El Mejor Relato del Mundo, de Rudyard Kipling

(The Finest Story in the World)
En El Mejor Relato del Mundo y Otros No Menos Buenos (Maugham’s Choice of Kipling’s Best)
Ed. Sexto Piso, col. Narrativa
México/Madrid, 20072 [1891]
Selección y prólogo de William Somerset Maugham

Como en el caso de La Obra Maestra Desconocida, de Balzac, El Mejor Relato del Mundo no es un título vanidosamente autorreferente al relato que estamos leyendo, sino a uno que lo sería caso de ser posible escribirlo.
Charlie Mears es un empleado de banca de veinte años, lleno de ambiciones entre las cuales figura como principal la de convertirse en poeta. Su desgracia es que es un escritor tremendamente malo, como comprueba el narrador, que le habilita un pequeño espacio para que practique el arte. Pero tiene grandes ideas, o mejor dicho, una gran idea, que le viene en sueños y deja su poso parcial en la vigilia y en su incapacidad para organizarla por escrito. Esta idea no es otra que las vivencias de un marino en uno de los barcos vikingos que se establecieron en América, con un detalle que no puede ser sino fruto de la experiencia propia. Charlie, por inconsciencia o ignorancia de lo que tiene entre las manos, cede la idea a su protector, que entonces empieza a vivir el infierno de sí ser consciente de que lo que le relata el joven Charlie no son sino retazos de vidas pasadas, que son lo bastante vívidos como para ser impresionates, pero demasiado fragmentarios como para poder componer con ellos una historia.
La desesperación del narrador es grande: no puede sobreponer su invención a lo que ya le ha relatado Charlie, porque deja de ser el documento histórico que le da auténtico valor, y sus intentos de hacer que Charlie recuerde más, le relate la historia en forma coherente, chocan con la renuencia del propio Mears, que considera todos esos “sueños” como una tontería sin importancia.
Y hay un peligro adicional, como comprende el narrador en conversación con Grish Chuder, un bengalí que, como no podía ser de otra manera, comprende perfectamente los mecanismos de la reencarnación. Y el peligro es que esa puerta a los recuerdos de vidas pasadas se cierre tarde o temprano.
Es uno de los primeros relatos escritos sobre la metempsicosis, uno de los primeros metaliterarios, que reflexiona sobre la función y la voz del narrador. Un relato en el que la certeza que poseemos desde el principio (la de que ese mejor relato del mundo no se escribirá jamás) queda supeditada a la tensión y al suspense de la historia. Una en la que lo sobrenatural se introduce en el mundo real de forma tranquila, como solía hacer Kipling en sus narraciones fantásticas. Bellamente estructurado, narrativamente perfecto, no es el mejor relato del mundo, no posee la cualidad hipnótica de aquellos versos a los que se refería Mark Twain, no es El Rey de Amarillo, que condena a quien lo lee, no es el Gambito Van Goom, que vuelve loco al que lo recibe, pero es un relato que se queda en el recuerdo como uno de los más bellos escritos jamás.

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2 comentarios:

Magda dijo...

Curioso relato, no tenía idea, lo ponto en lista.

He leído hace poco "En ruta" de Jack London y algunos capítulos van encabezados por unos versos de Kipling, de la "Oda del vagabundo". Era muy bueno, lástima que no se me ocurriera en aquel momento enviarte las citas para tu otro blog.

Un saludo,

Lluís Salvador dijo...

Hola, Magda:
Pon en lista todo el volumen. Haré sólo una selección de mejores de mejores, pero el resto vale mucho la pena.
Y no te preocupes. Jack London es una autor que tengo la impresión que se está olvidando en la época actual, y pretendo pasar por él muy pronto, y más de una vez, porque se lo merece.
Un saludo!