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Autopista, de Jaume Perich

Ed. Estela / Eds. de Bolsillo, col. Popular
Barcelona, 19702 [1970]
Prólogo de Luis Carandell

Como dice Luis Carandell en su magnífico prólogo, «el trabajo de Perich [...] tiene hondas raíces en la historia del humorismo catalán pero participa también en igual medida de la desgarrada ironía ibérica. Siendo él bilingüe, su humor también lo es, lo mismo cuando dibuja que cuando escribe las máximas que componen este libro.»
Desaparecido prematuramente, Perich fue un humorista irreductible, negro, comprometido, genial, ácido siempre. Y tal vez su constante combate contra la censura franquista, a la que toreó repetidas veces («Desde hace una temporada la universidad se está volviendo muy gris.»), y su permanente compromiso le han colocado en una posición coyuntural, como si su humor sólo sirviera para ese momento y, sobre todo, contra ese tiempo. Nada más falso. Este Autopista, cuyo título es una parodia sangrante del Camino de Escrivá de Balaguer, se compone de una máximas que por una parte, y convenientemente referenciadas, serían una crónica de la España franquista y el mundo de esa época, y por otra, una serie de pensamientos humorísticos y sarcásticos perfectamente válidos hoy (y uno teme que en un largo, largo futuro). Vean si no:
El trabajador
Si al decir "trabajador" indicamos una clase social, significa que las restantes clases sociales no dan ni golpe.
Un exprimidor
Cuando le pregunten qué es un "exprimidor", piense en naranjas, no en problemas sociales.
El hombre
No es cierto que el hombre sea el lobo para el hombre. El hombre es el hombre para el hombre.
Censura
La "autocensura" ─será por llevar la palabra "auto"─ es la que más atropella al creador.
Literatura infantil
La mayoría de infecciones intestinales de los lobos provienen de haber comido Caperucitas Verdes.
El pesimismo del pueblo español
Una prueba indiscutible del pesimismo del pueblo español lo constituye el jamón de menor calidad: le llamamos "del país".
La oposición
Hay tipos que creen que la mejor oposición es la horizontal, dentro de un ataúd.
La esclavitud
La esclavitud no se ha abolido, se ha puesto en nómina.
Historia
Los soldados de Napoleón llevaban un bastón de mariscal en la mochila y un testamento de soldado en el bolsillo.
La partida
Uno de los inconvenientes de partir de cero, en nuestra sociedad por lo menos, es que se parte hacia atrás.
Es sólo una pequeña muestra de tan sólo uno de los libros del Perich. Imagínense lo que sería una buena antología (ya no pido unas obras completas). Es inútil lamentarse por lo que Jaume Perich hubiese podido escribir hoy día con lo que está cayendo. Pero por lo menos sería de justicia no olvidar lo que ya escribió y ver que las cosas no han cambiado tanto como nos creemos.

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Lliçons Americanes. Sis Propostes per al Pròxim Mil·leni, de Italo Calvino

(Lezioni Americane)
Eds. 62, col. El Balancí
Barcelona, 2000 [1984-1985]

En 1984, Italo Calvino fue invitado a pronunciar una serie de conferencias en La Universidad de Harvard; Calvino eligió tratar una serie de valores literarios a conservar para el próximo milenio [por el actual]. Así surgieron estas Lecciones Americanas. Seis Propuestas para el Próximo Milenio. Y de las notas que se hallaron se publica este libro, compuesto no de seis sino de cinco lecciones: "Ligereza", "Rapidez", "Exactitud", "Visibilidad" y "Multiplicidad". La sexta, "Consistencia", tenía que ser escrita en Harvard, pero Calvino tenía ideas y material para al menos dos más; la que hubiera sido la octava, según Esther Calvino, hubiera sido "Sobre el inicio y el final" de las novelas. La muerte impidió tanto la escritura de la sexta lección como de las adicionales, así como la celebración de las conferencias, y eso nos priva del enriquecimiento que la preparación previa y el debate posterior hubiesen podido aportar. No obstante, con sólo el material que perdura es ya posible adentrarse en el pensamiento de Calvino sobre la literatura, un pensamiento claro, iluminador y clarividente sobre el futuro de las letras.
Los títulos de las lecciones pueden parecer crípticos: ¿qué es la ligereza? Tal vez acostumbrados como estamos a las metáforas ya desestimamos la literalidad de las palabras. Ligereza no es "superficialidad"; es lo contrario a peso, a opacidad. Es la agilidad, el vuelo del pensamiento que por esa cualidad se sobrepone al lastre que supone todo el pensamiento anterior, los estilos anteriores, las estructuras lingüísticas.
Calvino no era un teórico dado al cartesianismo, al método, al esquema inmutable. Por tanto, estas lecciones no son recetas de cocina para la escritura del futuro; son más bien sugestiones, ideas que deben presidir el espíritu y la aproximación a la literatura si ésta debe ser perdurable y avanzada a sus tiempos.
A este respecto, la ejemplificación es importante para llegar a esta comprensión intuitiva de lo que Calvino nos quiere decir. Si uno mira el índice onomástico (algo que suele ser conveniente, además de útil) descubriremos que los autores más citados son clásicos: Dante, Lucrecio, Ovidio, Leopardi, Cavalcanti, Balzac. De los modernos, significativamente, Borges y Carlo Emilio Gadda. No es de extrañar en alguien que escribió Porqué Leer los Clásicos, pero hay una reflexión que hacer sobre esto. Con toda su antigüedad, estos clásicos consiguieron perdurar mucho más allá de su época, y convertirse en atemporales y frecuentados. Es lo que cualquier autor pretende, y lo cierto es que las cualidades a las que se refiere Calvino para la poética de nuestro milenio están todas presentes en esos clásicos. Cosa que no es posible decir de literatura producida, como quien dice, anteayer. Pero es importante resaltar también a estos modernos. Escribir para nuestro milenio no es imitar los clásicos. Pocos han sido tan transgresores como Gadda, por ejemplo, y nadie comprendió también a los clásicos y les sobrepuso una estructura nueva encima como hiciera Borges. Innovación y clasicismo no están reñidos entre sí con este sistema de valores calviniano.
Quien lea esta reseña y pretenda hallar un resumen (un prontuario) del libro de Calvino, buscará en vano. Ni Calvino da recetas, ni yo las extracto. Entre otras cosas, porque es imposible resumir un libro al que hay que aproximarse paso a paso para llegar a la comprensión de aquello que Calvino nos quiere decir. Son sólo 143 páginas, de las más apasionantes y amenas que ha dado jamás la teoría literaria. Si alguien quiere tan sólo un extracto, tal vez debería dedicarse a otra cosa.

Portada y sinopsis de la edición castellana

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Network, un Mundo Implacable, de Sidney Lumet

SESIÓN MATINAL

(Network); 1976

Director: Sidney Lumet; Guión: Paddy Chayefsky; Intérpretes: Peter Finch (Howard Beale), William Holden (Max Schumacher), Faye Dunaway (Diana Christensen), Robert Duvall (Frank Hackett), Wesley Addy (Nelson Chaney), Ned Beatty (Arthur Jensen), Beatrice Straight (Louise Schumacher), John Carpenter (George Bosch); Dir. de fotografía: Owen Roizman; Música: Elliot Lawrence

Una de las sensaciones el año que se estrenó, ganadora de cuatro oscars, recibió críticas por todos lados por lo extremo de la situación y el histrionismo del que hacía gala en pantalla, que la situaban, según los críticos en el terreno de la farsa más que de la narrativa cinematográfica.
El argumento es bien sencillo: Howard Beale (interpretado por un Peter Finch magnífico) un presentador de noticias de televisión, está sometido a grandes tensiones, por sus jefes, por la audiencia, por su línea editorial..., y acaba estallando ante el anuncio de su despido, y proclama en pantalla que se suicidará en directo. Los directivos de la cadena le retiran de inmediato de antena, pero Beale, aduciendo que estaba borracho y estresado cuando hizo el anuncio, pide una última emisión para despedirse de su público. Así lo hace, y entonces se desencadena: en un discurso apenas coherente pero en extremo populista, carga contra todos y contra todo. La cadena cree que el mal trago ya ha pasado, pero cuando llegan los índices de audiencia se dan cuenta de que tienen un filón. Y empiezan a explotarlo, dándole a Beale un programa, ya no de noticias, sino uno en el que puede expresarse con toda libertad, y en el que actúa más como telepredicador poseído que como periodista.
Cuando se estrenó, como digo, fue acusada de farsa, de histriónica... Tal vez fuera así en la época. Vista hoy, y comparada con los excesos a los que la televisión se ha sometido a sí misma y nos ha sometido a las audiencias, afirmo que incluso se queda corta. Ese histrionismo es efectivo, ese tono de farsa no hace más que situar al loco que es Beale en su sitio, pero dejar en evidencia a los que le permiten expresarse en su locura mientras les haga ganar dinero.
Era tal vez la primera vez que el cine arremetía contra el mundo de la televisión, y Lumet y Chayefsky lo hicieron sin piedad. Vean si no lo que Max Schumacher, interpretado por un sobrio e inconmensurable William Holden, le dice a Diana Christensen, la prototípica productora sin escrúpulos: «Eres la encarnación de la televisión, Diana, indiferente ante el sufrimiento, insensible ante la alegría. Todo en la vida es reducido a los cascotes comunes de la banalidad. Guerras, asesinatos, muertes... todo es lo mismo para ti como si fueran botellas de cerveza, y los asuntos diarios de la vida se vuelven una comedia corrupta. Incluso aplastas las sensaciones de tiempo y espacio en segundos partidos y repeticiones instantáneas. Eres la locura encarnada, Diana.»

