Macbeth, de William Shakespeare

En The Complete Works of William Shakespeare
Magpie Books/Robinson Publishing
Londres, 1993 [c.1606]

Empiezo una semana completa dedicada a William Shakespeare. ¿Por qué? Déjenme citarles unas palabras de la contraportada de las obras completas: «Aquí está el mundo en un solo libro; el mundo de Shakespeare, que toca fibras en los lectores de cualquier edad, sexo y nacionalidad.» O, puesto en palabras del propio Shakespeare, «Todo el mundo es un escenario y todos los hombres y mujeres meros actores: Tienen sus salidas y sus entradas y un hombre en su tiempo interpreta múltiples papeles.»
Y empiezo por Macbeth. Sé que Hamlet es la inmensa obra freudiana avant la lettre, la más famosa y representada, la quintaesencial shakespeariana, y que todo el mundo conoce el "ser o no ser: he ahí el dilema" (aunque suele evocarse, erróneamente, con la calavera de Yorick en las manos de Hamlet).
Se recuerda menos que la otra gran frase de Shakespeare, la de que "La vida es una historia contada por un idiota, llena de ruido y de furia, y que nada significa" es de Macbeth.
O que contiene otras menos conspicuas, pero suficientemente grandes: "I am in blood stepp'd in so far, that, should I wade no more, returning were as tedious as go o'er". ["He avanzado tanto en este mar de sangre que ya me es indiferente seguir adelante o retroceder"; cada lengua tiene su propia traducción de Shakespeare, puesto que, si bien en su inglés original es genial, la fuerza conceptual de Shakespeare es tan grande que sus palabras resuenan nuevas en cualquier otra lengua, y prácticamente exigen la mejor adaptación poética en destino.]
Y Macbeth, la no tan célebre Macbeth, es una obra tan densa en su psicología de personajes y situaciones que se yergue como un monumento insuperable, con el único inconveniente de que su autoría es la misma que la de Hamlet.
Macbeth es un profundo estudio sobre el poder y sus corrupciones, sobre el engaño, la maldad y la lealtad; y, sobre todo, acerca de la tentación. Macbeth y Banquo son saludados por tres brujas que se dirigen al primero por su título de señor de Glamis, por un título que no tiene, señor de Cawdor, y por un título imposible: "el que será rey"; y a Banquo como padre de reyes sin ser rey.
Esta asombrosa profecía no tardará en tener confirmación cuando Macbeth recibe el título de señor de Cawdor. Aquí se produce el punto de inflexión: Macbeth podría maravillarse de la predicción y esperar a que el destino, como ha hecho con el primer título, le dé la corona que le promete. Pero ahí se decide a forzar el azar mediante el crimen.
Tiene que asesinar al rey Malcolm, pero hay un detalle: Macbeth es un criminal, pero es un pusilánime. Necesitará la complicidad, apoyo y ánimos de su esposa para ponerse en acción. Algunos críticos, bastante idiotas, además de misóginos, han intentado cargar la responsabilidad del crimen en Lady Macbeth. No es así, y si bien su actuación es la del cómplice necesario, la intención y la acción son del propio Macbeth.
Cumplido el magnicidio, y desviadas las sospechas a los hijos de Malcolm, Macbeth, que ya ha forzado el destino, ahora se empeña en la locura de intentar corregir la profecía: es rey, pero, ¿de qué le sirve la corona si la dinastía que le suceda será la de Banquo? (Destaquemos, por contraste, la inocencia de Banquo: testigo de la profecía, no fuerza la mano para que se cumpla ni, cuando Macbeth es rey, se protege contra un atentado contra su vida y la de su hijo, actuando lealmente para con Malcolm y para con Macbeth). Obteniendo un éxito parcial en su intento de liquidar la estirpe de Banquo, Macbeth no tiene más alternativa que basar su gobierno en un baño de sangre. Y como ha forzado el destino, unas nuevas profecías que le dirán la verdad pero que no sabrá interpretar hasta que sea demasiado tarde, se reirán de él y le llevarán a su destino fatal.
Potente, enorme, incisiva, psicológica y bellísima, Macbeth es una obra genial, tanto más cuando se pone al lado de otras obras geniales de un autor prodigioso.

Texto original inglés en Proyecto Gutenberg

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