El Traslado de A. H. a San Cristóbal, de George Steiner

(The Portage to San Cristobal of A. H.)
Grijalbo Mondadori, col. Literatura Mondadori
Barcelona, 1994 [1979]

Antes que nada, déjenme patalear un poco. En la portadilla figura la siguiente frase: "traducción cedida por Ultramar Editores". Y a hacer puñetas. Porque del nombre del traductor, ni rastro. Ya no estamos en el tema de si cobró siquiera un céntimo por esta utilización de su trabajo; estamos en la negación absoluta del reconocimiento de haberlo hecho. Esto sucede en un país en el que se rasgan vestiduras al respecto de la protección de la propiedad intelectual. Y bajo el epígrafe de ocho líneas acostumbrado y amenazante para aquellos que se atrevan a vulnerar el copyright, claro. "Alcanza vista tan buena que ve la paja en la ajena y no en la suya dos vigas", como decía Góngora.
Bueno. El tal A. H. del título no es otro que Adolf Hitler. En efecto, esta novela no es más que el relato del descubrimiento por parte de un comando israelí, treinta años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, de Adolf Hitler en un lugar recóndito de la selva del sur de Brasil y su traslado a la civilización.
Todo esto parece el argumento de una película, pero George Steiner, lingüista y crítico literario, no podía arriesgarse a un argumento banal, de modo que el hecho del descubrimiento y la persona de A. H. no son los elementos centrales de la novela, sino las reacciones de los gobiernos mundiales ante esta reapertura de la historia, y las de los propios miembros del comando, algunos salidos de los campos de concentración, otros no, frente a la figura de un anciano decrépito que, no obstante, es la encarnación del mal.
No es esta una novela perfecta, ni mucho menos. Junto a momentos brillantes tiene otros deshilachados, dispersos, y desde luego quiere abarcar muchos temas que no alcanza a desarrollar por completo. (Incidentalmente, el hecho de que Steiner fuera crítico literario y escribiera esta novela marcó un declive en su influencia como crítico.) De hecho, tengo que lamentar, sobre todo, que tal vez porque Steiner no se podía permitir ante la opinión pública realizar una novela sencilla, que fuera de A a B, se complicara tanto la vida como para escribir un texto alambicado en exceso en algunas de sus partes. Sin embargo, hay pasajes en los que la reflexión es brillante e innovadora, y si bien en conjunto es una decepción, esos ocasionales fragmentos valen su lectura para el lector interesado.

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4 comentarios:

Germán Hernández dijo...

En hora buena lo que denuncias... que mala fe la de las empresas publicadoras de libros (editoriales) de llevarselo todo, hasta sus discursos, y no dejarle nada a nadie.

Otra cosa, ¿por qué será que cualquier cosa que se escriba últimamente sobre nazis, y segunda guerra mundial me resulta relamido?

Lluís Salvador dijo...

Hola, Germán:
En este caso, es un tema recurrente... todo el mundo pía por lo sagrado del copyright, lo intocable del derecho del autor y la propiedad intelectual... pero si un traductor insinúa que bien podría cobrar, aparte del tanto alzado, un 0.001% de las ventas, se le señala la puerta y se le dice que jamás va a volver a traducir para esa editorial (y para otras, en muchos casos). Y, mientras se clama por la intocable propiedad intelectual, esos mismos que claman presentan contratos de traducción en los que el traductor vende su obra sin derecho a ningún otro pago, a ninguna reclamación, y si se descuida, en una cláusula encontrará que también ha cedido su alma a la editorial.
Pero, aparte de que cobre o no cobre, por lo menos debería ser reconocido su trabajo. En este caso, al menos, puesto que me pareció una traducción por encima de la media.
Y, sí, es cierto que últimamente se escribe mucho sobre el tema, y que hay obras que tienen unas carencias bastante importantes, pero todavía siguen apareciendo obras que marcan época y suponen una vuelta de tuerca: Las Benévolas, de Jonathan Littell, es una. Sin Destino, de Imre Kertész, otra.
Un saludo!

Vivian dijo...

Estoy absolutamente de acuerdo contigo respecto a la “pataleta/reflexión” que planteas en la introducción a la entrada.

En varias ocasiones ha aparecido el tema de los traductores en mi blog, y siempre he señalado su valía y mi gratitud por hacernos llegar obras que de otra manera no tendríamos ocasión de poder leer por desconocimiento del idioma, y aprovecho para hacer una mención especial a los traductores de poesía, que en mi opinión, son, no sólo traductores, sino además poetas.

Saludos

Lluís Salvador dijo...

Hola, Vivian:
De acuerdo contigo en todo, pero te hago presente que el nivel de traducción se está deteriorando rápidamente en España. Las editoriales están intentando rebajar costes (por lo menos algunas), y están saliendo traducciones vergonzosas. Acabo de toparme con una, ya saldrá... Es lástima, porque tenemos una tradición espléndida en cuanto a traductores que son casi versionadores del original al castellano... Pero, en este caso, me indignó el hecho de que en una traducción más que notable, el nombre no saliera por ningún lado.
Pero eso sí, pena y condenación eterna al que fotocopiara una de las páginas, eso sí...
En fin...
Un saludo!