Un Hombre que se Parecía a Orestes, de Álvaro Cunqueiro

Eds. Destino / RBA Eds., col. Narrativa Actual
Barcelona, 1994 [1969]

Estamos en pleno territorio Cunqueiro: el de Orestes es un mito fecundo que ha tenido ramificaciones desde su enraizamiento en la Guerra de Troya, en la historia de Agamenón, en la de Ifigenia, en la de Electra, y con estos satélites girando a su alrededor, el tema de la venganza de Orestes contra el usurpador que asesinó a su padre Agamenón para casarse con la esposa de éste y reinar es uno que fue objeto de varias tragedias. Sin embargo, el Orestes retomado por Cunqueiro tiene connotaciones que sólo el narrador gallego pudo darle.
Leyendo esta obra de Cunqueiro, cabe preguntarse: ¿dónde estamos? Ciertamente los personajes son los de la tragedia griega, pero el reino de los vigilantes (y expectantes ante la llegada de Orestes) Egisto y Clitemnestra siempre da la impresión de ser la melancólica Galicia; los mitos grecomediterráneos tienen su lugar en el texto, pero Cunqueiro no desdeña introducir elementos medievales, o bizantinos, o atlánticos y nórdicos.
Es una amalgama sabia, que sirve a dos fines. El primero es esa sensación de maravilla presente hasta en las más ínfimas (en extensión, no en calidad) ficciones cunqueiranas. El sentido de que el mundo es mucho mejor cuando las leyendas, los mitos, las historias populares se introducen en la realidad. Este hecho es lo que hace tan atractiva e inesperada la poética de Cunqueiro, donde no sabes ni quién ni cuándo se arrancará con una historia deliciosa que cautivará a los oyentes y al lector y les proporcionará una visión más amable del mundo.
El segundo propósito es el de proporcionar una atemporalidad que parece buscada. Orestes está a punto de llegar, pero no acaba de hacerlo. De hecho, largo es ya el tiempo en que Orestes debiera haber llegado. La tensión de la espera se diluye así. Un Hombre que se Parecía a Orestes no tiene (ni quiere) un aire trágico. Y lo que no tiene es un aire tremendo. Los largos años pasados sin que Orestes haya llegado siguen manteniendo la amenaza de la venganza y de la venida del rey, pero lo hacen dentro de la cotidianeidad, con un Egisto que envejece, al que le flaquean las fuerzas, con una Clitemnestra cada vez menos reina terrible y en cambio más doméstica. Con un Orestes que tal vez espera en las lindes del reino y que se interroga si debe o no ejercer la venganza; de si es realmente el Orestes que fue y si transcurrido este tiempo debe o no reinar en lugar de Egisto sobre un pueblo que ni tan siquiera le conoce.
Y así la historia, acabada pero sin final decisivo, adquiere una dimensión menos mítica y más humana.
Cualquiera puede retomar un mito griego y hacer cualquier cosa con él (habitualmente un destrozo); son atrayentes, por su potencia, por lo extremo de sus situaciones. Otra cosa es tomarlo y tratarlo con cariño y benevolencia, mirando a sus personajes como personas y no como estatuas heroicas. Es lo que hace Cunqueiro, con ese estilo culto, ameno, gratificante y único que hizo de su prosa una de las grandezas de la literatura universal.

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2 comentarios:

Mannelig dijo...

Pues mira, venía yo a ver si encontraba alguna sugerencia para hacer un regalo, y ya me llevo esta. Mil gracias...

Lluís Salvador dijo...

Hola, Mannelig:
Siempre recomendable, Cunqueiro. Lectura culta, pero amena y amigable para con el lector y con sus personajes. Son de esas sensaciones raras, pero siempre (esté donde esté) leyendo a Cunqueiro me imagino sentado al aire libre, en un jardín o un huerto, en el porche de una casa. Disfrutando y con la mente tan libre como el aire, no sé si me entiendes.
Un saludo!