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Charlie Parker en el Hi-Hat de Boston

Charlie Parker, y con eso está dicho todo. Aunque sigo encareciéndoles la trompeta de Herb Pomeroy, que además muestra una muy buena compenetración con Parker. Atentos a una pequeña obra maestra de interpretación como Laura.
La segunda actuación del programa también es en Hi-Hat, pero padece de un sonido malo y de una grabación de aficionados, cortes incluidos. Sin embargo, el Pájaro es siempre original, siempre nuevo, y lo que uno lamenta es que no se le grabase cuando silbaba en la ducha. Destaco un My Funny Valentine a ritmo latino tremendamente original.
Gracias como siempre a Juan Claudio Cifuentes, el Cifu, por su programa y la posibilidad de escucharlo aquí.


Nota para la audición: Si el reproductor de RNE fallara, cosa que sucede con demasiada frecuencia, y no se mostrara bien en su pantalla, debajo de la caja del reproductor hay una serie de enlaces. Clicando sobre el último de ellos aparecerá la pantalla de los podcasts de Jazz Porque Sí, con un reproductor que, esta vez sí, reproducirá a la perfección el programa.

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The Whimper of Whipped Dogs, de Harlan Ellison

En The World Fantasy Awards, vol. 2
Doubleday, col. Science Fiction
Garden City (Nueva York), 1980 [1973]
Ed. de Stuart David Schiff y Fritz Leiber

En El Llanto de los Perros Apaleados aparece uno de los temas recurrentes en la ficción de Ellison: «El caso clásico en este país es Katherine Genovici, que fue asesinada a cuchilladas en Nueva York, mientras treinta y seis personas lo contemplaban. Y no fue rápidamente, sino que duró veinticinco, treinta y cinco o cuarenta minutos. Esa mujer se arrastraba de puerta en puerta y el hombre continuaba acuchillándola. Treinta y seis personas la contemplaban y ni una, ni una, llamó a la policía. Ni una trató de hacer algo. Creo que esto es horrible. Creo que no tiene parangón. Quiero decir que para mí, literalmente, está al mismo nivel que un Adolf Eichmann paleando seis millones de judíos en los hornos. Creo que surge del mismo lugar» [entrevista de Patrice Duvic a Harlan Ellison, revista Nueva Dimensión, nº 29, febrero de 1972].
Salvando las diferencias que el propio Ellison marca en la ficción (la víctima aquí se llama Leona Ciarelli; los espectadores son veintiséis), el relato se centra en una de estas personas que contemplan, entre paralizadas y fascinadas por el horror, un asesinato. Beth O'Neill, recién llegada a Nueva York, no es alguien indiferente al dolor ajeno, no es una espectadora culpable por omisión voluntaria de socorro. La visión del crimen la bloqueó, el recuerdo de ese asesinato la tortura, la incomoda.
Esa es la actitud normal de la práctica totalidad de las personas. Pero Ellison, que no duda de esa bondad primigenia, se interroga en cómo se puede abandonar para llegar a la indiferencia, a la asunción de la violencia, tanto la cotidiana como la extrema. Si bien el recurso sobrenatural de Ellison es decir que un nuevo dios se ha instalado en ciertos lugares, un dios que vive de la sangre y la violencia, que pervive y reina cuando sus adeptos se convencen de lo inevitable de su reinado, no se detiene en esta alegoría simplista. El venerar o no a un dios es cuestión de elección, no un proceso inevitable. De modo que por debajo de esta alegoría (que si se quedase ahí, o la manejaran manos menos hábiles que las de Ellison, sería burda), Harlan se centra en el proceso por el que esta naturalización de la violencia se filtra en el carácter de las personas.
La ciudad (todas partes, pero en las ciudades sobre todo) tiene su método de acumulación para convertir a sus habitantes a su credo. Puede empezar con la mala educación, con la falta de respeto, con la pequeña indiferencia. En palabras de Ellison, uno se abre a la ciudad, y la ciudad responde; y de mala manera. Y al final, casi sin darse cuenta, se acaba aceptando el postulado principal de ese credo: "mejor a él que a mí", con todos sus corolarios anejos.
Si les parece pesimista es porque lo es. Ellison tuvo una vida dura, muy dura, y vivió la calle intensa y violentamente, de modo que puede hablar con conocimiento de causa. Y por muy alegórico que sea el relato, su estilo no lo es. No es para corazones débiles, y las virtudes de Harlan, principalmente el tratar con toda potencia e intensidad lo más extremo, empleando una prosa enérgica, están en este relato.
Ellison nunca deja indiferente; sus relatos son potentes, comprometidos, originales, medidos e irreductibles. The Whimper of Whipped Dogs es uno de ellos.

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El Juego de Berlín, de Len Deighton

(Berlin Game)
Ed. Planeta, col. Bestseller Mundial
Barcelona, 1984 [1983]

Dentro del género de espionaje, Len Deighton es un autor interesante. Es evidente que no tiene la excelencia literaria de un Le carré o un Graham Greene, o las intensas tramas de un Eric Ambler (¿o sí? Un día de estos tendremos algo que decir sobre SS-GB, notable ya desde su planteamiento). Sin embargo, hay que recordar que Deighton es autor de Ipcress, que en su versión fílmica supuso una contestación a la imagen del espía dada por el irreal James Bond.
Y lo cierto es que las narraciones de Deighton tienen una base real y verista que las emparentan con la visión mísera, cínica y sucia del mundo del espionaje que Le Carré ha sabido expresar tan bien.
Bernard Samson (personaje que no sólo protagonizará la trilogía "Juego / Set / Partido", sino otras novelas) ha visto pasar ya su época como agente en el terreno, y ahora es un administrador de los servicios de espionaje en Londres. Pero frente a una minicrisis empieza a ser evidente que sus superiores quieren enviarle a Berlín Este para rescatar a uno de los principales informadores sobre la economía del bloque soviético, Brahms Cuatro.
Pero Samson, que lleva en el servicio activo más tiempo que cualquiera de sus jefes y no tiene las ambiciones personales de éstos, tiene una gran cautela ante esta misión. Es más que posible que exista un traidor infiltrado, pero ¿dónde? ¿En Berlín? ¿En la Red Brahms? ¿En el propio Londres? Conociendo como conoce los entresijos del espionaje, tendrá que actuar por libre no sólo para llevar a buen puerto sus investigaciones, sino para evitar la muerte.
Insisto en la postura verista que preside la ficción de Deighton. Sus novelas no son estrictamente de acción, aunque la haya, antes bien se centran en realizar una descripción del submundo que la Guerra Fría potenció hasta límites descontrolados. Deighton carece de la perspicacia psicológica y humana de Le carré, pero se nota que conoce ese mundo secreto y lo ha comprendido de tal manera que puede darle un adecuado reflejo en sus novelas. Más que las tramas, es esta representación de un ejército cínico, despiadado y miserable, que no figura en ningún libro de historia, lo que da entidad a la obra de Len Deighton.

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No Sabeu Pas. Els Amics, els Enemics, la Màfia, de Andrea Camilleri

(Voi non Sapete)
Eds. 62, col. El Balancí
Barcelona, 2008 [2007]
Trad. de Pau Vidal

Como Vosotros no Sabéis Camilleri podría haber titulado cualquiera de sus novelas, pero el subtítulo Los Amigos, los Enemigos, la Mafia ya nos deja claro que va a ser un ensayo, y uno sobre un tema que, por trayectoria personal y por ser siciliano, Camilleri conoce de primera mano. Pero es un ensayo curiosísimo. Gracias a la Fiscalía de Palermo, Camilleri tuvo acceso a las notitas que el capo mafioso Bernardo Provenzano empleaba como medio de comunicación con sus "subordinados". Puesto que no podía fiarse de nungún medio (correo electrónico o postal, teléfono móvil o fijo, paloma mensajera), Provenzano usó una serie complicadísima de correos personales para transmitir sus órdenes, fueran genéricas o bien referidas a asuntos mínimos. Y lo hacía por escrito, porque así no había ningún resquicio a la interpretación.
Con ese material, Camilleri compone un diccionario cuyas entradas son llamativas, por ejemplo la de Mafia: «En ninguna notita de Provenzano hay el más mínimo rastro de esa palabra». O matar y sus sinónimos, que tampoco aparecieron jamás en sus notas. Y, pese a que Provenzano no era partidario del extremo ruido que producían los asesinatos, la mafia mató, y bastante, durante la época de su dirección.
Es un paseo por conceptos básicos en la visión mafiosa del mundo: el mando, la corleonesidad, la familia, la clandestinidad, la política, los sacerdotes, la mediación, el matrimonio y las normas de vida; de la vida mafiosa, claro está.
Son notas, destilaciones filosóficas mafiosas, podríamos decir, extremadamente cínicas: cuando una candidata socialista fue a dar un mitin a Villalba (100% de votos a la Democracia Cristiana, salvo cuatro sufragios emitidos por monárquicos tolerados por Don Calò Vizzini, capo local), alguien que se temía lo peor consultó con Don Calò y éste aseguró que podía realizar la arenga con toda tranquilidad; cuando llegó la hora la plaza estaba llena, banderas rojas al viento, y la respuesta del público fue entusiasta. Al acabar alguien preguntó al capo el porqué de ese gesto, y Don Calò respondió: "Primero, porque era una señora, y segundo, porque las palabras, bien mirado, se las lleva el viento". En las elecciones siguientes la DC volvía a obtener la práctica totalidad de los votos, salvo cuatro sufragios monárquicos. A los socialistas no los votó nadie.
Es un transitar por este mundo mafioso a veces terrible, a veces grotesco; un tránsito por el sistema que aspira y muchas veces consigue suplantar o sobreponerse al sistema estatal, una organización sustitutiva del estado, que rige la vida y los destinos de los que caen bajo su impuesta jurisdicción. Y es un viaje desde dentro, complementado con datos objetivos e históricos, que traslada al lector una visión completa e incisiva de una organización que, en definitiva, no hace otra cosa que secuestrar cotidiana y continuamente la libertad.

