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A Christmas Game, de A. N. L. Munby

Es costumbre de este blog seguir la tradición inglesa (popularizada por Dickens, pero muy anterior a él) de explicar cuentos de fantasmas por Navidad.
Este año, les presento Un Juego de Navidad, de Alan Noel Latimer Munby, autor que se prodigó poco en el género, pero cuyas historias siempre causaron grata impresión entre los aficionados. Y autor que, por cierto, había nacido el día de Navidad.
Precisamente en esa fecha señalada, cuando la familia se reúne, un viejo conocido de la infancia del paterfamilias ha sido encontrado por éste por la calle e invitado a pasar las fechas de pascua. Todo transcurre agradablemente, salvo tal vez el hecho de que el invitado rehúya con sequedad el tema de Nueva Zelanda. En cualquier caso, y dejando aparte ese detalle, se comporta de forma agradable, e incluso entrando en el espíritu navideño.
Llegados los postres, la familia se dispone a realizar un viejo ritual navideño: justamente explicar una historia de terror (ya ven que no me invento las tradiciones), con las luces apagadas y una pantalla puesta frente al fuego del hogar; una tradición a la que siempre han añadido un juego (y que, por cierto, es corriente que se juegue en Norteamérica, pero por Halloween, o así lo cuentan Ray Bradbury y Stephen King): el describir un cuerpo, en este caso desmembrado, e ir pasando de mano en mano, a oscuras, objetos que recuerdan las diversas partes del cuerpo. Así, la "cabellera" es pasada en forma de tela lanuda, la lengua en forma de trozo de cuero relleno... y llega la hora de los ojos. Para este ritual, el hijo mayor, estudiante de medicina, se ha preparado bien, y tiene dispuestas dos uvas peladas, que intenta pasar a su comensal de la derecha, el invitado, y apesar de que este las rechaza en un principio, logra ponérselas en la mano.
El invitado reacciona de forma extemporánea: lanza un grito y, derribando la pantalla, lanza los dos "ojos" al fuego. Y entonces se derrumba en la silla, presa de un infarto.
Sólo que el hijo ha percibido un brillo peculiar en el fuego, y le ha parecido ver cómo se consumían dos globos oculares auténticos con su pupila y su iris.
El invitado es trasladado en estado grave a su habitación, y el hijo, agitado por las peripecias de la noche, pasea por la casa. Entonces ve una sombra que, a tientas, se acerca al hogar, tenuemente iluminado por las brasas, y busca desesperado entre las cenizas, dejando ir un grito de desolación y amargura, tras lo cual se incorpora y sale de la sala.
Unos minutos más tarde, el médico aparece para comunicar que el invitado ha muerto en el delirio, pidiendo que impidieran "que se acercase".
No es sino muchos años después cuando el narrador traba conocimiento con la historia de un funcionario público destinado a Nueva Zelanda, que habría sometido a tortura a un maorí, supuesto delincuente, para lograr que confesara, llegando a arrancarle los ojos. El hombre se probó inocente, pero el mal estaba hecho, las autoridades taparon el escándalo como pudieron y, como único castigo, se destinó de regreso a Inglaterra a ese funcionario. Y finaliza: «Pero aunque su castigo fuera leve a manos de los hombres, parece que finalmente fue llamado a rendir cuentas ante un tribunal diferente y más alto».
Feliz Navidad a todos.

En Christmas Ghosts
Robinson Publishing
Londres, 1987 [1949]

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El Príncipe de la Niebla, de Martin Mosebach

Lerner es un joven periodista, con ambiciones, al que su puesto en un periódico berlinés le viene pequeño, sobre todo porque sólo le encargan que cubra las noticias de incendios. Hasta que un día entra en su vida la señora Hanhaus, exuberante, vital, acostumbrada a imponer su voluntad al asalto.
Ella le convence, o más bien lo fuerza, a embarcarse en una aventura estrambótica: con el pretexto de buscar a un explorador polar perdido, el periódico le financiará una expedición, cuyo objetivo primordial, en cambio, será poner pie en la ártica Isla del Oso, posible depositaria de grandes depósitos de carbón de hulla, delimitar un perímetro y reivindicarla para el Imperio Alemán y, ya de paso, para la fantasma Sociedad de la Isla del Oso, formada por la señora Hanhaus y, posiblemente, por el joven Lerner, aunque de esto no puede estar seguro.
Semejante extravagancia, que al parecer está basada en un hecho real, le sirve a Mosebach para relatar, con fino humor, una historia demencial del aventurerismo colonial, que tanto rendimiento dio a los británicos; puesto que ellos (en uno de los mejores pasajes del libro) dominan esta clase de peripecias por el mundo, es necesario que los alemanes se trasladen al Ártico. Claro que en el Ártico están los rusos, concretamente un buque acorazado que llega poco después de que lo haga Lerner.
Las peripecias diplomáticas, empresariales y políticas de esta singular experiencia de colonialismo son narradas en el libro, pero sobre todo, lo que importa son dos personajes, uno mayor que la vida, la aventurera, estafadora y chantajista señora Hanhaus, y el joven Lerner, al que la vida parece empeñada en frustrar cualquiera de sus ilusiones y convertirlo en un fracasado, y que finalmente encontrará su lugar de la forma más inesperada.
La propia excentricidad de la empresa anima a seguir leyendo esta interesante novela, que sin embargo se encalla algo en su parte central; pero son sobretodo las desventuras de Lerner y el desparpajo y descaro de Hanhaus, una dama que jamás mira atrás en sus acciones, las que constituyen el patrimonio de un retrato de época perfectamente logrado, en el que lo colonial y exótico se aunaba con lo imperial y nacionalista. Sin perder nunca de vista el rendimiento económico, claro.
En suma, una novela agradable que trata un período poco habitual en la literatura y lo hace con humor y buen criterio.

(Der Nebelfürst)
Acantilado / Quaderns Crema, col. Narrativa
Barcelona, 2012 [2001]

Portada y sinopsis

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El Último Metro, de François Truffaut

SESIÓN MATINAL 

(Le Dernier Métro); 1980

Director: François Truffaut; Guión: François Truffaut, Suzanne Schiffman; Intérpretes: Catherine Deneuve (Marion Steiner), Gérard Depardieu (Bernard Granger), Jean Poiret (Jean-Loup Cottins), Heinz Bennent (Lucas Steiner); Dir. de fotografía: Néstor Almendros; Música: Georges Delerue; Dir. artística: Jean-Pierre Kohut Svelke; Montaje: Martine Barraque.

