El Film Noir: Una (in)definición
La etiqueta
hizo y sigue haciendo fortuna, pero aunque todo el mundo parece tener
una idea intuitiva de lo que es un film noir,
a la hora de la verdad no parece haber unos parámetros mínimos, ni
formales ni temáticos, que respalden esta definición. Hasta el
punto que un reputado crítico cinematográfico (Leonard Maltin), en
un extra de DVD, y más cargado de resignación que de otra cosa, no
pudo sino declarar: «El
film noir
es un estado de ánimo».
Una opinión que no es en absoluto descabellada, como veremos.
Lo
primero que hay que decir es que la expresión “film
noir”
es una etiqueta creada a posteriori. Nadie declaraba que estaba
rodando una película noir,
como podía en cambio decir sin temor que estaba filmando un western,
pongamos por caso. No, la expresión la establece un crítico francés
para referirse a cierto cine norteamericano de cierta época, y hace
fortuna tal cual, en su forma francesa, porque el “black
film”
designaba o podía designar otra cosa, más racial que no temática.
Entonces,
¿qué decían los Curtiz, Walsh, Huston, Hawks... que estaban
rodando? Pues melodramas; en algún caso, con la matización de
“melodrama criminal”, pero melodrama al fin. Y es bien cierto que
casi todo lo que denominamos film
noir
puede ser clasificado como melodrama, en su exageración de emociones
y situaciones, pero también lo es que no todos los melodramas son
noir,
ni todos los noir
son melodramas, sobre todo cuando se incorporan las técnicas de la
narración pseudo-documental. De manera que no está mal incorporar
como etiqueta el film
noir
puesto que, insisto, de manera intuitiva comprendemos que tiene
cierta identidad propia.
Por
desgracia, los críticos no se conforman con esto, y necesitan de una
semiología y una semiótica, unos límites precisos de definición.
Y aquí volvemos a tener problemas.
Hay
quien defiende que el film
noir
es en blanco y negro y sólo en blanco y negro. Claro está, entonces
hay que preguntarse qué hay que hacer con películas como Leave
Her to Heaven
o Niagara.
Las respuestas suelen ser tan fundamentalistas que resultan
sospechosas, de modo que permítanme que deseche este criterio sin
mayor discusión.
Hay
otros que trazan el film
noir
como un fenómeno puramente estadounidense y que nada producido fuera
de los USA tiene cabida en este género. Dejando aparte que los que
defienden esta postura incluyen en sus filmografías algunas
películas producidas en Canadá, lo cual indica una idea muy
peculiar de los Estados Unidos, cabe preguntarse si realmente es tan
característico este género como para no poder desplazarse fuera de
su territorio natal. En realidad, como veremos, el film
noir
es heredero y receptor de tendencias fílmicas europeas, y las
seguirá incorporando hasta su declive. Y películas como Quai
des Orfèvres,
de H.-G. Clouzot, o The
Fallen Idol,
de Carol Reed, por no hablar de El
Tercer Hombre,
del mismo Reed, no pueden sino calificarse, y con alta nota, como
noirs
de pleno derecho, de manera que creo que la definición nacional
podemos reducirla hasta hablar, si se quiere, de film
noir americano.
No
voy a entrar en el período, generalmente aceptado, de 1931-1960 (o
1930-1960, según los autores). Como todo lapso temporal fijo sólo
marca un inicio, un auge y un declive. No incluye predecesores ni
continuadores, que los hay, de modo que las fechas poco definen.
Ya
ven que estamos como al principio, pero tampoco es que las anteriores
definiciones hayan sido un prodigio de raciocinio y sistemática.
El
cine es un arte formal y plástico, de modo que el estilo tiene
que ser importante a la hora de determinar un “ismo” o
movimiento. ¿Cuáles son los elementos estilísticos visuales del
film noir?
-Uso
predominante del blanco y negro.
-Uso
del claroscuro (en particular, del oscurecimiento parcial del rostro,
algo inusual en el cine de la época).
-Uso
de las sombras como indicador narrativo o psicológico.
-Uso
del contrapicado, el gran angular y el “dutch angle” (un ángulo
de cámara, por ejemplo 45º, empleado para un encuadre de
significado especial).
-Uso
de reflejos en espejos o a través de objetos distorsionantes. (Y,
añado yo, presencia muy frecuente de fotografías o cuadros que
tienen significado narrativo.)
-Uso
del night-for-night, o noche natural, en lugar de la noche americana,
es decir, la rodada a través de filtros con luz diurna. Esta
característica se incorpora sobre todo con la tendencia
pseudo-documental del noir.
Por
fin tenemos algo concreto, y ciertamente los films
noirs
usan una gran parte de estos elementos estilísticos. Pero, si lo
miramos bien, ninguna de estas características es propia
del noir.
