La Venganza de Don Mendo, de Pedro Muñoz Seca
Ed. Espasa Calpe, col. Austral
Madrid, 1988 [1918]
El propio Muñoz Seca nos presenta esta obra teatral diciendo: "Caricatura de tragedia en cuatro jornadas, original, escrita en verso, con algún que otro ripio". Como buen hombre de su época, cumple lo que dice. Sin embargo, esta humildad en la definición no oculta que nos hallamos ante una de las piezas cómicas más afortunadas del teatro español. Astracanada, caricatura, bufonada, grotesquería con elementos de vodevil, la trama es casi lo de menos: Magdalena, amante de Don Mendo, se ve forzada muy a su gusto a casarse con otro, por lo que Mendo le estorba. Por una serie de equívocos éste será condenado a ser emparedado, destino del cual logra escapar y, enterado de que ha sido la propia Magdalena la que ha escogido su castigo, buscará venganza bajo otro nombre. Venganza que cumplirá en un final en el que, como se dice coloquialmente, muere hasta el apuntador.
No obstante, el humor casi continuo, su expresión en un verso fluido y con gracia y las diversas situaciones equívocas han provocado, aparte una popularidad que no tuvo límites, el interés de personajes tan dispares como Fernando Fernán-Gómez (que la adaptó al cine) o Paco Mir (que la resucitó en el teatro).
Buen número de españoles conocen el inicio de El Quijote (aunque cada vez menos); otros muchos son capaces de recitar fragmentos del Tenorio; bastantes recuerdan con más o menos exactitud escenas de La Venganza de Don Mendo, tales como la aventura de los Quiñones, la caza de aves con lumbre o la partida de siete y medio. No me resisto a ilustrar a mis lectores que puedan desconocer la obra con este último fragmento:
MENDO:
Hablamos... ¿Y vos qué hacéis?...
Aburrirme... Y el de Vedia
dijo: No os aburriréis;
os propongo, si queréis,
jugar a las siete y media.
MAGDALENA:
¿Y por qué marcó esa hora
tan rara? Pudo ser luego...
MENDO:
Es que tu inocencia ignora
que a más de una hora, señora,
las siete y media es un juego.
MAGDALENA:
¿Un juego?
MENDO:
Y un juego vil
que no hay que jugarle a ciegas,
pues juegas cien veces, mil...
y de las mil, ves febril
que o te pasas o no llegas.
Y el no llegar da dolor,
pues indica que mal tasas
y eres del otro deudor.
Mas ¡ay de ti si te pasas!
¡Si te pasas es peor!
MAGDALENA:
¿Y tú... don Mendo?
MENDO:
Serena
escúchame, Magdalena,
porque no fui yo... ¡no fui!
Fue el maldito cariñena
que se apoderó de mí.
Entre un vaso y otro vaso
el Barón las cartas dio;
yo vi un cinco, y dije «paso»,
el Marqués creyó otro el caso,
pidió carta... y se pasó.
El Barón dijo «plantado»;
el corazón me dio un brinco;
descubrió el naipe tapado
y era un seis, el mío era un cinco;
el Barón había ganado.
Otra y otra vez jugué,
pero nada conseguí,
quince veces me pasé,
y una vez que me planté
volví mi naipe... y perdí.
Ya mi peculio en un brete
al fin me da Vedia un siete;
le pido naipe al de Vedia,
y Vedia pone una media
sobre el mugriento tapete.
Mas otro siete él tenía
y también naipe pidió...
y negra suerte la mía,
que siete y media cantó
y me ganó en la porfía...
Mil dineros se llevó,
¡por vida de Satanás!
Y más tarde... ¡qué sé yo!
de boquilla se jugó,
y me ganó diez mil más.
¿Te haces cargo, di, amor mío?
¿Te haces cargo de mis males?
¿Ves ya por qué no sonrío?
¿Comprendes por qué este río
brota de mis lagrimales?
Una de las características de esta obra es esta aparente facilidad en el verso que, cuando es rebuscado, lo es para aprovechar su efecto cómico. Igual que esos "algunos ripios" ("y sabiendo que el de Toro / al par que Toro era Manso, / rápido como un cohete / puso cerco a la señora, / y al cabo de media hora / era ya de Alfonso siete."). Y sin embargo, Muñoz Seca muestra una familiaridad casi insultante con todos los metros y formas de la poética castellana.
Los momentos de auténtico humor son incontables. En los paisajes más tibios, es imposible abandonar la sonrisa.
Es un género ya perdido, periclitado por los nuevos tiempos y, por qué no decirlo, porque no hay talento (ni ganas) para producir obras semejantes. Hoy se producen musicales, que son la moda, y que, es curioso, también requieren cierta sabiduría poética y, en muchos casos, algo de humor. Y, en cambio, en muchas ocasiones la rima es forzada o inexistente, y el humor escaso. En esas ocasiones, vuelvo a casa y releo La Venganza de Don Mendo. Para matar el tiempo en espera de épocas o autores mejores.
3 comentarios:
Vaya, aunque veo que es posterior (no conozco al autor), me has transportado a las comedias del Siglo de Oro; incluso me vino a la mente el nombre de "Mendo", tan usado en esa época.
Me encantan, que digo, me fascinan estas obras que tan bien reflejan la vida cotidiana y que además resultan la mar de entretenidas con tantos enredos.
Un saludo!
Hola Lluis,
Muy bonito, muy bonito, la mala se llama Magdalena...
Pero muy buena reseña, como siempre, gracias Lluis...
...pero muy bonito, si señor, muy bonito... ;)
Hola, Andrómeda:
Dentro de poco comentaré una de esas comedias, en este caso sí del Siglo de Oro, que ya era un género que se echaba a faltar.
En el caso de la Venganza... es una astracanada, una humorada por el puro humor, conmucha gracia, eso sí.
Un saludo!
Hola, Magda:
Ahh... quejas a don Pedro Muñoz Seca... A ver si te crees que es fácil vivir llamándose igual que el rival de don Juan Tenorio... ;)
Un saludo!
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