Como siempre que se trata de una película de Truffaut, el espectador se encuentra con una historia que puede seguir directamente, pero a la vez con toda una serie de símbolos inscritos en la historia, que hacen de la película una narración poliédrica, llena de significados que se multiplican en los símbolos de los personajes y sus situaciones.
Podríamos decir que ese teatro francés que sigue funcionando bajo la ocupación alemana es un símbolo de toda Francia, con sus aquiscencias con los ocupantes, su actividad subterránea y resistente, sus temores, su impresión de vivir al límite (y de ahí también una interpretación del título, más allá de la histórica de que o tomabas ese último metro o infringías el toque de queda), sus penurias y sus historias convulsas por la situación reinante.
También es un retrato y homenaje a la actividad teatral en la época de la ocupación, no en vano el filme está basado en parte en los recuerdos y memorias de Jean Gabin durante la época. Y cada personaje puede trazar una historia deiferente que tiene su pequeño o gran símbolo, sin olvidar con los temas recurrentes de Truffaut, como el triángulo amoroso, el teatro dentro del teatro, la necesidad de la tolerancia, y la brutalizada de la opresión.
No es una de las grandes películas de Truffaut, aunque decir esto cuando se habla, a mi juicio, del mejor cineasta europeo (no anglosajón, al menos) de la segunda mitad del siglo veinte es algo equívoco: una película floja de Truffaut es una obra maestra según los estándares que nos brindan otros directores. Pero aun sin ser de las grandes, es perfectamente reconocible como de su autor, y ciertamente es una película que da al espectador mucho más que el tiempo que ha empleado en verla, por lo que se hace absolutamente recomendable. Y, pequeño detalle pero importante, de entre la producción en color de Truffaut, es la mejor fotografiada, mérito de Néstor Almendros.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Maria Schneider en Hamburgo

Maria Schneider es considerada una de las mejores directoras de orquestas de jazz, sin distinción de sexos. Hace poco tuvimos oportunidad de escucharla en Barcelona, y el éxito fue espectacular.
Aquí la tenemos con una excelente big band, la NDR, Norddeutsche Rundfunk de Hamburgo, con la cual Maria ha trabajado para ofrecernos un programa enteramente dedicado a la figura de Gil Evans, tanto en la vertiente de compositor como en la de arreglista. Puesto que Schneider trabajó largos años como asistente musical de Evans, nadie mejor que ella para efectuar este homenaje.
Poco más hay que decir, cuando se unen una música tan bien hecha, unos músicos tan estupendos y una dirección extraordinariamente buena, llena de matices y que logra una interpretación perfecta. Escuchen y se convencerán. El programa se compone de las piezas: Gone; Yardbird Suite; Jambangle; Springsville; The Meaning of the Blues; Summertime; Bess Oh Where Is My Bess; Once Upon a Summertime; Waltz + Eleven; y My Ship.
Ya han visto lo bonito que suena, lo bien que tocan, lo perfecto de la coordinación de los músicos, lo sutil de los arreglos y la potencia de todo en su conjunto. Espero que hayan disfrutado de ello, y presten atención a los comentarios del Cifu.

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Periodismo en Tennessee, de Mark Twain

Uno de los padres fundadores de la literatura norteamericana moderna, Mark Twain fue también un humorista de mérito, tanto en su vertiente cómica sin más como en la vena satírica.
En el relato que hoy les presento, y que pueden leer en los enlaces que figuran al pie de esta reseña, nos encontramos a un periodista que, necesitado de reposo y tranquilidad, va a Tennessee para encontrarla. Nada más lejos de la realidad. Su primer trabajo, encontrar errores y omisiones en los periódicos hermanos, es denostado por su director. Los periódicos no son hermanos, sino enemigos. Y feroces, porque de inmediato se suceden una serie de atentados, duelos y peleas a cuchillo entre el director y miembros de la competencia o lectores descontentos con lo que se ha dicho en el periódico de ellos, incidentes en los que el que peor parado sale es nuestro joven reportero.
Aparte Bret Harte, que fue el padre de todos, los que llevaron la literatura y la sátira de esta época a su máxima expresión fueron Twain y Ambrose Bierce. En el relato que nos ocupa la sátira es feroz, y cabe preguntarse si, siendo como era Mark Twain periodista, es tan exagerada como parece de la realidad. Al fin y al cabo, tanto Bierce como Twain también empezaron a dar forma a la mitología del Salvaje Oeste, una mitología cruda, si se quiere, pero que tiene ciertas resonancias con la épica clásica, pero tampoco hay que olvidar que en la época el espíritu de frontera estaba muy presente, la cultura de las armas era universal y la ley era algo que se iba formando conforme llegaba la civilización. De manera que no sería de extrañar que, en un estado donde las pasiones siempre han figurado a flor de piel, los supuestos agravios sobre el papel se resolvieran de forma violenta.
En cualquier caso, y teniendo en cuenta estas connotaciones mitológicas del Oeste americano, y la importancia de la prensa local en la época (mito o no, la mayoría de westerns tienen en sus pueblos de mala muerte la oficina de un periódico local), se trata de uno de los relatos más satíricamente feroces de Twain, y uno de los más divertidos, una delicia para el lector, que puede disfrutarlo con plenitud viendo la escalada de violencia extemporánea que se desarrolla en sus páginas.

