Dickens. El Observador Solitario, de Peter Ackroyd

Peter Ackroyd, que debería ser candidato al premio Nobel de literatura, si no lo es ya, no sólo es un excelente novelista, aunque se prodigue poco, sino que además ha recogido el testigo de la excelente tradición biográfica británica y la ha llevado a la modernidad.
Sus biografías, tratándose de un novelista que escribe sobre otros, tienen ese toque altamente literario que las convierte en unos ejercicios de lectura altamente gratificantes, pero además se trata de un biógrafo irreductible que, en esa tradición de la que les hablaba, se documenta hasta el límite, no da una cosa por cierta hasta no haberla comprobado o corroborado por distintas fuentes y mantiene estrictamente fuera de sus textos las habladurías, los rumores y las leyendas. En todos los casos de su actividad en este género poco agradecido y laborioso, se ha señalado que Ackroyd trazaba una biografía que se convertía en fundamental para entender la historia del personaje tratado. Puede que otros datos nuevos vengan después a completarla, pero la base era la que Ackroyd había dispuesto.
Sucede lo mismo con esta biografía de Charles Dickens, que fue saludada con alegría por los medios literarios ingleses, puesto que se esperaba (y con razón) que la biografía de, probablemente, el escritor ingés más importante desde Shakespeare sería un acontecimiento.
Hay que decir algo antes de empezar. Estamos hablando de la biografía de un escritor, no de un aventurero o un explorador. Aunque Dickens tuvo su cierta dosis de escándalo, sobre todo por la separación de su mujer y los rumores que la acompañaron (y que quedan dilucidados como falsos en esta biografía, al menos con un 99 por ciento de seguridad), su vida fue una de creación literaria y de desarrollo de sus escritos en conferencias, giras y lecturas. Está claro que tuvo una infancia desgraciada, y que consideró a la familia en la que había crecido como una carga indeseada; está claro también que pasó unos tiempos miserables realizando trabajo infantil en una fábrica de betún, y que luchó desesperadamente por obtener una educación y salir adelante. Todo eso es cierto. Pero no podemos hablar de una vida vistosa ni rutilante.
La verdadera vida de Dickens está en su obra, y eso Ackroyd lo ha comprendido muy bien. En esta biografía el tiempo lo marcan, más que los acontecimientos, las creaciones de Dickens, porque el autor intuye, y acierta, que la vida de Dickens puede seguirse y encontrarse en sus escritos. Dilucidar lo que hay de biográfico en ellos ha sido una tarea titánica (aunque sólo sea porque hay que conocer muy bien las obras de Dickens para hacerlo), y relacionar el resto con las ideas y los tiempos contemporáneos a su autor ha sido el gran mérito de Ackroyd.
Como Peter Ackroyd dice: «"La vida es el resultado de una suma de naderías." Llegados a este punto, las palabras de David Copperfield cobran todo su sentido, porque, sin lugar a dudas, es en las "naderías" de la propia vida de Dickens donde hemos descubierto el origen y la dimensión real de sus obras, que definen su grandeza. Nada de pequeñeces, pues, sino de desencadenantes. [...] Que una coincidencia, un comentario casual o un encuentro inesperado bastan para cambiar la vida de un hombre. Que el resultado de toda una vida de esfuerzo puede irse al traste por una inopinada sucesión de acontecimientos, pero no se trata sólo de un recurso novelístico. Es una forma de desentrañar la naturaleza íntima del mundo, un elemento que no es posible pasar por alto cuando de una biografía se trata. Ir de la mano de Dickens día tras día, sin perder de vista lo que hace y cómo lo hace, observando cómo las circunstancias de su vida conforman su ficción igual que ésta altera el curso de su vida. [...] Contemplar a Dickens bajo esta luz es hacer de su biografía un verdadero instrumento de conocimiento. sin olvidar nunca que la grandeza de su obra quizá resida en que nada tenga que ver con lo que nos sale al paso en la vida.»
Esto es lo que Ackroyd se propuso hacer, entender al hombre a través de su obra y entender la obra a través del hombre, y mediante ambos, comprender su época y sus gentes. Es lo que hace brillantemente en la biografía de un escritor del que, a su muerte, «obreros esforzados, hombres y mujeres por igual, lloraban su pérdida como la de un ser querido, porque sabiendo hasta qué punto los había entendido, sentían su desaparición como la pérdida de uno de los suyos».

(Dickens)
Edhasa
Barcelona, 20112 [1990]

Portada y sinopsis

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4 comentarios:

peke dijo...

Yo tengo la biografía de Dickens escrita por Claire Tomalin, de la que leí buenas críticas hace poco. Todavía no la he leído, pero la compré antes de que desapareciera de las estanterías. Al vivir en un sitio pequeño hay que andar ligera si a una le interesa algo que ve. Le tengo ganas, pero la lista de libros pendientes es bastante grande.
Tu reseña me puso los dientes largos; a ver si me animo.

Lluís Salvador dijo...

Hola, Peke:
No suelo leer biografías... Es un género que me parece demasiado proclive a caer en la adulación o en la crítica despiadada (y por lo general, post mortem), cuando no a deslizar falsedades y a dar por ciertas leyendas. Sin embargo, las biografías escritas por autores anglosajones tienen una tradición de documentación y trabajo que las suele hacer muy apreciables. Y en este caso llegué a las biografías de Ackroyd porque me parece un narrador extraordinario, y no me defraudó como biógrafo.
De todas maneras, leer dos biografías de Dickens me parecería excesivo. Si quieres probar a Ackroyd en esta faceta, te recomiento "Poe, una vida truncada", publicada igualmente por Edhasa. Más breve (porque la vida de Poe fue trágicamente breve, ay) pero con igual trabajo realizado, hasta no dejar piedra sin remover y desmontar algunas leyendas que corren sobre Edgar Allan. Puede darte perfecta muestra del estilo de Peter Ackroyd.
Un saludo!

peke dijo...

Madía leva!, como decimos en gallego. Por supuesto que las biografías son terreno minado, pero para eso está el espíritu crítico que nos ayuda a detectar lo que chirría. Sin embargo las autobiografías son otra cosa: ya partes de la base de que no te puedes creer todo lo que cuentan. Y, a pesar de todo, me encantan por múltiples razones que no creo que vengan muy a cuento.
Gracias por tu blog: es muy estimulante.

Lluís Salvador dijo...

Hola, Peke:
Ciertamente, una (auto)biografía leída con espíritu crítico suele ser más que interesante. El problema es que hay veces en que las leyendas son tan buenas que se tiene la tentación demasiado fuerte de, incluso desmontadas, preferirlas a la realidad. El caso del enfrentamiento entre el obispo Wilberforce y Thomas Henry Huxley en el debate sobre el darwinismo es un caso claro: la leyenda está tan bien explicada que merecería ser cierta. Por desgracia, no lo es, y ya sólo puede utilizarse, en honor a la verdad (nunca mejor dicho) como ejercició retórico.
Por suerte, los biógrafos modernos, siguiendo esta tradición anglosajona, se centran más en el dato comprobado puro y en el aspecto psicológico del personaje, y de ahí que me esté reconciliando con el género...
Un saludo!