El Duelo: un Relato Militar, de Joseph Conrad

Firma Invitada: DANIEL GONZÁLEZ MARTÍN

(The Duel)
Ed. Valdemar o Alianza Ed.
Madrid, 2005 o Madrid, 2008 [1908]

La relectura de este relato me sirve para reafirmarme en mi interpretación. No estoy totalmente de acuerdo con aquello que dice la sinopsis sobre "la evanescente naturaleza de la ofensa". No quiero ser contestatario ni corrector, y por encima de todo, deseo que mi opinión no parezca estrafalaria. Intentaré explicarme, pero no convencer.
No tengo ningún tipo de admiración hacia ningún militar, pero calificarlos a todos de mecánicamente temperamentales y de faltos de inteligencia emocional me parece un juicio apresurado. Se puede decir que son individuos marcadamente adoctrinados, de acuerdo. Pero puede ser que todos acabemos siendo algo corportativistas de alguna idea.
La historia de Armand D'Hubert me ha cautivado. Y afirmaría que ha sido gracias a la narrativa de Joseph Conrad.
Coincidía con una persona, no recuerdo quién, en que las historias de Conrad se podían resumir en un par de líneas. Veamos: Dos oficiales del ejército de Napoleón perpetúan durante (casi) toda su vida la resolución de un duelo fruto de una supuesta ofensa. Más o menos, así va la historia. Pero también coincidía en que eso no implicaba simplicidad en la trama ni en el desenlace.
D'Hubert tiene que arrestar a Feraud por haberse batido en duelo, algo no permitido por Napoleón en tiempo de guerra. Pero Feraud recibe como una ofensa imperdonable que la detención se intente realizar ante la bella Madame de Lionne y reta a D'Hubert a un duelo. Éste no soslaya la supuesta provocación, medio sorprendido por la situación, creyendo que Feraud es una persona visceral. Esta justa quedará pendiente durante largo tiempo, porque no es resuelta ni en el primer encuentro ni en los posteriores. Pero, ¿es la tozudez de ambos tenientes la que convierte esta disputa en irracional y tan duradera? Sí, pero no en la medida que podríamos pensar. Armand D'Hubert no quiere transigir ante Feraud. Él tiene razón, él es inocente, responderá más tarde a la pregunta de si se trata de una causa noble. (descubriremos también algo más tarde de Madame de Lionne es su hermana.) D'Hubert es mesurado, diligente, profesional, diríamos hoy. Pero no "siente los colores". O no tanto como Feraud, que no es menos diligente pero sí más impulsivo. Feraud acusará a D'Hubert de no amar al emperador. Y esta acusación será asumida por todo el mundo como cierta. Esto afectará al segundo, que ya no saludará como antes, quizá más desilusionado que dolido con su entorno, y dándose cuenta de que lo que necesitaría encontrar en ese momento es una mujer. Yo pienso que D'Hubert mantiene pendiente el duelo porque de esta manera es fiel a sí mismo, es congruente con sus convicciones. Otras cosas han cambiado, se han producido acontecimientos que han transformado irremediablemente el mundo. Nos queda ser fieles a nosotros mismos, preservar una manera de pensar que forma parte de nuestra identidad. El Barón llega incluso a interceder por Feraud para evitar que éste sea ejecutado por su fidelidad a Napoleón, ahora derrotado y prisionero. D'Hubert podría dejar de caminar al borde del abismo y dejar de exponer su vida. Pero no lo hace.
El Barón se promete con una joven, con la hermana como mediadora, de la que no espera otra cosa que un amor verdadero. Con este aire orgulloso y exigente hace hablar Conrad a D'Hubert al inicio del capítulo cuarto. Sostengo que es (sólo) para acentuar el giro conradiano del personaje, que se producirá en esta parte del relato. El final del duelo servirá no sólo para que el Barón se libere de la angustia que le producía la posibilidad de morir así. También le servirá, involuntariamente, para comprobar la sinceridad de los sentimientos de la muchacha (ésta se presentará de madrugada en casa del Barón con el objetivo de detenerlo).
No quiero explicar con detalle cómo se resuelve el duelo, me parece antipático explicar el final de una historia (he dado suficientes detalles, en todo caso). Por otro lado, creo que si hay finales que se pueden explicar sin destrozar la lectura éstos son los de las historias de Joseph Conrad, ya que su magia está en cómo están narradas y no tanto en cómo se resuelve el desenlace. El año pasado leí la traducción de Fernando Jadraque en Valdemar, y antes de realizar este escrito la de Arturo Agüero Herranz en Alianza. Esta es la interpretación que hago del relato, estos son los pensamientos que me ha provocado. Si han leído hasta aquí... Gracias.