Portada i sinopsi de l'edició catalana
Portada y sinopsis de la edición castellana

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Ballet Mécanique, de Fernand Léger y Dudley Murphy

SESIÓN MATINAL

(Ballet Mécanique); 1924

Director: Fernand Léger y Dudley Murphy; Música: Georges Antheil.

He aquí un corto experimental del año 1924 en el que imágenes cotidianas forman modelos abstractos o se "sincronizan" con la música de Georges Antheil, formando un auténtico ballet mecánico con objetos y máquinas o con repeticiones igualmente mecánicas de gestos y actitudes humanas.
Dadaísta y futurista en su concepción maquinista del arte, prefigura sin embargo al surrealismo, y no cabe duda de que influyó en los superrealistas que vendrían posteriormente, con algunas de sus imágenes que tienen su reflejo en los cortos de Dalí y Buñuel.

Aquí lo tienen, íntegro:

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Jazz Porque Sí: Sonny Stitt en el Hi-Hat de Boston

Una actuación del gran multisaxofonista Sonny Stitt como protagonista absoluto, pasando por todos los saxos que puede, uncluyendo un homenaje al gran olvidado de la cuerda, el saxo barítono, en Baritone Blues.
Un festival de uno de los grandes del jazz que demuestra su impecable técnica y su magistral improvisación. Presten atención a los comentarios del Cifu, y disfruten del jazz.


Nota para la audición: Si el reproductor de RNE fallara, cosa que sucede con demasiada frecuencia, y no se mostrara bien en su pantalla, debajo de la caja del reproductor hay una serie de enlaces. Clicando sobre el último de ellos aparecerá la pantalla de los podcasts de Jazz Porque Sí, con un reproductor que, esta vez sí, reproducirá a la perfección el programa.

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The Weird of Avoosl Wuthoqquan, de Clark Ashton Smith

En The Mammoth Book of Fantasy All-Time Greats
Robinson Publishing
Londres, 1988 [1932]

De los llamados "tres mosqueteros de Weird Tales", Clark Ashton Smith es el menos conocido (los otros dos son Robert E. Howard y Howard Phillips Lovecraft), pero el más admirado por los otros dos mosqueteros.
Las razones de este desconocimiento son que nunca escribió novelas, centrándose únicamente en los relatos cortos y en la poesía, y ésta es la segunda razón, porque Smith se consideraba un poeta, y a ello dedicó la mayoría de sus esfuerzos, tanto en la composición como en la traducción.
Y sin embargo es una opinión más o menos unánime que Clark Ashton Smith  fue el mejor escritor de género de su generación, el más literario, una opinión que yo personalmente extiendo (dándole la razón en su visión de sí mismo) a sus poemas fantásticos, un género difícil y escaso.
Influenciada por Lord Dunsany, su ficción, igualmente barroca pero tremendamente personal, es simplemente única, y si hay temas y tonos que resultan familiares en sus relatos es porque sus amigos y colegas Howard y Lovecraft los adoptaron con alegría y la reverencia que se le debe a un maestro y los incorporaron a sus propios escritos (como los escenarios exóticos y ancestrales de Howard, o como el sentido de un horror más allá de lo concebible que tanto cautivó a Lovecraft).
La Condenación de Avoosl Wuthoqquan ("weird" tiene también la acepción de destino, pero no ignorado, sino claramente macabro o maldito) es un relato típico de Smith y, también típicamente, aunque su argumento puede parecer trillado, el estilo en el que está escrito y el ambiente al que la prosa de Smith nos transporta es lo que lo hace diferente.
Avoosl Wuthoqquan es un usurero, un prestamista, y está a punto de cometer una de sus habituales exacciones: un extranjero con prisas quiere venderle dos fabulosas esmeraldas, que Avoosl, presionando contra el reloj y regocijándose en su interior, pagará a un precio ridículo. Ya a solas con su botín, las esmeraldas empiezan a rodar y se ponen en marcha, saliendo de la ciudad. Avoosl, tan avaro como imprudente, las sigue hasta llegar a una cueva repleta de gemas tan fabulosas o más que aquellas que ha perseguido. Lástima que la cueva tenga un habitante. Y que éste no sea humano.
Como digo, no es tanto la trama como leerla (no: escucharla) es esa prosa rica y poética, con su ritmo medido y su vocabulario extravagante que te transporta a un mundo extraño donde lo extemporáneo se hace cotidiano.
No es corriente tropezarse con los cuentos de Clark Ashton Smith. Los dos volúmenes que publicó en castellano editorial Edaf hace décadas siguen siendo los más cotizados en el mercado especializado, precisamente por su escasez, dado que nadie que los tenga se desprende de ellos, pero también porque Clark Ashton Smith es un escritor al que, una vez se le conoce, se le aprecia de inmediato.

Texto en castellano de The Weird of Avoosl Wuthoqquan

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Gil Blas de Santillana, de Alain René Lesage

(Histoire de Gil Blas de Santillane)
Ed. Mateu, col. Juvenil Cadete
Barcelona, c. 1955 [1715-1747]

La novela picaresca a la francesa, es decir, la novela antipicaresca. Cierto que la edad de oro de la picaresca española ya hacía casi un siglo que había quedado atrás, cierto que el paradigma intelectual avanzaba a marchas forzadas hacia la ilustración, pero ¿por qué la literatura francesa, que tan poca atención había prestado a la picaresca (o por lo menos poca que mereciera la pena mencionarse) escogió ese tema en la obra de Lesage? ¿Y no para reproducirla, sino para domesticarla y acabar convirtiéndola en novela cortesana? Lo desconocemos.
Porque picaresca es. Situada en España, narra las aventuras del joven Gil Blas desde su salida de Cantabria hasta su retiro en las cercanías de Valencia, y en su periplo vital se cruzará con bandidos, malos médicos, abogados de pacotilla, fuleros nobles sicilianos, estafadores de toda calaña, hasta que el protagonista se sitúe como secretario de Alfonso Pérez, valido de Felipe III y, tras su caída en desgracia, recupere la condición de hombre de confianza del Conde-Duque de Olivares bajo el reinado de Felipe IV. Todos los escenarios del pícaro están presentes, con una diferencia fundamental, y es que Gil Blas es, salvo unas pocas caídas de las que se redime, un hombre honesto, y más modelo de cotrtesanos que truhán afortunado. 
Ciero es que la literatura francesa tenía su propia obsesión con la corte (lo más cerca que estuvo del pícaro fue en algunos personajes de las obras de Molière), y que en el ADN literario de Lesage no figuraron los modos que ennoblecieron los usos del Lazarillo o del Buscón, y que en Francia se vivió una cierta obsesión española, que se muestra en Racine o Molière. Pero aún así esta obsesión por transitar por este mundo sin entrar en él es curiosa.
Para un lector español, el Gil Blas es una permanente contradicción. Todos los elementos que hubieran podido conducir a la fugura del pícaro (ambientes, situaciones, personajes) están ahí, pero a última hora el autor elige no ponerlos en marcha. Para el lector español todo ello tiene un aire de impostura, de asunto irreal. La deriva hacia la novela cortesana no es más que una solución a la francesa ante una situación irresoluble si se quería preservar la inocencia y honestidad del protagonista.
Si esto es así, ¿por qué hay que comentarla? Pues porque tuvo un éxito tremendo, tanto que uno de los más famosos folletines que surgió en el siglo XIX llevaba como título "Gil Blas"; y porque prefigura las españoladas que tan en boga estuvieron en Francia en el siglo XIX, y que uno cree que se basaban más en lo que los viajeros franceses esperaban ver que en lo que realmente veían de España. El Gil Blas es un antecedente tan irreal como estas, pero tiene la ventaja de darnos el retrato de cómo los franceses nos veían a principios del siglo XVIII.

