Tigre Blanco, de Aravind Adiga

(The White Tiger)
Ara Llibres/Amsterdam Llibres
Badalona (Barcelona), 2008 [2006]

Que el humor tiene una función reflexiva aparte de su objetivo primario, es evidente. Esta El Tigre Blanco es una de esas obras cuya función subyacente es descubrirnos las contradicciones ridículas de una sociedad hacia la que la mirada del mundo muestra una satisfacción miope y redimente cuando se centra en el progreso y suprime cualquier pregunta a cómo es posible que ese progreso extremo se haga entre una miseria económica y social que parece no importar nada a esos mismos observadores.
Esta novela toma la grotesca estructura de unas cartas que un empresario indio dirige al primer ministro chino, al parecer intrigado en cómo es que su pueblo no produce emprendedores y en cambio la India los tiene a patadas. Claro está que el protagonista, Balram, el Tigre Blanco del título, ha llegado a ser emprendedor de éxito gracias a una obtención de capital inicial de setecientas mil rupias mediante el proceso criminal de asesinar a su jefe y robarle esa cantidad destinada al soborno de un ministro. Procedimiento que, en el fondo, no es más criminal que toda la estructura empresarial-capitalista de la India, aunque ciertamente algo más grosero.
En estas cartas Balram desgranará su vida desde su nacimiento en un pueblo miserable hasta su establecimiento como empresario en bangalore. En una forma expresiva bien conocida, como es la del ingenuo buen salvaje, volteriana en suma, Adiga no sólo nos cuenta la historia de su protagonista sino, en su representación, nos descubre las características de la sociedad india. El hecho de hacerlo con tono humorístico no hace sino poner todavía más de relieve los absurdos y los engaños de esa sociedad.
Adiga lo que pone en cuestión es el inmenso engaño que representa el supuesto contrato social de esa sociedad. Esa relación paternalista entre los amos y los sirvientes, basada en la declaración de que si estos últimos "se portan bien" llegarán a ser "parte de la familia" y que, por supuesto, no quiere decir más que los amos tendrán criados que son poco más que esclavos y que a cambio, vivirán de las muy escasas migajas que sus amos quieran darles, algo que es mucho más que el común de la población india puede disfrutar. Y mucho menos de lo que un ser humano se merece. Por supuesto, nos dice Adiga, este contrato social está falsificado, porque nunca serán parte de esa familia, algo que horrorizaría a los amos.
Por tanto, cuando llega la escena del asesinato, no podemos sino simpatizar con Balram, que no se convierte en asesino, sino en revolucionario social. Aunque sea la revolución de un solo hombre.
«Un día fui un chófer que tenía un amo, pero ahora soy amo de chóferes. No los trato como a criados; yo no doy bofetadas, ni grito a nadie, y tampoco me burlo de ellos. No les insulto diciendo que son mi "familia". Ellos son mis empleados y yo soy su jefe, tan sencillo como esto.»
Ganadora del premio Booker, esta es una novela divertidísima con una gran carga detrás. Una carga de profundidad.

Portada y sinopsis

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4 comentarios:

Magda dijo...

Me dejó perpleja la dureza del relato, no tanto la física sino la mental, la humillación de ser tratado como imbéciles o como niños o como seres inferiores que nunca serán en ningún aspecto como los colonizadores...

Tremendo.

Lluís Salvador dijo...

Hola, Magda:
Ya digo que lleva una carga de profundidad. Y estos nuevos ricos que son los viejos ricos de siempre de la India (y que recogieron los despojos del poder colonial, sin duda) siguen siendo la auténtica población de la India para nosotros los occidentales, que parecemos creer, con esa frase "la India es un país de contrastes" (y que suena como si ese país y esa situación fuera un atractivo turístico adicional) que es un país donde hay ricos y pobres de una manera natural... Y nunca nos interrogamos sobre cómo se relacionan esos ricos y esos pobres. Adiga nos lo aclara muy bien. Como amos y criados (o menos que eso).
Un saludo!

Arturo López dijo...

Hola, Lluis.
Hace algunos meses leí esta obra, de Aravind Adiga y mis expectativas fueron, por mucho, defraudadas. Me pareció una narración sin fuerza y con situaciones que queriendo ser cómicas cayeron en lo grotesco. Quizá esperaba algo similar a lo que hizo Vikas Swarup con "¿Quieres ser millonario?" y me equivoqué. Más de una vez mi disciplina lectora (rara vez dejo un libro sin terminar) me impidió dejar la lectura inconclusa, pues nada se perdía.
Saludos de nuevo.
Arturo López.
Gdl, Mx.

Lluís Salvador dijo...

Hola, Arturo:
Tal vez me he equivocado al sugerir que lo divertido de esta novela pudiera asimilarse a una clase de humor "blanco", inocente, inglés al estilo de Evelyn Waugh, en lugar de recalcar que el humor que se encuentra en ella es más por la sátira feroz del desarrollismo indio y de los contrastes , ya no entre los marajás y el pueblo, sino entre los empresarios y el pueblo, entre otras cosas. Cierto que es grotesco, pero en este caso es un calificativo que encuentro apropiado e incluso elogioso. La situación de partida es grotesca, las situaciones que se dan en la novela lo son; pero también lo son las situaciones que, despojadas de su aparente normalidad, se dan en la vida real de la India. En Europa están llegando millonarios indios a comprar clubes de fútbol. Una excentricidad como otra. Sólo que la INdia no es precisamente el paraíso del balompié; el deporte nacional es el cricket. ¿Entonces? Adiga hubiera hecho una escena de esto, pero si lo miras, ese comportamiento (real) es tan grotesco como lo que hubiera podido contar. Lo que me atrajo de esta novela fue que mediante esta sátira ejercía una crítica feroz a unos fenómenos que deben dolerle en el alma. Desde el mismo título (que, aparte la historia justificativa que hay en la novela) evoca la calificación que se dio de esas potencias económicas asiáticas, India, Singapur, Hong-Kong, Tailandia, Corea del Sur... como "Tigres".
Pero bueno, entiendo que a cualquiera no le guste una determinada novela. Es privilegio de cada lector, faltaría más.
Un cordial saludo!