Barton Fink, de Joel Coen

SESIÓN MATINAL

(Barton Fink); 1991

Director: Joel Coen; Guión: Ethan y Joel Coen; Intérpretes: John Turturro (Barton Fink), John Goodman (Charlie Meadows), Judy Davis (Audrey Taylor), Michael Lerner (Jack Lipnick), John Mahoney (W. P. Mayhew), Tony Shalhoub (Ben Geisler), Jon Polito (Lou Breeze), Steve Buscemi (Chet); Dir. de fotografía: Roger Deakins; Música: Carter Burwell; Diseño de producción: Dennis Gassner; Montaje: Roderick Jaynes.

De entre las comedias de los hermanos Coen, que ya son extrañas de por sí, esta es una de las más extrañas. En la América de los años cuarenta, Barton Fink es un autor teatral de éxito en Broadway; es comprometido, social, concienciado, muy en la línea de los jóvenes que en aquel momento intentaban dominar la escena neoyorquina. Y, respondiendo a la aclamación crítica que obtienen sus obras, Fink es reclamado por la industria del cine, para que sea guionista a sueldo de una de las productoras de Hollywood (algo también típico de la época; de hecho, el papel que interpreta John Mahoney tiene muchas similitudes con un conjunto de escritores que pasaron por la misma experiencia, destacando entre ellos William Faulkner).
Fink llega a Hollywood y allí, casi de inmediato (por escenografía, por diálogos, por las situaciones) se encuentra viviendo en otro mundo, que parece irreal y que, si bien tiene todo el aspecto de un sueño, esconde en realidad una pesadilla. Hasta aquí, la película ha ejercido un tema conocido: la crítica a la industria del cine y su relación con la creatividad, los conflictos entre la producción y el arte; además de descubrirnos también que esa concienciación de Barton por "el hombre de a pie americano" puede ser muy real, pero muy poco practicada en lo que respecta a escuchar a ese mismo hombre de a pie. En suma, que también ejerce su buena dosis de crítica sobre esos autores sociales que no lo eran tanto, y que también proliferaron en la época (y en todas las épocas, pero no nos movamos de la película).
Sin embargo, entonces los Coen deciden dar un giro copernicano a la película. En una noche desesperada por la falta de creatividad, Fink pide ayuda a Audrey, y esta acude en su rescate... Y a la mañana siguiente Barton se despierta en la cama al lado del cuerpo ensangrentado de Audrey. Su vecino de habitación, Charlie, sale al paso para ayudarle y deshacerse del cadáver. Y entonces la película se convierte en la pesadilla personal de Barton Fink. Una pesadilla negra, irónica, de un hombre sometido a un capricho del destino, probablemente sin buscarlo pero provocándolo por una nimia actuación. Una pesadilla en la que Barton lo acabará perdiendo todo.
Negra, irónica, satírica cuando debe serlo y profundamente visual, Barton Fink es una extraña comedia negra, un recurso a la risa amarga que siempre preside la obra de los Coen; pero además es una tragedia teñida de extemporaneidad, un canto a la indefensión del ser humano frente al mundo y a sus propias acciones, otro de los temas recurrentes de los creadores. Lo que maravilla es que con estas dos premisas, digamos, filosóficas en mente, los Coen sean capaces de realizar una y otra vez variaciones sobre ello, y que todas resulten frescas y sorprendentes.

Tráiler:

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