Beltenebros, de Antonio Muñoz Molina
Seix Barral, col. Biblioteca Breve
Barcelona, 198919 [1989]
Un hombre, el Capitán Darman, recibe el encargo de desplazarse a Madrid para matar a otro, un supuesto traidor a la causa del partido comunista (aunque no se cita por su nombre, la clave es evidente) en la resistencia interior al franquismo.
Suficiente para una historia de intriga, para un policiaco, para una novela de acción, pero Muñoz Molina no es un autor simple ni simplista (y cuidado: en este blog se defienden los géneros, de modo que esto no es un reproche hacia éstos; es, sencillamente, una constatación). Darman está cansado, no sólo por el episodio anterior de liquidación de un delator que tuvo que realizar, sino por los manierismos del partido, su secretismo, su ridícula trascendencia y su aparente inutilidad.
El supuesto traidor puede que no lo sea tanto, y que las pruebas que lo acusan sean más circunstanciales que reales. Se añade la aparición de una mujer, Rebeca Osorio, en todo parecida, incluso con el mismo nombre, a la mujer de ese primer delator liquidado. Y la presencia ominosa del comisario Ugarte, alguien a quien nadie ha visto jamás y que parece saberlo todo y verlo todo.
El estilo es el terreno de Muñoz Molina y este estilo es enormemente cinematográfico (no es que su novela sea cine; ¿quién se acuerda ya de la adaptación cinematográfica de Beltenebros?). Tanto que uno parece deambular en estas páginas por escenas que podrían ser de películas de Carol Reed, de Orson Welles sobre todo, de Alfred Hitchcock, del expresionismo alemán.
Enclavado todo en el Madrid gris del franquismo de los 60 pero llevado a un escenario surreal y orsonwelliano final, pero también con un ambiente reminiscente de la lucha clandestina antifranquista (y del cansancio y la derrota inherentes a ello, y notablemente inspirado en el Federico Sánchez de Jorfge Semprún), Muñoz Molina se ejercita en llevar la opresión y las obsesiones de los personajes al límite, hacia una conclusión en la que el deber y los ideales siempre son traicionados por el amor.
Introspectiva y multilineal, el autor juega con los géneros y las imágenes para forzar un cuadro de los derrotados, que son todos en mayor o menor medida; esa es la herencia de la guerra, la represión y la resistencia.
2 comentarios:
Vaya casualidad, es el último libro que he comentado en mi blog hace unos días, aunque tú lo has hecho de manera más profunda. Cierto, es un juego de espejos y un cuadro de derrotados.
Buen post.
Hola, Estonetes:
Tú lo has dicho, juego de espejos, y está muy bien visto. De hecho, la escena orsonwellesiana a la que me refiero es la de La Dama de Shangai, con sus espejos; la escena final de la novela me parecía un referente de esta película. Pero por descontado hay otros reflejos: Ugarte/Beltenebros, las dos liquidaciones, las dos Rebecas Osorios... y hasta las dos Españas (o hasta las tres, si tenemos en cuenta las dos interiores, la franquista y la resistente, y la exterior).
Gracias por el aporte (lo de los espejos lo has dicho tú, y bien dicho está) y por el comentario.
Un saludo!
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