El crítico y la obra

Ya saben que no soy demasiado partidario de que los libros cedan el puesto a mis opiniones. En estos seis meses les he mortificado ya dos veces con mis tonterías, y eso es, como mínimo, una vez de más. Sin embargo, la inmediatez de la anécdota y su significado son demasiado buenos como para dejarlos pasar.
Una emisora local, Radio Barcelona, tiene la costumbre de enviar a un oyente cualquiera a una función de teatro, con la única condición de que esa misma semana ese oyente se convierta en crítico (o comentarista) de la obra frente a un miembro del elenco, el autor o el director. No voy a opinar sobre esa iniciativa.
El caso es que la obra elegida hace pocas semanas fue Garrick, de El Tricicle, una pieza de humor de un grupo que recoge éxito tras éxito desde hace años y con el que, doy fe, es muy difícil no reírse.
Pues bien, la oyente/crítica dijo que no se había reído ni una sola vez. Que todos los espectáculos anteriores de Tricicle le habían encantado, pero que este no había provocado en ella ni una carcajada. Dos o tres sonrisas, pero una risa franca, no. Ni una sola. Que le parecía que el humor empleado en esta obra "estaba desfasado".
Esto resultaba incomprensible. En una obra realizada a base de gags (más de 250 ocasiones en las que el público ríe en menos de hora y media, controladas por el propio equipo de El Tricicle) es en extremo difícil no encontrar uno que haga gracia. Por lo menos uno. Tampoco era que adoptase una posición a la contra, ya que admitía que todos los espectáculos del grupo, desde el primero hasta el penúltimo, habían tenido en ella el efecto deseado. ¿Podía ser que el hecho de ir gratis provocara una visión más clara? El ser humano es algo muy curioso, y el hecho de elegir y pagar una entrada puede forzar una reacción justificativa (como dice Enrique Pinti al respecto del turista que no se extasía ante las obras maestras del Louvre: "¡Emocionáte! ¡Emocionáte, aunque sea nomás por el precio del pasaje!"). Improbable, casi diría que imposible.
No, creo que la explicación es otra. La actitud previa a la representación. Esta oyente no iba al teatro como espectadora, predispuesta a observar desde una comodidad relativa y una actitud más o menos abierta a todo lo que sucediera en el escenario. Esta oyente estaba delegada como crítica, consciente de que debería justificar una opinión mediante un análisis. Y ahí llegamos al meollo del asunto.
Es fácil imaginar al crítico (literario o de cualquier otra disciplina) ante la obra, pero en realidad no está allí. Se halla frente a la página en blanco, ante la pantalla del ordenador, ante la plantilla de la revista o el periódico, ante el trabajo escolar o universitario. Tiene la necesidad (no: la obligación) de analizar, de diseccionar, de hallar todo lo oculto que haya en la obra. Esa angustia existencial nos remite a la infancia, a cuando la maestra nos mandaba salir a la pizarra a explicarnos sobre, pongamos, un poema. Nada de decir que es bellísimo, que ha provocado emociones, que nos ha abierto a situaciones, etc. Ni hablar. Cero. Vuelva al pupitre. Me presentará un trabajo. Suspenso. Necesita mejorar.
Desde hace largos años (o siglos), llevamos ejerciendo sobre los estudiantes de cualquier edad una metodología que prima el análisis sobre el pensamiento (paradigma de ello es la asignatura de lengua y literatura, una combinación maldita donde las haya en la que se considera a las obras literarias como una mera prolongación del análisis gramatical). Se nos enseña a buscar tropos, metáforas, voces activas y pasivas, tutti quanti. Pensar es secundario. Y, sin embargo, pensar es primordial.
Porque si se enseñara más a pensar y no tanto a analizar, la misma y primordial apreciación estética llevaría al análisis de la misma, porque la buena costumbre de pensar conlleva una curiosidad integral.
Si hubiera tenido esta enseñanza, si no se hubiera visto obligada a llevar el uniforme de crítico, esa oyente se hubiera podido reír más o menos a gusto durante el espectáculo. Y luego, pensar en porqué lo había hecho.

Perdonen la filípica, y tengan todos un feliz año nuevo.

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13 comentarios:

Magda RB dijo...

Hola Lluis, muy buen 2009:

Es curioso el planteamiento que haces, tal vez sea por el motivo que indicas que la espectadora metida a crítica ve distinta la función que si "solamente" fuera espectadora.