© 2008, Daniel González Martín

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14 comentarios:

Lluís Salvador dijo...

Agradezco a Dani González el que inaugure, a mi requerimiento, la nómina de comentaristas invitados que, de tanto en tanto, harán mis funciones, seguramente con mayor acierto, como pueden haber leído.
Ser invitado a escribir aquí requiere unos pocos requisitos: por norma, en este blog se comentan libros que me gusten, de modo que tengo que conocer al esxcritor invitado y la obra tiene que gustarnos a ambos; tiene que demostrar pasión por la obra o el autor, y he conocido a pocas personas que pudieran ser más apasionadas que Dani respecto a Joseph Conrad; y tiene que tener discurso y algo que decir sobre la obra. Las tres condiciones se cumplen con creces.

Sólo decirles que El Duelo tuvo una versión fílmica, Los Duelistas, dirigida en 1977 por un Ridley Scott en ascenso, e interpretada por Keith Carradine (D'Hubert) y Harvey Keitel (Féraud).

Y que, después de que Dani me entregara su reseña, en una de esas situaciones serendípicas, descubrí la siguiente anécdota en el libro ¡Es la Guerra, de Jesús Hernández, Inédita Editores, Barcelona, 2005 (un libro que NO será reseñado en este blog): En el siglo XVIII, dos capitanes franceses, llamados La Fenestre y D'Agay, fueron enemigos irreconciliables durante 28 años, llegando a enfrentarse en duelo en siete ocasiones. No obstante, estos desafíos no acababan con la vida de ninguno de los dos. La rivalidad alcanzaría hasta el mismo momento de la muerte de uno de ellos. Durante la Batalla de Vellinghausen, el capitán La Fenestre recibió el impacto de una bala de cañón en la cabeza, destrozándosela. Uno de los fragmentos del cráneo saltó al ojo de D'Agay, que combatía junto a la Fenestre, dejándolo tuerto.

Conrad pudo o no tener conocimiento de la anécdota. No importa. La novela la aprovecha (o no) y va por otros derroteros. Pero es curioso como, a veces, la vida no imita al arte, sino que el arte imita a la naturaleza y construye una ficción sobre ella. En el caso de Conrad, estoy seguro que muy superior a la realidad.

Anónimo dijo...

Lluís, te me adelantaste con la mención de la película, que es excelente, igual que el relato. Una magnífica lectura del texto de parte de Scott, director lastimosamente tan irregular.

Y bueno, esto me lleva a la calidad de Conrad como una de los pocos ejemplos que es tan bien replicado en el cine, con "El corazón de las tinieblas"-"Apocalipsis ahora".

Debo aclarar que no soy partidario de juzgar un película con base en el libro, lo cual no solo me parece desacertado sino infértil. Son lenguajes diferentes, y lo que podemos hacer es constatar si un texto literario es bueno dentro del conjunto de los textos literarios, y lo mismo aplicaría para el texto cinematográfico.

Por cierto, en Wikipedia en inglés, en la entrada de la película "The duellists", se hace mención del supuesto "duelo real", con otros nombres.

