La Clau, de Junichiro Tanizaki

(Kagi)
eds. 62, col. El Balancí
Barcelona, 2002 [1956]

A sus treinta años de vida conyugal, una pareja escribe sus diarios respectivos con la peculiaridad de que ambos desean o estimulan que el otro los lea y así poder "conversar" sobre sus apetencias e incomprensiones sexuales.
Partiendo de estos textos, simultáneos pero que parecen tan separados como la propia pareja, Tanizaki traza en esta La Llave una novela diabólica.
Diabólica en su mismo planteamiento: esa imposibilidad de comunicación directa que lleva al subterfugio de la comunicación pseudoepistolar; diabólica en la creencia de que el ámbito privado mutuo será violado sistemáticamente por el otro; diabólica por la propia ficción que se nos representa de la estructura familiar y conyugal que nos dejan estos diarios. Diabólica hasta llegar a lo criminal.
Diabólica, como no podía ser menos en un escritor reflexivo, por la misma naturaleza de la narración puesto que, en efecto, aunque sean diarios íntimos, ¿pueden ser veraces?
Tanizaki efectúa una deconstrucción del matrimonio y de la sinceridad en él tan completa que el panorama no es desolador sino desolado. En el transcurso de la narración encontraremos la historia de una violación continua, no sólo sexual, sino de los individuos en todos los aspectos, en la que los celos o el deseo adúltero serán lo más suave anímicamente que suceda a los protagonistas.
Los escritores japoneses a veces dan la impresión de conocer a la perfección lo que constituye la pornografía sin caer jamás en los exabruptos y groserías de ésta. Porque lo que nos relata Tanizaki es una situación familiar tan extrema en su sordidez que no puede calificarse más que como pornográfica. Eso sí, escrita con una elegancia, una sensibilidad y una contención que no pueden sino ser arte narrativo. Pero la historia de esta pareja es tan terrible amorosa y psicológicamente que, sin siquiera tener necesidad de referirse al sexo, se puede describir como aberrante. Todos los implicados dicen amar, pero uno se pregunta si el amor es realmente eso que creen que es.
Pero si no lo es, ¿qué es entonces el amor?
Descarnada, desconcertante, profundísima, de una ironía terrible, Tanizaki ha escrito una obra maestra sobre las relaciones de pareja, una historia que nadie quisiera vivir pero que es posible reconocer en el mundo real.

Portada y sinopsis

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3 comentarios:

Ophir Alviárez dijo...

Lo más probable es que Tanizaki haya mirado a su alrededor y de él haya tomado referencias que se volvieron novela y ficción y algo de trama; la realidad siempre da para todo y para un poquito más...

Un abrazo,

Ophir

Veí de les Corts dijo...

Hola Lluís,
a mi los japoneses me traen por el camino de la amargura. Una amargura ciertamente agradable a fin de cuentas, ya que me incita a leer y a leer más autores y libros japoneses. El caso es que no puedo dejar de sorprenderme de esta misma sorpresa que me queda en el paladar en cada libro ingerido. Una sociedad cerrada en costumbres y tradiciones milenarias produce por otro lado una literatura que explora hasta el extremo las debilidades y capacidades del género humano. Una pornografía de los sentimientos, como el caso de Tanizaki.
Que si uno quiere meterse bien hondo entre las vísceras de la carne y la sangre, nada mejor que un Virgilio japonés para llevarte de la mano. Y que no se malentienda.
Siempre un placer

Lluís Salvador dijo...

Hola, Ophir:
Y tanto que sí. Porque uno (claro que siempre se puede caer en el tópico, desde la distancia y la diferencia de culturas) tiene la impresión de que la sociedad japonesa, tan educada, rígida y formal... en fin, que cuando una sociedad es tan voluntaria o involuntariamente represiva, las cosas acaban saliendo por algún lado. Y ese ámbito de escape suele ser el doméstico. Al fin y al cabo, la era victoriana creó la novela erótico/pornográfica victoriana...
De modo que es muy acertado lo que dices. Al fin y al cabo, el escritor habla de lo que conoce.
Un abrazo también para ti.
Saludos!

Hola, Veí:
Lo que dices tiene su explicación parcial en lo que le comentaba a Ophir antes. Cuando hablaba de esta pornografía de los sentimientos (bueno, el adjetivo lo has puesto tú, pero lo adopto con celeridad, por acertado) me refiero, a bote pronto, no sólo al Imperio de los Sentidos (que es una de las dos películas pornográficas que han merecido la calificación de "arte"), sino también a La Mujer de la Arena, y a buena parte de películas de los grandes maestros japoneses, donde se percibe esa tensión.
Es un mundo por descubrir, ciertamente, y en el que los occidentales vamos un poco a tientas.
Un saludo!