Memorias de un Beduino en el Congreso de los Diputados, de José Antonio Labordeta
Eds. B, col. NoFicción/Crónica
Barcelona, 20099 [2009]
José Antonio Labordeta, para quienes no estén al caso, es cantautor, luchador antifranquista (con el pasaporte retirado durante siete años), profesor de instituto, buen poeta (hermano de un gran poeta ya fallecido, Miguel Labordeta), autor de Canto a la Libertad, un poema/himno que ha resistido el paso del tiempo y las vicisitudes políticas; y de, en tono más irónico pero igualmente reivindicativo, La Canción de Severino el Sordo; por ejemplo y entre otras muchas. Y es aragonés.
Por cuestiones familiares, he llegado a conocer a las gentes de Aragón. Y aunque hay de todo, como en todas partes, buenos y malos, cuando un aragonés sale bueno suele ser recio (de carácter; el físico es lo de menos), decir las cosas claras y tener a bien mantener la palabra dada. Lo que antes se hubiera conocido como "noblote", en el buen sentido de la palabra. Respecto a la proverbial tozudez aragonesa, tengo la impresión de que no es tanto un rasgo excéntrico como uno que surge del andar, quieras que no, hacia adelante por mucho que sople el cierzo (viento incordio donde los haya) o abrase el sol monegrino.
Labordeta es de los buenos.
Este libro son las memorias de cuando fue elegido durante dos legislaturas para ir a Madrid como único representante de Chunta Aragonesista, a meterse en el a veces circo, a veces componenda, unas pocas parlamento que constituye la máxima representación popular española, el Congreso de los Diputados. Durante la mayoría absoluta de Aznar y la primera legislatura de Rodríguez Zapatero. Pronto se convirtió en un forúnculo incómodo y odioso para la derecha.
Cabe preguntarse cómo alguien, metido en el Grupo Mixto, con un turno de palabra de, máximo, cinco minutos de tanto en cuanto, único diputado de un partido marginal dentro de los juegos de mayorías que se ejercen en el Congreso, y que (como a todos los del Mixto) hubiera sido tan fácil ignorar (la cortesía parlamentaria se perdió hace mucho tiempo) o marginar, se convirtió en un personaje tan odiado por los diputados del PP.
Supongo que tiene que ver con ese decir las cosas claras. Al fin y al cabo, ya lo dijo Rafael Sabatini en una de esas geniales frases de Scaramouche: «Los señores de la derecha se indignan. Es lógico; a los señores de la derecha no les gusta la verdad».
En la paramera parlamentaria que vivimos, gentes como José Antonio Labordeta hacen falta, pertenezcan al partido que pertenezcan, por inteligencia y discurso. Y dentro de la literatura parlamentaria, hace mucho tiempo que han desaparecido estas valiosas crónicas escritas por gente con criterio y expresión (y reflejar desde aquí la añoranza por el desaparecido Lluís Carandell). De modo que estas memorias parlamentarias son doblemente útiles y necesarias. No sólo reflejan uno de los períodos más tristes de la historia de la democracia española (en la que hubo una prepotencia parlamentaria y gubernamental que tuvo su reflejo en la Guerra de Irak, el Plan Hidrológico Nacional y culminó en el interregno en el intento de engaño del 11 de marzo), sino las miserias y también unas pocas grandezas de la actividad del legislativo. Un poder que, muchas veces, parece tan alejado del pueblo como Samoa lo está de España. Que en esa cámara esté alguien del pueblo y que explique lo que sucede allí día a día no nos hace más demócratas, desde luego, pero sí nos ayuda a implicarnos en una actividad que, queramos o no, nos guste o disguste, es necesaria.
