La Tercera Virgen, de Fred Vargas

(Dans les Bois Eternels)
Eds. Siruela, col. Nuevos Tiempos, serie Policiaca
Madrid, 20083 [2006]

En varias reseñas hemos insistido en la evolución que ha tenido la novela negra contemporánea europea, sobre todo la europea, con una imbricación progresiva en la sociedad que la rodea y sus problemas, con lo que, para ser buena, tiene que establecer un delicado equilibrio entre trama, personajes y crónica social. En esta novela, olvídense de ello.
Fred Vargas (que en realidad es la escritora Frédérique Vargas) se decanta por un modelo que, si bien no está caduco, sí que ha sido explotado hasta la saciedad, como es el whodunit, el "quién lo hizo". Por supuesto, para lograr cierta efectividad en este modelo, una de las características de su estructura es que tiene que basarse (muy tradicionalmente también) en las peculiaridades y tics de los protagonistas, siendo los ejemplos más claros Hércules Poirot, de Agatha Christie, y el comisario maigret, de Georges Simenon (Sherlock Holmes es un caso aparte, que trasciende, por elaboración, el puro tic para convertirse en arquetipo literario).
En cuanto a tics, Vargas los elabora tanto como para dar y vender, creando una comisaría que más parece sacada de aquella de El Tercer Policía, de Flann O'Brien, que de la vida real. He aquí una descripción de su personal hecha por la teniente Retancourt: «[el comisario] Adamsberg y su divagación inaccesible. Danglard y su erudición inmensa corriendo detrás del comisario para evitar que la nave zozobre en alta mar. Noël, huérfano y rayano en la brutalidad obtusa. Lamarre, tan cohibido que le cuesta mirar a los demás. Kernokian, que tiene miedo a la oscuridad y a los microbio. Voisenet, un peso pesado que corre a su zoología en cuanto volvemos la espalda. Justin el meticuloso, escrupuloso hasta la impotencia. Adamsberg sigue sin ser capaz de meterse en la cabeza quién es Voisenet y quién Justin, confunde completamente sus nombres, y ninguno de los dos se ofende. Froissy, sumida en la comida y las aflicciones. Estalère el devoto, a quien acabas de conocer. Mercadet, adepto de lo trágico, que posee cuatrocientos volúmenes de cuentos y leyendas. Yo, vaca polivalente del grupo, según Noël. ¿Qué has venido a hacer aquí, por el amor de Dios?» A quien se dirige esta pregunta es al Nuevo, Veyrenc, que tiene por costumbre hablar en versos alejandrinos.
Esto parece más una descripción de una comisaría de los Keystone Kops que de una unidad policial verosímil, y el hecho es que nada en esta novela rinde tributo a lo verosímil, y todo se pone al servicio de la trama y su resolución mediante estos tics incongruentes e inusuales.
Si lo que se busca es una versión de un crimen resuelto à la Maigret, o à la Poirot, la cosa funciona. De manera inverosímil, pero funciona. Como puro entretenimiento, Fred Vargas lo proporciona. Pero nada más.

Portada y sinopsis

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2 comentarios:

Germán Hernández dijo...

Me has dado una digna lección de novela negra...

Yo que me sentía díafano y seguro en ese genero...

Gracias por esta lección de humilidal mi siempre envidiable amigo

Lluís Salvador dijo...

Hola, Germán:
Vamos, vamos... ya será menos.
El caso es que esta reseña (inusualmente impaciente por mi parte, lo reconozco) proviene de una frustración: Fred Vargas escribe bien, es apta para inventar excentricidades y crear un mundo propio, y además es atractivo. Pero, entonces... ¿tanto costaba dotar a una novela de algo más que la resolución de un crimen? Porque si se derrochan recursos, ¿por qué no aplicarlos a algo con un poquito más de implicación y no sólo al mero artificio? Una lástima. Pero eso sí, entretiene un montón.
Y respecto a envidias, ya quisiera yo haber escrito cierto poema de un hombre de negocios que llega a tu casa. Como ves, perdura en la memoria. Eso, chico, eso tiene mucho mérito...
Un saludo cordial!