El chiaroscuro y el uso de sombras es del expresionismo alemán; hay
ejemplos de contrapicado, gran angular y escorzos en múltiples
películas anteriores; el uso de espejos o vidrios distorsionadores
es interesante, pero no marca en absoluto un estilo, aparte de que no
todos los noirs
los utilizan; y la noche natural es una preferencia que procede del
neorrealismo italiano.
En
realidad el problema es que el film
noir
no es un producto de creación consciente, sino que su forma visual y
narrativa es una acumulación de influencias que se van incorporando
porque resultan útiles para la expresión de lo que se narra. Así,
el film noir
es hijo del melodrama, pero incorpora técnicas expresionistas con
toda eficacia, así como el realismo poético francés (¿Qué es el
realismo poético? Buena pregunta, pero más fácil de responder: ese
movimiento fílmico que es “realista” porque, aunque rodado en
estudio, aspira a mostrar la miseria y pobreza de barrios, casas y
mobiliario en donde se desarrollan las historias de marginación que
narra, pero historias a las que se imbuye de un tono poético,
elevado y hasta trágico-épico; los estudios de Hollywood no
incorporaron la pobreza, por lo menos no con la intensidad europea, y
siempre tuvieron cierta abundancia de producción, pero sí el tono
poético de ese movimiento. De hecho, cuando el realismo poético
francés tocaba temas criminales, el resultado era tan indistinguible
del film noir
que se incluyen esas películas en el género sin mayor reparo, por
ejemplo, La Bête
Humaine,
de Jean Renoir). Cuando surgió el neorrealismo en Italia, el film
noir
lo incorporó como un valor documental destinado a proporcionar
“autenticidad” a lo narrado. Todas estas formas visuales se
agregan y se mantienen porque su utilidad es evidente y porque el
público las admite y comprende, y así van integrando un canon que
ciertamente da identidad pero no originalidad. El
Ángel Azul,
de von Sternberg, es un honroso predecesor, pero por mucho que tenga
muchas de estas características visuales, no puede considerarse como
un film noir.
Pero
el cine no sólo es un arte plástico, sino narrativo, y por tanto
también su narratividad es importante. Y en su narratividad el film
noir
tiene unos elementos indiscutibles:
-Uso
del flashback.
-Uso
de la voz en off.
-Narración
en primera persona.
Avanzamos
por terreno más seguro, aquí. Y es cierto que, nada más escuchar
al protagonista hablando en off y casi de inmediato introduciéndonos
con un fundido a una escena del pasado es una de las ocasiones en las
que nos es más fácil identificar por lo menos un cierto sentido
noir.
Aunque, claro, hay películas románticas cuya protagonista narra en
primera persona, usa la voz en off y se refiere de continuo a
flashbacks, pero aunque sea por acumulación ya vamos clarificando
ese “estado de ánimo”. Y es una de las razones por las que, aun
sin saberlo, contemplábamos un techno-noir
al ver Blade
Runner
(y porqué, cuando en el montaje del director, ese bluff
que cada vez es más evidente que es Ridley Scott suprime esa
narración en off, priva a la película del sabor que poseía
originalmente).
Como
ven, todos los elementos mencionados podrían dar como resultado una
buena película de amor o, para el caso, de piratas. Claro, falta la
trama. Y es que allá donde hay un crimen puede haber un film
noir.
¿Seguro? ¿Hercule Poirot o Sherlock Holmes protagonizan noirs?
No, por supuesto. Los detectives del noir
tienen que ser duros. Ese el prototipo de personaje central, el
detective privado hardboiled
involucrado en un asesinato.
La
primera sorpresa es que, si uno se detiene a contarlas, las películas
protagonizadas por detectives privados son minoritarias en el film
noir.
Cierto, tenemos detectives privados duros, pero también maridos
celosos, investigadores de seguros (una figura peculiar del noir),
escritores fracasados, abogados, alcaides, asesinos psicópatas,
atracadores, boxeadores, confidentes, criminales ocasionales, espías,
ex-combatientes, fiscales, gangsters, tahúres, pistoleros, presos,
testigos protegidos, periodistas, asesinos a sueldo, policías,
agentes federales, agentes del Tesoro; hasta agentes del departamento
de pesos y medidas.
Pero
también hay noirs
que tratan el mundo del boxeo, la corrupción política, la prensa
partidista o parcial, el mundo carcelario, etc.
Digamos
que no tiene que ser únicamente el crimen (o el gran crimen) el tema
del noir.
Declarar que trata de la marginalidad, de esos límites donde la
corrupción social o individual está muy cerca, sería más
adecuado.