Portada y sinopsis
4 comentarios:
Qué interesante, Lluís... Acá, del otro lado del charco, la vergüenza por el accionar de nuestros diputados y senadores es moneda corriente... ¿Representación del pueblo? ¿qué es eso? Y, sin embargo, no es que nunca hayamos tenido gente de esa que tu mencionas, sino que hemos optado, como sociedad, seguir otro camino, alejado de cualquier convicción democrática... Bah, alejado de las convicciones, punto. Nuestros legisladores son un montón de "levantamanos" pagos, asemejan en demasía a los "reidores" que se contratan para los programas televisivos... En fin, da pena, indignación y vergüenza.
Un libro como éste, es un gran aporte a la sociedad, sea cual fuere; ahora lo interesante sería conseguir que se lea,¿no?.
Ahora voy a darle una miradita al nuevo blog...¡Saludos!
Hola, Verónika:
Un placer verte escribir de nuevo y comentar. Pero sobre todo escribir.
Y bueno... sobre lo de las vergüenzas de los políticos, es cosa corriente aquí también, y cada vez me convenzo de que el diputado o lo que sea tiene que ser elegido en circunscripción cercana y nominalmente, sin listas. Por lo menos, así se le puede cambiar, se espera que por uno menos malo, pero que tendrá que ganarse el puesto. Por supuesto, eso crea populismo, pero confío todavía en la llamada "madurez del pueblo". Lo de que los diputados parecen público de los espectáculos televisivos sucede exactamente igual aquí, con el añadido de que algunas veces derivan a bronquistas y matones. Y se les llama "Padres de la Patria"...
En fin, por eso son destacables esos pequeños milagros de gente valiente, inteligente y responsable, que hace todo lo que puede por hacerse oír y que no tiene un peso que ganar en política, sino ganas de hacer algo por el país. Como Labordeta. Y, por fortuna, sí se le lee: novena edición la que comento, y es posible que ya sean más. Pero sigue leyéndolo sólo una de las dos Españas. Una lástima.
Un saludo!
Ciertamente, el panorama político es cada vez más deprimente. No hay más que ver las noticias de hoy, que evidencian que todo es un circo montado por unos cuantos que se disputan un puesto (me refiero a la frasecita del "hijoputa"). Hay pocos políticos decentes, y esto afecta tanto a un bando como a otro. Del pasado, creo que Julio Anguita, independientemente de la ideología que profese uno, podía verse como uno de los pocos que se podían salvar.
Actualmente, opino que Rosa Díez va por esos pasos. Vuelvo a repetir, independientemente de la ideología; pero es una mujer que, estando sola en el Congreso es capaz de convertirse en un "forúnculo" para el PP y el PSOE.
Un saludo
Hola, Kenneth:
Viene todo de las "baronías", de las listas cerradas que consagran a tipos (y tipas, que diría nuestra inculta ministra) a perpetuidad en cargos que saben que no van a tener que defender porque, claro, yendo de números uno, quién les quita por lo menos la supervivencia personal... En fin, un sistema político muy deficiente, que funcionó en una época, pero que necesita una regeneración. Sí, regeneración, esa palabra que sale tan a menudo pero a la que nadie parece querer poner en acción. Insisto, quisiera saber quién me representa en realidad, castigar a los malos de mi partido y premiar a los buenos y, por qué no, votar a alguien de otra formación que creo que es necesario que esté allí. Tuve la suerte de vivir la transición, y entonces, te juro que era un gustazo ver por televisión los debates parlamentarios. Con lo que, en el fondo estamos de acuerdo, independientemente, como dices, de la ideología. A mí también, por Quijote, por iluminado quizás, pero bendita iluminación a veces, creía que era necesario Anguita (tal vez más como outsider que como responsable de una formación política). Y, sin que Rosa Díez me caiga simpática, ni esté de acuerdo con ella, sí que concuerdo en que hace falta en el Congreso. Recordatorios de este tipo, como el esclavo que iba tras el vencedor en los desfiles de la victoria sosteniendo los laureles y repitiendo: "recuerda que eres mortal", hacen falta.
Ya ves que aquí se habla de todo. Cosa de ser errante y errático :)
Un saludo!
Publicar un comentario