El Percherón Mortal, de John Franklin Bardin
(The Deadly Percheron)
Eds. Versal, col.Meridianos
Barcelona, 1989 [1946]
La obra de John Franklin Bardin es de aquellas que provoca inquietud en el lector. No la frissance terrorífico ni la mueca de horror, sino la inquietud que surge cuando el mundo que nos rodea se nos hace incomprensible, pierde su coherencia y nos sumerge en la incertidumbre.
Un hombre con una flor de hibisco en el pelo se presenta en la consulta de un psiquiatra y le relata una serie de hechos extraños en su vida. Los últimos son que unos leprechauns le pagan sustanciosas cantidades de dinero cada día por hacer excentricidades, desde ponerse la flor en el pelo a ir por la calle repartiendo cuartos de dólar.
No, los psiquiatras no califican a la gente como “majaretas”, pero George Matthews sí está convencido de que se trata de un caso de alucinación. Una impresión que se desvanece cuando su paciente le lleva al bar donde se reúne con sus duendecillos y conoce a uno de ellos. Metido en una situación en la que empieza a dudar de su propia cordura, el enano Eustace encarga al paciente que lleve un percherón para entregarlo en mano en cierta dirección. Un hecho que se relacionará directamente con un asesinato. A partir de este momento, Matthews se verá inmerso en toda una serie de sucesos que escapan a su control y le introducirán en una pesadilla.
Hay novelas cuyo territorio coincide casi exactamente con el mapa, y por tanto son imposibles de reducir, de resumir. Esta es una de ellas, y todo lo que les he explicado no es sino el principio de una intriga feroz, narrada con gran estilo, ese que la mantiene en pie y en marcha y que produce esa sensación de inquietud en el lector.
Julian Symons ha dicho: «Bardin se adelantó a su tiempo. Su obra no pertenece al mundo de Agatha Christie, sino al de Patricia Highsmith o incluso al de Edgar Allan Poe». Falta la mención a Hitchcock, un director que se hubiera sentido muy a gusto con las tramas y el estilo visual y pesadillesco de Bardin. Pero no se puede ser reduccionista con este autor, porque no se parece a ningún otro.
La biografía de John Franklin Bardin es apasionante, y sería fácil, demasiado fácil, decir que escribió lo que escribió y cómo lo hizo por causa de sus circunstancias vitales. Demasiado elemental, todo ello, para comprender una obra que tiene entidad propia, por desgracia desaparecida de los estantes de nuestras librerías.
4 comentarios:
Si lucinación mi madre tiene una
alégria de venus se llama
es por la sifilis que tuvo de joven.
pero es una de las pocas locuras bonitas
Besos
Federica
Hola, Lluís:
En medio de la tormenta bloguera, jeje, aprovecho para recomendar tus lecturas errantes:
http://directorioblogscr.blogspot.com/2010/03/recomendaciones-de-blogs-4.html
Saludos
Hola, federica:
Gracias por el poema y por pasar.
Un saludo!
Hola, Asterión:
Siempre me emociona tu amabilidad para conmigo y este blog. Graciaas sinceras por los elogios y la inclusión en ese magnífico proyecto.
Y, respecto a la tormenta, siempre he dicho que en Hispanoamérica, culturalmente vuelan cuchillos; pero casi prefiero eso, el debate encendido, a la apatía y el todo es válido (que es hipócrita y falso, cómo no; por la espalda corre, no el cuchillo sino el veneno) que vivimos en España. Aunque, ciertamente, a veces me llama la atención la virulencia.
En cualquier caso, insisto, un gran proyecto. A ver si puedo pasar luego por ahí y dejar mi comentario de apoyo.
Un saludo!
Publicar un comentario