Esto me hace pensar en los comentarios sobre la cuarta entrega de Indiana Jones: dejando de lado de si era necesaria o no esta ultima edición, los comentariso que he oido han sido de desilusión. Y yo me pregunto, es distinta la película o somos distintos nosotros?

Tal vez a esta espectadora le hubiera ocurrido lo mismo, o tal vez no y sea lo que tu dices Lluis, que al entrar en el teatro como crítica ha juzgado la obra con otros parámetros que no tenía como espectadora... Sería interesante saber que ocurrirá cuando esta mujer vea el próximo espectáculo del grupo, si se ríe o no.

Un saludo,

Anónimo dijo...

Hola, Lluís, y feliz año 2009.

Lo que señalás sobre la posible diferencia entre la mirada de la "espectadora" y la de la "crítica" es atinado. Sin embargo, creo que deberías explayarte más sobre esa diferencia entre "pensamiento" y "análisis", pues no logro disociarlos. Pensar implica analizar y analizar es un acto de pensamiento.

Particularmente, considero que un texto no se puede disfrutar si no se analiza. Analizar no significa ser frío y calculador frente al texto, significa disfrutarlo en todas las dimensiones de que seamos capaces.

Y adelante con las filípicas.

Lluís Salvador dijo...

Hola, Magda:
Es muy atinado lo que dices sobre quién cambia, si la obra o nosotros. La respuesta es que todo cambia, por descontado, y en el caso de Indy IV supongo que el que no se ha dado cuenta de eso ha sido Spielberg, que ha querido hacer un producto para los jóvenes (que ya no tienen el referente mítico del primitivo Indiana) conservando sustancia de lo que gustaba a las antiguas audiencias, con lo que no contenta a nadie. La coca cola está muy bien, y el ron no digamos. Mezclados dan un producto muy interesante, pero ¿emplear un ron añejo reposado para un cubalibre? ¿o malgastar un ron con coca cola que lleva una semana abierta?
En cuanto a la espectadora, lo curioso del caso es que le habían encantado los anteriores espectáculos de Tricicle. Y que este es un espectáculo con 250 gags. No tengo nada en contra de que un espectador destroce críticamente un espectáculo, sea de Tricicle o del lucero del alba. Lo extraño es que no se riera ni una sola vez. Y que en los espectáculos anteriores sí.
Todo el mundo puede tener un mal día, un dolor de muelas, habérsele muerto un pariente o incluso haber tomado las sustancias estimulantes erróneas, pero en este caso, al menos según su declaración, no había nada de esto. Tampoco dio grandes explicaciones. Se mantuvo en el que ese humor lo hallaba desfasado y que no le había hecho reír ni una sola vez. Cosa que creo (la segunda parte de la frase).
Lo que me parece clave es la página en blanco, el micrófono abierto. Dentro de dos días vas a tener que explicar qué te parece frente a la audiencia. Eso puede perfectamente bloquear a alguien.
Y defiendo que el crítico siente ese mismo bloqueo, aunque pueda sublimarlo mediante oficio. He leído críticas a libros que parecían realizadas por alguien que no hubiera leído el texto que criticaba. He leído críticas que cargaban contra una frase (una sola; ¿cuántas frases hay en un libro?) como única argumentación. He leído críticas que han obviado cualquier aspecto lúdico de una novela para analizar imposibilidades o incongruencias, nimiedades dentro del texto.
Sigo creyendo lo que he afirmado. Esa oyente se vio atenazada por el síndrome de la responsabilidad ante el micro. No es que falseara su falta de disfrute. No disfrutó. Pero dudo de que tuviera algo que ver con ello lo que pasara en el escenario.
Un saludo!

