El Salario del Miedo, de Henri-Georges Clouzot
SESIÓN MATINAL
(Le Salaire de la Peur); 1953
Director: Henri-Georges Clouzot; Guión: Henri-Georges Clouzot, basado en la novela de Georges Arnaud; Intérpretes: Yves Montand (Mario), Folco Lulli (Luigi), Peter Van Eyck (Bimba), Charles Vanel (Jo), Vera Clouzot (Linda), William Tubbs (Bill O'Brien); Dir de fotografía: Armand Thirard; Música: Georges Auric.
En esta casi obra maestra del cine, nos hallamos ante una película fascinante que mantiene una tensión casi insoportable durante buena parte de su metraje. Nos hallamos en un pueblo perdido de Sudamérica. Uno en el que, como bien dice Mario (interpretado de forma magistral por Montand) no hay barrotes, precisamente lo que sobra es espacio; ese espacio que es demasiado como para estar cerca de alguna parte, y por tanto, demasiado caro para atravesar. Ahí viven una serie de tipos de todo género y nacionalidad, sin trabajo, sin esperanzas, sin ideales.
Se ha aducido que esta presentación de tipos y ambiente es demasiado larga. En efecto, dura una hora, pero por mi parte la encuentro tan fascinante como todo lo que viene después. Por su realismo, en lo descarnado de sus descripciones, en la tensión que se aprecia en sus habitantes, en la gracia y autenticidad que tienen sus diálogos, que se desarrollan en cualquier lengua que se hable allí: principalmente castellano, pero también francés, inglés, italiano, alemán...
Y si lo que antecede fascina, lo que sigue es todavía mejor. En esa localidad hay unos pozos de petróleo, y uno de ellos ha estallado y está en llamas. Hay que extinguirlo, y eso sólo es posible provocando una explosión que apague las llamas. Pero los explosivos, en este caso nitroglicerina, están en el pueblo, y el pozo está a 500 kilómetros de distancia... de mala carretera.
La compañía se decide a enviar a dos camiones con la carga de nitroglicerina, en la esperanza de que llegue uno, conducidos por los únicos que están dispuestos a presentarse voluntarios para esa misión: los desheredados del mundo congregados en el pueblo y que ya hemos conocido antes.
Y a partir de aquí sigue una hora y veinte minutos de tensión sostenida por pura maestría fílmica y argumental, yendo de una situación peligrosa a otra más peligrosa aún, un recorrido absorbente y angustioso, en el que Clouzot aprovecha, además, para mostrarnos la auténtica cara de los cuatro conductores. Es un prodigio de película, un clásico inmortal que puede revisitarse cuantas veces se quiera. Basil Wright hizo el que creo puede ser el mejor elogio, además de la perfecta definición de este filme: “Tiene cierto derecho a ser el mejor thriller de suspense de todos los tiempos; no el suspense del misterio, sino el de la espada de Damocles”.
Tráiler:
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