(Journalism in Tennessee)
En Entre la Frontera y el Patíbulo. Humoristas Norteamericanos
Ed. Tiempo Nuevo, col. Insignia
Caracas, 1972 [1871]

Texto en castellano de El Periodismo en Tennessee
Texto en inglés de Journalism in Tennessee

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La Civilización del Renacimiento en Europa 1450-1620, de John Hale

De vez en cuando, en la ensayística surge una obra tan clara, tan diáfana, tan espectacularmente fundamental que se convierte de inmediato en referencia. Es el caso de este ensayo histórico, y pocas veces he leído obras que puedan definirse a la vez como imprescindibles y deliciosas de leer.
Desde su inicio, "El Descubrimiento de Europa", el lector se apercibe de que el autor no habla del pasado de un continente. Lo que hizo el Renacimiento fue descubrirnos qué éramos respecto a nuestra civilización. Sin ser el único período fundamental (las épocas clásicas greco-romanas y la Revolución Francesa acuden con rapidez a la mente como conformadoras de un estilo de vida que constituye nuestra herencia cultural), sí fue el primero en el que definimos cuestiones como civilización y civilidad, más allá de la pertenencia a un país o una región; en suma, es la época en la que encontramos una serie de valores que perviven en nuestros tiempos y nos hacen europeos y por extensión y exportación, occidentales.
Lo que sorprenderá es que Hale no se limita a discursear sobre una serie de conceptos abstractos, por muy ciertos que sean. Una civilización se define por su pensamiento, pero éste no sirve para nada si no se traslada a la vida cotidiana, en lo que llamamos civilidad (y es la primera vez, con el surgimiento potente de una clase media, que asuntos como la civitas, lo civil y lo civilizado se unen), y Hale desciende a lo concreto con una naturalidad y lógica pasmosa. La dieta, la alfabetización y la valoración del libro y la cultura, los buenos modales, la evolución de la investigación científica, la prestigiación del comercio, la medicina y la enfermedad, el sexo, la guerra, la paz, la visión del mundo, la aparición del turismo, la recuperación de valores clásicos y su evolución, los cambios de relación interclasista, los nuevos pactos sociales, los festejos, la religión (en una época que vio Reform y Contrarreforma), la mendicidad y la responsabilidad social, cualquier cosa que puedan imaginar la hallarán en este libro, que así se convierte en el mejor estudio de la vida cotidiana de la época, pero siempre viendo que estos usos y hábitos evolucionados conforman una sociedad que hereda conceptos, pero los renueva y transforma. Y en esa visión detallada nos podemos reconocer y contemplar, hallando más similitudes que diferencias. Hale bien puede proclamar: «Cualquiera que sea la forma en la que la posterioridad describa a este siglo y medio, bien de forma selectiva, como "el Renacimiento", bien con la fórmula genérica y neutral de la "fase inicial de la Edad Moderna" de la historia europea, para sus contemporáneos era, en suma, y por supuesto, "nuestra época"». Y también la nuestra, podría añadir sin equivocarse.
Quiero destacar que es un libro apasionante. La forma en la que está escrito lleva al lector de un tema a otro no sólo con esa fórmula a menudo denostada de la "amenidad", sino con el auténtico interés y la naturalidad y suavidad que sólo posee un discurso bien estructurado, claro e inteligible. Constantemente recurriendo a detalles pictóricos e iconográficos, los hombres y mujeres, las costumbres y la vida de estos europeos renacentistas se vuelven vivas ante nuestros ojos, en lo que podemos calificar de auténtica inmersión en la época.
No aparecen a menudo obras como esta, y de ahí que los historiadores la hayan calificado como excepcional. Pero, dentro de su especial significación y claridad de mente, hay que destacar que nadie puede tomar el modelo de este libro y escribir sobre este u otro tema sin más. Llegar a esta obra maestra llevó toda una vida de investigación y erudición a John Hale (murió en 1999, tres años después de la publicación de este libro). Una vida excepcionalmente bien empleada, y que por fortuna podemos disfrutar en un legado brillante como es La Civilización del Renacimiento en Europa.

(The Civilization of Europe in the Renaissance)
Crítica / Grijalbo Mondadori, Serie Mayor
Barcelona, 1996 [1993]


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La Decisió de Brandes, de Eduard Márquez

En La Decisión de Brandes, tras ser expuesto como pintor de "arte degenerado", y en su autoexilio en París, Brandes (una especie de alter ego de Georges Braque) recibe la visita de uno de los conquistadores alemanes de Francia, un auxiliar del mariscal hermann Göring, quien le propone ni más ni menos que un chantaje: «Tú eliges. Recuperar tus cuadros y tus trastos a cambio del Cranach. Tú eliges».
Porque Brandes es poseedor de un Lucas Cranach, y Hermann Göring es un reputado "coleccionista" de arte clásico, que consigue sin reparar en los métodos empleados.
Así empieza esta novela que es un cúmulo de cosas. Narrada como un monólogo interior por un Brandes a punto de morir, se compone de una serie de continuos flashbacks en los que el pintor rememora toda su vida, las influencias paternas, las mujeres que han pasado por su vida, el arte, la política y la historia, todos los elementos que, de una u otra manera, le hicieron el hombre y el artista que fue y que es, y siempre volviendo al eje sobre el que gira la historia, ese "tú eliges" que parece el resumen de una vida, el punto dentral de una persona que se vio forzada a escoger entre conservar una valiosa posesión o recuperar su obra, que es como decir su vida pasada.
En este trayecto intelectual y emocional, en el que no hay sino recuerdos (y la respuesta a ese dilema, que se da en las últimas páginas del libro), no es sino un continuo recorrido por la ética del artista, por lo que es un ser humano, y la llegada al punto esencial del mismo, aquel en el que debe negarse a ser arrebatado de su dignidad, el último ápice que le queda y que es lo que le hace ser Brandes, o someterse al capricho del poder y, recuperando su obra, perder todo lo demás.
Ese es el punto central, el plantearse dónde reside el último átomo del individuo, dónde se sitúa la residencia final, ese castillo interior, cuál es la finalidad del artista y lo que debe ser en su obra y sin ella.
Si ese Cranach existió o no en la realidad, es indiferente. La historia surge, verosímil, de un cúmulo de experiencias que sí sucedieron durante el nazismo. Expolios en forma de boteines de guerra, saquesos de museos y galerías, intimidación a marchantes y artistas, falsas compras o robos muy reales efectuados a gente vulnerable, judíos, católicos, izquierdistas, todos aquellos que tuvieran algo que el poder deseaba a cambio de una promesa de supervivencia que, en muchos casos, se probó falsa.
Hace años que Eduard Márquez se ha consolidado como uno de los mejores valores de las narrativas española y catalana. Siempre preocupado por esa frágil estructura que llamamos ser humano y que tan a menudo la sociedad o los individuos se afanan en destruir, La Decisión de Brandes es una historia introspectiva que nos interroga sobre el punto de nuestra última resistencia, sobre el límite en el que, como Bartleby, nuestra respuesta sería el "preferiría no hacerlo", ese punto en el que se sitúa nustra dignidad.

