How to Be an Alien, de George Mikes

Este libro siempre me había llamado la atención, en primer lugar por su altísimo número de reediciones desde su publicación en 1946, y en segundo lugar porque el "alienígena" del título no es ningún ser extraterrestre, sino el inglés medio. Pero los ingleses pueden carecer de muchas cosas, como el propio Mikes nos desvela en este libro, pero no de sentido del humor.
Por tanto, este Cómo Convertirse en un Alienígena depende en gran medida de un cierto sentido del humor que permita reírse de uno mismo (Tal vez crean que todos poseemos ese sentido del humor; no se dejen llevar por el optimismo: cuando un libro se ríe de nosotros, en realidad pensamos que lo hace de nuestros compatriotas y vecinos, pero no de nosotros como individuos, puesto que nosotros, por descontado, no somos así). Es cierto que los tiempos cambian y buena parte del material que Mikes incluye en este texto corto puede parecer obsoleto (como el dedicado a los intelectuales de Boomsbury), pero buena parte del resto sigue siendo válido hoy, como se desprende de mi trato con los ingleses por una parte, y del seguimiento de la prensa y los medios de comunicación británicos por otra.
Especialmente hilarantes son los capítulos de "Cómo planificar una ciudad", una especie de dulce venganza para aquel que ha consultado un plano de Londres buscando, qué se yo, la calle Green y ha descubierto que debía haber prestado también atención a si eso era una calle o algo más (street, road, mews, place, crescent, avenue, rise, lane y otras cien denominaciones), todas ellas situadas simpáticamente en el mismo barrio. Una forma de hacer turismo involuntario como cualquier otra. O el dedicado al lenguaje, con un agudo análisis de los acentos y de cómo los extranjeros nos esforzamos por abandonar nuestro acento nativo y adquirir un acento "inglés". Fútil pretensión. Como dice el autor: «Tras pasar ocho años en este país, el otro día una dama muy amable me dijo: "¿Pero de qué se queja? Habla usted con un acento realmente excelente, sin el menor rastró de inglés».
Un libro realmente divertido, y admirable en más de un sentido; no sólo nos permite reirnos de esos seres extraños que construyeron un imperio y todavía parecen habitarlo, sino que demuestra que saben reírse de sí mismos. Un detalle que les hace admirables, aunque igualmente alienígenas.

Penguin Books
Londres, 196624 [1946]
Ilustraciones de Nicolas Bentley

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2 comentarios:

La frontera entre China y París dijo...

En mis años de estudiante de Filología Inglesa era lectura obligatoria. Me hizo pasar muy buenos momentos. Muy recomendable.

Lluís Salvador dijo...

Hola, La frontera entre China y París:
Sigue siendo muy recomendable. A pesar de algunas cosas ya caducas, como ya he dicho, (y que tienen su cierto encanto histórico), gran parte de lo que satiriza de los ingleses es vigente. Un libro muy divertido...
Un saludo!