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Life of Buddha, de Lucius Shepard

Escribo mis reseñas con sólo una condición en mente, y es que no reseño textos que no me hayan gustado (y sí, eso quiere decir que bastantes cosas de las que leo no pasan por este blog). Y cada vez que me topo con una obra de Lucius Shepard me interrogo si será la primera que no reseñe. Hasta el momento, eso no ha sucedido. No es sólo cariño, o admiración. Simplemente, y ya con cierta perspectiva histórica, se puede afirmar que Shepard es el último de los grandes autores surgidos en el campo de la ciencia ficción, la fantasía y el terror (en los tres, puesto que todos los trata y porque a veces es difícil deslindar a qué género se adscriben sus obras, un dilema que en este Vida de Buda ha acometido a las antólogas). Es sorprendente en sus temas, siempre en su tratamiento, y si bien se pueden encontrar líneas argumentales (a veces muy subterráneas; lo que se llaman "obsesiones" de los escritores) comunes en algunos de sus relatos, lo cierto es que no acostumbra a repetirse y siempre el lector se encuentra con algo nuevo.
El tema en sí de este relato es, no nos engañemos, bastante sórdido. Buda en realidad no se llama así. Es un matón de un garito de mala muerte en uno de los peores barrios de la ciudad, negro, cuya vida en los bajos fondos hizo que su madre muriera prematuramente y su esposa se suicidara; la culpa lo ha llevado a ser drogadicto, para soñar lo que es un refugio inalcanzable, una África parecida a un parque temático. Si le llaman Buda es porque es grande, de vientre prominente y porque casi nunca habla, no porque no sepa, sino porque no quiere involucrarse con los demás. Conoce a una transexual, Taboo, que es una curandera que, de forma extraña, lo ha convertido en su confidente. Cuando un delincuente conocido ataca a Taboo, Buda sale de su solipsismo y la defiende.
A partir de ahí, el final se desencadena y, si saben ustedes inglés, pueden leer el relato en el enlace al pie de esta reseña.
Por descontado, Shepard no pone títulos ni llama a uno de sus personajes "Buda" de manera casual. No es su estilo. El protagonista del relato puede tener rasgos físicos que le valgan el mote, pero lo que Shepard realiza es justamente lo que promete en el título, una trasposición de la vida del buda a un escenario de una sordidez inusual en la literatura, incluyendo un alcanzar el Nirvana que es revelador para el protagonista, pero desolador para el lector.
Reitero que nadie escribe como Lucius Shepard, o por lo menos no las escribe con tanta asiduidad y consistencia. Su estilo es directo, gracias a sus poderes de descripción, pero tiene una facilidad enorme para transmitir situaciones y sensaciones, lo que da a sus historias un halo especial. Su originalidad radica en que jamás sigue por un camino conocido o trillado, y todo está al servicio de la historia.

En Demons and Dreams. The Best Fantasy and Horror 2
Legend / Random Century
Londres, 1990 [1988]
Ed. de Ellen Datlow y Terri Windling

Texto en inglés de Life of Buddha

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Pilotos, Caimanes y Otras Aventuras Extraordinarias, de Jacinto Antón

Ya desde que empezaron a aparecer en el suplemento de Cataluña de El País, los escritos de Jacinto Antón marcaron una línea que rehusaba toda clasificación. Como pueden ver al pie, esta reunión de artículos se inscribe en una colección que llama a los temas "de actualidad"; extraño, puesto que sobre lo que le gusta escribir a Jacinto Antón es, si hay que circunscribirse a un tiempo, sobre el pasado, y más concreto sobre historia. En un afán reduccionista, la editorial incluso cambia en su web el título y las llama "crónicas" en lugar de "aventuras extraordinarias". Bueno, crónicas son, porque están fechadas, aunque difícilmente puede ser de utilidad para el interesado en historia contemporánea saber, por ejemplo, que Jacinto Antón tiene un hámster en casa, y sus peripecias con él.
En suma, que desafían la clasificación, aunque, por fortuna, ni la comprensión ni el extremo goce del lector. Como dice el propio Antón en el prólogo, en realidad él no escribe nada extraordinario. Sólo anécdotas que le han sucedido. «Hay quien cree que a mí me pasan cosas extraordinarias. Es cierto que asalté el Congreso (sin querer) en el golpe del 23-F, que he estado de pie sobre el lomo de la Esfinge, solo y a oscuras en el corazón de la Gran Pirámide, rodeado por todas las momias de los grandes faraones en el Museo Egipcio de El Cairo mientras el profesor que las examinaba iba a por un café, y a menos de dos metros de una leona hambrienta que cazaba en el Serengueti. Es verdad que me perdí en la selva del Orinoco camino del Salto del Ángel por detenerme a ver un pájaro, que me persiguieron unos okupas una noche que volvía de una fiesta de disfraces vestido de oficial nazi, que me riñó Karl Popper, que me besó Angelina Jolie (rabia, rabia), que me estrechó la mano el hombre más valiente del mundo y que el último superviviente de la conjura de la bomba contra Hitler murió a las dos semanas justas de entrevistarle yo. Les juro que mi tío abuelo tomó un nido de ametralladoras ruso, que a mi madre la mordió un vampiro y que mi abuelo mató a una anaconda que estaba a medio devorar a un criado sobre el parterre de flores de mi abuela (que les estropearan las rosas les afectaba muchísimo). Pero cosas fantásticas nos pasan a todos. La gente, todo el mundo, tiene vivencias y anécdotas estupendas. En realidad no sé por qué no las explica; será modestia, o timidez».
Ya. Será por eso. El caso es que Jacinto Antón las explica. Esas y muchas más. Pero no crean que sus explicaciones tienen que ver con las historietas del abuelo, no. Para explicarlas en un periódico se necesita una gracia especial. Uno diría que un estado de gracia. Y por fortuna Antón entra en ese estado con asiduidad.
No es que sea tampoco un contar por contar. Antón suele basarse en un hecho o personaje, este sí, de actualidad (o que lo estaba en el momento de escribir las, transijamos, crónicas); pero a Antón las serendipias le gustan. Y si no las encuentra, muchas veces las busca, de modo que lo que empieza de una manera puede irse progresiva o rápidamente a otro tema. Lo curioso es que ambos interesan.
El resultado es ameno, humorístico en ocasiones, irónico en otras, informativo, documentado y, aunque parezca increíble, veraz. Me convencí de ello una vez en la que, después de haber leído en el periódico su "La Pantera Negra de La Salut", le pregunté por cómo de una anécdota (la aparición de un gato intruso y montaraz en la terraza de su casa) había compuesto una épica, armadura de protección y lanza incluidas que la convertía en un relato de aventuras al estilo Allan Quatermain. Me respondió, con toda sinceridad, que no había compuesto nada. Se había limitado a relatar lo que le había sucedido. Sí, armadura y lanza incluidas.
Pero una cosa es narrar anécdotas y otra hacer literatura de ello. El mismo episodio del gato, narrado por algún otro, sería una nimiedad. Jacinto Antón le da forma y lo convierte en relato. Que sea crónica real o no, ya deja de ser importante. Se ha transformado en obra literaria.