Ed. Empúries, col. Narrativa
Barcelona, 2006 [2005]

Existe edición castellana publicada por Alianza Editorial

Portada y sinopsis de la edición castellana
Portada i sinopsi de l'edició catalana

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The Commitments, de Alan Parker

SESIÓN MATINAL 

(The Commitments); 1991

Director: Alan Parker; Guión: Dick Clement, Ian La Fresnais, Marc Abraham, basado en la novela de Roddy Doyle; Intérpretes: Robert Arkins (Jimmy Rabbitte), Michael Aherne (Steven Clifford), Angeline Ball (Imelda Quirke), Maria Doyle (Natalie Murphy), Dave Finnegan (Mickah Wallace), Bronagh Gallagher (Bernie McGloughlin), Félim Gormley (Dean Fay), Glen Hansard (Outspan Foster), Dick Massey (Bill Mooney), Johnny Murphy (Joey "The Lips" Fagan), Kenneth McCluskey (Derek Scully), Andrew Strong (Deco Cuffe); Dir. de fotografía: Gale Tattersall; Diseño de producción: Brian Morris; Montaje: Gerry Hambling.

Esta es la historia de un muchacho que quiere montar una banda de soul en pleno Dublín. La premisa es sencilla: los irlandeses son los negros de Europa, de manera que bien pueden interpretar el soul tan bien como los negros de América. Y así, logra reunir a un grupo heterogéneo, que, a trancas y barrancas, empieza a funcionar... y no lo hacen nada mal.
Digamos para empezar que a quien le guste la música soul, esta película le encantará, entre otras cosas porque sin música la película no funcionaría, y sin buena música lo dirícilmente lo haría. Pero en cuanto al resto de elementos cinematográficos, el filme tiene un adecuado sentido del humor, buenos personajes, una historia breve que contar, mucha música con mucho sentimiento, y una aguda y certera mirada sobre una Irlanda en crisis económica; no esperen encontrarse aquí el Dublín turístico, sino el suburbial y el del desempleo y la cuasimarginación.
Todo esto hace una película apreciable, entretenida, divertida a ratos, ingeniosa en otros, interesante siempre y que es una delicia de escuchar, pero siempre tendré la sensación de que podía haber aspirado a algo más, y que tal vez esta falta de ambición es lo que impide que este filme sea totalmente redondo. Lo cual no es óbice para que no sea una película más que apreciable que merece quedar en las filmografías, lo cual en los tiempos que corren ya es mucho. Pero el tiempo podría haberse empleado en precisar la psicología de los personajes y ahondar en la Irlanda de la época, por ejemplo.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Dizzy Gillespie en la Sala Pleyel

No creo que haya que presentar a uno de los mayores genios del jazz moderno, además de un trompetista que todavía no ha tenido igual; otros tendrán técnica, improvisación, lo que quieran, pero Gillespie, junto con Charlie Parker, había puesto las bases de un nuevo idioma jazzístico que dominaba a la perfección; si a eso añadimos el dominio del instrumento, tendremos a un músico de ideas siempre renovadas que se mueve en territorio propio y que puede hacer con la música lo que le dé la gana y hacerlo siempre magistralmente bien.
En la Salle Pleyel, acompañado por unos músicos de marca mayor, tendremos un concierto de esos que dejan huella. Bill Graham al saxo barítono, el estupendo y malogrado pianista Wade Legge, Lou Hackney al contrabajo, Al Jones a la batería y el habitual Joe Carroll al vocal acompañan a un Gillespie pletórico de recursos y de ideas en esta actuación, en la que, como no podía ser de otra manera, no faltarán los toques de un gamberrismo simpático, cercano a la iconoclastia, que Gillespie gustaba de ejercer en escena... menos, como dice el Cifu, cuando se trataba de tocar. La música era sagrada. Pero se podía bromear a su alrededor. Y yo se lo agradezco, francamente. El jazz siempre ha sido una música que tiene el buen humor como uno de sus componentes esenciales.
Escucharemos, para empezar, The Champ, muy enérgico y con Gillespie marcando estilo a la trompeta y a dúo vocal con Carroll; Good Bait, a buen ritmo, un tema pegadizo pasado al be bop, y que en esta ocasión tiene grandes solos de Graham y Hackney; Swing Low, Sweet Cadillac, esa humorada de Gillespie que retraza el Swing Low, Sweet Chariot convirtiendo el carro en un automóvil más que apropiado para ir al paraíso; Oh Lady Be Good, con vocal de Joe Carroll; My Man, esa canción de Mistinguette pasada al jazz por muchos, entre los que se cuenta Dizzy con una gran interpretación; I've Got the Bluest Blues, con vocal de Joe Carroll; Y Birks' Works; pero sigan leyendo y escuchando.

En esta segunda parte retomamos el Birks' Works, donde Dizzy toma la trompeta con sordina y está genial, además de tener este tema un buen solo de Graham; Ooh-Shoo-Be-Doo-Bee, a dúo vocal de Dizzy y Carroll, el epítome de las onomatopeyas scat que Gillespie trajo al be bop; el clásico They Can't Take that Away from Me; una sorpresa, cuando Gillespie hace subir al escenario a Sarah Vaughan para que cante un precioso Embraceable You; Wade Legge tendrá su momento de gloria con el tema Play Fiddle Play; volvemos a los sones clásicos pero pasados al bop con I Can't Get Started; un tema que ya ha quedado en los anales del jazz por su mezcla de sones afrocubanos y bop, Tin Tin Deo; la genial On the Sunnyside of Street en una versión magistral y desenfadada de Dizzy y Carroll; e, incompleta, School Days, una canción compuesta combinando todas las nursery rhymes, las canciones de parvulario anglosajonas, que se les puedan ocurrir.
En suma, un concierto magistral y delicioso. Atentos a los comentarios del Cifu, y que lo disfruten.