Hola, Asterión:
Tienes razón en que tal vez no he afinado en la distinción de análisis y pensamiento.
Lo que quería remarcar es que el mundo se ha tomado demasiado en serio el método y parece menospreciar las conclusiones. Me explicaré, porque creo que lo estoy embrollando más.
Lo que defiendo es, en suma, lo que los buenos traductores deberían hacer con las obras originales: Leerlas una vez antes de escribir una letra, captar el sentido, el tono, y entonces y sólo entonces, ponerse al trabajo.
Con la crítica sucede lo mismo. Deberíamos ser capaces de acudir o leer cualquier cosa con esa sensación de "vamos a ver qué nos dan aquí" y sólo después empezar el análisis (y volver para corroborarlo, cómo no).
¿Pensamiento y análisis son indisociables? Tu lo has dicho: Analizar es un acto de pensamiento. Uno de los muchos actos del pensamiento.
Habría que definir "análisis". ¿Despiece? ¿descomposición en los elementos fundamentales?
Cierto. Pero cuando realizas el análisis de un compuesto químico, lo que obtienes son unos resultados de composición mesurables: tanto de esto, tanto de lo otro... ¿Y si no es mesurable, como en el caso de cualquier objeto cultural? Entonces podemos analizarlo igualmente, pero deberemos tener muy en cuenta que los elementos que obtengamos no serán ya el objeto primigenio, sino lo que lo componía.
Podemos emplear cualquier medio de análisis: medir las proporciones del David de Miguel Ángel, por ejemplo, es una forma de analizarlo. Pero, ¿eso va a decirnos por qué es una obra maestra?
Lo curioso es que es una obra maestra después de que analíticos nos hayan descubierto sus defectos (que los tiene).
Entonces, ¿qué define la maestría? ¿y por qué tenemos que empeñarnos en analizarla? sabemos que no encontraremos la fórmula reproductiva.
La belleza, el humor, la literatura, todo es un valor cultural. Y por tanto, relativo.
De modo que demos valor a esa relatividad.
Volvamos en primer lugar al difrute de la obra. ¿Me he reído? Perfecto ¿Me he emocionado? Perfecto.
Atormentarse diciendo "¿por qué me estoy emocionando ahora?" es, muy probablemente, perderse la emoción. A posteriori, pensar y analizar es sano, sanísimo.
Pero en las obras de ficción (y en muchas de no ficción), y nunca hay que olvidarlo, Asterión, la suspensión de la incredulidad es vital para que las obras obtengan el resultado que persiguen.
Y conste, me encantan los estudios del estilo "Trazas del canibalismo primitivo en el personaje de Renfield".

Bueno, ya ves, tú anímame con las filípicas... :)
Un saludo!

Unknown dijo...

Hola Lluís!

Es una lástima que al adoptar el punto de vista del crítico se pierda la reacción espontánea del espectador.

Por cierto, esta anécdota me ha recordado lo que le ocurrió a Billy Wilder en el pase de prueba de la obra maestra “Sunset Boulevard”, titulada en español “ El crepúsculo de los Dioses”.
Una primera versión de la película comenzaba con el cadáver de Joe Gillis siendo trasladado a la morgue, donde otros cadáveres, con su etiqueta de identificación colgando del dedo gordo, le preguntaban cómo es que había llegado hasta allí. El cadáver del guionista aprovechaba la circunstancia para explicar a sus compañeros fiambres, y de paso a los espectadores, las circunstancias que le habían llevado hasta la muerte.


Al público que asistió a ese pase, la secuencia le pareció muy cómica y las carcajadas resonaron en la sala. Entonces Billy Wilder decidió cambiar la escena inicial por la que todos conocemos con los coches de policía y periodistas, avanzando por “Sunset Boulevard” hasta llegar a la escena del crimen, la mansión de Norma Desmond donde el cadáver de Gillis está flotando en la piscina.

¿Qué hubiera pasado si ese público hubiera mirado la película con ojos de crítico?

Un abrazo y de nuevo, ¡Feliz año!

Anónimo dijo...

Sigamos con las filípicas:

Estoy de acuerdo en que el proceso debe ir primero a enfrentarse al texto una vez, y poco a poco regresar a él para trabajar, analizar, etc.

Esto no debe hacernos creer en esa idea de lo "espontáneo", o el acercamiento ingenuo y sin prejuicios, similar a la de la inspiración. No somos otra cosa que un cúmulo de experiencias, y todas ellas entran en juego, sin que nos demos cuenta, en el proceso de lectura.

No existe un objeto primigenio, solamente existe aquello que lo compone. El objeto primigenio se ha perdido, solo queda lo que nosotros leemos en él o de él.

También concordamos en que los textos son producciones culturales, y por ende, su valor es relativo; sin embargo, no debemos caer en el relativismo como dogma, porque sea como sea, tales prácticas clturales están signadas, y no son meramente arbitrarias o subjetivas, sino que responden a ciertos factores que le son propios.