RBA Libros, col. Temas de actualidad
Barcelona, 2009 [1996-2008]

Portada y sinopsis

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La Caccia al Tesoro, de Andrea Camilleri

Como hacen los farmacéuticos, creo que voy a tener que empezar mis reseñas sobre la serie Salvo Montalbano con la advertencia de que no sólo no me cansan jamás, sino que sus personajes se me han hecho tan familiares que, tras una temporada de no leerlos, los echo de menos.
De manera que siempre recibo con alegría la posibilidad de leer un "nuevo" Montalbano. Pero, puesto que es imposible que una crítica o reseña sea totalmente imparcial, creo que eso importa poco. Si por cualquier motivo Camilleri les resulta poco grato, déjenme con mis manías y opiniones.
Como el mismo Camilleri escribe, La Caza del Tesoro no se inicia con Montalbano despertándose en su casa de Marinella, como acostumbra. Esta vez el amanecer lo sorprende en vela, debido a los hechos acontecidos la noche anterior, y que tendrán unas consecuencias inesperadas.
Lo que ha pasado es que una pareja de ancianos obsesionados con la religión y que ya lleva años sin salir de su casa, han empezado a colgar pancartas de los balcones de su casa en las que amenazan a todo el pueblo con el castigo por sus pecados. Montalbano no se toma el hecho como una broma, y orrdena a la policía municipal que investigue. El guardia es recibido a tiros, y Montalbano y los suyos tienen que iniciar un asalto en toda regla a la casa. Les ahorro la descripción de los hechos, pero sepan que Camilleri está en todo su esplendor en estas páginas reflejando una existencia miserable, obsesionada y demente, pero conmovedora para todo aquel que tenga sentimientos.
El caso es que pocos días después Montalbano recibe una misiva, un mensaje en clave que le propone participar en una "caza del tesoro". El comisario frunce el ceño ante esto. Puede ser un juego, una broma, pero esta clase de bromas sabe muy bien que no se sabe nunca cómo terminan.
Los mensajes se suceden y adquieren un tono cada vez más personal, más de desafío. ¿A qué? Pues a su capacidad intelectual, a su prestigio como policía. Y eso implica que para desafiar a Montalbano algún hecho delictivo grave tiene que suceder.
Lo que pasa es el secuestro de una joven, en principio no relacionado con la caza al tesoro, y Montalbano tiene que posponerla. Pero le sigue preocupando...
Camilleri sigue haciendo envejecer a su protagonista, más en la mente de éste que en la realidad, pero eso está bien en un personaje que ya hace algún tiempo que se siente cansado y que parece un islote de sentido común en un mundo desquiciado que, sin embargo, muestra una apariencia de normalidad. Respecto al argumento, si bien el lector tiene la intuición o la certeza de quién es el asesino, Camilleri hace bien en revelar este hecho pero hacer que Montalbano no reaccione. Por un lado, no tiene pruebas, pero por otro el autor nos indica que nosotros, lectores atentos, no somos la gente "normal" que puebla las novelas, y que tiene en la mente otras cosas aparte el argumento de las mismas. Y, además, importa poco. Porque en esta La Caza del Tesoro lo que importa es, como hemos dicho, los desquiciados de la sociedad, que no poco casualmente, se pasean entre nosotros con una imprinta de normalidad que es más terrible que la locura manifiesta.

Sellerio Ed., col. La Memoria
Palermo, 20106 [2010]

SerieComisario Salvo Montalbano nº 22

Portada y sinopsis de la edición italiana

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Soy un Fugitivo, de Mervyn LeRoy

SESIÓN MATINAL 

(I Am a Fugitive from a Chain Gang); 1932

Director: Mervyn LeRoy; Guión: Sheridan Gibney, Brown Holmes, Robert E. Burns; Intérpretes: Paul Muni (James Allen), Glenda Farrell (Marie), Helen Vinson (Helen), Preston Foster (Pete), Allen Jenkins (Barney Sykes), Edward J. Macnamara (segundo guardián), Berton Churchill (el juez), Edward Ellis (Bomber Wells); Dir. de fotografía: Sol Polito; Música: Bernhard Kaun.

Una obra maestra, y una película que tuvo una repercusión social más allá de la pantalla, en el sentido que fue responsable del cambio de política penitenciaria en los Estados Unidos que permitió que a muchos presos se les permitiera apelar y fueran liberados.
James Allen, un prometedor e inquieto joven, intenta abrirse paso en el mundo laboral, sin demasiado éxito; involuntariamente, se ve involucrado en un atraco a una cafetería, y es juzgado y sentenciado a diez años de trabajos forzados. Al cabo de varios años de condena, logrará escapar y llegará a Chicago, donde con mucho esfuerzo ascenderá de peón a director de proyectos de ingeniería en una empresa de construcción, convirtiéndose en un ciudadano respetado y respetable. Pero el pasado lo persigue, y cuando el estado en el que cumplía la sentencia intenta extraditarle, Allen decide volver voluntariamente a cambio de la promesa de indulto pasados noventa días, para así quedar libre de su deuda con la ley. Pero las promesas son incumplidas, y metido de nuevo en la más brutal cuerda de presos del estado, vuelve a fugarse, para esta vez no poder reinsertarse jamás.
La fuerza de la película es su aproximación emocional al tema, a lo cual ayuda una magnífica interpretación protagonista de Paul Muni. El paso de la desesperación al trato brutal de la prisión, al temor de la huida, a la esperanza de una nueva vida y entonces de nuevo a la brutalidad para finalmente caer en una desesperación desolada están perfectamente marcados, y estos estados de ánimo se contagian de forma natural al espectador. No sólo se trató de un drama carcelario, sino de un lamento por el ser humanos abocado por los mecanismos impersonales de una sociedad a la ruina definitiva. La frase final de la película es una de las más famosas y logradas de la historia del cine, un resumen de toda la ideología del filme, y una de las más desesperadas en su concisión.
Una película imprescindible.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Barney Wilen en el Club Saint-Germain

Francia siempre ha sido como una segunda patria del jazz. Tal vez por los vínculos con Nueva Orleáns, vayan ustedes a saber. El caso es que las dos grandes películas sobre el jazz suceden en París, en sus cavas y clubes, y la nómina de jazzmen franceses es extensa, si bien en muchos casos poco conocida fuera de sus fonteras o de los medios especializados.
Pues bien, aquí tienen a un saxofonista francés que les va a satisfacer, Barney Wilen. Porque toca, y toca bien. No en vano Miles Davis le permitió (con Miles hay que hablar así) acompañarle en la grabación de la banda sonora de "Ascensor para el Cadalso". Así que un gran músico, en concierto, en una de las salas de jazz más emblemáticas de París y, no pasen apuros, porque los acompañantes son de marca mayor. Aparte de Wilen a los saxos tenor y soprano, Kenny Dorham a la trompeta, Duke Jordan al piano, Paul Rovere al contrabajo y un joven Daniel Humair a la batería (a Humair se lo pueden encontrar componiendo y orquestando las bandas sonoras de la mitad del cine francés de posguerra, o por lo menos eso me parece a mí; y añado que más que satisfactoriamente).
El programa de esta actuación es Stablemates; Jordu, composición de Duke Jordan, y una interpretación de éste que figura como destacada en su discografía; Lady Bird; Lotus Blossom; An Témoin dans la Ville; The Best Things in Life Are Free; 'Round About Midnight; With a Song in My Heart; Time in My Hands y There'll Never Be Another You.
Las explicaciones del Cifu, como siempre, pero más en este caso, son de obligada escucha. Prepárense pues para pasar una velada en París escuchando a un gran quinteto de jazz.

Nota para la audición: Si el reproductor de RNE fallara, cosa que sucede con demasiada frecuencia, y no se mostrara bien en su pantalla, debajo de la caja del reproductor hay una serie de enlaces. Clicando sobre el último de ellos aparecerá la pantalla de los podcasts de Jazz Porque Sí, con un reproductor que, esta vez sí, reproducirá a la perfección el programa.