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El Key Club de Ed Luby, de Kurt Vonnegut

(Ed Luby's Key Club)
En Mire al Pajarito (Look at the Birdie) 
Ed. Sexto Piso
Madrid, 2010 [?]
Ilustraciones del autor
Tras la muerte de Vonnegut en 2007 ha aparecido esta colección póstuma Mire al Pajarito [y queda una por aparecer, ya editada en Estados Unidos, While Mortals Sleep], con relatos en diversos estilos e intenciones.
De ellos, escojo este El Key Club de Ed Luby por ser una especie de thriller hitchcockiano, algo inusual en Vonnegut, pero que aprovecha para tratar uno de esos temas recurrentes en el autor, como es la indefensión del individuo frente a un poder que, por lo general, puede ser arbitrario y despótico en extremo.
Un matrimonio va a celebrar su aniversario de boda al restaurante de Ed Luby, como es su costumbre año tras año. Allí hallan la puerta cerrada y, al llamar, se encuentran con que Ed Luby se ha convertido en todo un personaje y su restaurante en un club exclusivo, del que son echados de malos modos. Al intervenir cuando presencian la agrsión a una mujer por parte de uno de los miembros de este Club de la Llave, se introducen en una pesadilla en la que todas las pruebas son manipuladas en su contra, acusado el marido de asesinato y la esposa de encubrimiento, todo ello provocado por el mafioso Luby y sus influyentes amigos de "su" club, desde el alcalde a los jueces y jefes de policía.
Insisto en que el tema es hitchcockiano. Desde Falso Culpable a Con la Muerte en los Talones, por ejemplo, el maestro del suspense visitó este argumento en el que el individuo se ve superado por las circunstancias y una maquinaria social deshumanizada. Qu (también como sucede en Hitchcock) el relato tenga un final feliz es lo de menos. Lo importante en este relato es la angustia que provoca, algo que no es de extrañar cuando se trata de la pluma de un grande como fue Vonnegut; y una característica que lo hace propio de la ficción vonnegutiana, una minucia dentro del argumento, pero en la que se reconoce al autor sin ninguna duda: la extrema crueldad con la que es tratado el matrimonio nada más empezar el relato, una crueldad que no tiene que ver con el hecho criminal, sino con la simple relación humana. Ese desprecio profundo para con el prójimo, contra el que Vonnegut luchó en toda su obra, está tan bien reflejado (y es tan real) que es angustioso por sí mismo. El relato podría detenerse allí y quedaría completo como un pequeño ítem más de la ficción de Vonnegut.
Como en este blog se consideranlos relatos como entidades independientes, me he centrado en este por ser uno de los más impresionantes y violentamente representativo de su autor, pero no quisiera dejar de referirme a la colección en sí.
Primero, porque es un legado que no se repetirá. La muerte nos ha privado de un escritor único, y por ello esta colección es un amargo regalo, pero regalo al fin, que completa el mundo del autor. Segundo, porque como en toda colección hay altos y bajos, cuentos mejores y peores, meras anécdotas y relatos que bien podrían haber sido desarrollados en novelas; no es un encuadernados de esbozos, obras incompletas o desechos; por el contrario, y opinara lo que opinara Vonnegut sobre sus bondades, se trata de relatos poliédricos, sorprendentes por su variedad, pero que son perfectamente integrables en el estilo y universo de su autor, en una obra que es necesario conservar y conocer.

Portada y sinopsis

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London Can Take It, de Harry Watt

SESIÓN MATINAL

(London Can Take It); 1940

Director: Harry Watt; Guión: Quentin Reynolds.

Un documental fundamental en la historia del cine, aunque sólo fuera porque sus imágenes conmovieron de tal manera a la sociedad americana que se considera que ayudó y mucho a decantar a la población estadounidense en favor de la intervención en la Segunda Guerra Mundial.
Poco más se puede decir de Londres Puede Soportarlo. Producido por el Ministerio de Información británico, el periodista americano Quentin Reynolds mostraba al mundo en general y a los Estados Unidos en particular lo que era el blitz, los bombardeos de la Luftwaffe sobre Londres. Una obra maestra cinematográfica, lograda con su montaje y el puro impacto de las imágenes en tan sólo nueve minutos.
Aquí tienen este documental en su integridad:

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Jazz Porque Sí: Benny Goodman en Bruselas

Con respecto a Benny Goodman sucede que la sombra de su inmortal e histórico concierto en el Carnegie Hall de 1938 es muy alargada. Les ruego se olviden de ese concierto (es difícil, ya lo sé) y disfruten de la mejor orquesta swing de la historia, por lo menos a mi gusto. Sí, Ellington creó una música propia; Basie, un sonido distintivo y una orquesta que siempre funcionó como un reloj; pero Goodman siempre fue el más jazzy de todos, con elegancia, estilo impecable, pero con una cierta anarquía permitida en sus solistas que les dió un aura de frescura. Y siempre con un ritmo intensísimo y presente.
En este concierto, arrancado con ese himno de la orquesta que era el Don't Be That Way y seguido por Sing, Sing, Sing tenemos a la banda funcionando a la perfección, con un Goodman de solos únicos que demuestran que fue uno de los grandes clarinetistas del jazz. Un programa hecho para disfrute del público, y que con ese objetivo lo cumple con creces.


Nota para la audición: Si el reproductor de RNE fallara, cosa que sucede con demasiada frecuencia, y no se mostrara bien en su pantalla, debajo de la caja del reproductor hay una serie de enlaces. Clicando sobre el último de ellos aparecerá la pantalla de los podcasts de Jazz Porque Sí, con un reproductor que, esta vez sí, reproducirá a la perfección el programa.

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Haunted, de Joyce Carol Oates

En Demons & Dreams. The Best Fantasy and Horror 1
Legend / Century Hutchinson
Londres, 1989 [1987]
Ed. por Ellen Datlow y Terri Windling

La excelente Joyce Carol Oates, permanente candidata al Nobel de litartura, como buena escritora criada en Nueva Inglaterra, ha heredado el gusto por lo que algunos críticos han denominado el "Nuevo Gótico Americano", y dentro de su extensa y variada producción lo frecuenta en novelas y relatos, como en este "Encantada".
Puesto que el relato se centra en una serie de casas abandonadas hasta llegar a una que puede realmente (realmente en la ficción del relato, claro; y realmente queriendo decir no sólo en la mente de los protagonistas) estar encantada, el título parece apropiado. Pero conforme se avanza en la lectura, uno tiene la impresión de que el adjetivo se refiere más a una de las niñas protagonistas que a la casa en sí.
En realidad el núcleo central del relato se encuentra en una frase supuestamente inocente situada en el centro de la narración: «Éranse una vez dos princesitas, dos hermanas, que hacían cosas prohibidas». No son hermanas carnales, pero Melissa y Mary Lou son amigas del alma. Peculiares, eso sí. Una bonita y una que se considera fea; una tímida, la otra descarada; una prudente, la otra osada.
A partir de este tono de cuento infantil, sin embargo Oates crea una pequeña joya de la angustia. Joyce Carol Oates anda por los tonos literarios con toda naturalidad y dominio; entiende muy bien que todo cuento infantil, con su suspensión de la incredulidad que su forma impone, es un instrumento muy potente que, bajo la superficie aparente de ligereza, esconde un fondo de inquietud.
Con este convencimiento Oates escribe una historia basada en una pura atmósfera creciente, una de culpa y castigo, que abraza tanto la inquietud como el remordimiento, el paso de la infancia a la adolescencia, el recuerdo y la visión de los tiempos pasados. Y el miedo, claro. Sin ser un relato pirotécnico, la autora sabe imbuirlo de tensión hasta que la inquietud se instala en la mente del lector. Que es otra de las muchas cosas que pretende y consigue esta narración.

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Seta, de Alessandro Baricco

Rizzoli, col. Biblioteca Universale Rizzoli La Scala
Milán, 199914 [1996]

Existe edición castellana publicada por editorial Anagrama.

Al respecto de Seda, Pietro Citati dice: "En la mañana en la que escribió Seda, Alessandro Baricoo imaginó que toda la literatura del mundo hubiese desparecido... Como Flaubert, quería escribir 'un libro hecho de la nada'..."
Es una evidente exageración. No podemos saber en qué pensaba Baricco cuando escribía Seda ni sus lecturas anteriores, ni si se pudo abstraer de éstas; pero lo cierto es que ex novo o referenciada, Seda tiene reminiscencias. Al mismo Flaubert, por ejemplo; o a las ficciones orientalizantes que tan de moda estaban en la época y su inmediata posterior en que se sitúa la novela, 1860 y aledaños. Pero me parece a mí que las bondades de la novela (en realidad novela corta) de Baricco no hay que buscarlas en esta supuesta originalidad. Al fin y al cabo la literatura es un río que fluye, y tiene muchos aportes que se pueden obviar o no, pero ni una cosa ni otra es un mérito en sí mismo.
Es marrar el objetivo, porque este relato tiene otras cosas que lo hacen notable. Su historia es la de un hombre, cuyo oficio es el de conseguir en el medio oriente los huevos de gusano de seda que alimentan a la industria sedera de Lavilledieu. Cuando los huevos conseguidos por este medio fracasan en su casi totalidad debido a una epidemia, se plantea la necesidad de que Hervé Joncour viaje a Japón para conseguir huevos sanos. En Japón, Hervé conocerá (vislumbrará apenas) a una mujer que le fascinará y hará que, año tras año, aun cuando no haga falta, regrese al Japón para seguir lo que podríamos definir como un cortejo enormemente dilatado en el tiempo y en extremo pausado, puesto que se basa en un contacto fugaz de unos pocos días, a veces unos pocos instantes, cada año. El final, que puede sorprender o no al lector, lo dejaremos en la sombra.
Baricco trata un universal, como es el deseo de aquello que parece inalcanzable y la poca consideración que el ser humano presta a aquello que ya posee. El mérito es hacerlo oscilando continuamente de la exaltación a la conformidad y luego a la añoranza para volver de nuevo a la exaltación, y hacerlo con un lenguaje contenido pero emocional, que hace que el lector acompañe a Hervé compartiendo la tensión narrativa. Lo apoya, además, en una estructura aliterativa, que marca los ritmos y las transiciones como si del estribillo de un poema se tratara, y que la emparenta con la prosa poética, una forma que se adapta a la perfección a la historia.
Seda es una obra curiosa, muy agradable, muy bien escrita, que sin ser una obra maestra para nada es obviable, y cuya lectura aporta una satisfacción emocional y humana que el lector no tiene por menos que agradecer.

