Simbad y la Princesa, de Nathan Juran
SESIÓN MATINAL
(The Seventh Voyage of Sinbad); 1958
Director: Nathan Juran; Guión: Kenneth Kolb; Intérpretes: Kerwin Matthews (Simbad), Kathryn Grant (Princesa Parisa), Torin Thatcher (Sokurah el mago), Richard Eyer (Barani, el genio), Alec Mango (Califa); Dir. de fotografía: Wilkie Cooper; Música: Bernard Herrmann; Efectos especiales: Ray Harryhausen.
Respecto al cine, hay que tener siempre presente que es una industria que sólo circunstancialmente produce arte. Y a veces sólo de forma colateral, como un subproducto de la intención principal, que es la de ganar dinero. No hay que juzgar con severidad (o, simplemente, no hay que juzgar) este propósito inicial. El objetivo de la fabricación de un automóvil es producir una máquina que transporte a personas y objetos con celeridad, seguridad y confort; si además es estético, mejor que mejor.
Es en este espíritu industrial como surge la serie B, las películas de programa doble. Pero con un parámetro que las divide en dos grupos: aquellas realizadas por explotación, que pretenden venderse y nada más, sin dejar (ni dar) nada en el público que las contemple; y las que, realizadas con plena conciencia de lo que son, tienen la honestidad de pretender hacer las cosas bien hechas y entretener al espectador. Esta reseña es un pequeño canto a este espíritu artesanal y honesto.
Simbad y la Princesa es una de eaas películas que entretiene y cumplen su función. Si quieren, es una de esas películas que además, para niños y jóvenes, provocaba la costumbre de ir al cine, paso previo a la posible cinefilia. Si quieren más todavía, es una película que en su modestia consiguió suspender la incredulidad del espectador. Llegando al límite, aunque no se produjera esta suspensión, aunque el espectador fuera consciente de que eran efectos especiales, éstos estaban tan bien hechos que provocaban la admiración y la curiosidad (y un cierto placer estético, porqué no).
Ray Harryhausen era el artífice de estos magníficos efectos artesanales de stop-motion. Sé que llamar la atención sobre la actividad de este artesano en la época de los efectos digitales es injusto para el pobre Ray; la técnica (lo que los norteamericanos llaman state-of-the-art) ha progresado a pasos agigantados. Y sin embargo, sigue siendo asombroso contemplar lo que Harryhausen (que cuando niño iba al cine acompañando a otro chaval llamado Ray Bradbury) supo hacerles hacer a unos esqueletos y cíclopes en miniatura, con una naturalidad y fluidez de movimientos que durante décadas no tuvieron rival. Y todo lo hizo en nombre del programa doble, pero sobre todo, del trabajo bien hecho y honestamente realizado.
Tráiler:
2 comentarios:
saludos es una pelicula muy interesante pero lo mas interesante es su consepto...nice post hasta la proxima
Hola Capriyunluz:
En primer lugar, bienvenida al blog.
Y gracias por el comentario. Justamente ayer pusieron un fragmento de su banda sonora por la radio. No es de las grandes de Bernard Herrmann, pero no está nada mal. Lo que demuestra que en obras modestas puede haber grandes calidades.
Un saludo!
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