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Un Regalo de la Tierra, de Fredric Brown

Fredric Brown fue un autor polifacético, muy apreciado por los lectores de novela policíaca, en la que destacó por su originalidad y humor. Pero en el campo de ciencia ficción, en el que sólo escribió unas pocas novelas, sobre todo es recordado como autor de "cuentos de choque", relatos cortos y ultracortos con final sorprendente, a veces humorístico y a veces trágico. Era una especialidad en la que alcanzó una grandísima altura, y pocos autores pudieron emularlo.
Uno de esos relatos es el que traemos hoy, y que pueden leer en los enlaces al pie de esta reseña.
Cometar un relato ultracorto es algo cercano a lo ridículo, y muchas veces desemboca en un comentario más largo que la obra comentada. Pero déjenme hacer dos apreciaciones; la primera es que la traducción del título al castellano no es muy buena: el original es más bien "Terrestres Portadores de Presentes", que remite a los griegos portadores de presentes como el caballo de Troya (ya saben, aquello del timeo danaos et dona ferentes), y se ajusta más al espíritu del cuento. Y la segunda, y les ruego la lean después de pasar por el relato, es que tanto rusos como americanos hicieron planes para detonar un artefacto nuclear en la Luna, por razones de investigación científica y propagandísticas dentro de la batalla espacial que era parte de la Guerra Fría. En cualquier caso, tanto unos como otros se cansaron de estudiar la sismología de la Luna impactando todo tipo de cacharros sobre su superficie; los estadounidenses, a partir de la misión Apolo XIII, regularmente estrellaron una fase del cohete Saturno en la superficie lunar. Pero todo eso quedaba o en secreto o en el futuro. Fredric Brown, que al parecer nos conocía muy bien, supo captar la esencia del asunto con toda brevedad. Que disfruten del relato.

(Earthmen Bearing Gifts)
En Los Mejores Relatos de Ciencia Ficción
Ed. Bruguera, col. Libro Amigo
Barcelona, 19678 [1960]

Texto en castellano de Un Regalo de la Tierra
Texto en inglés de Earthmen Bearing Gifts

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La Promesa de Kamil Modráček, de Jiří Kratochvil

Tenía muchas, muchísimas ganas de leer algo de Jiří Kratochvil. Su nombre venía sonando por los mentideros literarios de Europa como el de un autor original, irreductible, comprometido con una forma literaria cómplice con el lector pero que no desdeñaba la experimentalidad, feroz defensor de la libertad del individuo. Y además es checo. Esto no es una boutade. Los escritores checos tienen una literatura de altísima calidad en la que mirarse, tanto Kafka, Hasek, Seifert, Hrubín, Kubin, Miroslav Holub, Kundera, Klima o Hrabal, entre muchos; y esa literatura ha estado siempre a la vanguardia de las vanguardias, temática y formalmente.
De modo que he leído con gusto La Promesa de Kamil Modracek (el título original es simplemente La Promesa),y no he quedado defraudado.
A principios de los años cincuenta, en la ciudad de Brno, el arquitecto Kamil Modracek es interrogado con insistencia y regularidad por un teniente de la policía de seguridad, el equivalente a la policía política. Tal vez sea porqueModracek, en época del Protectorado nazi de Bohemia y Moravia, se avino, para salvar la vida de su hermana, a construir una mansión para un jerarca alemán, mansión cuya planta tenía forma de esvástica. Tal vez sea porque su hermana es pintora que no se rige por los preceptos del realismo socialista. Tal vez porque es vecino de alguien sospechoso. O por divertirse. De hecho, una de las preguntas recurrentes es cómo, siendo arquitecto, vive en un piso de mala muerte mientras el resto de sus colegas tienen mansiones más que decentes. En cualquier caso, los motivos de la policía política son inescrutables. Modracek se lo toma con filosofía, hasta que su hermana es arrestada y muerta en un interrogatorio (oficialmente, suicidada en su celda).
Entonces, Kamil se desborda. La desesperación y el odio se le acumulan, hasta que, inspirado por un relato de Vladimir Nabokov, que fue amigo de su padre ("Aquí se Habla Ruso"), y estimulado por el descubrimiento de un subterráneo desconocido en el subsuelo de su casa (un hecho cierto: Brno tiene una colección de sótanos, catacumbas y bodegas medievales que todavía no se ha acabado de determinar en su extensión y número), traza el plan de secuestrar al teniente de la policía de seguridad y mantenerlo en el subterráneo hasta que muera, en un cautiverio perpetuo, que es venganza pero a la vez demostración de superioridad moral, al no privarle de la vida. Pero, si ya esto puede resultar sorprendente, el plan se le va de las manos al arquitecto, con consecuencias inesperadas, y que sólo puedo recomendar que lean por sí mismos: hay trazados narrativos que es pecado descubrir, y los que suceden en esta novela entran dentro de esta categoría.
Estilísticamente, la novela es todo lo que se puede esperar de la fama de su autor y de la tradición literaria checa: múltiples puntos de vista, originalidad en los cambios de persona narrativa, técnicas de vanguardia que sin embargo no comprometen la legibilidad de la obra, dominio del espacio y el tiempo, historias dentro de la historia que, en apariencia, no tienen nada que ver con el tema principal pero que después se muestran relevantes, diálogo, infrecuente pero presente, con el lector y, sobre todo, gran característica checa, un sentido del humor muy fino, una ironía que pervade toda la obra y, al restar trascendencia a las palabras, se la da al mensaje de la novela.
Porque, además, esta novela tiene muchos niveles de significado. No sólo es un reflejo fiel de los primeros años del régimen soviético en Checoslovaquia, y una protesta en favor de las libertades perdidas; también es una metáfora sobre la sociedad checa que se enterró en los cimientos para resistir, construyendo cuando podía su propio castillo interior. También hay un alegato contra el utopismo, y por supuesto, hay un constante análisis de qué son los seres humanos y cómo las circunstancias los transforman, y los límites que pueden tener en estas transformaciones.
Kratochvil es un escritor mayor. No de edad, sino en capacidad y ambición literaria. Si esta novela es una muestra, hay que recomendar que no se le pierda de vista, que sea leído. No todos los días se encuentran escritores que proporcionan obras de tanta altura.

