El Fantasma del Cine Roxy, de Juan Marsé
En Cuentos Completos
Ed. Espasa Calpe, col. Austral
Madrid, 2002 [1985]
Los muchos intentos de sistematizar la obra de Marsé han coincidido en un punto, como es el que ha conseguido lo que pocos, pero grandes escritores han logrado, como es la creación de un territorio mítico propio, un mundo particular. En el caso de Juan Marsé, este territorio mantiene unos lazos ineludibles con el mundo real, pero es sublimado por la narración literaria, con lo que se convierte en un escenario fantástico.
En el caso de este relato, este territorio se desdobla en tres niveles simbólicos y narrativos, que compendian las características y temas de Marsé.
Bajo el pretexto de la escritura de un guión cinematográfico, el narrador elabora una historia doble y en paralelo: la historia del cine Roxy, que tras su demolición albergará los fantasmas de los actores que, fantasmas ya entonces, se deslizaron por su pantalla, pero también los fantasmas del público que acudió allí, o más bien los fantasmas de sus vivencias y de una época. En paralelo, insisto, una historia de inmediata posguerra, un western modesto, sórdido y heroico a la vez, en el barrio de Gràcia, en la Barcelona, en la España derrotada por el matonismo, por la censura, por la represión y por el abuso, la corrupción y el espíritu canallesco de unos vencedores ridículos, arribistas y mezquinos.
Una historia contada a un director de cine tan representante del mundo real que tan poca atención presta a lo que hace real al mundo, como son los sentimientos y las personas. Una historia, la de esa especie de western, que es más real, por su auténtica mezquindad y su pequeño heroismo, que cualquier grandilocuencia; y un territorio, el del Roxy, en el que perderse en el mundo de sueños, de aspiraciones vistas en la pantalla, pero también en los anhelos y sueños de los que ocupaban sus asientos.
Es un relato que cubre todo lo que hace grande a Marsé como narrador: una visión cínica y descarnada, pero tierna; el territorio de la niñez, ese santuario que no va justificado sino por sí mismo; el entronque con una realidad no tanto por su época como por los comportamientos de sus personajes; el mundo fantástico (extraño, ¿verdad?, en un escritor que ha sido definido hasta la saciedad como realista) del cine, pero también de la traslación del cine a la realidad; y ese territorio, que es Gràcia pero no es Gràcia, porque todos hemos vivido allí aun sin vivir ni allí ni en otra parte, porque ese territorio, en realidad, es el de la infancia, el de la adolescencia, el de la madurez; el de la imaginación y los sueños, las frustraciones y las historias de cada cual. Marsé no relata sus historias sino nuestras historias, sean las que hemos vivido o hemos imaginado. O nos hubiera gustado imaginar. La narrativa, la poética de Marsé es la de un autor que recoge nuestros fragmentos relatados o callados y los compone en historias que a todos nos tocan y a todos nos pertenecen.
Portada y sinopsis
3 comentarios:
Buenísima reseña, Lluís. No lo he leído pero tengo pendientes Últimas tardes con Teresa, Rabos de lagartija, y El embrujo de Shanghai (he leído buenos comentarios de estos libros).
Por lo que dices, se nota que es un gran escritor.
¡Saludos!
Vi la película -no he leído nada de él- de YUltims tardes con Teresa y me fascinó el personaje del protagonista, ese chico que quiere acceder a un mundo que no es el suyo y en el que dificilmente podrá entrar...
Me da curiosidad por todo lo que comentas, Lluis.
Un saludo
Hola, Andrómeda:
Rabos de Lagartija me entusiasma menos que el resto de la obra de Marsé, pero léaseme bien: me entusiasma menos, no que no me guste. Todo Marsé es una aventura original y cercana al lector, de modo que todo Marsé es algo que vale la pena. Y te recomiendo sus cuentos, y no sólo este Fantasma del Roxy. Teniente Bravo es un cuento, por ejemplo, en el que uno asiste al principio divertido y luego con horror incrédulo a una especie de machada idiota e inútil del teniente protagonista. Y muchos más...
Un saludo!
Hola, Magda:
Las novelas de Marsé son mucho, mucho más incisivas con la realidad y su reflejo literario de lo que se pueda llevar a la pantalla. No sé si es que no hay director y actores bastantes, pero la poética de Marsé es más grande que lo que un medio que no sea la imaginación del lector pueda abarcar.
Y respecto al personaje del Pijoaparte al que te refieres... bueno, me paro a pensar y no encuentro ni un solo personaje de la literatura española de posguerra que tenga tanta trascendencia literaria como él. Tal vez es que mi memoria no está muy fina; pero sí es cierto es que ese apodo para Manolo Reyes a pasado a ser latiguillo en los medios literarios españoles.
Un saludo!
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