Y bueno, aquí vale otra aclaración respecto de ese binomio realidad-ficción, también a propósito de lo que mencionabas: la realidad no existe fuera del lenguaje, por ende, tanto esa supuesta historia real como el libro no son otra cosa que historias, palabras.

Finalmente, gracias a Daniel por su comentario.

Saludos a ambos.

Daniel Gonzalez dijo...

Vaya, pues voy a empezar reconociendo que no he visto la película y también mi sorpresa en cuanto a quién es su director.

Estoy de acuerdo con Asterión en su opinión sobre la valoración de lo que son lenguajes diferentes (literario vs. cinematográfico) però se me ocurre inevitable ese juicio casi mecánico sobre en qué medida una película és una buena adaptación o no, sobre cómo de equilibrada es esa distància entre una narración (la literaria) y otra (la cinematográfica).

Pero en cambio, lo que Asterión afirma sobre la no existencia de la realidad fuera del lenguaje… Me gusta mucho, me provoca, en un sentido muy sano del término. Por un lado me cuesta aceptarlo. Probablemente tenga algo qué ver ello haber estudiado biologia y ser por tanto “de inercia empirista”. Pero con la boca pequeña voy a decir que las palabras son realidad. De mi lectura (tal vez muy personal) de “El duelo” digiero ràpidamente el valor histórico de lo que narra y me dedico a pacer con agrado y lentamente la historia entre los dos generales.

Conrad dice en una nota que aparece en ambas ediciones que “a mi juicio el relato no és más que una seria y sincera temptativa de ficción històrica” Hoy me atreveria a decirle que esto és lo que “menos bién” le ha quedado del relato, y que nos ha vuelto a deleitar con otra historia sobre las relaciones y sentimientos humanos.

Gràcies Lluís per la teva invitació al bloc, gracias Asterión por leer mi comentario. A los dos: un cordial saludo.

Lluís Salvador dijo...

Hola:
(Es una sensación nueva, esta de estar aquí hablando como un comentarista "normal").
Dani tiene razón en que el comentario de Asterión es un poco provocador. Lo que pasa es que a mí me gustan este tipo de provocaciones, que dan mucho juego. ¿Somos, es todo una ficción lingüística? Pues, teniendo en cuenta las transformaciones que han tenido en la realidad ciertas palabras (como "armas de destrucción masiva", si las había o no), podemos llegar a la conclusión de que las palabras conforman la realidad. Pero, también podemos pasar a verlo desde un punto de vista historicista, y en ese caso las palabras podrían estar en perpetua revisión, y con ellas el mundo.

De todas maneras, entre constructos como las mentiras políticas, o las leyendas urbanas (que son bastante pobres por lo general) y los de Conrad, me quedo con éstas (y con las de Cervantes, y las de...).
Pero tienes razón en el sentido de que el ser humano no ha hecho nada más que contar historias desde que el mundo es mundo. Y lo bueno es que, probablemente, no hay ninguna de ellas que sea cierta...

Es un debate apasionante, que nos llevaría horas (y volveríamos a tu estimado Eco, Asterión).
Un saludo!

Anónimo dijo...

Cuando hacía la comparación entre la literatura y otras "historias", la idea no era plantear que tuviesen el mismo nivel, más bien en eso compartimos, porque también me quedo con Conrad.

Lo que pretendía era más bien criticar la lectura de un texto a partir de la supuesta referencia, de la supuesta realidad.

Daniel Gonzalez dijo...

Por favor, que quede claro que lo único que hago es celebrar participar de éste tipo de provocación. Que nadie se sienta afectado ni tampoco mofique su discurso. Faltaría más!
;-)

Lo que decís me hace pensar en que ésa revisión no invalida un primer significado o éste significado acotado a una época o contexto. Entonces me "temo" que acabamos generando múltiples realidades... El tema és "demasiado" filosófico para mi.

Un agravio más, en mi caso: lo siento Asterión, apenas he leído Eco.

No voy de críptico por la vida, pero me doy cuenta de que no soy muy claro... Ayudadme por favor!