La
trama es importante, pero ya vemos que no proporciona límites
precisos: además de lo ya citado, el noir
puede reflejar una investigación (de cualquier tipo, y Ciudadano
Kane
es un ejemplo claro), un atraco, una estafa, una conspiración, falsas
sospechas o acusaciones, falsas identidades, casos de amnesia (y es
sorprendente las veces que el noir
trató el tema), corrupción policial y otros que se me escapan.
Aparte
de los protagonistas citados el film
noir
tiene algunos característicos, siendo una de estas figuras la de la
femme fatale
y su variante más dulce, la aventurera (good-bad
girl,
la chica buena y mala). Para ejemplificar sus diferencias sólo
tienen que comparar a la muy fatale
Barbara Stanwyck de Perdición
con la mala pero buena Lauren Bacall de El
Sueño Eterno.
Claro que tampoco la femme
fatale
es invención del noir:
desde Mandrágora,
Lulú, o Lola-Lola, era ya una figura que campaba por el cine. Pero
es cierto que el noir
ha hecho uso intenso de ella (y yo incluiría al homme
fatale,
cuyo arquetipo sería Charles Foster Kane).
Algunos
autores también señalan como característico del noir
el uso intenso del cigarrillo, aunque no sé si, pongamos, el musical
hacía un menor uso de él, por lo que me parece una característica,
además de secundaria, dudosa.
El
entorno urbano (y la ciudad entendida como una especie de laberinto),
algo lógico, pero que deja fuera noirs
rurales como El
Bosque Petrificado,
El Extraño
de Welles, o El
Cartero siempre Llama Dos Veces,
de Tay Garnett.
Curiosamente,
el neo-noir
(un problema que trataremos más tarde) emplea con frecuencia el
desierto (en el fondo, el desierto es también un laberinto cuyos
caminos son invisibles y sus callejones sin salida infinitos).
La
presencia reiterada de bares, clubs nocturnos y salas de juego.
Bueno. No me parece significativo, pero admito que es así. Pero que
sea específico del noir...
Sin
embargo, algunos comentaristas inteligentes señalan como
característica del noir
sus protagonistas alienados y con amargura existencial. Ahí tenemos
una característica argumental firme. En efecto, por circunstancias
externas o psicológicas propias, la presencia de estos protagonistas
amargados es casi constante, y si bien no basta que exista uno de
ellos en una película para calificarla como noir,
sí que es uno de sus elementos determinantes. Y uno que nos lleva al
apartado más interesante de los intentos de definición del género:
el tono.
Se
defiende que el tono de un film
noir
debe ser necesariamente pesimista, ambiguo moralmente, cínico. Ese
cinismo, herencia de las grandes novelas negras de los años treinta
(y las no negras), se podría resumir en esa frase que dice que una
cosa es la ley y otra muy distinta la justicia, o incluso en la
quintaesenciada de que cuanto más corrupta es la sociedad, más lo
es el individuo.
Sí
es cierto que esta ambigüedad moral es constante. Fred MacMurray se
convierte en asesino con todos los pronunciamientos en Perdición,
pero el espectador, en el fondo, le tiene cierta lástima, cuando no
simpatía: sabemos que en el fondo es un desgraciado que ha sido
manipulado hasta convertirse en instrumento, no alguien con
“auténtica” vocación de matar. El Marlowe que infringe la ley
de continuo para proteger a un cliente es un héroe precisamente por
ello y porque entendemos que al final lo que le importa es la
justicia. Los perdedores de Atraco
Perfecto,
de Kubrick, resultan en parte patéticos, pero en muchas ocasiones
dignos de compasión. Pongan los ejemplos que gusten.
Aunque,
me apresuro a decir, es una ambigüedad moral que ya está presente
en el John Silver el Largo de La
Isla del Tesoro.
Contado
y debatido, el film
noir
es un conjunto de influencias, temas y estilos que se combinaron, en
todo o en parte, para formar un género fílmico, pero no existe una
lista de control con la que decir que a partir de cierto número
podemos hablar de noir.
Incluso lo más definitorio, la ambigüedad moral y los personajes
alienados o amargados existencialmente, que tienen que ser reforzados
por el estilo visual o la narratividad para ser realmente noir,
son más subjetivos que otra cosa, y todo ello viene a reforzar la
impresión de que, en el fondo, el film
noir
es un estado de ánimo.
Para
acabar de complicar las cosas, se ha creado el término neo-noir
(con sus subvariantes techno-noir,
retro-noir,
post-noir,
etc.), del que algún cineasta se ha quejado que se aplica a
cualquier cosa. Si no hay una definición clara para el noir
clásico, el neo-noir
sencillamente sólo se define temporalmente: es algo surgido después
del declive del noir.