Un edifico es un objeto cultural, es arte (entre otras cosas)... y no lo puedo hacer como me dé la gana... o decir: "la gente se mata en esas escaleras", pero son tan lindas.

En el análisis hay varias posibilidades: una es preguntarse qué significa; otra es preguntarse por qué creo que significa eso... y ninunga de las dos es un tormento o debe ser visto cómo tal. Cierto, cada quien tiene el derecho de enfrentarse al texto como guste, y nadie puede reclamarle eso... pero aquel que ha decidido cuestionarse el texto segundo a segundo, también tiene derecho.

Otro asunto interesante y donde volvemos a concordar está relacionado con la gente que es forzada a realizar interpretaciones, porque aquí si vienen los problemas, lechos de Procusto: el niño que no sabe qué decir y sufre; el crítico de diario que debe escribir su columna "ya" o el universitario que debe "inventar" una tesis y así por el estilo.

Ya para cerrar: leer implica cirticar, criticar implica disfrutar y la crítica es otra forma de creación. Alli radica la doble naturaleza de los textos: producen placer y displacer, pues para "compenderlos" debo realizar un trabajo intelectual, quiérase o no.

Emiliano Arévalo dijo...

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Saludos
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RebecaTz dijo...

Estoy de acuerdo con Asterión en el hecho de que todo nuestro bagaje cultural entra en el proceso de análisis, pero en el caso expuesto por Lluís creo atisbar cierta predisposición -de entrada- por parte de la oyente. A veces uno es capaz de disfrutar los libros o los espectáculos aunque el crítico que llevamos dentro nos esté señalando los errores.

Y bueno, mejor me remito a lo dicho por Lluís:
"Desde hace largos años (o siglos), llevamos ejerciendo sobre los estudiantes de cualquier edad una metodología que prima el análisis sobre el pensamiento (paradigma de ello es la asignatura de lengua y literatura, una combinación maldita donde las haya en la que se considera a las obras literarias como una mera prolongación del análisis gramatical). Se nos enseña a buscar tropos, metáforas, voces activas y pasivas, tutti quanti. Pensar es secundario. Y, sin embargo, pensar es primordial.
Porque si se enseñara más a pensar y no tanto a analizar, la misma y primordial apreciación estética llevaría al análisis de la misma, porque la buena costumbre de pensar conlleva una curiosidad integral."
Yo entendí que en esta parte te referías a desmenuzar la obra en asuntos técnicos: estructuras, tropos..., bla.. Y esto sí que se puede disociar -al menos de momento-, de la primera impresión -por más analítica que sea-, de lo que estamos leyendo o presenciando (no se pueden retener todos los elementos; un análisis en forma lleva su tiempo).
Creo que no me estoy expresando bien pero a mí me pareció que lo dicho por la oyente/crítica fue más bien una "pose", y más si ya le habían gustado otras obras del mismo estilo. Es imposible que en todas las otras representaciones se hubieran conjuntado los elementos que la hacían reír, mientras que en ésta prácticamente no encontró ninguno de ellos (cuando la lógica dice que deberían estar compuestas bajo los mismos parámetros).

..., Bueno, que ni sola me entiendo. :)

Lluís Salvador dijo...

Hola, Patricia: Bienvenida a bordo. Siéntete como en tu casa y opina y sugiere lo que quieras.
Respecto a lo que dices, es un típico ejemplo de qué hubiera pasado si... Esa escena no se ha conservado, pero estoy seguro que algún crítico la hubiera considerado superior a la que finalmente quedó en el film (y que sigue siendo una historia de fantasmas). De hecho, estoy seguro de que precisamente porque ya no pervive, algún crítico debe estar defendiendo la teoría de que ESA era la escena que tenía que haber quedado, y que el público no sabe nada. En cualquier caso, es una buena lección sobre las buenas intenciones de los autores y el choque con la realidad.
Gracias por la aportación.
Una saludo!

