Esclavos de la Libertad. Los Archivos Literarios del KGB, Vol. I, de Vitali Shentalinski
(Rabi Svobodi v Literaturnij Arjivaj KGB)
Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg, Serie Biografías, Memorias y Testimonios
Barcelona, 2006 [1993]
Hace pocas semanas comentaba el texto de Coetzee Contra la Censura, uno de los pocos libros que analizan el bosque de la prohibición; hoy llevo a su atención un libro que estudia algunos de los árboles de la censura y la represión en el ámbito soviético. A veces las cosas vienen así de rodadas.
De hecho, el libro trata de unos cuantos de esos árboles, por no decir muchos.
El propósito del autor fue el de descender al infierno de los archivos de la Lubianka para descubrir manuscritos y documentos requisados por las autoridades y que podrían muy bien no haber salido jamás a la luz. En este aspecto el libro cumple. Poemas inéditos, el diario personal de Mijaíl Bulgákov, capítulos y novelas enteras de Andréi Platónov, etc., aparecen confiscados en esos malditos archivos, y es de esperar que algún día aparecerán editados (en esta obra se nos ofrecen algunos extractos).
Pero, como no podía ser de otro modo, los documentos de las instrucciones y procesos contra los escritores también aparecen, como demostración de la persecución, la manipulación, la arbitrariedad y, sobre todo, la omnipresencia del pensamiento único estatal. Isaak Bábel, Mijaíl Bulgákov, Borís Pilniak, Ósip Mandelshtam, Nikolái Kliúyev, Andrei Platonov, Maksim Gorki, entre otros, son los autores que se tratan. Fusilados, silenciados, deportados, puestos en campos de concentración, aislados o asesinados sin más, los destinos de estos escritores pasaron todos por el cauce de la Cheka, después OGPU, después NKVD, después KGB. Nunca para bien, y casi todos bajo las contradictorias indicaciones "Estrictamente confidencial" y "Conservar a perpetuidad".
No es que los documentos extraídos resuelvan todos los enigmas. El caso de Mandelstam y su "Oda a Stalin" sigue difiriendo según las versiones; Coetzee apunta a que el autor fue forzado a escribirla; Shentalinski declara que Mandelstam la escribió voluntariamente en un intento de congraciarse con el Estado. Aparece el diario de Bulgákov, pero los escasos fragmentos que aparecen en el libro (junto con las cartas ya publicadas en Cartas a Stalin, Ed. Grijalbo), poco hacen por aclarar porqué Stalin decidió dejarlo en una relativa paz silenciada, sin hacer nada contra él, físicamente, pero amordazado y convertido en un exiliado literario en su patria, lo que en definitiva llevó al escritor a la muerte, esta vez sí física, después de haber sufrido la muerte civil.
Pocos regímenes han desarrollado una ideología tal como para ideologizar también el arte y la literatura en todas sus formas de expresión. Sólo el nazi y el soviético, que yo recuerde. Gracias a este libro vemos cómo, además, el régimen soviético no escatimó esfuerzos ni recursos para reprimir y suprimir no ya las expresiones que quedaran fuera de la ideología, sino las intenciones y omisiones de los escritores y artistas.
Sin embargo, este libro tiene defectos y excesos. Defectos básicos: ¿Por qué no transcribir íntegramente una conversación entre Stalin y Pasternak en lugar de extractarla? Y excesos de todo tipo. Estilísticos ("¡Repiquetea ya, máquina de escribir! ¡No enmudezcas, mi férreo ruiseñor!"); de fondo: al lector no le interesa para nada, o muy poco, las objeciones que recibiera el autor al respecto de su trabajo de investigación, máxime cuando no representaron un obstáculo real y no impidieron ni frenaron su trabajo. Y excesos de forma: "Si [Tólstoi] hubiera vivido durante los años del gobierno bolchevique, es seguro que no habría podido evitar la espada represiva de la Checa". Es posible, incluso probable. Pero la frase sobra.
Si este libro se lee contra la planilla teórica del texto de Coetzee, el lector se verá considerablemente iluminado sobre el hecho de la represión soviética en la literatura. Leído en solitario, el lector echará en falta información previa y más documentación de la aportada (que se insinúa que existe) y, sobre todo, una investigación colateral de los hechos.
Con todo, es lo que hay, y bienvenidos sean los documentos descubiertos, que nos relatan las tragedias de unos escritores que fueron asesinados, de una u otra manera, por necesidades o caprichos de Estado.
4 comentarios:
Hola, Lluís:
La forma en la que lo planteás, hace que el texto resulte atractivo, aunque no soy muy aficionado a este tipo de textos. Por lo demás, es un libro que tendría que encargar directamente, pues a estas tierras costarricenses no creo que llegue así nomás.
Saludos.
Hola, Asterión:
Es interesante, si el tema te atrae. Si no, los defectos que apunto tal vez sean excesivos. Si el tema te interesa, más te recomiendo el "Contra la Censura" de Coetzee. Allí también trata un par de casos de censura soviética, y con mejor razonamiento (aunque no tan buena documentación).
Por otra parte, el libro de Shentalinski es un primer volumen de tres. Si cuando lea los siguientes descubro que ha escatimado información para repartirla entre los tres tomos, me enfadaré mucho con él...
Un saludo!
Hola Lluís, me pareció muy buena tu reseña; es un tema interesante el uso que desde el poder se hace del arte; estoy de acuerdo en que el nazismo y el stalinismo fueron quizás los que más utilizaron la posibilidad de manipular ya sea censurando, ya sea promoviendo algunas manifestaciones; pero creo que en todos los sistemas se repite de alguna u otra forma, y los supuestamente democráticos hacen también buen uso de esta posibilidad. Me interesó
este comentario de tu reseña también ¿Por qué no transcribir íntegramente una conversación entre Stalin y Pasternak en lugar de extractarla? Paradójico, no?
Saludos
Hola, Bárbara:
Es muy justo lo que apuntas, y todos los regímenes autoritarios han empleado instrumentos similares, pero no hasta el extremo de llegar a cuestionar Por qué un escritor no escribía (en el caso nazi, se consideraba desafección, y eso, si no en campo de concentración, sí podía acabar en frente ruso; en el caso soviético, se consideraba sabotaje, y eso era delito muy gordo; según parece, en Rusia no podías tener un bloqueo creativo), un artista no creaba, un cineasta no filmaba. La frase más sangrante la dijo Bulgákov en uno de sus choques con los funcionarios del partido: "Si uno gasta, es un traidor a la patris. Hay que ahorrar, te dicen. Muy bien. Pero en cuanto uno empieza a ahorrar, te acusan de convertirte en un burgués". Y esta es la contradicción en la que se vieron los escritores bajo estos regímenes: Ejerce tu autocrítica para ser más revolucionario, les decían, pero si la ejercían, podía ser que creasen obras que la revolución real no veía con buenos ojos.
Tengo graves sospechas sobre Shentalinski. Creo que escamotea al lector datos, no para ocultarlos, sino para poder sacar el segundo y tercer volúmen. Esas pequeñas triquiñuelas siempre tienen la virtud de irritarme. Y no quisiera pensar que se escamotea esa conversación Stalin-Pasternak para comerciar con ella. Pero me irritó igualmente el encontrarla sólo en extracto.
Gracias por intervenir, y hasta pronto.
Un saludo!
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