(Slib)
Ed. Impedimenta
Madrid, 2013 [2009]
Traducción de Elena Buixaderas

Portada y sinopsis

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La Salud de los Enfermos, de Julio Cortázar

Cortázar siempre tuvo predilección por observar críticamente las convenciones sociales. En este cuento, que pueden leer en el enlace que figura al pie de esta reseña, nos encontramos con una familia que sufre una gran pérdida, la del joven Alejandro, y puesto que la matriarca de la familia está muy delicada de salud, y cualquier emoción fuerte podría tener resultados fatales, la familia en pleno decide ocultarle el fallecimiento.
Pero, ¿hasta cuándo? Porque alguna vez habrá que decírselo. Sin embargo, y por la salud de la madre, deciden prolongar la ficción, y se inventan una vida paralela de Alejandro, una en la que trabaja en el extranjero, escribe cartas a máquina y pone excusas para no poder venir de vacaciones a casa. Lo peculiar del caso es que la familia cada vez empieza a creer más en esta vida ficticia y, por ende, en la existencia de este fantasmal Alejandro. Y se deciden también a mantener la ficción con otros miembros de la familia que enferman y mueren.
Cuando llega el día en que la madre, afectada ya definitivamente por su enfermedad, agoniza, se descubre que ella es precisamente la que ha sabido que todo era una ficción. La última frase del relato sugiere que la ficción puede prolongarse mucho más allá, y que, de hecho, ya ha invadido las mentes de los involucrados como si fuera una realidad.
Cortázar no sólo desmenuza lo frágil (y ficticio) de las convenciones sociales. También nos presenta el caso de qué es aquello a lo que llamamos "realidad". La madre sabe, pero los familiares creen que las noticias reales podrían seguir matándola si se enterara de ellas. Por tanto, es preferible construir una (ir)realidad benéfica, pero que en realidad es más insidiosa que cualquier verdad; y que, a fuerza de repetirse, se vuelve más real que la muerte, ya lejana, de Alejandro.
Si queremos tomarlo desde el punto de vista del realismo mágico, este relato se adecúa perfectamente a ello. Pues, ¿podría ser que esa última carta de Alejandro no la hubiera escrito sino él? Es una posibilidad, aunque desmentida por el resto del cuento, pero que muestra las posibilidades de los niveles de realidad en la literatura, y la fuerza de la costumbre y las creencias.

En Los Relatos 1 Ritos
Alianza Ed., col. El Libro de Bolsillo
Madrid, 19763 [1966]

Publicado originalmente en Todos los Fuegos el Fuego

Texto en castellano de La Salud de los Enfermos

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Guerra y Paz, de King Vidor

SESIÓN MATINAL 

(War and Peace); 1956

Director: King Vidor, Mario Soldati (escenas de batalla); Guión: Bridget Boland, Robert Westerby, King Vidor, Mario Camerini, Ennio de Concini, Ivo Perelli, basado en la novela de León Tolstoi; Intérpretes: Audrey Hepburn (Natasha Rostova), Henry Fonda (Pierre Bezukhov), Mel Ferrer (Príncipe Andrei Bolkonsky), Herbert Lom (Napoleón), John Mills (Platón Karataev), Oscar Homolka (Mariscal Kutuzov), Wilfrid Lawson (Príncipe Bolkonsky), Vittorio Gassman (Anatol Kuragin), Anita Ekberg (Helene Kuragina), Helmut Dantine (Dolokhov), Milly Vitale (Lisa Bolkonskaya), Barry Jones (Príncipe Mikhail Andreevich Rostov); Dir. de fotografía: Jack Cardiff, Aldo Tonti (escenas de batalla); Música: Nino Rota; Dir. artística: Mario Chiari.

Lo mejor que se puede hacer con esta larga película (tres horas y pico) es, si no se ha leído la novela de Tolstoi, pensar que esto sólo va a ser un pálido resumen de lo que contiene el texto literario. Y si se ha leído, no realizar comparación alguna, y limitarse a ver las escenas cumbre como si fueran las láminas que acompañaran al libro. De todas maneras, la novela río de Tolstoi es imposible de llevar al cine (aunque algún día hablaremos de la versión de Sergei Bondarchuk, de ocho horas).
Ese es el principal inconveniente de esta película, y uno de los típicos jardines en los que Hollywood se metía con su manía de las superproducciones. El peso de la obra literaria es excesivo, sus personajes demasiado precisos y la trama demasiado coral como para resultar aceptable en una versión fílmica forzosamente reducida.
De manera que sólo queda admirar esas estampas magistralmente filmadas por Vidor y Cardiff (y, en las escenas de combates, por Soldati y Tonti, que también tienen su derecho al mérito), con una decoración y unos valores de producción (vestuario, mobiliario, ambientación...) enormes y acertados, y fijarse, si es que hay que hacerlo, en dos interpretaciones que destacan: la muy mimética de Herbert Lom como napoleón, y la muy sentida y tierna de Audrey Hepburn como Natasha.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Charlie Christian en el Minton's

Llegamos al final de las grabaciones en directo que en una carrera trágicamente corta realizó el guitarrista Charlie Christian. En estas sesiones celebradas en el Minton's y en otros clubes es cuando percibimos algo que tocando con el sexteto de Goodman se anticipaba ya: que la influencia de Christian en el lenguaje de la guitarra moderna y en el paso del jazz al be bop fue enorme, y que su influencia es perdurable incluso hoy.
No hay guitarrista moderno que no haya escuchado a Christian, forzosamente. No hay guitarrista moderno que no haya recibido influencia de él, poca o mucha. No hay guitarrista hoy día que no emplee alguno de sus recursos. Y todo ello lo hizo no sólo por la voluntad de experimentar, sino construyendo una música que en aquel entonces podía sonar extraña, pero era estimulante, bella, con un sonido redondo y con una técnica más allá de lo impecable.
En el MInton's, y acompañado por Joe Guy a la trompeta, Kenny Kersey (aunque hay muchas dudas razonables de que quien pudiera estar al piano fuera Thelonious Monk), Nick Fenton al contrabajo y Kenny Clarke a la batería, escucharemos Swing to Bop (Topsy) y Stompin' at the Savoy.
Con el grupo formado por Don Byas al saxo tenor, Joe Guy a la trompeta, un segundo trompetista que podía ser Charlie Shavers, y una rítmica desconocida, Honeysuckle Rose (Up On Teddy's Hill) y I Got Rhythm (en la que se ausenta Byas).
Escucharemos otra versión del I Got Rhythm interpretada en el Uptown House por Christian, Joe Guy a la trompeta, Don Byas al saxo tenor, Allen Tinney al piano, Ebenezer Paul al contrabajo y Taps Miller a la batería.
Y, con el añadido de Hot Lips Page a la trompeta y Rudy Williams al saxo alto, Stompin' at the Savoy.
Y de regreso al sexteto de Benny Goodman, y en el Madison Square Garden, los temas Benny's Bugle y Rose Room.
Presten atención a los comentarios del Cifu, y espero que disfruten de este guitarrista de sonido fresco, actual que, sin embargo fue el que lo instauró. 


