The Whimper of Whipped Dogs, de Harlan Ellison

En The World Fantasy Awards, vol. 2
Doubleday, col. Science Fiction
Garden City (Nueva York), 1980 [1973]
Ed. de Stuart David Schiff y Fritz Leiber

En El Llanto de los Perros Apaleados aparece uno de los temas recurrentes en la ficción de Ellison: «El caso clásico en este país es Katherine Genovici, que fue asesinada a cuchilladas en Nueva York, mientras treinta y seis personas lo contemplaban. Y no fue rápidamente, sino que duró veinticinco, treinta y cinco o cuarenta minutos. Esa mujer se arrastraba de puerta en puerta y el hombre continuaba acuchillándola. Treinta y seis personas la contemplaban y ni una, ni una, llamó a la policía. Ni una trató de hacer algo. Creo que esto es horrible. Creo que no tiene parangón. Quiero decir que para mí, literalmente, está al mismo nivel que un Adolf Eichmann paleando seis millones de judíos en los hornos. Creo que surge del mismo lugar» [entrevista de Patrice Duvic a Harlan Ellison, revista Nueva Dimensión, nº 29, febrero de 1972].
Salvando las diferencias que el propio Ellison marca en la ficción (la víctima aquí se llama Leona Ciarelli; los espectadores son veintiséis), el relato se centra en una de estas personas que contemplan, entre paralizadas y fascinadas por el horror, un asesinato. Beth O'Neill, recién llegada a Nueva York, no es alguien indiferente al dolor ajeno, no es una espectadora culpable por omisión voluntaria de socorro. La visión del crimen la bloqueó, el recuerdo de ese asesinato la tortura, la incomoda.
Esa es la actitud normal de la práctica totalidad de las personas. Pero Ellison, que no duda de esa bondad primigenia, se interroga en cómo se puede abandonar para llegar a la indiferencia, a la asunción de la violencia, tanto la cotidiana como la extrema. Si bien el recurso sobrenatural de Ellison es decir que un nuevo dios se ha instalado en ciertos lugares, un dios que vive de la sangre y la violencia, que pervive y reina cuando sus adeptos se convencen de lo inevitable de su reinado, no se detiene en esta alegoría simplista. El venerar o no a un dios es cuestión de elección, no un proceso inevitable. De modo que por debajo de esta alegoría (que si se quedase ahí, o la manejaran manos menos hábiles que las de Ellison, sería burda), Harlan se centra en el proceso por el que esta naturalización de la violencia se filtra en el carácter de las personas.
La ciudad (todas partes, pero en las ciudades sobre todo) tiene su método de acumulación para convertir a sus habitantes a su credo. Puede empezar con la mala educación, con la falta de respeto, con la pequeña indiferencia. En palabras de Ellison, uno se abre a la ciudad, y la ciudad responde; y de mala manera. Y al final, casi sin darse cuenta, se acaba aceptando el postulado principal de ese credo: "mejor a él que a mí", con todos sus corolarios anejos.
Si les parece pesimista es porque lo es. Ellison tuvo una vida dura, muy dura, y vivió la calle intensa y violentamente, de modo que puede hablar con conocimiento de causa. Y por muy alegórico que sea el relato, su estilo no lo es. No es para corazones débiles, y las virtudes de Harlan, principalmente el tratar con toda potencia e intensidad lo más extremo, empleando una prosa enérgica, están en este relato.
Ellison nunca deja indiferente; sus relatos son potentes, comprometidos, originales, medidos e irreductibles. The Whimper of Whipped Dogs es uno de ellos.

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