deformada para seguir viviendo.
Difícil (o inusual) como es su lectura, Soriga no hace sino ejercer un papel de buen narrador uniendo fondo y forma para transmitir esta serie de realidades discordantes. Un esfuerzo de escritura que, compartido por el lector, proporciona algo más que un caso criminal; tal vez lo que transmite es la sensación de que la sociedad misma es criminal en tanto ahoga y es intolerante con la persona.

(Neropioggia)
Ed. Alrevés, col. Crims.cat
Barcelona, 2012 [2002]
Trad. de Pau Vidal

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