En las Antípodas, de Bill Bryson

(Down Under)
RBA Libros / Suma de Letras, col. Punto de Lectura
Madrid, 2002 [2000]

Bill Bryson es un tipo curioso. Es autor de un bestseller inesperado, Una Breve Historia de Casi Todo, inesperado porque no es usual que un libro sobre ciencia alcance las listas de superventas; ha escrito una de las más exactas biografías de Shakespeare, asunto doblemente meritorio porque consigue ser amena y clara con tan sólo lo que sabemos realmente sobre Shakespeare, que es poquísimo; ha escrito un libro que es una mirada a la América de su infancia y otro que es una mirada contrastada por su condición de americano "regresado" a su país tras dos décadas viviendo en Gran Bretaña. Pero su fama inicial la obtuvo gracias a sus libros de viajes.
Que no son guías, ni listas de imprescindibles, sino que siguen el modelo que Bruce Chatwin favoreció y que se ha convertido en un estándar de este tipo de literatura, como es el de combinar la experiencia personal al tiempo que se relaciona el territorio visitado con la pequeña y la gran historia del mismo.
En las Antípodas (un título puramente para España; cualquier otro país hispanohablante tiene sus antípodas en otra parte) trata de Australia, y resulta fascinante tanto por el país en sí como por cómo lo describe Bryson. «De vez en cuando [Australia] nos manda alguna cosa útil ─ópalos, lana merina, Errol Flynn, el bumerán─ pero nada de lo que no podamos prescindir. Más que nada, Australia no se porta mal. Es estable, pacífica y buena. No tiene golpes de estado, sobrepesca abusiva o simpáticos déspotas armados, no cultiva coca en cantidades provocativas ni se dedica a arrollar a otros de una forma presuntuosa o impresentable. Pero aun reconociéndolo, resulta curiosa nuestra falta de interés por los asuntos australianos. [...] En otras partes del mundo las noticias [sobre Australia] pueden ser más abundantes, pero con la diferencia, eso sí, de que nadie se las lee. A los australianos no les hace ninguna gracia que el mundo exterior les preste tan poca atención, y no puedo culparles. Es un país en el que suceden cosas interesantes, y muchas.»
Y a partir de aquí Bryson se dedica a contarnos no sólo las cosas que suceden en Australia, sino las que sucedieron. Y créanme, son interesantes. Tal vez por ser tan desconocida, Australia se nos descubre como una caja de sorpresas, un territorio en el que cada pedazo de tierra tiene una historia que contar. Sin embargo, no sólo estas historias componen el atractivo de este libro. Está además la propia experiencia de Bryson, su visión personal, sus charlas con la gente, su apreciación de extranjero y su contraste con la visión de los australianos. Eso hace una lectura divertidísima, sorprendente e instructiva. Pero, por mucho que Bryson tenga no poco mérito en ello, es la protagonista la que nos atrae, hasta tomarle auténtico cariño, y la protagonista es Australia.
«Australia es el sexto país más grande del mundo y la isla más extensa. Es la única isla que es al mismo tiempo un continente, y el único continente que también es un país. Fue el primer continente conquistado desde el mar, y el último. Es la única nación que empezó como una prisión.
»Es el hogar del ser vivo más grande de la Tierra, la Gran Barrera Australiana, y del monolito más famoso e impresionante, Ayers Rock (o Uluru, si utilizamos un nombre aborigen más respetuoso, y ahora oficial). Tiene más cosas que pueden matarte que ningún otro lugar. Las diez serpientes más venenosas del mundo son australianas. Estos cinco animales: la araña de tela de embudo, la medusa cofre, el pulpo de anillos azules, la garrapata paralizadora y el pez piedra son los más letales de su especie en el mundo. Es un país en que el gusano más peludo puede dejarte seco con su venenoso pinchazo, donde los moluscos no sólo pican sino que a veces te persiguen. Si recoges una inocua caracola de la playa de Queensland, como suelen hacer los incautos turistas, descubrirás que el animalito que hay dentro no es sólo sorprendentemente veloz e irritable, sino muy venenoso. Si no te pican ni muerden mortalmente de forma inesperada, se te puede zampar un tiburón o un cocodrilo, unas irresistibles corrientes te arrastrarán mar adentro o morirás implacablemente abrasado en el asfixiante outback. Es un lugar duro.
»Y antiguo. Hace 60 millones de años, desde la formación de la Gran Cordillera Divisoria, que Australia guarda silencio geológicamente hablando, lo que le ha permitido conservar muchas de las cosas más atávicas descubiertas en la Tierra. En un momento indeterminado de su remoto pasado ─quizá hace 45.000 años, quizá 60.000 pero sin duda antes de que hubiera humanos modernos en las Américas o en Europa─, fue invadida pacíficamente por unas gentes profundamente inescrutables, los aborígenes, que no tienen un parentesco racial o lingüístico claro con sus vecinos de la región, y cuya presencia en Australia puede explicarse sólo postulando que fueron quienes inventaron el oficio de la navegación oceánica al menos treinta mil años antes que nadie emprendiera otro éxodo, y después olvidaran o abandonaran casi todo lo que habían aprendido, pues pocas veces volvieron a hacerse a la mar.
»Es una gesta tan singular y extraordinaria, tan imposible de entender, que los libros de historia la ventilan en un par de párrafos, y pasan a la segunda invasión, más explicable: la que empieza con la llegada del capitán James Cook y su esforzada nave de la marina británica Endeavour a Botany Bay en 1770. No importa que el capitán Cook no descubriera Australia y que ni siquiera fuera capitán en el momento de su visita. Para casi todo el mundo, incluidos muchos australianos, es entonces cuando comienza la historia.
»El mundo que esos primeros caballeros ingleses descubrieron estaba curiosamente invertido ─las estaciones al revés, las constelaciones cabeza abajo─ y no se parecía a nada de lo que habían visto antes, ni siquiera en latitudes cercanas del Pacífico. Sus seres vivos parecían haber evolucionado sin haberse leído el manual. El más característico de ellos no corría, trotaba o galopaba, sino que daba saltos, como bota una pelota. El continente hervía de una vida inverosímil. [...]
»En resumen, no había otro lugar igual en el mundo y sigue sin haberlo. [...]
»Seguro que veis por donde voy. Este es un país que está al mismo tiempo asombrosamente vacío y sin embargo repleto de cosas interesantes, atávicas, cosas que no son fáciles de explicar. Cosas que todavía están por descubrir.
»Creedme, es un lugar muy interesante.»

Portada y sinopsis

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