Portada y sinopsis de la edición italiana
Portada y sinopsis de la edición española

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Los Conspiradores, de Jorge Ibargüengoitia

Publicada en México en 1982 como Los Pasos de López
Ed. Argos Vergara, col. Las Cuatro Estaciones
Barcelona, 1981 [1981]

Desde que descubrí los escritos del malogrado Jorge Ibargüengoitia no pierdo ocasión de frecuentarlos. Y conforme más conozco su obra, más me gusta y más la recomiendo.
Los Conspiradores es una peculiar novela histórica. Peculiar porque desconozco si el "Grito de Ajetreo" es un hecho histórico o no (y tanto da). Y porque el enfoque con el que se trata el hecho es ciertamente personal.
Pongamos orden: la novela trata sobre un grupo de conspiradores en el México de 1810 que se conjuran para proclamar la independencia, someter a las tropas coloniales y avanzar sobre la capital provincial para, provocando el levantamiento por el ejemplo, hacer que la insurrección en el virreinato sea general.
Pero Ibargüengoitia decide renunciar a toda épica desde el principio. No es que lo haga para centrarse en las personalidades de los conspiradores, o para tomar distancia sobre un hecho que resultará en fracaso (el sentimiento de catástrofe inminente que domina toda la conspiración es permanente), sino más bien para optar por una postura que ni se centra en el gran hecho ni en la minucia particular. Ibargüengoitia parece más preocupado por el clima moral que domina a los conspiradores. Empezando por el del protagonista, el oficial de artillería Matías Chandón, que entra en la conspiración un poco como aquel que se hace socio del casino local, hasta la del padre Domingo Periñón, idealista, sí, pero también preocupado porque alguien se le adelante en dar el Grito; quiere ser el primero, gane o pierda. Junto a ellos una serie de tipos que componen un cuadro de la burguesía autóctona de México.
La distancia narrativa que Ibargüengoitia se impone siempre es la de la ironía, como pueden haber intuido. No se trata de buscar héroes ni de encontrar villanos. Cada uno es lo que es y como es, tan ridículo o sublime en su vida cotidiana como en los grandes hechos. Por descontado, esa lectura es de doble dirección: tan pequeños son los protagonistas de la historia como grandes son sus pequeñas miserias vitales. Los grandes sucesos están tan sometidos al azar y a la mezquindad como un matrimonio o un destino militar.
Y en ese distanciamiento, en esa ironía aguda pero con un toque de cercanía y familiaridad, alejada de la ampulosidad y falsa trascendencia, es la que marca un relato curioso, íntimo y dramático pero con una amarga comicidad a veces, un relato que vuelve a mostrar a uno de los grandes narradores hispanos, desaparecido demasiado pronto.

Portada y sinopsis de la edición mexicana

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Desafío Total, de Paul Verhoeven

SESIÓN MATINAL

(Total Recall); 1990

Director: Paul Verhoeven; Guión: Ronald Shushett, Dan O'Bannon, Gary Goldman,  basado en el relato We Can Remember It for You Wholesale [Podemos Recordarlo Todo para Usted], de Philip K. Dick; Intérpretes: Arnold Scharzenegger (Douglas Quaid/Hauser), Rachel Ticotin (Melina), Sharon Stone (Lori), Ronny Cox (Vilos Cohaagen), Michael Ironside (Richter), Marshall Bell (George/Kuato), Mel Johnson Jr (Benny), Michael Campion (Helm), Roy Brocksmith (Dr. Edgemar), Ray Baker (Bob McClane), Rosemary Dunsmore (Dr. Lull), Priscilla Allen (mujer gorda); Dir. de fotografía: Jost Vacano; Música: Jerry Goldsmith; Diseño de producción: William Sandell; Montaje: Frank J. Urioste.

Una película en apariencia sencilla que sin embargo tuvo un éxito tremendo en cines y que sigue cosechando buenas audiencias en sus pases por televisión. Hay varias explicaciones para esto: basada en un relato de Philip K. Dick, se puede decir que los guionistas (entre los que figuran los más que apreciables Dan O'Bannon y Gary Goldmann) supieron realizar un trabajo de marquetería eficaz y respetuoso no sólo con el argumento más comercial de Podemos Recordarlo Todo para Usted, sino que conservaron muy bien esa paranoica que es inherente a la práctica totalidad de la ficción dickiana. Un Paul Verhoeven que estaba todavía en estado de gracia cinematográfica logró una estructura trepidante pero además coherente. Una producción artística en decorados, maquillaje y efectos que acompañaba al guión. Y un Schwarzenegger que está más que correcto en lo suyo, es decir, a la hora de repartir castañas, pero que, también como siempre, chirría en todo lo demás (basta que sonría para pasar a ser el mal actor que es; sin embargo, la presencia de Schwarzy tiene una ventaja: con él en una película, el resto de actores parecen todos la familia Barrymore).
La historia de un hombre en apariencia normal que ansía viajar a Marte y que, ya que no puede hacerlo en persona, confía en una empresa de implantación de recuerdos y gracias a esa operación "recupera" una existencia pasada en la que es agente secreto en Marte es harto conocida, pero para aquellos que no la hayan visto debiera ser un buen punto de partida. Lo que sigue, es decir, la persecución que todo (y cuando digo todo, es que es todo) su entorno emprende del pobre Quaid / Hauser, y la inseguridad que siente acerca de su propia vida y su confianza en sus recuerdos es lo que hacen de esta película una destacable, con más argumento que el de la pura aventura espacial.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Herbie Mann en el Village Gate

Gran concierto en directo de uno de los mejores flautistas de la historia del jazz, cuyo tramo principal de carrera pasó por los ritmos afrocaribeños, los brasileños y el funky (ojo: el funky en jazz no es lo mismo que en el pop; corre un programa del Cifu en el que lo ejemplifica perfectamente, y tal vez un día lo ponga por aquí). En este caso, y acompañado por un excelente grupo que incluye un batería y dos percusionistas, de los cuales destaco a Ray Mantilla, tenemos una actuación muy rítmica en la que mann está a sus anchas haciendo la música que más le gusta.
Me consta que Herbie Mann hace música que gusta a un gran segmento de público, y este concierto no es una excepción. Que lo disfruten.


Nota para la audición: Si el reproductor de RNE fallara, cosa que sucede con demasiada frecuencia, y no se mostrara bien en su pantalla, debajo de la caja del reproductor hay una serie de enlaces. Clicando sobre el último de ellos aparecerá la pantalla de los podcasts de Jazz Porque Sí, con un reproductor que, esta vez sí, reproducirá a la perfección el programa.

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The Women of the Wood, de Abraham Merritt

En The Mammoth Book of Fantasy All-Time Greats
Robinson Publishing
Londres, 1988 [1926]

Incluido en el Fantasy Hall of Fame, Las Mujeres del Bosque es uno de esos relatos sencillos, representativos de la época de la revista Weird Tales, en teoría poseedor de todas las características del pulp, que sin embargo ha conseguido permanecer en la mente de generaciones de lectories y sobrevivir al paso de los años y a la evolución del género fantástico.
Su argumento, insisto, es tan simple que las razones de su pervivencia hay que buscarlas en otra parte.
McKay es un exaviador de la Primera Guerra Mundial que busca reposo y paz en un pequeño lugar de la campiña. Allí se siente atraído por el paraje, en particular por sus bosques y en especial por un grupo de árboles que se le representan como unas figuras expresivas, femeninas, escoltadas por algunos de sus hermanos. De forma intuitiva, McKay percibe un sentimiento opresivo y de conflicto. Se da cuenta de que cierta gente de ese territorio está en guerra con los árboles, una guerra centenaria y generacional que se libra sin cuartel por ambos bandos. A cada día que pasa McKay se vuelve más sensible, y una noche se le aparecen las dríadas, los espíritus femeninos que habitan los árboles, que le piden su mediación con la familia que odia al bosque. McKay lo intenta, pero sin éxito, y el conflicto final llega a su clímax.
Todo muy sencillo, como digo, pero la virtud de Merritt está en su imaginería y su capacidad para desplazar lo mítico a ambientes contemporáneos. La aparición fantasmagórica de esas dríadas posee una cualidad onírica que pocas veces se ha alcanzado en semejantes descripciones, y el lector se ve introducido en una escena vívida pero brumosa, irreal pero fascinante, que tiene su contraste en la brutalidad emocional de la guerra entre árboles y hombres.
No son cosas fáciles de alcanzar literariamente, y pese a la linealidad argumental, este sostén del cuento a base de estilo es lo que ha hecho que todavía hoy el nombre de Merritt siga siendo imprescindible en cualquier historia del género fantástico.

