Oficiales de Imprenta, Herejía e Inquisición en la España del Siglo XVI, de Clive Griffin

(Journeymen-Printers, Heresy, and the Inquisition in Sixteenth-Century Spain)
Ollero y Ramos Eds.
Madrid, 2009 [2005]
Trad. de Héctor Silva Míguez (†)

Es un hecho que sin los hispanistas británicos la historiografía hispánica no sería lo que es. En este caso Clive Griffin no es historiador sino profesor de literatura, aunque especializado en historia del libro en España e Hispanoamérica. Pero esto no es óbice para que se comporte como tal historiador con todos los pronunciamientos en este estudio, que no calificaré de ameno hasta la diversión, pero sí curioso y de tema poco visitado.
La génesis puede traslucirse fácilmente: en una búsqueda de la influencia de impresores extranjeros en la historia del libro español en el siglo XVI, que fue mucha, Griffin debió encontrarse con muchos de éstos procesados y condenados por la INquisición. El tema estaba servido; impresores y tipógrafos de toda Europa, pero sobre todo franceses, entraron en la península para ganarse la vida y se toparon con un muro de suspicacias, xenofobia y persecución, no siempre religiosa.
No queda claro si estos impresores cayeron bajo el ojo de la Inquisición por incitación popular o por iniciativa propia del Santo Oficio; en cualquier caso, su capacitación profesional, el que supieran leer y escribir y su trato con libros y la posibilidad de imprimirlos ciertamente los convirtió en elementos peligrosos que suscitaron un control y represión dedicado, hasta convertirse, mediante los métodos habituales de delación y tortura, en un colectivo que sufrió una "razzia" intensa.
Griffin puede no ser historiador, pero sus métodos son británicos cien por cien. Eso implica una investigación exhaustiva, una consulta de documentos y funetes total, y una citación y ordenación casi prístina que aporta luz sobre el tema.
Con semejantes métodos, este libro no se dedica a poyar una determinada tesis; antes bien, lo completo de la explicación y referencia suple la descripción de la Inquisición y sus métodos; de sus carencias también, incluso en materia teológica, como en el caso en que un encausado respondió correctamente en un punrto de religión y el inquisidor le imputó herejía por ello. El cuadro de la xenofobia ante el extranjero, en el que ser francés, o gascón, o flamenco es ser sospechoso (y vivir frente a la casa de Calvino o haber pasado un día por La Rochela, motivo de prisión preventiva). Un reflejo también de la sociedad española del XVI, de sus imprentas, su entramado social y cultural y su vida cotidiana.
Siempre me llaman la atención estos estudios, elegantes y documentados, sobre detalles sorprendentes y en apariencia nimios que, sin embargo, trascienden sus límites y se convierten en auténticos referentes sobre una época de la historia. Aportaciones que abren caminos nuevos y dan luz sobre los antiguos.

Portada y sinopsis

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2 comentarios:

Gustavo Solórzano-Alfaro dijo...

Suena muy interesante. ¿De casualidad no aporta algo sobre otras causas de censura de libros? Digo, ya sabemos cuáles son las razones, pero com decís al final, siempre creo que puede haber muchas otras cosas detrás de estos mecanismos represores a través de la historia, razones que exceden lo religioso, que en relaidad son solo el pretexto.

Saludos

Lluís Salvador dijo...

Hola, Asterión:
Disculpa el retraso en la respuesta.
Bueno, no trata este tema... directamente. Pero, puesto que se trata de un tema de vida diaria, sí se recurre a los propios encausados, y estos, vivían aterrorizados por caer en manos de la Inquisición. Sobre todo si ya habían sido procesados anteriormente, porque eso quería decir que podían ser declarados relapsos y quemados. Y este terror es una curiosa consecuencia del objetivo último de la censura: no censurar sino que la gente se autocensure. Es, en efecto, interesante y poco tratado, pero habría que establecer cómo la Inquisición, sobre todo después de unos cuantos autos de fe masivos y espectaculares, metió en el cuerpo la idea que había quue ser un buen cristiano ortodoxo, no opinar, no hablar (la mayor parte de las herejías flagrantes que detectaron los inquisidores se produjeron en estado de embriaguez; en otros estados, los perseguidos se mostraron en extremo prudentes); y fomentando en cambio el sí oír... para delatar. Ya digo que es atinado lo que planteas, porque la INquisición puede haber sido uno de los instrumentos represores que mejor logró este objetivo de que todas las personas se autocensurasen de manera voluntaria... En cualquier caso, la censura de libros (que a veces fue laxa y a veces rígida) en los siglos XVI y XVII está todavía por estudiar a fondo. Supongo que cualquier día parecerá un británico para dar luz sobre ello...
Un saludo!