Saludos

Anónimo dijo...

Dani: no he modificado el discurso, solamente traté de explicarlo un poco más.

En todo caso, lo de provocar me encanta, y si los amigos se apuntan, el juego se pone entretenido, como este espacio que abrió Lluís y que vos has inaugurado con un gran texto.

Y no, nada más añadir que nadie se ha sentido afectado, jeje. Al contrario, me gusta mucho compartir en este blog y espero que sigamos "viéndonos" por aquí.

Saludos.

Lluís Salvador dijo...

Hola:
Si no conociera a ambos, hubiera tenido la tentación de poner paz... Pero, como ya he leído cosas de Asterión y escuchado argumentos de Dani, sé que el juego intelectual está más que justificado en el aspecto lúdico y no en el competitivo o el belicista (Y sólo faltaría que esto se convirtiera en un duelo, D'Hubert, Feraud :-) )
En trodo caso, me lo he pasado en grande, y espero que podamos seguir así.
Tienes toda la razón, Asterión, en lo que me dices. No por estar basado en un hecho real un texto adquiere más valor. Pero, psicológicamente, llama más la atención. Porque el ser humano se extasía en las casualidades o las rarezas (que, en algunos casos, no dudaría de calificar como pertenecientes a lo unheimlich, lo siniestro). De todas maneras, hay un punto curioso: Conrad desdeña (si es que realmente escuchó la anécdota, y tal como la he contado), la parte circunstancial, y se centra en las motivaciones, las pulsiones de ambos contendientes. Hace tiempo que digo que todo es cultura, y que todo puede ser literatura, pero buena literatura... ¡Ah! Esa es fruto de elecciones como las que realiza Conrad.
Un saludo!

Unknown dijo...

Magnífica reseña Dani. Un placer leerte y conocer de alguien tan experto las claves de Conrad. Saludos de una camarada,

Lluís Salvador dijo...

Hola, Susana:
Gracias en nombre del humilde huésped de este blog. Espero que el autor te las dé también.
Respecto a tus palabras, no sé si tomármelas a bien o a mal. A ver cómo hago ahora yo una reseña de otro Conrad... :)
En fin, es un placer tenerte por aquí. Bienvenida. Pasa cuando quieras y siéntete con toda libertad de comentar, sugerir o pedir. Esta es tu casa.
¡Un saludo!

Daniel Gonzalez dijo...

Hola Susana. Muchas gracias, celebro que te haya gustado. Y si eres quién sospecho, entonces debo decir que me alaga todavía más tú comentario, porque entonces tú también escribes. Lo dicen por ahí y no lo dudo.

En cualquier caso, voy a descubrirme. Uno de los motivos (entre otros muchos) por los que acepté hacer la propuesta de reseñar éste relato de Conrad es por el "epígrafe" que acompaña al título de éste blog. Y es que yo no soy nada más que un curioso y viciado por la lectura.

Un saludo muy fuerte. Hasta pronto
:-)

Daniel Gonzalez dijo...

Maldición! este Lluís ha cambiado el breve texto que habia bajo el título del blog...

Lluís, ponlo otra vez por favor
:-P

Lluís Salvador dijo...

Menos es más, Dani, menos es más... o la regla número trece de la buena escritura: suprima palabras inútiles.
El concepto, el de que el lector/crítico se enfrenta al texto directamente y de inmediato, me sigue gustando. Pero no cómo lo había expresado.
De modo que hasta que encuentre una buena fórmula, me conformaré con la esencia: comentarios sobre libros y literatura.
Errantes, por supuesto. En los dos sentidos.
Un saludo!

Daniel Gonzalez dijo...

Tomo nota del consejo. Como he dicho, són muchos los motivos que me animaron a aceptar tu propuesta. El texto que hacia referencia a los comentarios fruto de un "enfrentamiento" directo con la lectura me parecía una muy grata y amable invitación.
Un saludo.

[he eliminado el comentario anterior para corregir ortografía]