Una traducción castellana de Las Mujeres del Bosque puede leerse en el blog El Espejo Gótico

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Noticias del mes de mayo en las plazas

Pese a que, si hacemos caso a las declaraciones, medio país estaba en París en mayo de 1968, apenas nadie ha señalado las similitudes que hay entre el glorioso 68 y este movimiento llamado "del 15-M", "Democracia Real" o "de los indignados". Tampoco nadie ha resaltado la casualidad de que ambos hayan sucedido en sendos meses de mayo.
Bueno, pues yo sí. Y el título de esta diatriba se inspira en la crónica/poema/proclama de Julio Cortázar, Noticias del Mes de Mayo, un texto que recomiendo vivamente a los acampados.
Vaya de principio mi simpatía para con ellos. No sólo por lo que les han dicho ya: que demuestran que la juventud no es pasota; que son responsables; que muestran una gran dignidad. No, además de eso, y frente a los que les alaban y agradecen su moderación (léase que no rompen cosas ni son violentos; un halago que es casi un insulto: ¿Pero con quién se figuran que tratan, y qué idea tienen de los jóvenes?), frente a eso, digo, yo lo que les agradezco es el valor.
En cuanto a insultos, los indignados ya han recibido unos cuantos. Desde melenudos (¿les suena?) a desharrapados, o perrosflauta (perros, en suma). Da igual. Hay insultos que, viniendo de quien vienen, son los mayores elogios.
Otras cosas son menos explicables. Se les acusó de no tener propuestas. ¿desde cuándo es el paciente el que tiene que proporcionar la cura? El deber de un buen paciente es el de declarar los síntomas y el de quejarse: del dolor o del maltrato. Pero también da igual, porque las propuestas ya han empezado a surgir.
Se han reído de sus lemas. Si eso es profundidad de análisis en comentaristas sesudos y oh tan correctos y ordenados, en ese caso toda indignación es lícita. Porque si creen que al mundo hay que juzgarle por sus eslóganes y no por sus ideas, quiere decir que hay que cambiar de una vez por todas de ideólogos, de publicistas y de analistas.
Se les ha dicho que no tienen ideología política concreta. ¿Les recuerdo una frase escrita en la facultad de Nanterre en mayo del 68?: «Soy marxista de la tendencia Groucho». ¿Les basta?
En Cataluña, además, les han mandado a los antidisturbios, sin duda por orden de un conseller que, después de escuchar cómo su presidente calificaba los resultados de unas elecciones municipales como un refrendo a su política de recortes sociales, y contagiado del mismo espíritu, se sintió también refrendado e imbuido de esa frase, también del mayo francés, en la que se veía a De Gaulle diciendo: «Hoy votad, que yo haré el resto». Como todo no está perdido, el Síndic de Greuges ve razones para actuar contra la actuación policial. Pero ese conseller que se pasa de frenada siempre ha dado la impresión de simpatizar con la frase de Eutanasio Rodríguez, personaje de Les Luthiers: «de no ser por nuestra incansable acción de gobierno, nuestras calles estarían llenas de pornografía, de corrupción,... ¡de gente!»
Otros esperan. A que los indignados se cansen. A que desaparezcan de las noticias. O, a las malas, a que llegue el invierno y el frío los desaloje.
Yo espero, pero otras cosas. Que no se cansen. Que generen noticias; la imaginación, si no alcanza el poder, sí puede alcanzar las páginas de los periódicos. Y frente al mal tiempo, los campus, las facultades u otros sitios más benignos están ahí y son espacios ciudadanos. La imaginación proveerá.
También espero que no surja ningún Daniel Cohn-Bendit de este movimiento. Que sigan llamándose por el nombre de pila los interlocutores con el poder y los medios. Sin duda intentarán que surjan individualidades de ese colectivo. Es una forma de domesticarlo. Pero si los partidos admiten el voto secreto pero identificado como colectivo, también tienen que admitir portavoces identificados pero anónimos, representantes de un colectivo.
Espero que la conciencia se quede en la calle. Tal vez no acampando permanentemente, que varíe su ubicación, su forma, su manifestación, pero que no desaparezca. Espero que esté mucho tiempo. Por siempre, si es necesario, hasta que se produzca un cambio de paradigmas y la democracia recupere el protagonismo frente a los políticos, la política frente a los mercados y el "hasta aquí hemos llegado" frente al "es inevitable". Hace demasiado tiempo que se ha abusado de nuestra paciencia. Es hora de utilizar esta paciencia contra los abusos. Sin caer en provocaciones, sin emplear la violencia. El pacifismo pone muy nerviosos a los totalitaristas. Es hora de que la conciencia tome las calles y desde allí las urnas, la política y la economía.
«La Inteligencia camina más que el Corazón pero no va tan lejos.» (Proverbio chino escrito en las paredes de la Sorbona, mayo de 1968.)

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Crepuscle, de Stephenie Meyer

(Twilight)
Santillana / Alfaguara
Barcelona, 2009 [2005]

Permitan que me ponga teórico. Es perfectamente posible achacar el éxito de la serie Crepúsculo en un segmento universal de población a la acumulación de clichés básicos provenientes, por una parte, de la novela romántica y, por otra, de la novela gótica traspasada a un ambiente cercano y contemporáneo de instituto; añádanse unas situaciones de cliffhanging, de riesgo y suspense, también típicas del gótico, y tendremos un producto que apela a las emociones basales adolescentes. Decir que esto se consigue a pesar de una escritura más que discutible según todas las normas de la buena literatura (una situación que es agravada en la edición catalana gracias a una traducción decididamente mala) puede ser válido, pero es una crítica fútil. Los fenómenos de masas tienen causas, y por el momento, reírse de que estas novelas gusten (y gusten tanto) gracias a una supuesta inmadurez del público lector al que van dirigidas puede ser gratificante, de una manera ciertamente esnob, pero no explica absolutamente nada. Los fenómenos de masas tienen causas, y mejor nos irá si las descubrimos.
Las dos características distintivas de Crepúsculo son, por un lado, el vampiro como personaje principal y, por otro, el punto de vista femenino pero no vampírico. Hay una racionalización que hacer ahí, y va por los campos psicológico y sociológico.
¿Por qué el vampiro? Ya desde que Bram Stoker redactó la piedra angular de este mito universal que es Drácula, el vampiro se ha convertido en un arquetipo único. Pero también desde entonces el vampiro ha sido una figura sexual (aunque surgida en la época victoriana, es decir, sin ser explícitamente sexual en su literalidad. Sus connotaciones sexuales hay que buscarlas por implicación). Se trata de una figura potente, con todas las características del seductor. Una figura eminentemente dionisíaca, que además practica un sexo oral sin responsabilidades y sin consecuencias (la figura más emblemática es la apolínea durante el día Mina Harker, abnegada y fiel, que por las noches tiene un dionísiaco abandono en brazos del conde), en el que no se aportan fluidos sino que se retiran.
Si esto fue rápidamente comprendido en la pacata época victoriana, todavía ha llegado a ser mayor, tras su popularización por el cine, el hecho de que los vampiros han sido enormemente populares entre la población adolescente... de sexo masculino. La figura del vampiro es una de dominio, de poder y de potencia, y por tanto es enormemente atrayente para unos muchachos que, en palabras de Stephen King, dominar, lo que se dice dominar, sólo dominan el póster central del Playboy. Las visiones vampíricas femeninas apenas ocuparon lugar en la literatura hasta tiempos más recientes, y la gran novela Carmilla tenía unas connotaciones lésbicas que no vienen al caso hoy.
Pero se estarán preguntando: ¿qué tiene que ver el sexo con Crepúsculo, si no hay sexo en la novela? Bien cierto, parte central del postulado de Meyer es que Edward el vampiro renuncia a sus apetencias, sexuales y de las otras, y que Bella está más que conforme con este amor puro y prístino. Sin embargo, no es del todo cierto que el sexo esté ausente de la novela de Meyer. Ya de principio, una amiga de instituto de Bella expresa su despecho por haber sido rechazada por Edward; una camarera pregunta a Edward si desea alguna cosa más, y Meyer deja muy claro que no sólo se está refiriendo a lo que hay en la carta del restaurante, y eso a pesar de estar Bella delante. El amigo "normal" de Bella, que la pretende al principio, cambia con una facilidad tremenda de objeto afectivo cuando la misma Bella le dice que una amiga se lo mira con buenos ojos. Y el rapto de Bella, por muy vampírico que sea (o precisamente por eso) tiene más de un secuestro para realizar una posterior violación que otra cosa. Hay mucho sexo implícito en la novela de Meyer. De hecho la novela es totalmente sexual, por un hecho: porque trata del celibato voluntario y de la pureza hasta el matrimonio y, si me apuran, hasta después de él. Y aquí entramos ya en la sociología.
El que el punto de vista sea femenino y no-vampírico es importante. Se trata de tener a un personaje que no caiga en lo dionisíaco, que sea totalmente apolíneo, y en este caso la pobre Bella está rodeada de un mundo, insisto, sexual y concupiscente, y además cruel, con sus clases de gimnasia, sus incomodidades adolescentes, etc. Pero un vampiro tiene que ser dionisíaco. ¿O no? Meyer se inventa el vampiro apolíneo. El vampiro que ya no preda a humanos. El vampiro que mantiene un control de sus instintos. El vampiro célibe, en suma.
Meyer no se contenta con ello. Consciente o inconscientemente, sus vampiros "decentes" son blancos, anglosajones y... ¡sí!: protestantes (tienen una cruz en casa, antiquísima y venerable, y ellos mismos descienden de un predicador). Curiosamente, los que miran con desconfianza a estos vampiros y saben de su condición son cobrizos, nativos, y se sospecha que muy cristianos no deben ser. (Por cierto, muy oportuno esto de que la tribu de Washington que es vecina de los no muertos tenga como tótem al lobo; muy convincente, sobre todo de cara a futuras novelas, donde aparecerán hombres-lobo; pero le recuerdo a Meyer que en el noreste de los USA hay unas tribus que tienen como tótem a la tortuga; a ver si hay narices de hacer unos adversarios de los hombres quelonio.) El género de terror (aparte de ser conservador, que lo es, en tanto en cuanto es un guardián de la norma), siempre ha sido muy sensible a los movimientos sociopolíticos, y Meyer, estoy seguro que inconscientemente, ha incluido la gestalt del nuevo conservadurismo en sus novelas. En una sociedad sin valores, concupiscente y depravada, Bella es una buena chica que sólo quiere amor y una existencia tranquila y protegida. Y para dárselo viene, por descontado, no alguien proveniente de esta sociedad sin valores, sino una raza especial, de larga estirpe y raigambre, con dinero, culta, con clase, que es capaz de controlar sus bajos instintos. Que es capaz de abstenerse del mordisco. Y con un Edward sobreprotector, que vela su sueño sin tocarla. Que es célibe pero enamorado.
El vampiro es un mito sexual. Y una de las cosas que provoca en los adolescentes el sexo es miedo. Hay resmas escritas y kilómetros filmados sobre si una chica debe o no debe, o sobre si cree que debe o no con ese chico. Por eso he dicho que era importante que tuviera un punto de vista femenino no-vampírico. Si lo que una chica desea es amor eterno, nada mejor que alguien que no va a morir para dárselo. Si lo que desea es protección, nadie mejor que un superhombre para dársela. Y si a una chica le preocupa el sexo, nada mejor que alguien que se va abstener de hacerlo. No es de extrañar el éxito entre el público adolescente de estas novelas.
La visión que Meyer da del mundo es la de una neoconservadora con connotaciones ultrarreligiosas. Hace trampas continuamente con el mito vampírico, por descontado, vaciándolo de contenido, pero llega un momento en el que no es posible vaciarlo más, o dejaría de ser reconocible. Por eso no puede suprimir todas las connotaciones sexuales que el vampiro tiene (pese a que, cuando Edward habla de la dichosa "esencia" de Bella, parece que esté refiriéndose a un plato de foie-gras a la trufa, pero eso es incapacidad de escritura). Sin embargo, y yendo un poco más lejos, podemos asimilar muy bien a esos vampiros "buenos" e incomprendidos, que tienen que mantener su identidad en secreto, a los buenos y viejos republicanos estadounidenses: de larga tradición, estirpe y no contaminados de moderneces demócratas, son partidarios del sexo sólo en el matrimonio (y con finalidades procreativas) y de acabar con la obscenidad y el libertinaje reinantes en la sociedad. Es incluso posible que Meyer desarrolle el tema políticamente en entregas ulteriores, no lo sé.
¿Sería excesivo decir que Bella es el auténtico espíritu de América, puro e idealista, rodeada de degenerados demócratas, a la que los buenos y viejos republicanos deben proteger? Sin duda, sí. No creo que Meyer tenga inteligencia como para haber incluido esta alegoría por voluntad propia. Pero sí que el mensaje que Meyer, consciente o inconscientemente, refleja en Crepúsculo es el de una ideología reaccionaria, antifeminista, clasista e incluso supremacista.

