Io non Ho Paura, de Niccolò Ammaniti

Einaudi, col. Tascabili Stile Libero
Turín, 200118 [2001]

En un verano caluroso, en un villorrio apenas poblado del sur de Italia, seis niños juegan y exploran el campo; Michele Amitrano describe estos juegos, las relaciones con sus compañeros, las vivencias del día a día de unas vacaciones en su pueblo de residencia. Hasta aquí, todo normal; parece que nos hallamos ante una novela descriptiva, de experiencia, tal vez de rito de paso.
Hasta que, de repente, Michele descubre un secreto terrible: en un zulo en una casa abandonada, encadenado, hay un niño secuestrado. Y los secuestradores son el padre de Michele y unos cuantos adultos del pueblo, a los que conoce de toda la vida.
El género de terror (y esta novela puede inscribirse en él, no por la entrada de lo sobrenatural, sino por la crudeza de las descripciones) procede por la búsqueda de puntos de presión fóbica sobre los que actuar, por una parte y por la magnificación de hechos (la exageración, si quieren) que pueden no ser normales, pero que son analogías o metáforas de otros qu sí lo son.
En este caso, lo que Ammaniti cuenta en esta Yo no Tengo Miedo es la contradicción intrínseca que constituye tener unos padres delincuentes o crueles, no para con el protagonista, pero sí para otras personas; unos padres a los que se debe rechazar moralmente, pero a los que es imposible que un hijo deje de amar.
Se trata de una contradicción que no puede pasar por una elección moral, una que trata con una ambigüedad casi irresoluble y que provoca una tensión psicológica terrible. Y cuando hablamos de analogía queremos decir que el género, y la literatura en general muchas veces procede declarando un discurso determinado, pero que en realidad tiene mayor alcance: puede parecer que esta contradicción entre el amor a las personas y el odio a sus acciones pueda tener fácil resolución en el caso de un secuestro infantil; no se apresuren en sus conclusiones al respecto. Y piensen, además, en las otras analogías que sugiere esta situación: los hijos de traficantes de droga; de pequeños delincuentes; de terroristas; o, simplemente, los hijos de un padre maltratador.
Ammaniti, siguiendo una tradicción que ha proseguido en el género moderno, nos presenta un escenario de normalidad, descriptivo, verista, y entonces nos arrastra por los cabellos a una situación que pervierte esta normalidad y la convierte en tensa, la transforma en pesadillesca. Lo hace con clase y con dominio, y no es ocioso que el redactor de contraportada se refiera a Clive Barker, al Mark Twain de Las Aventuras de Tom Sawyer y a las Fábulas Italianas de Italo Calvino. Tal vez su único punto débil sea un final críptico y suspensivo, que hace que la novela, en este término, cojee un poco. Pero este hecho no empaña lo que ha precedido a esta conclusión, y eso que antecede es una novela con una gran carga psicológica, de gran tensión, bien estructurada y narrada a gran altura y que provoca, por su texto y por sus implicaciones, la reflexión del lector.

Portada y sinopsis de la edición italiana

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