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Chickamauga, de Ambrose Bierce

Como figura en una nota aclaratoria al título, Chickamauga, para los indios chickasaws, significa "el río de la muerte". También fue una de las más sangrientas batallas de la Guerra Civil Americana.
Como ya sucediera en Un Jinete por el Cielo, Chickamauga es uno de esos relatos de Bierce que muestran en toda su crudeza la guerra. El relato pueden leerlo en los enlaces que figuran al pie de esta reseña, de modo que déjenme sólo hacerles unas pocas observaciones.
En primer lugar, que el protagonista sea un niño es importante; un niño además deslumbrado por todo el oropel que ha rodeado lo militar desde siempre. Importante porque permite a Bierce mostrar a través de sus ojos unas escenas incomprensibles (rematadas por un dato que aparece al final del relato) para cualquiera que no haya vivido, de lejos o de cerca, la experiencia militar.
Otro punto es la extrema crudeza que Bierce imprime al relato. Sin duda vivió hechos semejantes en su vida como soldado, pero les aseguro que no era precisamente la moda del momento relatarlos de tal manera y de forma tan descarnada, con tanta evidencia.
Y otro más es que, fíjense, los soldados en retirada, ese ejército que retrocede a rastras, en una de las imágenes más vívidas que se puedan extraer de un relato de guerra, no tiene nacionalidad ni bandera; en el caso de un conflicto civil, Bierce se abstuvo de poner etiqueta a quienes sufrían los horrores de la guerra, porque todos los sufrieron por igual. Incluyendo el niño protagonista, en un final tan desolador como acostumbra, pero conmovedor.

(Chickamauga)
En Cuentos de Soldados y Civiles
Eds. Orión, col. Pruebas de galera
Buenos Aires, 1975 [1891]
Traducción y prólogo de José Bianco

Texto en castellano de Chickamauga
Texto en inglés de Chickamauga

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La Lista de Schindler, de Thomas Keneally

En el caso de este libro, la sombra de la película de Spielberg es muy alargada, y es inevitable caer bajo ella. Lo comentaremos más adelante, pero por el momento ciñámonos al texto novelístico.
Porque La Lista de Schindler es una novela, aunque conforme avanza la lectura vamos comprobando que apenas es una novela. Es una cuestión de elección de la forma narrativa, y Keneally la realiza, según nos explica en el prólogo, «porque el oficio de novelista es el único al que puedo alegar derecho [y] porque la técnica novelística parece apropiada para un personaje de la ambigüedad y magnitud de Oskar. Sin embargo, he procurado evitar toda ficción, que sólo empañaría el relato, y también distinguir entre la realidad y los mitos que suelen rodear a los hombres de la envergadura de Oskar».
Es apenas una novela porque Keneally prefiere, dado el caso, no reconstruir nada, sino relatar, citar en muchas ocasiones, los testimonios. Es novela porque Keneally, sin duda, se sentía sobre terreno poco firme asumiendo el papel de historiador. Pero también esta indefinición entre lo construido y lo real refleja esa palabra que aparece, ni más ni menos que en la primera página del libro, como es la de "ambigüedad".
Me parece ocioso ponerles al corriente de la historia que trata el libro, la del industrial Oskar Schindler, que persiguió y obtuvo permiso para montar una fábrica de esmaltados en Cracovia, operada con mano de obra judía extraída del gueto primero, y del campo de trabajo (un grado de operatividad, pero no de finalidad, que diferenciaba ese campo de los de exterminio) después. Y de cómo Schindler logró salvar de la aniquilación a esos judíos y les dio un trato humano (por lo menos, dadas las circunstancias) aun a costa de un riesgo personal enorme.
La curiosidad por la lectura de este libro surge precisamente de la aureola de casi santidad que la película proporcionaba al personaje de Oskar, una aureola que no siempre era coherente con lo que el fim explicaba. En el libro, las cosas son un poco diferentes.
El mismo Keneally descarta muchas de las leyendas inverificables (o a veces improbables o imposibles) que los supervivientes de Schindler relatan. Las justifica diciendo, muy atinadamente, que un grupo de personas sometido a esas circunstancias extremas crea, casi instintivamente, su propia cosmogonía y la mitología correspondiente. Se refiere con certeza sólo a lo que ha podido comprobar o ha sido corroborado por testimonios independientes entre sí, y novela sobre algunos de estos hechos cuya fuente es documental y no física, aportando entonces una versión novelada sobre el hecho. En otras ocasiones, simplemente extiende las manos con impotencia, señalando que no existen ni hechos ni datos sobre un determinado episodio.
Entendámonos, considero a Oskar Schindler un héroe. Sé muy bien qué se jugaba dando un trato de favor a los judíos enmedio de la burocracia de los campos de exterminio, y mucho más cuando, al final, no los abandonó y, en cambio, veló por su supervivencia «hasta cinco minutos después del fin de la guerra». Esto último es particularmente importante; dar un trato humano a sus trabajadores esclavos era algo grande, pero mantenerse junto a ellos para protegerlos en lugar de huir va más allá de lo que la mayoría de candidatos a ser procesados como criminales hubieran asumido.
Sin  embargo, Keneally concuerda conmigo en la ambigüedad del personaje, lo cual me lleva a hablar de la versión fílmica. Spielberg muestra un Schindler "convertido" a la causa, catendo del caballo (y visualmente, casi no es una metáfora) contemplando la primera aktion contra el gueto de Cracovia. En Keneally esto no es tan evidente, y aún después de leído el libro me queda la pregunta de cuándo Schindler quedó convencido de la malignidad fundamental del sistema nazi. No existe, ni en Keneally ni en los testimonios en los que se basa, tal cosa como el discurso final de Schindler en los términos en los que lo expone Spielberg (una escena que, por histriónica, ya provocaba cierto sonrojo e incredulidad al verla). En suma, Spielberg ejerce una mirada concreta, a lo cual sin duda tiene derecho, si no fuera porque, en el caso del Holocausto, los hechos llevan mayor convicción, a la larga o a la corta, que las fabulaciones, por muy bellas y emotivas que éstas puedan ser.
Visto y leído lo cual, me quedo con Keneally. Si bien no descifra (ni creo que se pueda descifrar jamás) la personalidad de Schindler, sí ejerce su cometido con lo que a veces parece frialdad, pero que creo es la máxima objetividad posible. Cuando menos, emprende un difícil viaje en busca de la verdad. Que la encuentre sólo parcialmente ya no es culpa suya, sino de la falta  de testimonios y documentos verificables. En cierto sentido, esto hace más justicia a Oskar Schindler que otra cosa. El ser humano puede ser, como nos tememos, una bestia. El mérito de Schindler fue abjurar de esta bestialidad mucho antes que otros. Aunque quede la incógnita de saber exactamente cuándo.

(Schindler's Ark)
RBA / Edhasa, col. Cine para leer
Barcelona, 1994 [1982]

Muestra de los tiempos actuales, el libro está descatalogado en España.

