The King's Shadow Has No Limits, de Avram Davidson

En The World Fantasy Awards, vol. 2
Doubleday & Co., col. Science Fiction
Garden City (Nueva York), 1980 [1975]

Avram Davidson es uno de esos autores cuya carrera es, lamentablemente, paradójica. Si alguien pregunta por quién ha ganado un premio Hugo, un World Fantasy Award y un Edgar, la respuesta sin duda será un nombre conocido. Si en cambio se hace notar que Avram Davidson los ganó, lo más probable es que se pregunte "¿quién?" Y es una lástima. Porque la ficción de Davidson es inolvidable.
Muerto a los setenta años, y no en las mejores condiciones económicas (no en la completa miseria, pero desde luego sí en una estrechez situada en el umbral de la pobreza), Davidson ha escrito unas fantasías cultas, irreductibles, estilizadas, en su mayor parte ferozmente humorísticas, con una clase tremenda. Pero claro, tan únicas que son inclasificables, y esa particularidad, que siempre desconcierta a los lectores de género, es una de las causas por las que no tuviera el aprecio comercial ni popular que se merecía. Por ejemplo, The Phoenix and the Mirror es la primera de una serie de novelas cuyo protagonista principal es el poeta Virgilio; por ejemplo, la serie Peregrine, humorística sobre las andanzas del bastardo de un rey en su peregrinación en busca de su hermano perdido, y en la cual podemos hallar, entre otros personajes, a Atila IV, un huno con una horda mínima; por ejemplo, Ursus of Ultima Thule, uno de los pocos ejemplos del género de espadas y brujería realmente bien escritos. O, por ejemplo, el inmortal relato Or All the Seas with Oysters / ...Y Todos los Mares Llenos de Ostras, que por fin explica porqué siempre se tienen más perchas en el armario de las que uno pensaba, porqué los clips parecen multiplicarse (y migrar a los sitios más inesperados) y la vida sexual de las bicicletas. Y si digo que es inmortal es porque es un cuento que ha pasado a la literatura oral, lo juro; lo he escuchado relatar en dos ocasiones en lugares apartados y por gentes que no se conocían entre sí. Y siempre la audiencia quedaba fascinada.
O la serie de relatos del Doctor Eszterhazy, un filósofo que vive en un reino centroeuropeo imaginario en un tiempo indeterminado que puede ser el de entreguerras o no, da igual. Y a la que corresponde este La Sombra del Rey No Conoce Límites, en la cual el doctor Eszterhazy se encuentra un día a un anciano muy parecido al rey en una obra pública, acarreando tierra, en el reparto de la sopa boba en la puerta de la ciudad y en la ceremonia del reparto del polvo de la tumba de un santo local. ¿Puede ser que el monarca se haya decidido a realizar una gira al estilo de Harún al-Rashid? ¿O puede ser que sea sólo su espíritu el que, inquieto por su futuro y el de su reino, esté experimentando todos esos pesares que son los de su pueblo?
Realmente no hay más argumento que explicar, y si este relato obtuvo el World Fantasy Award es porque, como siempre con Davidson, su estilo se sobrepone a cualquier otra cosa y es capaz de sumergirnos, con sólo un par de frases, en un mundo imaginado.

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