Viajes Imaginarios y Reales, de Álvaro Cunqueiro

Tusquets Eds., col. Marginales
Barcelona, 19862 [varias]
Selección y prólogo de César Antonio Molina

Las ficciones de Cunqueiro son deliciosas porque su mezcla de fantasía y realidad convierte el mundo en un escenario mítico donde todo es posible y, sin embargo, todo parece normal. De la misma manera, los artículos periodísticos de Cunqueiro son deliciosos en tanto la realidad viene mezclada con la mirada erudita y literaria, transmutándose entonces en algo que es superior a esa realidad pero que, por el hecho de ser tangible y visible, adquiere vínculos de cercanía, y el lector se siente emparentado con lo mítico.
Este es un volumen dedicado a los viajes, pero cuando en el índice se encuentra uno con capítulos titulados "De viajeros y navegantes, con más nuevas del Holandés Errante", o con artículos como "Diablos en Gerona", "Los países del Sr. Merlín", "El Judío Errante pasa por Viena" o "Rabelais en Belaride", se entiende que los lugares pueden ser reales, pero el viajero imaginario (o viceversa).
Cunqueiro hizo lo imposible con el lenguaje, como es trazarlo eruditamente y, a la vez, alcanzar un registro que se hace familiar y coloquial. Tal vez por eso esas historias que cuenta son tan gratas. En cualquier caso, de una piedra, un arroyo, una circunstancia, Cunqueiro podía y sabía extraer una relación con Amadís, con el Quijote, con Ulises, con los celtas o con cualesquiera cosa que su bagaje cultural, que era inmenso pero en absoluto agobiante, pudiera aportar. Y entonces es cuando nos sentimos maravillados. Porque, sin abandonar el lugar, y viendo lo que vemos, estamos allí y a la vez estamos en otro mundo mucho más gratificante y amable.

Portada y sinopsis

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