El Embrujo de Shanghai, de Juan Marsé

De entre las aventis que Marsé relata en forma de novelas y cuentos, ésta es una de las más singulares, aunque mantenga una unidad formal, estilística y temática con su producción.
También, y de forma rara en un autor que deja que sus lectores discurran sin interpretaciones previas por sus historias, Juan Marsé proporciona una clave de lo que escribe, cuando dice: «Así, con el tiempo y casi sin darme cuenta, el escenario vital de mi infancia se me fue convirtiendo poco a poco en un paisaje moral, y así ha quedado grabado para siempre en mi memoria».
En el barrio de Gracia que constituye el territorio míticvo de Marsé, y en la época de la posguerra y el franquismo, Nandu Forcat, un luchador anarquista regresado a Barcelona, alivia la enfermedad pulmonar de Susana relatando la aventura de su padre, el Kim, emigrado a la misteriosa Shanghai para cumplir una misión, la de matar a un jefe de la Gestapo; relato que se realiza en presencia del narrador, Daniel, un crío que primero acompaña a la convaleciente y luego se fascina por ella.
Simultáneamente Daniel, en su realidad, acompaña en su peregrinar al capitán Blay, uno de los "escondidos" de la guerra, que sale a la calle con el rostro cubierto de vendas, lo que le gana el mote de "El Hombre Invisible", salidas que realiza en una cruzada para recoger firmas contra una chimenea y las emanaciones de gas que inficionan a los habitantes del barrio.
Se ha querido ver en este gas malsano una metáfora del franquismo que condenaba a las personas a la muerte lenta; y es certera la apreciación, pero es demasiado evidente, y esconde el resto de analogías que todos los argumentos de Marsé contienen.
El realismo mágico de Marsé es uno basado en ese territorio mítico del que les hablaba, pero está tan arraigado en la realidad que ese mismo realismo, esa no tanto plausibilidad como verosimilitud, convierte la realidad en fantástica. Piénsese que sólo mediante la explicación de esconderse de la policía y salir a la calle vendado puede hallarse al mismísimo hombre invisible en las calles de Gràcia, La Salud y el Guinardó, y hacer de sus acciones algo mítico.
Y esa historia de Shanghai, con su toque de maravilla pero con el sentimiento de un relato peliculero y de atrezzo, se convierte, no en plausible, pero sí en deseable para evitar las realidades que subyacen: el abandono, el exilio, la infidelidad, la ausencia.
Esa realidad que pervade todo y todo lo hace increíble, salvo la fantasía, que siempre es mejor, es el toque Marsé; un toque que nos descubre lo gris de una época y, por contraste, lo luminosos de algunos personajes que siempre serán (no podían ser otra cosa en ese mundo) perdedores.

RBA, col. Narrativa de Hoy
Barcelona, 1997 [1993]

Portada y sinopsis

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