Il Deserto dei Tartari, de Dino Buzzati

Arnoldo Mondadori Ed., col. Oscar
Milán, 198931 [1940]
Existe edición castellana en Alianza Editorial

El teniente Giovanni Drogo es destinado a la fortaleza Bastiani, y allí espera hacer carrera. Pero la fortaleza Bastiani está en ninguna parte. En una frontera en la que nunca ha pasado nada, frente a un desierto del que nunca ha surgido nadie, llamado de los Tártaros, una denominación que ya es irónicamente mítica e irreal. ¿Qué tártaros, y cuándo, si no fue en en un pasado perdido en la noche de los tiempos, estuvieron allí? Drogo se apercibe de esto con rapidez, y aspira a un rápido traslado conforme a sus ambiciones. Y sin embargo...
Sin embargo, esa fortaleza mantiene una extraña fascinación como es la de la espera de lo extraordinario, del ataque, de la gloria; una gloria que llegará sencillamente por estar en el lugar más improbable en el que suceda cualquier cosa fuera de lo rutinario. Y Drogo pasará toda su vida allí, en la espera; en la costumbre y el día a día, distanciándose de su familia, de sus amigos, de su juventud y de su vida, en una espera repetitiva, una confianza desesperanzada en que ocurra, no lo inesperado, sino al contrario, lo contra toda lógica esperado. Cuando eso sucede, Drogo ya es tan anciano que su único acto de heroísmo sólo puede ser enfrentarse , a solas, con su propia muerte.
Si descubro todo el argumento (pero no sus matices) de esta novela prodigiosa es porque la trama, fundamental como es, no es nada comparada con el estilo y los episodios puntuales que suman esta novela inquietante y opresiva y la convierte en una de las más inolvidables de la literatura mundial.
Una alegoría directa de la vida del ser humano, inmerso siempre en la duda, incierto de si está en el lugar apropiado, de si la vida le deparará la gran oportunidad que espera; de si por buscar esta oportunidad en otro lado puede perderla. Del conformismo. Y de la vida dilapidada, tal vez precisamente por esperar algo que es más que posible que nunca suceda.
Buzzati, que es una referencia culta e impresionante de la narrativa fantástica italiana, era un admirador de Edgar Allan Poe. Se nota en esta novela, principalmente (pero no sólo) en que la fortaleza Bastiani adquiere una personalidad propia que la asemeja a la casa Usher. Pero en quien se piensa más a menudo leyendo El Desierto de los Tártaros es en Kafka, y con todo motivo. La espera obsesiva, la "postergación indefinida y casi infinita", como decía Borges,  es una de las características de Kafka, pero allá donde el checo es interior y tenebroso, Buzzati es abierto al mundo, a la sociedad que rodea a su protagonista Drogo, y luminoso en sus paisajes. Tal vez esa luminosidad es ominosa, pero eso mérito y no defecto.
Grandemente admirado, entre otros, por Borges y Bioy Casares, es prácticamente seguro que El Desierto de los Tártaros prefigura el Realismo Fantástico latinoamericano: La fortaleza Bastiani es un lugar irreal, mágico, enclavado en un terreno mítico e improbable, que no está en este mundo ni tampoco en el otro, sino más bien en una zona difusa y aislada de la realidad. Llámense Macondo, Santa María o la isla de Morel, el universo cerrado de la Bastiani es un precedente destacable y un hallazgo narrativo moderno y poderoso.
Como lo son Giovanni Drogo y sus camaradas, que asemejan a muertos en vida, marchitados en la espera, pero también en la obsesión enfermiza que, sin embargo, nos parece común y razonable en nuestra vida diaria. Por citar de nuevo a Borges: «Dino Buzzati, en estas páginas, retrotrae la novela a la epopeya, que fue su manantial. El desierto es real y es simbólico. Está vacío y el héroe espera muchedumbres».

Portada (del propio Dino Buzzati) y minisinopsis de la edición italiana
Portada y sinopsis de la edición castellana

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