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La Brisca de Cinco, de Marco Malvaldi

Así como existen políticos de café, tertulianos de café, estrategas de café, filósofos de café, ¿cómo no pueden existir detectives de café? La diferencia, al menos literaria, es que si los anteriores discursean y no resuelven nada, el camarero / propietario del BarLume, Massimo Viviani, como mínimo sí es un investigador capaz.
Un poco de trasfondo es necesario aquí. Nos encontramos en Pineta, un pueblo costero imaginario de la zona de Livorno. Massimo regenta el bar Lume, cuya clientela más asidua son cuatro jubilados, entre ellos su abuelo, con los que juega a la brisca de cinco (de ahí el título), arte de naipes endemoniado que se basa en el engaño y el disimulo. Y que las principales artes detectivescas de Massimo se basan en una buena capacidad de raciocinio y en tener a su disposición todas las noticias y rumores que corren por el pueblo, cortesía de su distinguida y provecta clientela y demás conocidos, a diferencia de lo que le sucede al comisario local Fusco, susceptible, arrogante, presuntuoso, fatuo e idiota, y al que, en su oficina, no visita nadie.
El desencadenante de todo es el hallazgo del cadáver de una joven en un contenedor de basura. La joven era del pueblo, y pese a que hay indicios que apuntan a sospechosos, no son lo bastante fuertes ni consistentes como para proporcionar un culpable.
Massimo no quiere ser detective, ni por asomo, pero las circunstancias y el haber acompañado a quien descubrió el cadáver lo convierten en canal de recepción de testimonios que no quieren pasar por comisaría y, en el fondo, de discusiones y debates sobre el crimen, de manera que, más por fuerza que de grado, se involucra en la investigación.
La estructura general está moldeada (muy evidentemente) sobre las novelas de Montalbano de Andrea Camilleri (nada extraño en eso: tres cuartas partes de la literatura criminal escandinava que nos ha invadido está basada en la estructura narrativa que usa Henning Mankell): pueblo imaginario, investigador inusual, corifeo fiel y a veces cómico, responsables últimos de la investigación inútiles en su previsibilidad y falta de inteligencia, y una buena dosis de crítica social sobre los temas más variados. No es un defecto. Una estructura es válida o no, pero aunque lo sea, no constituye lo esencial de una obra literaria.
Lo que sí es esencial es cómo construir la novela sobre esa estructura, y Malvaldi lo hace muy bien: Massimo es un camarero original, perfectamente dispuesto a no servirte lo que le pides (y a razonarte el porqué no lo sirve) y es un individualista incorruptible y no dispuesto a no caer en las trampas de nuestra sociedad; sus provectos acompañantes proporcionan el toque justo (aparte del humorístico) de contacto con la sociedad real, aunque no tengan que representar por fuerza la infalibilidad que muchas veces se atribuye a la vejez. Y el filosofar de todos ellos reviste al texto de esa modernidad connatural a la novela negra contemporánea, más atenta al entorno social que al modus operandi criminal.
En suma, una excelente y original nueva incursión en la novela negra por parte de un nuevo autor de lo que ya parece ser una escuela creada alrededor del estilo Montalbano.

(La Briscola in Cinque)
Eds. Destino, col. Áncora y Delfín
Barcelona, 2012 [2007]
Serie BarLume nº 1

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El Ídolo Caído, de Carol Reed

SESIÓN MATINAL

(The Fallen Idol); 1948

Director: Carol Reed; Guión: Graham Greene, basado en el relato The Basement Room, de Graham Greene; Intérpretes: Ralph Richardson (Baines), Michèle Morgan (Julie), Bobby Henrey (Philippe), Sonia Dresdel (Sra. Baines), Jack Hawkins (Detective Ames); Dir. de fotografía: Georges Périnal; Música: William Alwyn.

Una pequeña joya del cine británico, una miniatura de película que sin embargo parece mucho mayor de lo que realmente es en cuestión de producción.
El hijo del embajador francés en Londres adora al mayordomo de la embajada, Baines; y odia con casi el mismo fervor a su esposa. Y tiene motivos; creo que todos los espectadores comparten los sentimientos del chaval por esa arpía. Baines está enamorado de una secretaria de la embajada, pero comprenden ambos que su amor es imposible, puesto que la señora de Baines jamás le concederá el divorcio.
Por una indiscreción del muchacho, la señora Baines se entera del affaire de su marido, y finge irse al campo para sorprenderlos en la embajada que ha quedado solitaria, salvo por la pareja Baines y el niño a su cargo.
Así sucede, pero la señora Baines sufre un accidente y cae por las escaleras, muriendo. El niño lo ha visto, pero sólo parcialmente. Y es entonces cuando empieza a urdir un montón de mentiras para salvar a Baines de la policía. Unas mentiras que casi harán que Baines sea incriminado por la muerte que él no ha causado.
Sostenida por el gran estilo del director, con una fotografía impecable, y por la gran interpretación de Ralph Richardson (y la del niño, Bobby Henrey, aunque en los extras que acompañan al DVD se descubre que el niño, como casi todos, era un pésimo actor, de modo que el mérito de su interpretación hay que dárselo a Carol Reed, un santo), El Ídolo Caído es una película que empieza en un tono amable y divertido y poco a poco eleva su tensión hasta hacerla insufrible.
Una pequeña maravilla del cine británico, que merece verse y disfrutarse, y que se conserva fresca como el primer día.

Tráiler: No se trata de un tráiler en este caso, sino de una escena de la película, bastante inocente en sí pero que da idea de la atmósfera del filme.

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Jazz Porque Sí: Thelonious Monk Octubre 1955

De nuevo con el gran maestro de las armonías extrañas (pero fascinantes) en el jazz, Thelonious Monk. Esta vez en una sesión a cuarteto, acompañado por el gran Gigi Gryce al saxo alto, el no menos grande Percy Heath al contrabajo y un batería del que ya casi se me han acabado los elogios, aunque no la admiración, Art Blakey. Shuffle Boil, donde pueden apreciar, aparte del estilo inconfundible de Monk, el gran sonido de Gryce y la precisión de Blakey, dominador de cualquier inflexión en la baqueta para lograr el sonido deseado. Por no hablar del trabajo de Heath al contrabajo.
Brake's Shake, otra composición de Monk, igual que la complicada Gallop's Gallop. Y una composición de Gryce, Nica's Tempo, que ya se ha convertido en un estándar, y en la que escucharán un gran solo de batería de Art Blakey.
Y entonces pasaremos a una grabación de Monk que me gusta particularmente, los temas que fueron reunidos en un álbum titulado "The Unique Thelonious Monk". No hay música original de Monk, todo son estándares reinterpretados por ál, pero tiene unas cualidades muy especiales. En primer lugar, Monk trata con mucho, muchísimo respeto esos estándares. Y sin embargo, les aplica su concepción musical, de modo que este disco es lo más parecido que tenemos a una declaración de intenciones musicales de Monk, en el sentido de que toma una música que no es suya y no la pervierte, sino que la convierte a otros parámetros armónicos. Segundo, que Monk no actúa en solitario, pero sí a trío, con lo que el peso melódico lo lleva él. Tercero, que los acompañantes son grandiosos y están, como el mismo Thelonious, en estado de gracia: de nuevo Art Blakey a la batería y el maestro del contrabajo Oscar Pettiford. Escucharemos Liza; Memories of You a piano solo; You Are Too Beautiful y Just You, Just Me. Pero estos dos últimos los comentaremos más tarde. Sigan leyendo.


Porque en el siguiente programa se inicia con You Are Too Beautiful y Just You, Just Me. Les rogaría que prestaran atención a este tema. La melodía le gustaba tanto a Monk que sobre sus líneas armónicas construyó su Evidence, de modo que tenemos una percepción todavía más clara de la concepción musical de Monk. Y además, en su interpretación es posible distinguir con claridad lo que yo llamo "el silencio de Monk", unos silencios por su parte que son activos, armónicamente útiles, musicales.
Luego escucharemos otras joyas, Honeysuckle Rose, Darn that Dream y Tea for Two. Todo el álbum, repito, es una delicia, y es ideal para aquellos que encuentren difícil entender la música monkiana.
Y el programa se cierra con el primer tema de una sesión de granación a quinteto con Thelonious Monk al piano, Ernie Henry al saxo alto, Sonny Rollins al saxo tenor, Oscar Pettiford al contrabajo y Max Roach a la batería. Un tema que lleva el extraño título (tan extraño como Monk) Ba-lue Bolivar Ba-lues-are. Una interpretación, por cierto, que figura entre las mejores del prematuramente desaparecido Ernie Henry.
Como siempre, presten atención a los comentarios del Cifu, y disfruten de la música del genial Thelonious Monk.