Portada y sinopsis

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El Hombre Tranquilo, de John Ford

SESIÓN MATINAL

(The Quiet Man); 1952

Director: John Ford; Guión: Frank Nugent, basado en un argumento de Maurice Walsh; Intérpretes: John Wayne (Sean Thornton), Maureen O'Hara (Mary Kate Danaher), Barry Fitzgerald (Michaleen Oge Flynn), Victor McLaglen ("Red" Will Danaher), Ward Bond (padre Peter Lonergan), Mildred Natwick (la viuda Sarah Tillane), Francis Ford (Dan Tobin), Arthur Shields (reverendo Cyril Playfair), Eileen Crowe (Sra. Elizabeth Palyfair), Sean McClory (Owen Glynn), Jack McGowran (Ignatius Feeney); Dir. de fotografía: Winton C. Hoch y Archie Stout; Música: Victor Young.

Una historia tan sencilla que asombra cómo puede convertirse, en palabras de Michaleen Flynn, en algo "homérico". Un boxeador vuelve de los Estados Unidos al pueblo irlandés de su niñez, retirado por haber matado a un hombre en el cuadrilátero. Allí comprará la casita en la que vivía con su madre y se enamorará de la indómita Mary Kate Danaher, que resulta que es la hermana del tipo más bestia y arrogante del pueblo, "Red" Danaher. Una vez casados, Red se niega a pagar la dote de Mary Kate, cosa que a Thornton le importa un bledo, pero que a Mary Kate le resulta un insulto y una muestra de pusilanimidad por parte de su marido. Sean Thornton tendrá que hacer de tripas corazón y volver a enfrentarse con los puños a alguien, algo que había prometido no volver a hacer en la vida.
El buen cine no necesita más si el que está detrás de la cámara es el maestro John Ford. Cuando en una película se reúnen tantas geniales interpretaciones, la de Wayne como Thornton, la de Maureen O'Hara como Mary Kate, la de un inmenso Victor McLaglen como Red, la de un adorable Barry Fitzgerald como Michaleen, la de un Ward Bond como un intenso sacerdote, quiere decir que un director dirige, y dirige muy bien. Súmese a ello la siempre conocida sensibilidad de Ford para con los paisajes (los naturales; algunas tomas de estudio son menos logradas) y que se reunió con unos magníficos fotógrafos como Hoch y Stout (éste en la segunda unidad) y con la música irlandesa y tendremos una miniatura que trasciende su duración y se convierte en un fresco de la vida rural y en una representación de la vida y las tradiciones ─absurdas─ de un pueblo. Incluso opera al modo Hitchcock con el suspense: el espectador sabe el secreto de Sean, que ni Mary Kate ni el resto del pueblo conoce, y eso sólo ya es motivo para que la tensión se mantenga. Pero hay además una historia de amor; y unos toques de humor insuperables.
Algunos han tildado a esta película de "machista". Tengo que decirles que el postulado es justo el contrario: Sean Thornton, ese hombre que duerme en un saco, precisamente llega para no hacer ni caso de las tradiciones; las respeta, pero no van con él. Sólo cuando se le ponga en la disyuntiva de perder lo que más quiere se adaptará, muy a regañadientes, a estos usos que considera obsoletos. Y uno sospecha que será la última vez que lo haga.
Revisitable cuantas veces haga falta. No cansa jamás y siempre aporta un aire de frescura. De buen, magnífico cine.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Clifford Brown en el Cotton Club de Cleveland (II)

Es un placer completar la actuación de Clifford y su grupo en el Cotton Club de Cleveland. Como ya indiqué en la primera parte, este concierto me fascina, de modo que les recomiendo que vuelvan atrás o cliquen la etiqueta "Brown ·Clifford" que hay al pie y recuperen la primera parte y escuchen después la segunda. Les aseguro que es un gustazo.
Y atentos como siempre a las indicaciones del Cifu, sobre todo en lo que se refiere a unos excelentes músicos quecomponen este quinteto: Clifford Brorn a la trompeta, Sonny Rollins al saxo tenor, Richie Powell al piano, Max Roach a la batería y George Morrow al contrabajo. Están en verdad en estado de gracia.


Nota para la audición: Si el reproductor de RNE fallara, cosa que sucede con demasiada frecuencia, y no se mostrara bien en su pantalla, debajo de la caja del reproductor hay una serie de enlaces. Clicando sobre el último de ellos aparecerá la pantalla de los podcasts de Jazz Porque Sí, con un reproductor que, esta vez sí, reproducirá a la perfección el programa.

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Delta Sly Honey, de Lucius Shepard

En Demons & Dreams. The Best Fantasy and Horror 1
Legend / Century Hutchinson
Londres, 1989 [1987]
Ed. por Ellen Datlow y Terri Windling

De los numerosos escritores mque estuvieron en la guerra del Vietnam, todos la han reflejado de una u otra manera en sus escritos. Casi todos, en algún momento u otro, han escrito escenas que tienen un componente de una aparente irrealidad en ese contexto (a ese respecto, incluso Despachos de Guerra, de Michael Herr, unas crónicas periodísticas, comparte esa sensación en algún escenario). Algunos, dando un paso que parece lógico, han situado esa irrealidad en el terreno de lo sobrenatural. Lucius Shepard ha sido uno de los que más asiduamente ha frecuentado ese territorio.
Delta Sly Honey [un título que es una clave de radio y que se puede traducir como "Delta Taimada Dulzura" o "Taimada Dulzura Delta", pero también, clave alfa-bravo-charlie modificada, puede ser DSH, que correspondería a Deliberate Self-Harm, Autolesión Deliberada] es uno de esos relatos.
Randall J. Willingham es un soldado apocado, tímido, salvo cuando está ante un aparato transmisor de radio. Entonces se vuelve locuaz, soñador, fabulador, recuerda su terruño, su perro, su familia, estableciendo una especie de programa radiofónico ampliamente seguido. Como casi todos los soldados retraídos, Randall tiene su bestia negra, un sargento maltratador llamado Moon. Entre la guerra y los abusos de Moon, la única válvula de escape para Randall es "su" programa de radio, en donde se convierte en «el Sumo Sacerdote de la Verdad del Alma y el Espíritu Santo del Zumbido de los Sesenta Ciclos».
Una noche, Randall llama a una de las unidades que regularmente se inventa, esta vez a Delta Sly Honey, a los que dice que puede «veros clro, caminando por las alturas cercanas a la montaña Virgen Negra, moviéndoos por entre remolinos de niebla que parecen humo de la batalla y sintiéndoos un poco asustados, porque habéis desaparecido del mundo, hay un mundo de miedo entre aquí y el más allá. [...] Tal vez penséis que no comprendo vuestros problemas, hermanos. Pero ciertamente los entiendo.» Y Delta Sly Honey responde. Todo queda como una broma, una humorada de algún soldado de otro puesto avanzado. Pero poco después Randall desaparece y días más tarde Moon es "ajusticiado" por un extraño comando de soldados americanos desconocidos para todos. Y una semana después Randall vuelve. Amnésico, o eso dice él.
Reintegrado a su puesto, una noche la radio crepita con un mensaje de Delta Sly Honey para Randall: debe volver, o si no...
Muchas veces (casi siempre, de hecho), el género fantástico opera narrando una cosa que significa en realidad otra distinta. Aquí podríamos tener una conseja de ámbito moderno, una historia narrada alrededor del fuego con soldados de Vietnam en lugar de campesinos que, pongamos, ven a la Santa Compaña gallega. Sin embargo, y comprobado el ambiente verista (Shepard coincide inevitablemente en los escenarios, situaciones y ambientes de todos aquellos que han narrado su estancia en Vietnam) la conclusión de este cuento de fantasmas es más profunda; la guerra, nos dice, crea sus propios fantasmas, fantasmas en vida. Hay personas que fueron a Vietnam y nunca lograron abandonarlo del todo, por muy lejos que fueran o por mucho tiempo que pasara. Y Shepard, como acostumbra, narra esta historia y su subtexto sin concesiones, comprometido a la vez con la realidad y la trama que cuenta; con momentos de una poesía feérica y otros de una brutalidad descarnada. Con maestría inusual.