¿Cuándo? En teoría a partir de 1960, aunque me resisto a decir que
À Bout de
Souffle,
de Godard, sea un neo-noir.
En cualquier caso es un noir
evolucionado gracias al genio de su autor. Si me lo preguntan les
responderé, muy intuitivamente, que para mí la primera película
neo-noir
sería Klute
(1971), de Alan J. Pakula, por su estilización de conceptos
tradicionalmente noir
hasta llevarlos a la modernidad, pero eso es opinable, y hay quien
dirá que es French
Connection,
del mismo 1971, Bonnie
and Clyde
(1967) o, como ha apuntado un estudioso, que el neo-noir
no surge hasta Reservoir
Dogs
(1992), de Quentin Tarantino.
¿Tiene
algunos elementos distintivos? Al parecer, no. Salvo lo ya apuntado
de la incorporación del desierto y de la violencia explícita (a lo
que yo añadiría que hay una tendencia a sustituir el claroscuro por
una luminosidad extrema, casi sobreexpuesta e hiriente, algo a
estudiar), tienen que tener cierto aire posmoderno, incluso cuando
son vintage.
Las filmografías neo-noir
son muy desconcertantes por su heterogeneidad, que incluye a Sin
City
o Batman Begins,
junto a American
Gangster
o L. A.
Confidential.
Para
terminar, déjenme ponerles unos ejemplos de lo que críticos y
estudiosos consideran film
noir,
y otros no.
Una
filmografía incluye a Rebeca,
de Hitchcock, pero no a Ciudadano
Kane
de Welles, pese a su blanco y negro, su claroscuro, sus contrapicados
y escorzos, su uso del flashback, el que se trate de una
investigación, la corrupción esté presente en toda la película,
sus protagonistas alienados, su homme
fatale
que es C. F. Kane, su cinismo pesimista y su ambigüedad moral.
Una
incluye Los
Pájaros,
de Hitchcock. Qué hay de noir
en esta película, se me escapa.
Todas
las filmografías que he encontrado incluyen La
Soga,
de Hitchcock, cosa que me parece llevar al noir
demasiado cerca del “asesinato de estudio” al estilo Agatha
Christie, aun cuando el tono de Hitchcock sea más sombrío, cómo
no. Pero ninguna filmografía incluye El
Salario del Miedo,
de Clouzot, aunque sí (como neo-noir)
su lamentable remake
Sorcerer.
Ninguna
filmografía incluye Tener
y No Tener,
de Howard Hawks, a pesar de sus personajes, si no marginales, sí
sólo un escalón por encima de la marginalidad; de que Bogart aporte
por sí el toque duro, y que Xavier Coma la reconozca como precedente
de muchos de los elementos que componen Cayo
Largo,
de Huston.
Ninguna
menciona Conspiración
de Silencio / Bad Day at Black Rock
(1955), de John Sturges. Es cierto que es en color y sucede en un
desierto (y así, tal vez sería un neo-noir
avant-la-lettre),
pero trata de una investigación, de una conspiración, hay policías
corruptos, una mínima femme
fatale,
y sus protagonistas no pueden estar más alienados, incluso el
amargado Spencer Tracy. Todavía más importante, la ambigüedad
moral es
el centro de esta película, y su conclusión, por mucho que Walter
Brennan crea que la condecoración puede ayudar a la regeneración
moral, es ciertamente pesimista: Tracy y los espectadores sabemos que
ese pequeño pueblo está ya condenado a desaparecer, por la
imposibilidad de sus vecinos de mirarse a la cara sin sentir
vergüenza.
Ya
lo ven, mi concepto del film
noir
incluye dos películas que ningún respetable estudioso considera
como tales y excluye un par que esos mismos críticos no discuten en
el canon. Y llego a esas conclusiones... bien, porque en el fondo
creo que esos filmes poseen o carecen de ese estado de ánimo, ese
sabor especial que tienen los noir.
De
manera que, si me aceptan el consejo, no se preocupen en demasía por
las definiciones o las taxonomías. Si consideran que una película
es un film noir
porque, por cualquier motivo, le trae resonancias de Perdición,
El Halcón
Maltés
o cualquier otra, llámenla noir
y dejen la discusión para los amigos que pregunten por qué. Si no
sirven para proporcionar una definición, todas las características
que he citado en este artículo valen para algo mejor: son útiles
para evocar una película o un momento fílmico. Eso es lo valioso.
Lo demás es teorizar, algo divertido a veces, pero menos
trascendente de lo que creen.
2 comentarios:
Señor Salvador, se le echa mucho de menos.
Interesantísimo. Es una pena que haya usted dejado de publicar con regularidad. Espero que se anime y vuelva a la carga.
Publicar un comentario