Nota para la audición: Si el reproductor de RNE fallara, cosa que sucede con demasiada frecuencia, y no se mostrara bien en su pantalla, debajo de la caja del reproductor hay una serie de enlaces. Clicando sobre el último de ellos aparecerá la pantalla de los podcasts de Jazz Porque Sí, con un reproductor que, esta vez sí, reproducirá a la perfección el programa.

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Preflash, de John M. Ford

El prematuramente desaparecido John M. Ford (1957-2006) era un bicho raro dentro de la fantasía y la ciencia ficción. Sus argumentos intentaban, siempre, alcanzar la máxima novedad, dando giros que los convertían en atractivos (pero no comerciales: la originalidad y la comercialidad son cosas distintas); su lenguaje siempre se adaptaba a estos argumentos, lo que ha sido motivo para que se le criticase la falta de "estilo" y, porqué no decirlo, desconcertara a los lectores habituales de género. No obstante, fue un autor irreductible en sus creencias literarias, y no se puede sino lamentar que su obra haya quedado truncada por la muerte. Probablemente, el cuadro hubiese adquirido más sentido cuanto mayor hubiera sido lo escrito.
Preflash es uno de esos relatos desconcertantes. Tanto porque su argumento es potente en extremo como porque su final es tan abstracto y enigmático como para considerar que o bien se trata de un relato mal terminado o que sencillamente el autor quiso darle un final en extremo abierto. He tenido mis dudas en si merecía la pena comentarlo o no (a Ford le hubiese gustado eso), pero su planteamiento, insisto, es tan potente que el final abierto no puede desmerecer la visión (porque es un relato enormemente visual, como no podía ser de otra manera) de lo que lo ha precedido.
A. D. Griffin es un corresponsal de guerra. Cámara al hombro es muy bueno, y ha aprendido el oficio con el mejor. En un incidente mientras está filmando una reunión neonazi en Iowa, un disparo destroza la cámara en su hombro, causándole daño cerebral. La cirugía no puede hacer nada por remediarlo, y cuando vuelve a la vida normal, padece doble visión. Su ojo derecho ve el mundo y las personas como son, su ojo izquierdo ve el destino final de esas personas, su muerte.
Griffin no vuelve a los campos de batalla, y se dedica a filmar videoclips musicales para una pareja ciertamente singular, la de la cantante Suzy Lodi y su letrista y mánager Jesse Rain. Lo que les hace tan peculiares es que los ve completos. No hay muerte en sus destinos reflejada en su visión. Y sin duda esto quiere decir alguna cosa, y más cuando el letrista pasado un tiempo, conversa con A.D. y parece saber lo que le pasa, y lo asimila a un don que él también posee, el de hacer variar el destino de la gente con sus letras. Por lo que insinúa el relato, A.D. podría también variar el argumento de la película que ve con su ojo izquierdo, haciendo que los finales fueran diferentes.
Pero ersto es mera especulación, porque el final, como ya hemos dicho, se hace menos explícito desde esta conversación con el letrista, hasta pasar a ser ciertamente interpretable como una fantasía total o una imagen metafórica.
No obstante, el pathos que lo precede es enorme, y toda la narración es un continuo salto a imágenes de la vida anterior de A.D., al presente, a las enseñanzas que recibió de su mentor Carrick y de nuevo al presente, lo que compone un caleidoscopio de sensaciones y sentimientos del propio A. D., más que de hechos.
Sobre todo es un relato estimulante. Cualquiera es capaz de crear su historia basándose en los postulados que Ford traza en Preflash. Y tal vez fuera esa su intención al escribir un final tan abierto.

En Demons & Dreams. The Best Fantasy and Horror 2
Legend / Random Century
Londres, 1990 [1988]
Ed. de Ellen Datlow y Terri Windling

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La Triple Vida de Michele Sparacino, de Andrea Camilleri

Camilleri se pone en la piel de Pirandello en este relato (publicado aquí con formato de novela). Claro que Pirandello siempre ha estado presente en su ficción (véase La Desaparición de Patò, por ejemplo) en la cuestión de la identidad y su desaparición; pero también en la utilización de la sorna connatural al carácter siciliano y, por extensión, italiano. No olvidemos que Pirandello fue el autor del ensayo L'Umorismo, y que en buena parte de su ficción se ejercía la transmisión de su mensaje mediante un agudo sentido del humor, presente incluso en sus obras más "serias" como El Difunto Matías Pascal.
Camilleri, que como su otra gran influencia, Sciascia, siempre ha ejercido este humorismo, consigue en este relato transmitir de forma enormemente divertida lo que parece, en principio, una descomunal broma del destino.
La primera vida de Michele Sparacino es su vida real: su nacimiento, marcado por una extemporánea broma burocrática, y sus primeros días, significados por la vulgaridad de la lactancia y el sueño, sin sospechar que su segunda vida se traza a su alrededor.
Y ésta es que, Cuando su padre fue al registro para inscribirlo, declarando que había nacido el día cuatro porque sonaban las campanadas de medianoche, el funcionario, extrayendo un reloj ferroviario, anotaba que el niño había nacido el día tres, porque el reloj del ayuntamiento que daba las campanadas adelantaba diez minutos. Esta nimiedad tiene consecuencias inesperadas.
Los trabajadores de la mina de azufre se rigen por el reloj del ayuntamiento, de modo que han estado entrando al tajo diez minutos antes de su hora desde hace cinco años. En breve, se ponen en huelga. A Vigata llega un periodista para cubrir el hecho, no entiende una palabra de lo que le explican y, al final, escribe un artículo atribuyendo los disturbios al "peligroso agitador Michele Sparacino". Que, mientras tanto, duerme con toda tranquilidad en su cuna.
La prensa ha creado una figura, de modo que insiste, y todo lo que sucede a partir de entonces en la comarca y, por ende, en Sicilia, tiene la firma del bandido Sparacino. Hasta le hacen una entrevista, inventada, ya que el periodista mal puede encontrar a un malhechor que en realidad tiene cuatro años.
Cuando estalla la primera guerra mundial, ambas vidas se entrecruzan por fin. En la caja de reclutas, cuando el suboficial encuentra el nombre del Michele Sparacino que tiene delante, sólo puede exclamar: «Cojones».
De inmediato la segunda vida se le cae encima a Michele: primerísima línea de fuego, y a ver si el enemigo les libra del rebelde. «Cinco días más tarde, Michele Sparacino se halló de repente en una trinchera del Carso, llena de muertos y de barro, con los austríacos que le disparaban por todos lados.
»─¿Pero qué cojones les he hecho, a estos? ─se preguntó, todavía atónito por lo que le estaba sucediendo.
»Y con "estos" no se refería tan sólo a los austríacos.»
Todas estas peripecias hacen un relato absolutamente tragicómico, magistralmente llevado, con tal incidencia en lo cómico que el lector puede tener la impresión de que el elemento trágico no lo es tanto.
Error. La tragedia golpea, tal vez con mayor impacto por lo humorístico que la antecede. Porque, una vez muerto Michele, y su cadáver irreconocible enterrado en una fosa sin nombre, ¿cuál puede ser su tercera vida? ¿Cuál, en efecto, salvo la de que el teórico enemigo del estado, traidor, bandido, agitador, desertor amotinado, sea el soldado desconocido símbolo del sacrificio de Italia?
Pirandello tuvo la obsesión de saber quién era en realidad el individuo, y de cómo podía ser otro siendo y no siendo el mismo. Camilleri recoge el tema (universal, por otra parte) y construye una realidad terrible, y es que, muchas veces, no somos nosotros sino lo que otros dicen que somos. Frente a eso, el individuo está casi inerme, y el solo pensamiento ya da escalofríos. Camilleri pone la acción en los años diez del siglo XX, pero hoy, con prensa, media, redes sociales, etc., cada vez más estamos a merced de lo que los demás piensen y digan de nosotros. Un futuro, un presente, más que preocupante.
En esta edición, el relato se complementa con una interesantísima charla que Francesco Piccolo mantiene con Andrea Camilleri. Además de tratar el Michele Sparacino, Camilleri ahonda en su carrera, en su método de escritura, en sus obsesiones, en su pensamiento.
La virtud de la entrevista subyace en que el entrevistado tenga cosas que decir y el entrevistador sepa qué preguntar, y en este caso, ambos confluyen en una comprensión mutua que da como resultado una joya para el lector de Camilleri.