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El Rojo Emblema del Valor, de Stephen Crane

(The Red Badge of Courage)
El País / Narcea, col. El País Aventuras
Madrid, 2004 [1895]
y en múltiples ediciones en español

O La Roja Insignia del Valor, La Enseña Roja del Valor y otras variantes similares. Un emblema cuyo color rojo es el de la sangre, por supuesto.
Pesimista, realista, ferozmente antiépica, El Rojo Emblema del Valor es la historia de Henry Fleming (un nombre difícil de encontrar en la novela; la mayoría de las veces Crane se refiere al protagonista llamándole "el muchacho", lo cual ya es toda una declaración de intenciones), un adolescente alistado en el ejército nordista pese a la oposición de su madre, durante la Guerra de Secesión. En una construcción magnífica, el inicio del relato nos sitúa en la condición más frecuente del soldado: la espera del combate; en este caso, de la primera batalla del batallón de Henry. Es todavía el tiempo de la fabulación, de si es todavía posible la épica en la guerra, o de si «los hombres eran mejores o más tímidos» en los tiempos modernos. Tras una pausa para rememorar el alistamiento del muchacho, Crane nos llevará al campo de batalla, a su confusión, a su tremendo esfuerzo para los protagonistas que apenas nada significa para los generales, a la constatación de que las vidas de unos cuantos soldados son prescindibles frente a los grandes planes estratégicos, al miedo, a la duda que el propio Henry tiene sobre su valor, a de si su miedo es diferente, de si él es inferior a los demás, a la falsa grandeza, al absurdo de la guerra.
Hay que destacar que era la primera vez en que en un relato de guerra se trataba de entrar en la mente de un protagonista, de un soldado. Este relato psicológico, coherentemente dialéctico y contradictorio, desolador y real, de lo que es el rito de iniciación más bestial de la naturaleza humana, es el inicio de toda una saga de narraciones que harán que la guerra en la literatura ya no vuelva a ser la misma. Un relato personal que se vuelve universal en toda su extensión, hasta concluir: «Se había librado completa y totalmente de la enfermedad roja de la batalla. Aquella sofocante pesadilla era ya algo que pertenecía al pasado. Había sido un animal llagado y sudoroso, que se ahogaba en el ardor y la angustia de la guerra. Y ahora se volvía, con el ansia y la sed del enamorado, hacia imágenes de cielos tranquilos y sonrientes, de frescos prados y de fríos arroyos... Una existencia de paz, dulce y eterna.»

Portada y sinopsis

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Las Sirenas de Titán, de Kurt Vonnegut

(The Sirens of Titan)
Eds. Minotauro / Booket
Barcelona, 2004 [1959]
 
Las Sirenas de Titán es una de las primeras obras de Vonnegut, una declaradamente de ciencia-ficción y una que, tal vez por ser primeriza, acumula ideas y conceptos de tal manera que no existe una lectura unívoca.
Si hacemos caso a la contraportada, uno de los protagonistas de la novela, Winston Niles Rumfoord, vive dentro de una singularidad espaciotemporal que permite obtener visiones del pasado, el presente y el futuro. Esto llevará a Rumfoord a poder crear (mediante una elaborada manipulación de hechos y una gigantesca conspiración) a la creación de una religión unificada universal, la del Dios Indiferente.
Es bastante para una novela, pero Vonnegut aboca muchos más conceptos. Aparte del teísmo y la manipulación, está el valor del individuo frente a las grandes maquinaciones del "bien común"; o la creación de una sociedad igualitaria desde abajo, en la que los más ágiles tienen que llevar pesos para no "avergonzar" a los que son más lentos, o llevar gafas deformantes para así afearse y no destacar, o renunciar a la educación para no ser más listos que sus congéneres. Entre otras muchas ideas.
Todo ello prefigura los temas futuros de Vonnegut, que tratará con mayor detalle (y mayor esponjamiento) en obras posteriores, sin que esta condensación disminuya el efecto de la reflexión. Esta novela no es negligible, y mucho menos mala. En primer lugar, porque históricamente representó el descubrimiento de una voz nueva, en el género y fuera de él, que se atrevía a hacer unas propuestas de reflexión más que profundas. En segundo, porque las realizaba con ese humor, entre negro y cínico, que constituyó una auténtica marca de fábrica de su autor y le dio una voz inimitable y personal. Tercero, porque representó un grito, continuado durante muchos años, de reivindicación de la bondad del individuo y de la importancia de, si no el amor al prójimo, sí de la amabilidad para con él, y la necesidad de la resistencia ante las grandes ideas que muchas veces consideran que sólo existen dos clases de personas, las sacrificables y las que no. Y que esa clasificación es injusta de por sí.
La sociedad es un lugar terrible en el que estar, nos dice Vonnegut. Y por sociedad Vonnegut entendía ya la reunión de dos personas. En ese momento, el ser humano ejerce una relación de dominio que por fuerza es cruel. Nunca se cansó de repetir que la bondad y el respeto eran los valores que nos hacían mejores y, en último término, nos redimían. Nunca dio esa batalla por perdida, aunque jamás cayó en la ingenuidad de creer que esa aunténtica revolución fuera posible hasta sus últimas consecuencias. Pero ejercerla a nivel individual es algo que, si bien no va a hacer el mundo mejor, sí nos hará más dignos.

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Fuddy Duddy Buddy, de John Hubley

SESIÓN MATINAL

(Fuddy Duddy Buddy); 1952

Director: John Hubley; Guión: John Hubley; Música: William Lava.

Una aventura de ese personaje improbable y genial que es Mr. Magoo, en el mundo hispanohablante Señor Cegatón, en este caso confundiendo a una morsa con su amigo el coronel.
Personaje insólito en el mundo de la animación, pueden verse rasgos de él en el anciano de Up! Impertérrito ante un mundo exterior que a causa de su miopía percibe de forma distinta, se enfrenta a ese mundo con un espíritu y una osadía más propia de la inconsciencia que otra cosa y que, por descontado, provoca situaciones siempre risibles, como cuando en este corto de animación declara: "No me importa si es una morsa. Me gusta. ¡Me gusta!"
Aquí está, íntegro:

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Jazz Porque Sí: Chet Baker en el Santa Cruz Civic Auditorium

Hoy, y gracias al Cifu, traemos a un trompetista delicado y magistral. Los adjetivos que el Cifu le otorga no son regalados. Realmente Chet Baker tiene un sonido precioso y sutil, y en este concierto muestra todo lo que puede hacer, con swing y con delicadeza.
Estén atentos a toda la actuación, pero en particular al inicial Billie's Bounce, a un precioso Stella by Starlight o un impecable All the Things You Are.


Nota para la audición: Si el reproductor de RNE fallara, cosa que sucede con demasiada frecuencia, y no se mostrara bien en su pantalla, debajo de la caja del reproductor hay una serie de enlaces. Clicando sobre el último de ellos aparecerá la pantalla de los podcasts de Jazz Porque Sí, con un reproductor que, esta vez sí, reproducirá a la perfección el programa.

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The Sword of Welleran, de Lord Dunsany

En The Mammoth Book of Fantasy All-Time Greats
Robinson Publishing
Londres, 1988 [1908]

La Espada de Welleran es una muestra representativa de la fantasía barroca, mítica e intemporal (algunos críticos la han definido como "Art-nouveau" en su estilo literario, levemente recargado pero conservadora de la elegancia de las formas).
En extremo deudoras de todos los relatos míticos de la literatura universal: nórdicos, orientales, griegos..., sin embargo Dunsany supo darles un ritmo propio, que hace que el interés del lector se mantenga durante todo el relato, y ponerlos en una dimensión ajena (suya es la frase "más allá de las tierras que conocemos") que nos resulta a la vez familiar y, sin, embargo, extrañamente onírica.
La Espada de Welleran narra cómo la ciudad de Merimna se salvó de la destrucción a manos de sus enemigos cuando los espíritus de los grandes héroes de antaño, vigilantes desde sus estatuas, volaron como el pensamiento para avisar de la invasión, y de cómo el propio Welleran inspiró a Rold a que tomara su espada sagrada del santuario donde se veneraba y se pusiera al frente de los ciudadanos en armas.
Nada más que eso. Pero narrado con fuerza descomunal, con una cesura y en un lenguaje más propio de la poesía que de, pongamos, la fantasía heroica; un lenguaje que la acerca más a la épica oral que a la narrativa factual.
No es de extrañar que las fantasías de Dunsany inspiraran a muchos autores posteriores (desde Lovecraft o Tolkien a Borges, Neil Gaiman o Ursula K. Le Guin, por citar unos pocos nombres), que descubrieron es esos territorios del sueño un paisaje virgen donde situar cualquier escenario irreal pero vagamente familiar; y cuyo estilo desvelaba que todavía era posible narrar siguiendo modelos que parecían superados pero que, con la adecuada mano, continuaban siendo viables y atractivos.

Texto en inglés de The Sword of Welleran en Project Gutenberg