Manuscrito Hallado en un Bolsillo, de Julio Cortázar

En Los Relatos. Ritos
Alianza Ed., col. El Libro de Bolsillo
Madrid, 19763 [1974 (en la colección de relatos Octaedro)]

Hay relatos que son absolutamente perfectos ya desde su título. Manuscrito Hallado en un Bolsillo es uno de ellos.
Insisto: desde su mismo título. La constatación de que se trata de un manuscrito encontrado en un bolsillo no la encontrarán dentro del relato, y el hecho de que figure como su inicio confiere al cuento un cierto sentido circular y cerrado.
Cerrado y perfecto, porque cuando el lector llegue al final del relato le quedará claro que lo que ha leído no es sino el manuscrito de un suicida.
Alianza Editorial, cuando editó los cuentos de Cortázar, los agrupó genéricamente en "Ritos", "Juegos" y "Pasajes". Esta aguda clasificación es adecuada (si bien simplista en algunos casos, susceptibles de entrar en dos o incluso en las tres categorías), aunque el Manuscrito Hallado en un Bolsillo empieza como un juego que acaba convirtiéndose en un rito, imprescindible para conseguir nada menos que la felicidad.
El protagonista viaja en metro por París, y se ha inventado un juego, inocuo a simple vista: «Mi regla de juego era maniáticamente simple, era bella, estúpida y tiránica, si me gustaba una mujer, si me gustaba una mujer sentada frente a mí, si me gustaba una mujer sentada frente a mí junto a la ventanilla, si su reflejo en la ventanilla cruzaba la mirada con mi reflejo en la ventanilla, [...] entonces había juego». Que consiste en seguir a la mujer, pero con reglas estrictas: en las estaciones, tener previsto un itinerario. Si la mujer se apea en una estación con correspondencia, haber apostado de antemano por una línea u otra o la salida a la calle. Si la mujer no sigue la ruta prevista, entonces se produce la despedida mental y el juego se acaba. Si coincide «entonces el derecho de acercarme y decir la primera palabra». Nunca se ha producido esa coincidencia hasta que el protagonista se topa con Marie-Claude. Y con ella tampoco se produce, pero el protagonista rompe las reglas: a pesar de que Marie-Claude sale a la calle en lugar de transbordar a otra línea, la sigue y la aborda.
Tal vez lo peor que pudiera sucederle es que tenga éxito y que, superadas unas reticencias iniciales, se enamoren y parezcan felices. Lo peor porque en el protagonista y en el lector (y es un sentimiento que Cortázar transmite de forma magistral) la felicidad no es completa. Hay una inquietud que mina toda confianza, y es la ilegitimidad de ese encuentro, hasta que lo confiesa y acuerdan ambos rehacer el juego y reencontrarse superando esa improbabilidad.
El final ya ha sido declarado en el título.
Es la densidad de la prosa y de sentimiento que acumula Cortázar lo que vuelve este relato en una obra maestra, inconmensurable. Frente a lo anecdótico de la situación, magnifica ese hecho mínimo, no porque así lo haga la literatura sino porque en el fondo así solemos actuar los seres humanos. Se ha hablado ya mucho de la prosa cortazariana, que no es descarnada, sino desprovista de todo lo superfluo para desnudar lo esencial. Es así en este cuento, absurdo y conmovedor porque somos en definitiva seres absurdos y, sin embargo, conmovedores. En esa esencia y esa construcción minuciosa se sitúa la maestría de ralizar una historia de amor bellísima y desesperada como pocas se han escrito.

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece que es un gran análisis, estoy deacuerdo la historia no es trascedental pero la magia que maneja Julio la hace única y mágica,

Lluís Salvador dijo...

Hola, Anónimo:
Cortázar era capaz de convertir cualquier situación en una prueba de fuego de las emociones humanas. En este cuento no es menos cierto eso. Gracias por el comentario, y recibe un cordial saludo!