(La Tripla Vita di Michele Sparacino)
Eds. Bromera, col. L'Eclèctica
Alzira (València), 2010 [2009]

Portada i sinopsi de l'edició catalana

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Un Día en las Carreras, de Sam Wood

SESIÓN MATINAL

(A Day at the Races); 1937

Director: Sam Wood; Guión: Robert Pirosh, George Seaton, George Oppenheimer; Intérpretes: Groucho Marx (Dr Hackenbush), Chico Marx (Tony), Harpo Marx (Stuffy), Margaret Dumont (Sra. Upjohn), Maureen O'Sullivan (Judy), Allan Jones (Gil), Douglass Dumbrille (Morgan), Esther Muir ("Flo"), Sig Rumann (Dr Steinberg); Dir. de fotografía: Joseph Ruttenberg; Música: Franz Waxman; Coreografía: Dave Gould.

La segunda del díptico genial de los ermanos Marx, tras Una Noche en la Ópera, esta película sigue los mismos postulados estructurales, creados principalmente por el productor Irving Thalberg: el humor se haría más espaciado y mejor distribuido sobre el guión, creando una impresión estructurada en lugar de la caótica (y desigual) que había dominado las anteriores películas de los Marx. Más espaciado, pero no menos arrollador, surrealista, anárquico y refrescante.
Si en la ópera teníamos la escena del camarote, aquí tenemos las impagables escenas en las que Chico y Harpo empapelan contra la pared a Groucho y Esther Muir, o la descomunal escena del examen médico a Margaret Dumont. Porque los secundarios simpre son necesarios en las películas de los Marx, y además de la imprescinduible y catalizadora Dumont, aquí cuentan con ese secundario de lujo, de físico característico, que fue Sig Rumann.
Los números musicales de Chico y harpo, están, pero son contenidos; las escenas de baile están bien coreografiadas (y hay una intervención vocal de Ivie Anderson, cantante de orquestas como las de Benny Goodman o Duke Ellington), y el argumento, como es habitual, es prescindible. En este caso se trata de salvar el balneario-sanatorio de la chica de la película, pero eso es sólo el pretexto para que el humor de los Marx se desencadene en pantalla. Una obra maestra sin paliativos, vista entonces y vista ahora.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Miles Davis en Amberes

Poco hay que decir de Miles Davis, uno de los escogidos nombres que son imprescindibles en todas las historias del jazz, no importa las pocas páginas que puedan tener. En su mejor época, además, y con un acompañamiento de lujo, puesto que su quinteto lo formaban entonces Wayne Shorter al saxo tenor, Herbie Hancock al piano, Tony Williams a la batería y Ron Carter al contrabajo.
Los temas que tocarán en este concierto son: Agitation; Footprints; 'Round About Midnight; No Blues; Riot; On Green Dolphin Street; Masqualero; Gingerbread Boy y The Theme.
Y para complementar el programa tendremos algunos de los temas que el mismo grupo tocó unos días después cuando la gira europea que realizaban los llevó a París: I Fall in Love too Easily; Riot; Walkin' y The Theme, pero esta vez desarrollado en extensión, no sólo para indicar el final de actuación.
Un concierto memorable de una de las trompetas más originales y reconocibles del jazz moderno. Atentos como siempre a los comentarios del Cifu, valiosos siempre.

Nota para la audición: Si el reproductor de RNE fallara, cosa que sucede con demasiada frecuencia, y no se mostrara bien en su pantalla, debajo de la caja del reproductor hay una serie de enlaces. Clicando sobre el último de ellos aparecerá la pantalla de los podcasts de Jazz Porque Sí, con un reproductor que, esta vez sí, reproducirá a la perfección el programa.

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La Bestia con Cinco Dedos, de William F. Harvey

El relato que inspiró la película homónima de Robert Florey, con Peter Lorre como protagonista; un Peter Lorre que parecía especializado en manos asesinas, ya que también había interpretado Las Manos de Orlac. Pero hoy no hablamos de cine, sino del relato que fue el origen de la versión fílmica.
Lo cierto es que la autonomía de partes del cuerpo humano, ya en vida o tras la muerte, ha sido un temor que proviene de antiguo. Tal vez hay algún rastro de él en los viejos aforismos bíblicos ("si tu mano derecha peca...", etc.), pero lo cierto es que su auténtica dimensión empieza a ser comprendida con la aparición del psicoanálisis.
Desde luego, es posible encontrar patologías que atribuyen actos no deseados a partes del cuerpo necesarias para realizarlos. Y obsesiones respecto a esas partes corporales; tal vez una de ellas sea la del padre de todo el género moderno, Poe, con los dientes de Berenice.
Pero también las manos son inquietantes por muchos motivos. Son nuestro instrumento principal, y ciertamente parecen tener autonomía. El comportamiento nervioso muchas veces se descubre en movimientos inquietos de las manos, como el manejar objetos o dibujar en un papel. Por tanto, no es de extrañar que la literatura le haya dedicado su rinconcito a estos pequeños monstruos que nos son tan familiares.
Harvey construye un buen relato (aunque con ciertas concesiones argumentales para que la historia siga adelante) con Adrian Borlsover, un ciego tío de Eustace, el protagonista, que parece dotado del don de la escritura automática. Una escritura que realiza la mano cuando Borlsover duerme, pero que no parece tener nada que ver con los pensamientos del anciano.
Tiempo después el viejo Borlsover muere, y Eustace recibe la mano cortada de su tío, por expresa voluntad testamentaria. Claro que el lector sospecha que el autor de ese legado no fue el propio Borlsover...
El relato, aun siendo desigual y teniendo los fallos apuntados (después de mostrada su malignidad y capturada, el protagonista decide conservar la mano en una caja en lugar de destruirla; una muestra más de esa predilección de los protagonistas del género por realizar cosas insólitas, como bajar a un sótano después de haber escuchado un ruido sabiendo que un asesino corre suelto por la vecindad; si puede ser iluminándose sólo con una vela, mejor), cuando alcanza sus momentos álgidos, pone los pelos de punta, como es su obligación: la rapidez del desplazamiento de la mano, su acecho, o su misma crueldad al asesinar a un loro.
Pero lo mejor del relato casi diríamos que no es su literalidad, sino su capacidad para despertar ciertos temores que anidan en la mente de los lectores y que en nuestra vida normal superamos. Semejantes recordatorios a nuestras pequeñas fobias, cuando se realizan por amor al arte, son de agradecer.

