Història Bruta, de Eric Ambler

(Dirty Story)
Eds. 62, col. Llibres a Mà
Barcelona, 1987 [1967]

Puestas las cosas en su sitio en los dos grandes del género de espionaje [véanse las anteriores reseñas dedicadas a Graham Greene y John Le Carré], es justo que comentemos un tercer escritor que cultivó el género con aprovechamiento, si bien no con tanta altura literaria.
Historia Sucia tal vez no sea la mejor obra de Eric Ambler (existe cierta unanimidad en que ésta es La Máscara de Dimitrios), pero sí es una novela que muestra las mejores cualidades de su autor en un tema que, por desgracia, parece ponerse de actualidad con una regularidad alarmante. Que una obra situada en 1967 parezca tener los mismos paradigmas africanos que hoy en día debería darnos algo que pensar.
En un primer capítulo demoledor, Ambler nos presenta por completo el retrato de su protagonista, Arthur Abdel Simpson: se trata de un buscavidas, un delincuente de poca monta, un personaje que se mueve en la gris frontera del engaño y la trampa, lo bastante prudente (o cobarde) como para no introducirse en el gran crimen, lo bastante marginal como para no poder mantenerse alejado de los trapicheos. Estos han acabado por hartar al gobierno británico, que le retira su pasaporte dejándolo convertido en un apátrida en la lista negra.
Será por esto que Simpson se verá abocado, tras diversas vicisitudes, a aceptar la oferta de convertirse en "agente de seguridad" por cuenta de una multinacional minera en un país africano imaginario.
La cuestión viene de la época colonial : la frontera entre dos países se trazó no siguiendo el curso de un río, sino que fue delimitada geográficamente por una línea recta. Muy útil para los cartógrafos, una complicación heredada en la geopolítica colonial. Poniendo un símil apropiado, la zona puede dibujarse así: $. La frontera colonial y real es la línea vertical. El curso del río, que hubiera debido ser la frontera natural, es la S. La parte a la izquierda de la línea vertical pertenece al país A; la de la derecha, al país B. El problema es que en la parte superior de la S se han descubierto unos depósitos de tierras raras, y se encuentran en territorio de A, donde pueden llegar a ser explotados por una empresa rival.
Las empresas, no hay ni que mencionarlo, son occidentales. Las tierras y los gobiernos, africanos. Lo que la multinacional pretende es una rectificación de fronteras mediante un golpe de mano llevado a cabo por soldados nativos con oficiales mercenarios blancos a sueldo de la empresa.
¿Puede ser que la competencia tenga sus propias fuerzas y un infiltrado en la fuerza agresora? No es de extrañar.
No les voy a detallar los acontecimientos. Ambler maneja el tema con gran ritmo y mano segura.
Hemos hablado algunas veces de textos y subtextos. Quienes quieran leer esta novela como una intriga o una aventura, quedarán satisfechos. Pero es también de agradecer que Eric Ambler maneje en su historia los pecados originales del colonialismo, el juego sucio del poscolonialismo y la muy puerca historia de los intereses económicos sin otra consideración. Estos temas están en la novela. Si quieren reflexionar sobre ellos y lo que sucede en estos momentos en el Congo (y lo que sucederá mañana en otro lugar), Ambler se los sirve en bandeja. Vieja o nueva, de todas maneras, sigue siendo una historia sucia.

btemplates

3 comentarios:

Bárbara dijo...

Hola Lluís, otro autor que reseñás y me resulta tan interesante como desconocido. Pensaba en un texto de E. Hobsbawm sobre el imperialismo mientras leía y, también, en lo que sigue sucediendo y que está muy bien sintetizado en tu frase "Las empresas, no hay ni que mencionarlo, son occidentales. Las tierras y los gobiernos, africanos." Evidentemente sólo se cambió la forma pero es, como bien decís, una historia sucia, puerca (me gusta más); me pongo a pensar en Botnia en Fray Bentos y tu frase nuevamente y así mil ejemplos más, lugares que las multinaciones eligen para producir más barato, en fin, una historia verdaderamente puerca.
Saludos.

Bárbara dijo...

"multinacionales". Palabras largas a la mañana: todo un problema. Saludos!

Lluís Salvador dijo...

Hola, Bárbara, gusto de tenerte de nuevo por aquí.
Primero, porque a veces se me olvida, gracias por tus aportaciones. Eric Hobswam es un "debe" en la historia de los imperios e imperialismos.
Respecto a África, algo sí ha cambiado respecto a 1967: donde en la novela y la época se empleaban cuadros de mercenarios blancos, ahora se usan los propios soldados africanos. Cuestión, como siempre, de coste/beneficio.
Y la historia de los intereses económicos es tan puerca que ya se ha llegado a pronunciar una nueva sentencia, desde hace algunos años: no importa lo que suceda, antes los padres confiaban en que sus hijos tendrían una vida un poco mejor. Ahora estamos ya todos seguros de que nuestros hijos la tendrán un poco peor.
Es como si alguien hubiera querido escribir nuevas estrofas a "Cambalache", referidas al siglo XXI. Ni Santos Discépolo podía imaginar a qué llegaríamos.
Un saludo!