The Monkey, de Stephen King

En The Mammoth Book of Short Horror Novels
Robinson Publishing
Londres, 1988 [1980]

Una de las ideas recurrentes en la ficción de Stephen King (prolífico como es, King tiene muchas ideas, recurrentes o no, pero esta es una de las más presentes) es que los terrores de la edad adulta tienen sus raíces en la infancia. Lejos de ser una época protegida y feliz, la infancia, para King (y no sin razón), oscila continuamente entre la felicidad despreocupada y momentos de terror infinito; o entre lo apolíneo y lo dionisíaco si quieren, aunque, útil como es esta división para explicar buena parte de la ficción terrorífica, no voy a insistir hoy en ella.
En el caso de El Mono, el desencadenante de este terror es un objeto particularmente apro y peculiarmente universal: creo que no hay nadie que no haya visto un juguete que parece provenir de los tiempos antiguos y persistir hasta el fin del universo, generación tras generación, como es uno de esos monos sonrientes armados de unos platillos que, una vez se les da cuerda, inician una danza desgarbada mientras hacen sonar insistente y estrepitosamente los címbalos. Tal vez hasta cierta edad el encantamiento del autómata en movimiento supera otras consideraciones, pero a partir de cierto momento lo repulsivo de este juguete se impone a la fascinación; con su sonrisa grotesca, con sus movimientos descoordinados y caóticos, con su ruido dominado más por los engranajes que por la percusión musical, este juguete tiene más de ajeno que de natural.
Hal encontró este mono en su infancia; descompuesto, con la cuerda rota... en apariencia. Porque el mono parece ponerse en marcha a voluntad. Y esta actividad parece coincidir con la muerte de alguno de los seres queridos del mundo de Hal: una mascota, un amigo de su hermano, su madre. Pero lo peor está por venir, porque Hal reencuentra al mono, ya adulto y padre de familia, en una limpieza de la casa de sus tíos, pese a haberlo tirado a un pozo muchos años atrás. Ominoso y amenazador, el mono parece haber vuelto para ejercer su venganza o su dominio, para seguir cumpliendo una misión infernal.
La literatura de terror busca hallar puntos de presión fóbica en el lector y pulsarlos. El mérito de esta novela corta es hallar un universal extemporáneo y en apariencia inocente y convertirlo de mero objeto mecánico en imaginario colectivo de una fascinante repulsión.
Es una historia medida, perfectamente escrita en su género y que cuumple con elegancia el paso de lo anecdótico a lo mítico, de lo concreto a lo universal, y que hace aflorar el inconsciente infantil que, queramos o no, seguimos llevando dentro.

btemplates

2 comentarios:

Magda dijo...

No conocía esta obra de King, supongo que no está traducida.

Un saludo!

Lluís Salvador dijo...

Hola, Magda:
Sí, sí lo está. De hecho es uno de sus cuentos, si no primerizos, sí de sus inicios. Ya te buscaré en qué compilación aparece.
Un saludo!