Hola, Andrómeda:
Teniendo en cuenta el taco que yo mismo me he armado, no es de extrañar que mi confusión haya pasado a mis lectores. Pero no es tu caso. Entiendo muy bien lo que dices. En primer lugar, es muy importante eso que dices del disfrute a pesar de los errores. Si la obra está bien hecha, si tiene ritmo, si engancha, entonces los errores son disculpables. No lo hay más sonado que el asesinado de más en "El Sueño Eterno" de Raymond Chandler, y sin embargo la novela es un clásico, y su personaje Philip Marlowe inmortal.
En efecto, el análisis consume tiempo, y, sobre todo distrae del conjunto general de la obra. Por eso, para hacer un buen análisis, es necesario tiempo. Ahora contestaré a Asterión y abundaré un poquito más en el tema.
No, no creo que fuera una pose. Creo que era más bien un bloqueo por actitud errónea, combinado con otros factores. No te digo adiós, porque os voy a dar (¡ay!) otra filípica sobre el tema.

De modo que, hola de nuevo, Andrómeda y Asterión:
Estando de acuerdo con lo que dices, Gustavo, una cosa es dedicarse con todo el tiempo del mundo a hacer análisis y crítica (porque hay placer en ello) y otra convertir el tema en oficio y estar preocupado por ser "original" (o por escribir la crítica). El caso palmario fue el de la película de Don Siegel, "The Invasion of the Body Snatchers" que fue recibida como un alegato contra el Maccarthysmo. Después, cuando alguien se ocupó de cotejar las ideas políticas de Siegel, y vió que difícilmente podían tildarse de izquierdistas, se revisó la opinión y se dijo que era una película de "antes muerto que rojo".
Veamos. En efecto, y como se ha dicho, analizar es un acto de pensamiento. Pero sólo uno de los actos de pensamiento posibles. Existe también la observación, la taxonomía, la epistemología, etc. De hecho, y por seguir el método científico, la observación siempre ha precedido al resto (en fenómenos observables, claro; las matemáticas y ciertos fenómenos físicos forman parte de la pura abstacción, pero no es el caso de las artes). Ahora bien, y como saben bien los físicos, el observar un fenómeno modifica la naturaleza del mismo (y la del observador, de paso). Esto no es malo en ´sí, pero en el caso que nos ocupa (y el del crítico profesional, el estudiante, etc.) además se une que el observador a su vez no está inmerso en un sistema cerrado observador-fenómeno, sino que la observación a su vez será observada (por la radioaudiencia, el público lector de la crítica, etc.). Esto es lo bastante imponente como para modificar la actitud del observador y crear una necesidad (una ansiedad, podríamos decir) que, si no es bien gestionada (y muchas veces no lo es) produce efectos indeseables en que, por emplear términos populares, los árboles no nos dejan ver el bosque. Y a veces, las bellotas no dejan ver ni el árbol.
Pero supongo que el debate también tiene que ver con la antigua cuestión de texto/subtexto. El subtexto, consciente o inconscientemente, puede estar ahí, pero si el análisis se centra sólo en él, existe la posibilidad (sólo la posibilidad, no me malinterpreten) de olvidarse del texto que, esta vez sí conscientemente, es lo que el autor quiere transmitir en primer lugar. Un ejemplo, "Dr Strangelove" (aquí llamada "Teléfono Rojo, volamos hacia Moscú"), película de Stanley Kubrick. Podría (y se ha hecho) enumerar todas las alusiones freudiano-sexuales que existen en la película (la escena inicial de reabastecimiento en vuelo, los nombres ("Buck Turgidson"), la escena del comandante "King" Kong cabalgando sobre una bomba nuclear. Y muchas más). En Kubrick, nada es superfluo, de modo que el análisis es pertinente, pero decir que Strangelove es una fábula freudiana sobre la potencia sexual olvida el texto principal, que va sobre la estupidez humana. Mi propia experiencia fue la del doble visionado. Así, disfruté de la película y me regocijé en el subtexto. Pero eso requiere tiempo y paciencia. Cualidades de las que no sé si muchos "críticos" disponen o quieren disponer.
A este respecto, déjame poner dos ejemplos en los que un análisis inmediato puede o debe causar una reacción que en nada ayuda a entender la obra. Ambos son películas en las que hay que suspender no sólo la incredulidad, sino hasta la racionalidad y los principios morales.
El primero es "Bambi". La escena de la muerte de la madre de Bambi es una burda manipulación sentimental mediante la personificación y la identificación personaje/audiencia. ¿Qué haces entonces? ¿Le dices a tus hijos que están siendo manipulados? ¿Te lo dices a ti mismo? Sin embargo, manipulado como estás, ahí sentado lloras a moco tendido. Y haces bien. Después podrás escribir todo lo que quieras sobre esa manipulación, pero será una crítica fútil, porque la película funciona. Aún dándote cuenta de que estás manipulado. Obviar ese funcionamiento y ese resultado es escamotear algo fundamental de la obra.
La segunda es "Harry el Sucio". Es una película de la cual toda persona medianamente liberal, demócrata, etc. sale como si le hubieran dado con un tablón en la cabeza. También te manipula, apelando al linchador que todos, en mayor o menor medida, llevamos dentro. De repente, y aunque sea por una hora, nos convierte en reaccionarios y cochinos miembros de la masa vengadora primitiva. ¿Qué haces? ¿Te levantas en medio de la proyección, gritas que es intolerable subvertir así los valores democráticos y de la justicia y te vas? Lo curioso es que la película nos dice (y nosotros sabemos) que Harry Callahan tiene razón, digan lo que digan los tribunales y las garantías democráticas.
Observar (que ya es pensar) es para mí la primera cualidad. Transmitir esas observaciones ya es valioso. Analizar es un plus, pero sólo si aporta valor añadido a la observación. De lo contrario puede convertirse en incompleto, superfluo o inútil.
Y sigo en mis trece: se enseña demasiado a desmenuzar cosas, y poco a pensar (a observar, si quieres). Tanto se desmenuza que muchas veces se destroza sin más.
No pensaba analizar el caso concreto de la oyente y "Garrick", porque lo que me motivaba era meditar sobre la fálta de método, o el exceso de él, en los críticos; y sobre la actitud del crítico frente a la obra, denunciando que muchas veces no piensa en el objeto del análisis, sino en el análisis en sí. Pero ¿qué sucede cuando alguien se planta delante de la obra para analizarla y no hay nada que analizar? Es, en parte, lo que le sucedió a la oyente.
"Garrick" es una obra que analiza lo que nos hace reír (una especie de sketch de los Monty Python en el Hollywood Bowl, donde un profesor universitario mostraba los efectos cómicos de los gags de la piel de plátano, el tablón y la tarta de nata, pero a lo bestia; donde los británicos celebraban veinte gags, Tricicle pone en escena 250).
La oyente/espectadora, por su propia actitud analítica, no se dio cuenta de que lo que tenía que hacer era analizar un análisis. Y eso, sombinado con el pánico escénico, con la necesidad de justificarse y con (para mí) una actitud previa errónea, fue demasiado para ella.
No sé si a mis lectores les gustan estas polémicas, pero a mí me encanta. Lo único que falta son unas cervezas, pero es un poco difícil hallar un bar espaciotemporal hispano-costarricense-mexicano-etc., de modo que tendré que limitarme a lo virtual. Considérense todos los intervinientes y lectores invitados y brinden a la salud de los debates cordiales y amigables.
Asterión, Magda, Patricia, Andrómeda, a su salud.