(The Beast with Five Fingers)
En Horrorscope 2. Mitos Básicos del Cine de Terror
Ed. Nostromo
Madrid, 1974 [1928]

Hay edición castellana reciente de este relato en Editorial Valdemar

Texto en inglés de The Beast with Five Fingers
Portada y sinopsis de la edición castellana

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En Verdad Os Digo, de Juan José Arreola

He aquí otro de esos cuentos geniales de un autor que me empeño vuelva a trascender el límite de sus fronteras mexicanas y recuperar su posición como uno de los mejores narradores breves de la literatura castellana, Juan José Arreola.
Desde su inicio, «Todas las personas interesadas en que el camello pase por el ojo de la aguja, deben inscribir su nombre en la lista de patrocinadores del experimento Niklaus», nos encontramos con el Arreola jocundo, percibimos en el acto que éste va a ser un relato humorístico. Pero, por descontado, el humor de Arreola es en extremo corrosivo, tanto que más que una humorada, lo que tenemos es una sátira compuesta de los elementos más dispares que puedan imaginarse: por un lado, el capital, por otro, la ciencia, y uniendo ambas, la metafísica expresada en forma de parábola religiosa cristiana, como anuncia el título.
El relato lo pueden ustedes leer en el enlace al pie de esta reseña. Háganlo, porque vale la pena, en su diversión cargada de elementos reflexivos.
Es curioso señalar que el motor de este relato es, en teoría, una incongruencia que ha preocupado desde hace siglos a los capitalistas occidentales, y es el hecho de que, si son ricos, no alcanzarán la vida eterna,  y si la alcanzan (y sólo es una posibilidad), deben renunciar a las riquezas. Y todo desde que Cristo enunciara la maldicón más maldición desde la del Génesis: la del "antes pasará un camello por el ojo de una aguja que un rico entrará en el Reino de los Cielos" (para lo que nos interesa, dejaremos de lado posibles errores de traducción o de interpretación, como el de que el ojo de la aguja es una de las puertas (estrecha ésta) de Jerusalén).
La curiosidad radica en que, en principio, no debería importarle demasiado a un rico la salvación eterna o no, pero lo cierto es que se han vertido ríos de tinta al respecto. Que si el capitalismo y la ética protestante, que si la redención por las obras o por la fe, que si esto, que si lo otro... En cualquier caso, siempre ha quedado desde que fuera enunciada la impresión de que a todo rico le hubiera gustado hallar una solución al problema. Pues bien, Arreola la propone, con toda su jocundidad, como es la de descomponer atómicamente un camello, hacerlo transitar por el paso angosto y recomponerlo de nuevo en otro lugar.
Pero, insisto, no sólo es chiste este relato. En su parte final, Arreola se revela como el irónico total que en mucha de su literatura demostró ser. Y en esa construcción en crescendo, mesurada y equilibrada, se descubre al gran cuentista.

En Mujeres, Animales y Fantasías Mecánicas
Tusquets Eds., col. Cuadernos Marginales
Barcelona, 1972 [1963]

Texto de En Verdad Os Digo

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I Delitti di Via Medina-Sidonia, de Santo Piazzese

Los Delitos de la Calle Medina-Sidonia, primera novela de un biólogo prestado a la escritura, como se define el propio Piazzese, es una de esas historias policiales sicilianas que han surgido al amparo de la revolución montalbanesca debida a Andrea Camilleri y que se remonta al padre del policíaco moderno siciliano, Leonardo Sciascia.
Como siempre es mejor hablar de lo que se conoce, el protagonista es Lorenzo La Marca, un bioquímico que enseña en una universidad de Palermo. Una tarde de siroco, ese viento cálido y agobiante que invade Sicilia con más frecuencia de la que los sicilianos desearían, desde la ventana de su despacho que da al jardín botánico de la facultad ve un cuerpo oscilante, colgado de las ramas de un árbol.
El muerto es Raffaele, un amigo de Lorenzo y ex-miembro de la facultad. Y Lorenzo abriga serias dudas sobre su voluntad de suicidio y más cuando la carta que recibe con retraso procedente de los Estados Unidos no indica precisamente un temperamento depresivo. Más bien anuncia la boda de Raffaelle con una muchacha americana, y la petición a Lorenzo de que sea testigo en el matrimonio.
Las dudas de Lorenzo también se contagian a Michelle, la forense, y al comisario Spotorno, ambos amigos personales de La Marca; y no digamos a Darline, la novia de Raffaele. Y lo que se sospecha es que el crimen pueda ser una intriga de la propia universidad.
Por descontado, estas tramas son necesarias, y tienen que hacerse bien, pero lo importante de veras es el estilo. Piazzese crea un protagonista cínico pero atractivo, un heredero muy capaz de la ficción de Raymond Chandler y su Philip Marlowe, e igualmente dado a filosofar y al soliloquio. Y es en estas reflexiones donde la novela se desenvuelve mejor. Tanto si se trata de describir la ciudad de alermo como de ironizar sobre la vida posmoderna, Piazzese escribe con un estilo depurado, culto y refinado que se hace atractivo para el lector sin entorpecer la marcha de la acción; una escritura que, además, se complemenmta con su adecuada banda sonora y fílmica. Las referencias cinéfilas y musicales son constantes, y contribuyen a marcar el ritmo de la novela acompañando a los pensamientos de su protagonista.
Extrañamente no traducida en España, I Delitti di VIa Medina-Sidonia es una novela atractiva en su vertiente policiaca, culta y literaria en su aspecto estilístico y una de las mejores muestras de la literatura policial italiana de los últimos tiempos.

Sellerio Ed., col. La memoria
Palermo, 199614 [1996]
Serie Lorenzo La Marca nº 1

Portada y sinopsis de la edición italiana

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Sección Especial, de Costa-Gavras

SESIÓN MATINAL 

(Section Spéciale); 1975

Director: Costa-Gavras; Guión: Costa-Gavras, Jorge Semprún, basado en el libro de Hervé Villeré; Intérpretes: Louis Ségnier (Guardasellos Joseph Barthélémy), Roland Bertin (Dayras, secretario general del ministerio de Justicia), Michael Lonsdale (Pierre Pucheau, ministro del Interior), Ivo Garrani (Almirante), Claude Piéplu (Bénon, presidente de la Sección Especial), Michel Galabru (presidente Cournet), François Maistre (Marqués Brinon, delegado general de Vichy), Jacques Spiesser (Fredo, resistente comunista); Dir. de fotografía: Andreas Winding; Diseño de producción: Jacques Perrin, Giorgio Salvagni; Música: Éric Demarsan; Montaje: Françoise Bonnet.

