El Señor Ventura, de Miguel Torga
(O Senhor Ventura)
Alfaguara/Santillana, col. Clásicos Modernos
Madrid, 2005 [1943]
Trad. de Mario Merlino
Miguel Torga fue uno de los grandes nombres de las letras portuguesas, ignoradas sistemáticamente en España (uno diría que los escritores portugueses son publicados por una especie de cortesía de incierta vecindad; y aunque son respetados críticamente, su popularidad entre los lectores españoles es mínima). De la admiración por Torga dan fe declaraciones de Saramago, de Amado y de muchos otros. Si además hubiera declaraciones de escritores españoles no seríamos más felices, pero sí un poco más sabios.
El Señor Ventura es un alentejano que, por mor del servicio militar, va a parar a Macao. Desertor, se establece en China, donde emprende una vida de empresario y de aventurero, pasando mil vicisitudes y montando decenas de negocios, casi todos ilegales; encontrará el amor de su vida con la que tendrá un hijo, será engañado por esta mujer, expulsado de China y retornado a su Alentejo natal, donde quedará prendado del espejismo del cultivo de la tierra hasta morir miserablemente.
Por este resumen, necesariamente breve, se puede intuir que esta novela tiene mucho que ver con las aventuras/locuras quijotescas, un hecho que es resaltado por el propio Torga en el texto («Mi Don Quijote perdió a Sancho y es portugués. De natural impetuoso, no tiene la locura mística del caballero de la Triste Figura, ni es casto. Por ello, vacilo antes de la segunda salida.») Y es cierto que es una especie de Don Quijote, pero también que como portugués sea llamado por los misterios de Oriente en el papel de héroe alocado que también evoca a los lusíadas o a los conquistadores portugueses que vestidos de harapos y provistos sólo de su valor y su ingenio, pasaron por el Este para acabar, como el protagonista, desprovistos del valor y del ingenio y retornados a su miseria original. Pero no es tan cierto, o por lo menos tan evidente, que ventura no sea un iluminado, un loco que construye castillos en el aire que, admirablemente, alguna vez tienen presencia real.
Todos estos juegos de trasposiciones y semejanzas son muy del agrado de los críticos, pero estas curiosidades no son más que cosas que llaman la atención pero no transmiten el auténtico valor de la obra. Torga consigue humanizar un personaje compuesto de tinta sobre papel, e insuflarle la vida necesaria para que el lector se conmueva con sus desgracias y empatice con sus logros, en una historia humana, vitalista y desesperada en la que reconocemos un mundo de sueños sublimes y amargas realidades que es el nuestro.
Portada y sinopsis
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