Lluís Salvador dijo...

Querido Emiliano:
Muchas gracias por el seguimiento del blog. Espero mantener tu interés.
Por desgracia, y aunque me gusta la Fórmula 1, no tengo ni tan siquiera carnet de conducir, de modo que mi relación con los coches es la de esos objetos que conducen otros.
Un saludo!

Anónimo dijo...

Pues a mí también me gustan mucho estas discusiones, sino, ¿cuál es la gracia de tomarse el tiempo para escribir un post? Y bueno, un brindis virtual para seguir.

Solamente quiero hacer algunas acotaciones:

1. El problema de la crítica es la crítica que usualemente se ejerce desde medios de comunciación (diario, revista, tv, etc.). Esta crítica sigue siendo impresionista y pura cháchara, como bien apuntaron los formalistas hace ya bastante rato. Además, depende de lo inmediato, y termina por ser solamente una manera más de poner en circulación los textos y presentarlos a un público para que este los consuma. Así, es banal, superficial y por lo general no dice nada "nuevo" o "interesante".

3. La crítica que se ejerce desde el estudio, la academia o la investigación es la que puede resultar provechosa. Claro, no voy a hacer una apología de la academia, jamás. Cientos de profesores diariamente malgastan su tiempo y el de los demás con investigacines vacías. Sin embargo, es ahí donde unos pocos generan precisamente discusiones más pensadas, analizadas y fundamentadas.