En lo que se dio en llamar Estado Francés, conocido popularmente como Francia de Vichy, se produjo un hecho vergonzante que sigue siendo poco conocido. La resistencia empezaba a operar, y el gobierno de Pétain, no tanto para evitar la muerte de rehenes a manos de los alemanes como para ejercer de "simpático" y buen aliado, de "compañero de viaje" de los nazis al que tener en cuenta cuando el nuevo orden mundial imperara, creó una Sección Especial, un tribunal encargado de realizar juicios sumarísimos, rápidos y en su mayoría mortales a esos resistentes, recalcando ante los alemanes cómo los franceses sabían castigar a los "terroristas". Esta película, de un director tan combativo como Costa-Gavras y con guión de él mismo y de un Jorge Semprún en plena forma, es la historia de la creación de esta sección especial.
Para empezar, Costa-Gavras no nos ahorra, con cuatro imágenes bien seleccionadas y rodadas con la habitual maestría del director, ponernos en situación respecto a lo títere que era el gobierno de Vichy. Si la película se abre en una representación de ópera, cuando nos trasladamos a la sede de gobierno, en un balneario, y vemos a las esposas de los ministros criando gallinas en los pasillos no nos hacemos ilusiones: el gobierno de Vichy es uno de opereta. Pero hasta un gobierno de opereta tiene una capacidad destructiva enorme, si se empeña en ello.
Cuando después de un atentado contra un oficial de la marina alemana en París, este mismo gobierno se compromete a tener dispuestas seis sentencias de muerte en un plazo rápido, es evidente que se va a cometer un crimen de estado, con todas sus letras.
Costa-Gavras, como ya he dicho, es un gran director. Hay una escena en la que el oficial de enlace jurídico alemán contempla con estupefacción no exenta de cierta sorna, a los franceses anunciándole que se va a crear esa sección especial, que se va a juzgar y condenar a esos "culpables". Y que, como no se ha realizado ningún arresto, se juzgará a gentes que ya están en prisión, aplicándoles una ley sumaria y retroactiva. El oficial alemán no da crédito.
Lo que sigue es el relato de una historia de infamia, como es el primer juicio de esa sección especial, en el que incluso uno de los miembros del tribunal, seleccionado precisamente por militar en Action Française y tener visiones políticas afines a los petainistas, escandalizado por el despedazamiento de la Justicia que supone semejante farsa, se niega a votar las condenas a muerte.
Una película, política, sí, pero rodada en gran cine, con una historia tensa, trágica que merece ser contada y más aún conocida. Y hay que decir, para terminar, que esa sección especial siguió funcionando durante toda la ocupación, y que después de la guerra no se hizo apenas nada para castigar a aquellos que pervirtieron de tal manera el sentido de las leyes que las dejaron en nada.

Tráiler: Esta vez no se trata de un tráiler, sino de una pequeña escena de la película, que muestra el clima que Costa-Gavras imprime al filme.

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Jazz Porque Sí: Woody Herman en Chemnitz

Una velada con una de las mejores orquestas de jazz de todos los tiempos, y una de las más consistentes en lo que, como dice el Cifu muy atinadamente, fue la honestidad en su música y su interpretación. Tendremos de todo, desde una pieza de John Coltrane seguida de una de Duke Ellington a grandes estándares, pasando por temas de la música clásica pasados al jazz. Todo con un swing impecable.
Destacan en esta formación (correspondiente a no se cuál de las "manadas" (herds), que era la denominación que se dio para marcar las diversas épocas de la banda de Herman) el saxo tenor de Joe Lovano y el barítono de Gary Smulyan, como nombres más conocidos, pero al resto de los músicos hay que prestarles igual atención, porque tocan como los ángeles.
Y una cosa quiero destacarles. Fíjense en el sonido de la orquesta. Suena perfectamente contemporáneo, como si fuera una banda de hoy día. Y es que Woody Herman, a mi juicio, logró establecer su forma de tocar como un estándar de la interpretación moderna. Duke Ellington sólo se parecía a Duke Ellington; la banda de Count Basie tenía un sonido característico; las orquestas actuales suenan un poco (o un mucho) como Woody Herman quiso que sonara la suya. No es poco.
El concierto se abre con el tema fetiche de la formación, Blue Flame, y sigue con el gran éxito de Woody Herman, Four Brothers, que se convirtió en sinónimo de la cuerda de saxos, que en este tema siempre han tenido un especial lucimiento. Early Autumn; una composición de Chick Corea, La Fiesta; At the Woodchopper's Ball (los temas que incluían la palabra Wood en su título eran característicos de la formación, como una especie de guiñó a los espectadores); Pavane, de Gabriel Fauré; Reunion at Newport; Sugarloaf Mountain, tema con acento brasileño; Laura, un éxito personal de Woody Herman; Fanfare for the Common Man, de Aaron Copland; Giant Steps, de John Coltrane; I Got It Bad and that Ain't Good, de Ellington; el gran éxito y pieza imprescindible en los conciertos de Herman, Caldonia, siempre tocado a ritmo frenético, con letra entre la humorada y el burlesque, pero una proeza para todos los solistas y la sección de trompetas; aquí no es menos explosivo ni menos destacable el trabajo de los instrumentistas, destacando un grandísimo solo de Lovano y un genial solo de Dave Lalana al piano; la despedida retomando el tema Blue Flame; y una propina con Cousins (Blues Groove).
Un concierto para disfrutar en toda su integridad. Háganlo así.

Nota para la audición: Si el reproductor de RNE fallara, cosa que sucede con demasiada frecuencia, y no se mostrara bien en su pantalla, debajo de la caja del reproductor hay una serie de enlaces. Clicando sobre el último de ellos aparecerá la pantalla de los podcasts de Jazz Porque Sí, con un reproductor que, esta vez sí, reproducirá a la perfección el programa.

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Two Minutes Forty-Five Seconds, de Dan Simmons

Dos Minutos Cuarenta y Cinco Segundos es un relato que puede (o puede que no, y este puede que no se basa principalmente en motivos legales) estar basado en la catástrofe del Challenger, el transbordador espacial que explotó en pleno vuelo; como bien dice en su introducción Ellen Datlow, es un relato que trata sobre la culpa. Y es así, aunque tratándose de Dan Simmons, ni las cosas son sencillas, ni el tratamiento es lineal.
Los que comprendan el inglés pueden leerlo en el enlace que figura al pie de esta reseña; aquellos que no, tendrán que fiarse de mi resumen.
El relato se inicia en una montaña rusa, y eso da la impresión de que el cuento tratará sobre esa conocida fobia como es el vértigo. Y sigue en la misma línea, en un avión privado que se va elevando, para aprensión del protagonista de la historia. Sin embargo, conforme avanza el relato vamos descubriendo cosas. Que el protagonista es uno de los principales ingenieros de cohetes y aerodinámica del país, por ejemplo. Y que ese vértigo que ahora sufre es sobrevenido. Antes, volaba y podía soportar cualquier tipo de alturas. Pero hubo un hecho que desencadenó esa fobia.
Sin mencionarlo, ese hecho fue la explosión de un transbordador espacial. En la realidad, el Challenger explotó cuando a pesar de las advertencias de algunos ingenieros, las presiones de la NASA hicieron efecto y la compañía fabricante dio el visto bueno a la estanqueidad de los tanques de combustible, aun sabiendo que existía una probabilidad de que fallaran si se daban ciertas condiciones. En ese desastre sólo quedó intacta de la nave la cabina de la tripulación, aunque todos los tripulantes resultaron muertos. La caída de esa cabina duró cerca de tres minutos. De ahí los Dos Minutos Cuarenta y Cinco Segundos del título.
En flashbacks insertados entre el transcurso real del vuelo en avión del protagonista, vemos cómo se gestó (o cómo pudo gestarse) esa presión a los ingenieros y cómo se plegaron. Y también asistimos a la obsesión del protagonista por las caídas libres, los cálculos que hace sobre ellas, y el recuerdo entremezclado con las imágenes de la cabina de vuelo. Y el protagonista decide, de hecho lo ha decidido mucho antes, pagar por lo que ha hecho, y que paguen los ingenieros que le acompañaron en la decisión y que están con él en el avión. La caída no será desde tanta altura. Pero, gracias a la superficie del aparato y a la resistencia del aire, puede que sí se acerque a los dos minutos y cuarenta y cinco segundos.
Es un relato sobre la culpa, es innegable, y uno excelentemente escrito (fríamente escrito, y sin embargo emocional) por uno de los escritores de género más literarios (las referencias a la literatura clásica y a los escritores son constantes en sus obras) y que más fulgurantemente irrumpió en el campo de la ciencia ficción y el terror.

En Demons & Dreams. The Best Fantasy and Horror 2
Legend / Random Century
Londres, 1990 [1988]
Ed. de Ellen Datlow y Terri Windling

Texto en inglés de Two Minutes and Forty-Five Seconds, con una introducción del autor