Firmin, de Sam Savage

Orion Books, col. Phoenix
Londres, 2008 [2006]
Ilustraciones de Fernando Krahn y Michael Mikolowski

Constatemos el hecho de que a los letraheridos (hermosa palabra, traducción de la catalana lletraferit, grandiosa contribución de esta lengua al mundo de la cultura literaria), a los letraheridos, decía, se nos cae la baba cada vez que tropezamos con una obra, en cualquier forma de expresión, levemente metaliteraria, o que juega narrativamente con los libros o tiene como referencia la literatura.
¿Y por qué no? Así como hay gente que cuando ve un mosquetón piensa en una cima montañosa y se transporta a ella (y conozco a un par de estos alpinistas soñadores); como una persona se ensimisma ante un sello de correos que representa un barco de vela y en su mente se halla en esos momentos junto a la caña o en los obenques, así nos sucede a los lectores. Los letraheridos también tenemos nuestro corazoncito.
Firmin, para quienes no estén al tanto de su argumento, es la historia de una rata nacida en el sótano de una librería. Sus dificultades para conseguir la leche materna le harán matar el hambre mascando y deglutiendo el material de su nido, es decir, fragmentos del Finnegans Wake de James Joyce. Esta especie de calostro marcará su destino para siempre y le alejará del mundo de las ratas metiéndole de lleno en el de la literatura e, incidentalmente, en otro mundo de ratas como es el de los seres humanos.
Firmin entonces filosofará, leerá, referenciará sus hechos vitales sobre el mundo literario y fílmico (su segundo modelo de referencia vital). Una existencia necesariamente breve, incomprendida y trágica por su posición entre dos mundos en los que nunca podrá integrarse por completo.
Una narración con momentos poéticos, emocionantes, tiernos y angustiosos. Una en la que reconoceremos, más allá de la fábula, la fantasía o la metáfora, a un hermano en las letras, a una rata de librería (¿de biblioteca?) que está más próxima en sus percepciones y sus posiciones a nuestra vida de lectores de lo que pueden estarlo las vidas de anodinos seres humanos.
Es una manipulación innegable, por descontado, una que pretende agarrarnos por las tripas, manejar nuestros sentimientos y jugar con nuestra propia visión del mundo como lectores que somos.
¿Y qué? Manipulados como estamos, sabemos reconocerlo y, en el fondo, dejarnos manipular. Sentimos simpatía por Firmin, más allá de que sea una rata, porque es un lector, y uno de aquellos que a los letraheridos les gustaría ser. Es una trampa, pero una trampa que reconocemos y admitimos con gusto. Porque es una buena historia, y cuando un autor consigue eso, se lo disculpamos casi todo. Porque, en el fondo, todos los escritores quieren provocar nuestros sentimientos. Y todos los lectores buscan esta provocación.

Portada y sinopsis de la edición castellana

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4 comentarios:

RebecaTz dijo...

Me alegra que te haya gustado, Lluís, también me parece que es una buena historia.
Dejo estas palabras del propio Firmin:

“Seco y frío era el mundo, y bellas las palabras.”

¡Un saludo!

Lluís Salvador dijo...

Hola, Andrómeda:
Gracias por la cita y el comentario.
Firmin corría un riesgo (como todas las obras digamos antropomórficas), y era el de dejarse llevar por el sentimentalismo, y sin embargo lo salva sin concesiones: Firmin es una rata y rata seguirá siendo. Eso le da una dimensión trágica que la eleva por encima de lo que podía haberse quedado en mera fábula autocomplaciente.
Un saludo!

Magda dijo...

Es curiosa esta historia, tal parecerºia un cuento infantil por ser el protagonista un ratoncito y resulta que es una bella historia para adultos con -lo que me parece- puntos de ironºia y comicidad.

Desde el rincon de una librerºia se puede ver muchas cosas, o de una biblioteca, mºas muchas veces de lo que nos puede aportar la escuela, esto es triste pero es asºi, descubrimos en los libros mundos fascinantes que nos hacen buscar mºas...

Intentarºe leerla.

Gracias Lluis y gracias a Asterion porque me parece que la recomendaciºon fue suya.

Lluís Salvador dijo...

Hola, Magda:
En efecto, corría el riesgo de caer en el infantilismo, sí. Y tiene esa ironía y momentos cómicos. Pero también trágicos. No es una historia optimista...
Y, por poner las cosas en su sitio y dar el crédito a quien lo tiene, fue Andrómeda. De hecho, lo había comentado mucho antes. Puede que te interese saber qué tenía que decir:
Letras en Tinta: Firmin, de Sam Savage
Un saludo!