2. Hay que tener cuidado con confundir lo que dice el texto en sí (que es lo que debemos buscar) con la intención del autor. Esta última se ha perdido, y así sea que tengamos al dichoso autor frente a nosotros jurando y afirmando que lo que él quiso decir fue tal o cual cosa, esto no sirve de nada, porque lo que el autor dice de su obra lo dice cmo lector y no ya como autor, por ende, su lectura será igual de válida que la mía.

Saludos.

Lluís Salvador dijo...

Hola, Asterión:
Bueno, pero otro día hablamos de los bolsillos de Robinsón Crusoe (qué críptica referencia, ¿verdad? ;) )
Punto 1: ¡Ahí quería yo llegar! Y es bueno que se diga. Sin embargo, esta crítica es la que maneja el cotarro, propagandista o no, y es la que en buena parte decide los destinos y las vidas culturales de un país.
Punto 3 (o segundo): También completamente de acuerdo. Pero, ¿llegan esas investigaciones a conocerse? Más importante aún, ¿permiten los críticos/académicos farsantes que salgan a la luz?

Punto 2 (o tercero): Hum, hum... Hombre, algo sabrá el autor de su obra... Estoy de acuerdo en un punto: el autor puede desconocer que ha introducido un subtexto, porque eso puede suceder inconscientemente. Pero afirmar que cualquier lectura es válida (lo será para ese lector, pero esa no es una verdad absoluta) es un poco volver a "The Invasion of the Body Snatchers" y al "rojo" Don Siegel. Me temo que Ahab no puede ser calificado como el arquetipo del héroe que combate a las fuerzas del mal personificadas en una ballena blanca. Por mucho que Moby Dick sea maliciosa, es mucho suprimir y desechar de la novela para llegar a esa conclusión y aceptarla.
Te reformulo el punto: Cualquier lectura será válida si está bien fundamentada.
Respecto al texto, y que es lo que debemos buscar, estoy muy de acuerdo, pero yo me crié con la fantasía y el terror, que son textos tremendamente simbólicos y que ocultan cosas muy subyacentes, de modo que me encantan los análisis de subtexto, analogías e interpretaciones antropológicas, sociales, etc.
Me gusta el tema. Un día le dedicaré una filípica, tal vez con las mejores interpretaciones que he encontrado. O te brindo la oportunidad de hacerlo en tu casa.
Un saludo!

Anónimo dijo...

Seguimos:

Punto 1: de acuerdo y superado, jeje.

Punto 2 (o 3): tenés razón. Uno de los problemas de la academia es que estas investigaciones llegan solamente a otros investigadores.

Punto 3 (o 2): no me expliqué bien respecto del autor. No he afirmado que cualquier lectura es válida. Soy el primero en rechazar esto, y concordamos de nuevo en que todo depende de las fundamentaciones. Luego, sí, el autor "algo sabrá", pero no lleva ventaja alguna sobre el lector: el autor ya no tiene la "autoridad".

Punto 4 (o nuevo): tampoco he dicho que el subtexto no existe, y a mí también me gusta estar buscándolo.

Ahora bien, prefiero trabajar con el concepto de "intertexto", pues todo texto no es otra cosa que un tejido de relaciones con los demás textos. La idea de "subtexto" nos lleva a creer que hay cosas "ocultas", cuando lo que hay son relaciones que debemos analizar. La idea de subtexto también hace creer que hay uno solo; el intertexto permite la plurisignifcación de lecturas, bien fundamentadas, claro está, para no llegar a la "semiosis cancerosa" de la que habla Eco.

Saludos.

Lluís Salvador dijo...

Hola, Asterión:
Disculpa el retraso.
Tienes razón sobre la autoridad del lector, y creo que estamos llegando a un acuerdo casi total...
Porque también tienes razón sobre lo del intertexto, y es un concepto interesante, y muy útil.
Pero sigo defendiendo también la idea del subtexto, esa especie de cosa que dice, "estoy diciendo esto pero a la vez digo otra cosa, y ambas son válidas". Y no tiene porqué haber uno solo. Drácula es una novela de subtextos, sobre todo victorianos, pero también hasta políticos, si me apuras.
El intertexto, como relacionas, no sustituye al subtexto, sino que lo complementa. Sería "esto puesto en relación con esto da otra cosa".
Que puede muy bien ser distinta...
En todo caso, buenos puntos de convergencia.
Un saludo!