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El Dedo Medio del Pie Derecho, de Ambrose Bierce

Uno de los relatos de terror más famosos de Ambrose Bierce, incluido en la mayoría de antologías del género y en todas las historias del mismo, posee las mejores características de la escritura de su autor: un fuerte enraizamiento en la realidad de su época, una amargura fundamental y un final sorprendente a pesar de que Bierce no se haya guardado ninguna carta en la manga.
El relato pueden ustedes leerlo en los enlaces que figuran al pie de esta reseña. En un pueblo del sudeste americano hay una casa conocida por estás hechizada. Con su humor habitual, Bierce nos informa que para probar que la casa está encantada sólo hay que verla y, con fina ironía, añade «que su dueño, el señor Manton, creyera conveniente una noche, diez años antes, levantarse de la cama, degollar a su mujer y a sus dos hijitos y mandarse mudar a otra región, ha contribuido sin duda a que la opinión pública considerara el lugar propicio a los fenómenos sobrenaturales».
Sin apenas respiro, el autor nos lleva a un duelo, pero de naturaleza muy peculiar; los dos contendientes, despojados de sus ropas y sin más arma que un cuchilllo de monte, serán introducidos en una casa a oscuras en plena noche por sus padrinos, los cuales se retirarán para que ambos puedan degollarse en la oscuridad con toda comodidad y sin interferencias. La casa en cuestón es la encantada del pueblo.
A partir de ahí nos encontramos con fragmentos de hechos, que apenas parecen tener conexión lógica entre ellos. Pero están conectados y de manera muy fuerte, y todo ello produce un final inesperado para todos y que, en contraste con el escepticismo del inicio del relato, entra totalmente en el terreno de lo sobrenatural.
Por su construcción, por su sorpresa, por el realismo de la época representada, pero también por las implicaciones sobrenaturales del relato, es uno de esos que merece ocupar el lugar de privilegio en la historia del cuento de terror.

(The Middle Toe of the Right Foot)
En Cuentos de Soldados y Civiles
Eds. Orión, col. Pruebas de Galera
Buenos Aires, 1975 [1891]
Traducción y prólogo de José Bianco

Texto en castellano de El Dedo Medio del Pie Derecho
Texto en inglés de The Middle Toe of the Right Foot

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El Cazador Sordo, de James McClure

Una de las ventajas que tiene el género negro es la de ser universal, lo cual nos permite visitar diversos países, pero sobre todo captar el clima moral de las sociedades que retrata.
En el caso de El Cazador Sordo, James McClure nos lleva a la república Sudafricana en pleno apartheid. Empezando porque sus protagonistas son inusuales, un teniente de policía de la imaginaria ciudad de Trekkersburgo y un sargento bantú, trabajando en pareja, con todo lo que ello comportaba en la época, el autor no se priva de darnos detalles de cómo el gobierno sudafricano ejercía su protectorado paternal sobre la población negra a su cargo. Hablaremos de ello más tarde.
En vísperas de Navidad, en plena ola de calor, un hombre es asesinado en su casa. Lo que parece un asesinato rutinario es complicado cuando el teniente Kramer, que no cae demasiado bien al coronel sustituto de la policía local,  es enviado a investigar un accidente de tráfico, con lo que el sargento Zondi queda al cargo de arrestar al criado negro que es el principal sospechoso. Se complica porque el propio Kramer empieza a encontrar discordancias entre su investigación y la que ha realizado, en apariencia con pocas gans, su sustituto enviado por el coronel. Y sospecha que hay algo más bajo este asunto. Y no sabe lo acertado que está.
Hay muchas cosas a destacar en esta novela. La primera y litararia, aunque también ideológica, es que el sargento Zondi no es una figura decorativa, una especie de Watson que se limita a admirar a su maestro. Es un investigador de primera marca, como demuestra en esta novela. Pero, ¿se le reconocerá alguna vez? No por los estamentos policiales, y sólo de forma privada por su superior el teniente Kramer. De otra manera, la carrera de Kramer estaría acabada.
Otros detalles son más de fondo, pero igualmente importantes. Todos conocemos qué fue el apartheid, a grandes rasgos. Pero los detalles del día a día son más difíciles de percibir, y en eso la novela policíaca es ideal, ya que se mueve en los ambientes más comunes con naturalidad. Y así, veremos no sólo las diferencias de trato, sino cómo el lenguaje es creado para responder a la discriminación. Y McClure, que emigró a Gran Bretaña, sin duda porque escribir lo que escribía podía ser tipificado como delito en Sudáfrica, no ahorra la descripción de los guetos negros, así como las políticas de reasentamiento gubernamentales, con demoliciones de casas y envío a lugares de suelo rocoso, donde nada puede crecer y, se supone, la población nativa perecerá por hambre y enfermedades, lo cul además reforzará la política gubernamental de hacer creer que los negros son un conjunto de vagos e inútiles.
Insistiré siempre en que la mejor novela negra es aquella que sirve para mostrar una sociedad en un momento dado, y es satisfactorio comprobar que esto ha sido entendido, consciente o incoscientemente, por sus autores. Nos brindan así un retrato de la vida cotidiana en una determinada época y situación que es tan útil como un  tratado sociológico. Es el caso de james McClure.

(The Gooseberry Fool) 
Reino de Cordelia
Madrid, 2013 [1974]
Serie Teniente Kramer y Sargento Zondi nº 3

Portada y sinopsis

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Un Fantasma Recorre Texas, de Fritz Leiber

Un título que evoca claramente el Manifiesto Comunista de Marx y Engels ("Un fantasma recorre Europa"), lo que hace Leiber con esta novela es una sátira de las revoluciones, del modo de vida americano, del racismo, del supremacismo y de todos los vicios de la sociedad norteamericana en genral, convulsa en aquel entonces por el asesinato de JFK y por unas tensiones que se mostraban en los movimientos por los derechos civiles, la psicosis nuclear y la refolucióncontracultural.
La ciencia-ficción es un género muy adecuado para esta clase de reflexiones realizadas en un espejo deformante, pero pocos tienen el valor de exagerar hasta el riesgo, y menos todavía de hacerlo con brillantez.
Fritz Leiber fue un gran maestro en todos los géneros del fantástico. Nacido en el seno de una familia de actores, actor él mismo al que se puede ver en papeles secundarios en las producciones clásicas de Hollywood (en Camille de 1936, con Greta Garbo), se carteó con Lovecraft y escribió algunos de los mejores relatos de terror postlovecraftianos, revolucionó y evolucionó la fantasía heroica con su serie sobre Fafhrd y el Ratonero Gris, y su labor en la ciencia ficción fue ingente y significativa; durante años, fue el autor más galardonado del género, algo que tiene poca importancia comparado con el respeto y la veneración que le mostraron tanto sus colegas como los lectores.
Poseedor de un sentido del humor ácido y eficaz, en esta Un Fantasma Recorre Texas lo deja en libertad de tal manera que no deja títere con cabeza. Nos encontramos en una Tierra después de la III Guerra Mundial, atómica, por supuesto, en la que Texas domina desde el canadá hasta Centroamérica. Existe un residual presidente de los Estados Unidos, una figura poco más que decorativa a la que se asesina con más o menos regularidad, mientras que quien gobierna de everdad es el gobernador de Texas, Texas, acompañado de los oligarcas del petróleo y la industria. Al respecto, ya desde los epígrafes del libro tenemos claro qué esperar de un régimen tejano: «El fin de la vida es la libertad. Los tejanos están autorizados para disfrutar de la libertad, para explotarla y manipularla, mientras los mexicanos, los indios y los negros ─todos los que tienen la tez oscura o un oscuro vacío en la cartera─ tienen el privilegio de servir a la libertad sin ponerle las manos encima».
A este mundo llega un actor procedente de la Luna, un mundo que rompió todo contacto con la Tierra hace más de cien años y quien, provisto de un exoesqueleto metálico (para soportar la elevada gravedad terrestre) que cubre con una capa negra, tiene todo el aspecto de ser El Esqueleto, El Fantasma, la Muerte Alta profetizada a los esclavos mexicanos como el líder y señal que los llevará a la liberación. Christopher Crockett la Cruz, el Espectro, se ve metido en medio de esta situación, que no es precisamente simpática: los tejanos lo quieren ver muerto, los líderes revolucionarios, una vez cumplido su papel catalizador, también, ya que un mártir siempre es útil y no estorba a la hora de detentar el poder.
En el transcurso de la novela, leiber lo satiriza absolutamente todo; desde la obsesión americana por los enormes pechos femeninos hasta el machismo mexicano, desde el creerse el centro del universo estadounidense expresado en términos de Texas (no se unió a los Estados Unidos; Texas se anexionó los USA fingiendo una incorporación, pero se mantuvo la ficción porque el público «jamás tuvo cerebros ni agallas») hasta la parafernalia de la lingüística revolucionaria.
En suma, Leiber se dedica a describirnos un mundo desquiciado que, modelado sobre una imagen precisa, no es sino el nuestro. Que lo haga a través de las aventuras de La Cruz no es prescindible (se trata de una novela, no de un panfleto), pero ciertamente la sátira y el humor son tan omnipresentes que el lector progresa a la espera de cuál será el próximo golpe a los establecido y al irracional comportamiento humano.

(A Spectre Is Haunting Texas)
Eds. Martínez Roca, col. Súper Ficción
Barcelona, 1977 [1968]


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La Caja de Música, de Costa-Gavras

SESIÓN MATINAL 

(The Music Box); 1989

Director: Costa-Gavras; Guión: Joe Eszterhas; Intérpretes: Jessica Lange (Ann Talbot), Armin Mueller-Stahl (Mike Laszlo), Frederick Forrest (Jack Burke), Donaldd Moffat (Harry Talbot), Lukas Haas (Mikey Talbot), Cheryl Lynn Bruce (Georgine Wheeler), J. S. Block (Juez Silver); Dir de fotografía: Patrick Blossier; Diseño de producción: Jeannine Oppewall; Música: Philippe Sarde.

Costa-Gavras, ese director que jamás ha renunciado a hacer del cine un instrumento de reivindicación y reflexión, pero que ha conseguido hacerlo sin caer en el tedio, el sectarismo o el panfleto, nos planteó con esta película un dilema que, por mucho que el filme tenga una conclusión, sigue sin resolverse.
En el Chicago de los años ochenta vive un buen padre de familia, retirado tras años de trabajo en una fábrica, un abuelo delicioso con su nieto, una persona querida por todos aquellos que la conocen, y por supuesto adorada por su hija. Pero un día, y producto del hallazgo de unos documentos en las Naciones Unidas, este padre ejemplar y ciudadano de pro parece ser el mismo Misha Laszlo que formó parte de los escuadrones de la muerte de los cruces flechadas, las unidades húngaras auxiliares de los nazis en la limpieza de judíos en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. Su hija no puede creer esto, y se prepara a defenderlo en un juicio que promete ser sólo una lucha por demostrar que ha habido una confusión de identidades o bien un montaje de las autoridades comunistas húngaras por desactivar a un activista anticomunista en los Estados Unidos como es Laszlo.
Pero, durante el transcurso del juicio, se van aportando testimonios y pruebas. La duda crece en la mente de Ann, pero lucha con fervor por su padre. Hasta que finalmente la verdad sale a la luz.
Les he dicho ya que Costa-Gavras no hace cine sólo de tesis, sino que explica historias, de manera que este breve resumen argumental que les he hecho no explica que lo que verán es una película de juicios, con todas las tensiones que eso conlleva y todo el juego de pruebas y contrapruebas que caracteriza a estos filmes. Es decir, que la película tiene tensión e intriga, de manera que se puede ver como el mejor thriller actual.
Pero el mensaje permanece, y es uno de amplio calado moral. ¿Cuál es la auténtica naturaleza del verdugo, del exterminador, del criminal de guerra? ¿Y cuál tiene que ser la extensión de la justicia ante crímenes que son tan abominables como para no haber prescrito? Y esa pena, ¿tiene que alcanzar a la familia del asesino, ignorante de quién es? Incluso, ¿cuáles son los límites de lo que consideramos verdad?
Hay una tesis en la película, y es la que prevalece: los crímenes del pasado no deben ser olvidados, y debe hacerse justicia, aunque sólo sea por respeto a las víctimas. Pero hay toda una serie de interrogantes, que no se detienen en los que ya he enumerado, que siguen persistiendo, incluyendo los que la sociedad actual plantea con respecto a la indiferencia o el desinterés por los hechos del pasado. Costa-Gavras no los enuncia, y prefiere (y siempre es preferible que sea así) que el espectador piense después de ver la película, se plantee esas preguntas y las responda, si es que se ve capaz.

Tráiler: