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A Todo Jazz: Sweet Georgia Brown

Pues sí, el Cifu tiene otro programa de jazz en las ondas, en Radio 3, y, con un todo diferente, es igualmente bueno.
Y en ese programa (habrán más recuperaciones de sus podcasts aquí, por descontado), había una emisión en concreto que quería poner a toda costa; aprovechando que hoy es fin de año, una situación que se brinda a la festividad y a lo lúdico, me parece la ocasión perfecta para proponerles este programa en extremo juguetón pero jazzísticamente disfrutable. Y es que el Cifu les va a invitar a reencontrarse con una chica muy dulce, de nombre Georgia Brown.
Al fin y al cabo, una de las marcas de identidad (no la única, ni la más importante, pero sí una de ellas) es que no importa tanto la composición como la versión. En otrso géneros, la partitura es como una losa que cae sobre la interpretación; en el jazz es justamente lo contrario, un motivo sobre el que improvisar.
Por descontado, no van a escuchar sólo versiones de Sweet Georgia Brown. El Cifu las limitará a tres, pero ya verán que son tan variadas en sus estilos y ataques que merecen la pena escucharse como temas diferentes. Y el resto serán composiciones nuevas, pero sobre las armonías de Sweet Georgia Brown. Y prepárense porque la nómina de los compositores e intérpretes es de lo más granado.
De modo que, para empezar y para recordar que Georgia Brown nació en 1925, una grabación de ese mismo año realizada por los California Ramblers con Adrian Rollini al saxo bajo al frente; y la oportunidad de escuchar a los hermanos Dorsey.
En un cambio de estilo total, pero delicioso, el Quinteto del Hot Club de Francia, con Django Reinhardt y Stéphane Grappelli, nos dará su versión del tema.
Y luego, el gran clarinetista Barney Bigard hará lo mismo, acompañado entre otros por el batería Zooty Singleton y el contrabajo Red Callender, pero con la peculiaridad de hacerlo improvisando sobre el tema en lugar de exponerlo.
Empezaremos con las composiciones sobre Sweet Georgia Brown.
Nada menos que MIles Davis, con Jackie McLean al saxo alto, Sonny Rollins al tenor, Walter Bishop Jr al piano, Tommy Potter al bajo y Art Blakey a la batería interpretan Dig. Una maravilla.
Agárrense, porque lo que viene entonces es una aceleración de ritmo, de pulso y de todo: Clifford BRown, con Max Roach soberbio a la batería y Harold land al saxo tenor, más la inestimable ayuda de Richie Powell al piano y George Morrow al contrabajo interpretan Sweet Clifford, una pieza tocada a un ritmo infernal.
¿Y quién podía hacer la mejor trasposición de Sweet Georgia Brown a un tema totalmente nuevo? Thelonious Monk, obviamente; acompañado de Charlie Rouse al tenor, Joe Orr al bajo y Frankie Dunlop a la batería, interpretan Bright Mississippi. Una delicia.
Y finalmente tendremos un Sweet Georgia Bright compuesto por el saxo tenor Charles Lloyd, con tintes un poquito más broncos, pero igualmente inestimables.
Deseo que les haya gustado.
Feliz Año Nuevo a todos.

(Nota; el programa viene precedido de un par de cuñas publicitarias; para aquellos que no deseen escucharlas, desplácense al minuto 1' 26'')

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Kings in Darkness, de Michael Moorcock

En The Mammoth Book of All-Time Fantasy Greats
Robinson Publishing
Londres, 1988 [1962]

Que Michael Moorcock debía figurar en el Salón de la Fama de la Fantasía, era esperable. Y que lo hiciera con un episodio de la serie por la que es más conocido, y una que conmovió en cierta manera los cimientos de la fantasía heroica, también. De modo que, en efecto, Kings in Darkness [Reyes en la Oscuridad] es un relato de las andanzas de Elric de Melnibone, el albino, el llamado Eric el Asesino de Mujeres en el oeste, un personaje torturado, poseedor de una espada rúnica, Stormbringer, la Portadora de Tormentas, que tiene la particularidad de ser una espada pensante. Y una que a veces parece suplantar los pensamientos de su poseedor, y que parece también decidir su destino por él (y que tendrá una relevancia enorme en el destino final de Elric, pero eso es cosa de la serie, y no del relato que hoy nos ocupa).
En Reyes en la Oscuridad Elric se nos presenta in medias res: sabemos que es un personaje torturado, sabemos que es un proscrito de muchos lugares (de hecho, se nos presenta huyendo de la Ciudad de los Mendigos por haber practicado la brujería), sabemos que tiene una historia detrás que conforma un destino insólito y tétrico, un destino que en palabras de Moorcock, "corteja a la muerte y ansía la venganza". El caso es que su huida le lleva al bosque de Troos, un lugar maldito, despoblado incluso de animales, y profundamente ominoso. Allí se encuentra con una bella dama que ha logrado escapar de la emboscada de los hombre del reino de Org, y que pide protección para regresar a su país. Aun después de hechas las presentaciones (y una de las características, casi masoquistas, de Elric es que se complace en presentarse irónicamente como lo que es y con todos los atributos que su mala fama conllevan), la dama no tiene más remedio que ser protegida por ese humano que parece maldito. Tras un nuevo ataque de los hombres de Org, Elric decide, temerariamente, presentarse en las puertas de la misma fortaleza orgiana y buscar venganza y botín allí. Temerariamente, digo, porque serán capturados y su vida estará a punto de extinguirse, de no mediar una antigua maldición que acomete al rey de Org.
Todos los elementos tradicionales de la fantasía heroica, como ven, están presentes. Sin embargo, el gran Moorcock (que puede escribir de forma que parece literatura popular, pero que por estilo y planteamiento va más allá) retuerce, por medio del pathos de su protagonista, todos los clichés, y prácticamente de la nada crea la que podríamos denominar "fantasía anti-heroica". Es cierto que Leiber, con sus Fafrhd y el Ratonero Gris, ya había puesto los cimientos a una fantasía de este estilo mucho más inteligente, pero Moorcock es el que la llevó a su extremo, dándole un aire de maldito a su personaje que pocas veces se ha hallado en el campo de la fantasía, e imbuyendo a su ficción de una atmósfera de destino ineluctable (que sin embargo es arrostrada por sus personajes) única.
Leer a Moorcock es encontrarse con la negación de todos los tópicos de la fantasía, es enfrentarse a un modo de definir los héroes que, constituyendo un avance literario, es a la vez un regreso a las sagas nórdicas y primordiales (la épica de Gilgamesh, por ejemplo) en sus elementos constitutivos. En absoluto se puede despreciar la saga de Elric como fantasía popular. En todo caso, siéndolo, es una fantasía tan literaria como inteligente, tan densa de implicaciones literarias sobre el papel del héroe que tiene que quedar como modelo de un género que a veces parece inamovible en sus tópicos, y que sin emargo el británico supo llevar más allá de sus límites.

Enlace a la edición online inglesa de Kings in Darkness
Versión en castellano de Reyes en la Oscuridad

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Medianoche en el Jardín del Bien y del Mal, de John Berendt

(Midnight in the Garden of the Good & Evil)
Grijalbo Mondadori, col. Literatura
Barcelona, 19982 [1994]

Traer esta novela (¿Novela? Algunos críticos americanos la han definido como una muestra de los que se ha venido en llamar faction, una contracción de fact y fiction, hecho real y ficción) conlleva el riesgo de que muchos de ustedes hayan visto la magnífica película de Clint Eastwood del mismo título y piensen que con eso ya tienen bastante como para hacerse una idea del contenido de este libro.
La verdad es que la película, en un magnífico ejemplo de cómo los caminos del cine y la literatura no sólo difieren, sino que deben diferir, relata (de forma muy cambiada y más dramática, pero eso no es un defecto cinematográfico) uno de los hechos, ciertamente principal en el libro, pero que no ocupa ni mucho menos el objetivo qu e Berendt se había marcado al escribirlo.
El hecho que película y novela cuentan es la muerte por disparos de un chapero y posible amante de Jim Williams, propietario de la Mercer House, una de las casas más señoriales de Savannah, y anticuario que, sin embargo, no pertenece a la aristocracia local.
Esta historia, como percibieron los guionistas, es potente y justifica toda una filmación, así como una novela. Pero el objetivo de Berendt, y uno que cumple con creces, es otro. Berendt no se enamoró de la ciudad de Savannah, pero sí quedó fascinado por ella. Tanto como para vivir, durante ocho años, a caballo de la ciudad sureña y Nueva York. A partir de esa experiencia, Berendt nos asegura, y hay sobradas pruebas de que es así, que todo lo que relata es real. Puede que haya cambiado los nombres y apariencia física de alguien, pero el resto (y es mucho) es completamente real.
Y Berendt empieza una composición cuyo objetivo es transmitirnos esa fascinación por Savannah, la ciudad más bonita de todo el Sur y probablemente una de las más hermosas de todos los Estados Unidos. No sólo la ciudad se hará personaje y protagonista, sino que parece marcar el carácter de todos los que viven en ella. Un centro histórico increíble, con veintiuna plazas, mansiones restauradas que conservan todo el sabor del sur... pero sobre todo unas gentes que viven en esa ciudad y que en el fondo ansían que nada de ella cambie, ni para mejor ni para peor. En ese protagonismo, difícil de lograr con palabras, Berendt tiene que hallar personajes, y los encuentra con suma facilidad; puede ser discutible que esas personas (el Joe Odom que parece vivir en una fiesta continua, debiendo dinero a todos pero también apreciado por todo el mundo; el hombre que se pasea por las calles con moscas atadas; un tipo que pasea un perro inexistente; la misma Lady Chablis, un transexual que se interpretó a sí misma en la película, etc.) sean las que puedan representar a una ciudad. Pero lo que es innegable es que el cómo son admitidas esas personas por el resto de habitantes de Savannah sí muestra un carácter peculiar, uno igualmente conservador en el sentido de que esas personas son gente de Savannah y por tanto, asunto de Savannah.
Berendt sigue la estela de la ficción que Truman Capote inauguró con su A Sangre Fría, la de narrar hechos reales mediante el instrumento novelístico. Es meritorio, porque consigue transmitir un cuadro enorme, variado y completo, pero es más meritorio todavía porque consigue la rareza de convertir a toda una ciudad, en abstracto, en protagonista absoluto. No de otra cosa trata este libro. De un personaje que ha moldeado su carácter a lo largo de los siglos y que ha moldeado a su vez a las personas que lo habitan.
En esta instancia, lo mejor que puede el lector es dejarse fascinar por lo que el autor cuenta de una ciudad bella e increíble, pero intensamente real como es Savannah.

Portada y sinopsis
Entrevista con John Berendt (en inglés) al respecto de Medianoche en el Jardín del Bien y del Mal
Web oficial de Lady Chablis
Página web de la Casa Museo Mercer

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Confesiones de un Joven Novelista, de Umberto Eco

(Confessions of a Young Novelist)
Random House Mondadori/Lumen, col. Futura
Barcelona, 2011 [2011]

Puesto que pocas personas han tenido una trayectoria tan destacada en el campo intelectual y ensayístico como Umberto Eco, y puesto que pocos novelistas han tenido una recepción tan entusiasta primero, polémica después y finalmente parece que de nuevo entusiasta (aunque sin los excesos que provocó su primera novela, El Nombre de la Rosa), sus opiniones sobre novelística y sobre el arte y oficio de escribir merecen no sólo un vistazo, sino ser consideradas en lo que valen, que es mucho.
Lo de "joven" del título no es poque Eco se considere persona de edad juvenil (que podría, pero eso es asunto suyo), sino porque como dice, es un novelista que empezó su carrera hace cosa de treinta años. Con un punto de ironía, nos aclara que eso quiere decir que publicará muchas más novelas en los próximos cincuenta.
Este ensayo se divide en cuatro partes, la primera de las cuales (Escribiendo de Izquierda a Derecha) es, quizá,  la más íntima. Describe cómo Eco, que abominaba de la escritura novelística (y de la poesía, pero ese es otro asunto), sintió el roer del gusanillo de la escritura de ficción cuando halló un tema, o más bien, casi un emblema, una imagen, y sobre eso sobrepuso una novela. Un apartado casi reservado a los que sienten curiosidad por cómo se estimula la creación, por lo menos desde el punto de vista de Eco, un punto de vista ciertamente intelectual, pero que proporciona pistas sobre el método (por lo menos el método de Eco; no es, ni pretende ser el único) de creación: detallado, considerado con la historia y los personajes, meditado hasta lo más ínfimo, que no tiene porqué importar o incluso señalarse a los lectores, pero que resulta importante para el autor.
La segunda parte, Autor, Texto e Intérpretes, es mucho más interesante a nivel teórico, puesto que Eco reflexiona sobre la interacción entre estos tres elementos (dentro de los intérpretes, por descontado, están los lectores) una vez el texto ya ha pasado a estar expuesto al público. Eco se muestra partidario de que el texto adquiera vida propia y lícita una vez sale del control del autor, y muestra unos cuantos ejemplos de ello en sus propias obras y en cómo sus lectores y traductores han interpretado cosas a veces distintas de las que Eco podía decir (o sospechaba que decía). Si bien esta libertad interpretativa es estimulante y estimulada por el propio Eco, éste establece unos límites, por lo menos respecto a su propia obra, como cuando una traductora establecía una relación causal entre el nombre de uno de los personajes de El Nombre de la Rosa, Ugo di Novocastro, y Giacomo Casanova, sobre la idea de que castro = casa y novo = nova; Eco desmiente esta afirmación (castro es campamento, castillo, localidad, pero casa es eso, una mansión), pero además no la adjudica ni tan siquiera a un detalle subconsciente (de los que reconoce algunos en sus obras). Pero su desestimación no proviene por ese detalle filológico, sino por el de que, aunque fuera cierto, no es relevante para ninguna de las dos historias.
La tercera parte todavía es más interesante, y es que se trata de Algunas Observaciones Sobre los Personajes de Ficción, en concreto a esos personajes que no tienen necesidad de ser ni tan siquiera leídos en sus obras originales para pasar al acervo de la cultura y el conocimiento común (Don Quijote, Ana Karenina, D'Artagnan, nombren a los que ustedes quieran). Los denomina personajes que "viven" fuera de la partitura que les fue asignada. Puesto que la idea no es original de Umberto Eco, y puesto que es un aidea que ya ha sido empleada en variados estudios literarios, declararé aquí que la analogía musical me parece alambicada. Prefiero llamar a esos seres personajes que se incorporan al pozo mítico del cual todos (con diversas gradaciones, pero una gran mayoría) bebemos y sobre el que conformamos nuestras experiencias y referencias.
Pero, dejando aparte las diferencias que pueda yo tener con las denominaciones, no deja de ser valioso lo que Eco nos explica sobre esos seres de ficción que se incorporan, a veces con más fuerza que las personas reales, a nuestra vida. Este capítulo es probablemente el mejor del libro, y vale la pena todo el texto por una lección magistral semejante.
La cuarta parte, que ocupa aproximadamente el cuarenta por ciento del libro, es Mis Listas. Y el problema es que ya lo he leído. Es el texto que acompaña (tal vez un poco más personal en este caso, pero fundamentalmente el mismo) a El Vértigo de las Listas. Sobre, esto, déjenme comentarles un detalle: el copyright de estas Confesiones es de The President and Fellows of Harvard College. Los chicos de Harvard deben pagar muy bien como para que alguien admita cederles los derechos de publicación y la autoría intelectual de las conferencias que uno dicta en esa universidad. Pero creo que, en este caso, Umberto Eco ha hecho mal negocio. En cualquier caso, puede ser interesante hallar una versión algo más barata (El Vértigo de las Listas es un libro terriblemente caro) de ese texto, que ciertamente es apasionante. Pero con todo lo caro que es, prefiero hallármelo ilustrado y ejemplificado convenientemente en lugar de expresado con tal sequedad en en Confesiones. En cualquier caso, están avisados.
Aunque, con todo y este defecto, el resto del texto es tan valioso que vale la pena leerlo.

Portada y sinopsis

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Entre Pillos Anda el Juego, de John Landis

SESIÓN MATINAL

(Trading Places); 1983

Director: John Landis; Guión: Timothy Harris, Herschel Weingrod; Intérpretes: Dan Ackroyd (Louis Winthorpe III), Eddie Murphy (Billy Ray Valentine), Ralph Bellamy (Randolph Duke), Don Ameche (Mortimer Duke), Denholm Elliott (Coleman), Jamie Lee Curtis (Ophelia), Kristin Holby (Penelope Witherspoon); Dir. de fotografía: Robert Paynter; Música: Elmer Bernstein; Diseño de producción: Gene Radolf.

Cuando se estrenó Trading Places (olvídense de esa memez de título español que es Entre Pillos Anda el Juego; el original quiere decir "Intercambio", y se adhiere mucho mejor a lo que es la película) mis reticencias en verla fueron enormes. No sólo tenía un título español que hacía presagiatr lo peor, sino que todos los elementos parecían anunciar una de esas comedietas americanas insufribles: Dan Ackroyd nunca se ha distinguido por elegir con acierto sus papeles, y no hablemos de Eddie Murphy, descontrolado, histriónico y autor e intérprete de algunas de las peores películas de la historia. Pero estaba dirigida por John Landis, un tipo al que, por lo menos hasta entonces, valía la pena seguirle en su carrera.
Y la sorpresa fue enorme. Porque se trata de una comedia, sí, pero de una divertida, muy inteligente y con un trasfondo mucho mejor de lo que uno pudiera esperar.
Ya desde su inicio. Dos millonarios anciando (interpretados genialmente por Ameche y Bellamy) discuten sobre qué tiene más importancia, si la herencia genética o el ambiente para prosperar en la vida. Tras este punto de partida ciertamente inusual para una comedia americana, se deciden a poner un experimento en práctica: desposeen de todo a uno de sus máximos ejecutivos (Ackroyd), y lo abocan a la miseria y el desclasamiento, mientras "adoptan" a un vagabundo (Murphy) como ejecutivo. Y hay que descir que demuestran su punto de vista: Murphy empieza a desenvolverse como pez en el agua en su nuevo ambiente, mientras que el pobre Ackroyd se hunde cada vez más en la miseria.
Pero ambos hombres se dan cuienta de que están siendo utilizados como marionetas y traman una venganza. Una venganza terrible, puesto que herirá a los dos millonarios en donde más les duele.
Les aseguro que es una película con la que se pasa un buen rato, con un argumento que para sí ya querrían muchas películas "serias", con un trabajo actoral por parte de los veteranos impecable, y con un Eddie Murphy que incluso se contiene, una magistral dirección (la escena de la bolsa es, además de divertidísima y basada por completo en la realidad, para enmarcar) y unos golpes de guión dignos de la antigua tradición de la comedia americana.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Django Reinhardt 1939-1940

Es un placer continuar repasando la trayectoria musical del genio de la guitarra Django Reinhardt. En el inicio del programa de hoy tenemos un par de impecables temas a dúo con el imprescindible violinista Stéphane Grappelli, Out of Nowhere y Baby.
Después tenemos una sesión londinense, ya con el Quinteto del Hot Club de Francia, más el añadido de la vocalista Beryl Davies. Tendremos Undecided, cantado por ella, pero en el que hay que destacar lo bien que acompaña Django de fondo, haciendo diabluras casi mejores que un solo; un clásico del grupo HCQ StrutDon't Worry About Me, también con parte cantada por parte de Beryl; y un The Man I Love con una parte final a toda velocidad por el quinteto.
Y aquí empezó la Segunda Guerra Mundial. Django volvió de Londres a París, lógicamente preocupado por su familia (e, ilógicamente, se quedó en Francia), mientras que Grappelli permanecía en Londres. Eso es prácticamente el final del Quinteto en su forma clásica, y si bien no pienso comparar los desastres de una guerra con esta pequeña tragedia musical, sí tengo que señalar que el conflicto vino a truncar la unión de dos músicos que habían alcanzado la cima en cuanto a compenetración e ideas musicales. Algo que lamentar en la historia de estos dos grandes músicos.
El caso es que Django, en París, sigue trabajando. Con el acordeonista Gus Viseur (el acordeón es un instrumento maldito y denostado en el jazz; nunca he entendido porqué); de esa colaboración escucharemos Daphne y It Had to Be You.
Y, ya en plena "drôle de guerre", la guerra tonta, en la que los franceses y los alemanes se limitaban a mirarse desde sus trincheras y la población creía que así iban a permanecer los frentes hasta los restos (craso error), Django interviene como rítmico y solista en algunos temas con la orquesta de Arthur Briggs, un trompetista americano que se quedó en Francia. Escucharemos My Melancholy Baby y Braggin' the Briggs. Nunca hay que desdeñar el aspecto rítmico de Django. Era un acompañante excelente, capaz de suplir él solo, si se lo proponía, a toda la sección rítmica de una orquesta. Y siempre hacía alguna refrescante "floritura" por detrás. Siempre es un placer escucharlo, y espero que a ustedes también se lo resulte. Disfruten con ello, y con los siempre imprescindibles comentarios del Cifu.




Nota para la audición: Si el reproductor de RNE fallara, cosa que sucede con demasiada frecuencia, y no se mostrara bien en su pantalla, debajo de la caja del reproductor hay una serie de enlaces. Clicando sobre el último de ellos aparecerá la pantalla de los podcasts de Jazz Porque Sí, con un reproductor que, esta vez sí, reproducirá a la perfección el programa.

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The Water Ghost of Harrowby Hall, de John Kendrick Bangs

En Christmas Ghosts
Robinson Publishing
Londres, 1988 [1894]
Ed. de Kathryn Cramer y David G. Hartwell

Como viene siendo costumbre de este blog, alrededor de las fechas navideñas me complazco en seguir la tradición británica de narrarles un cuento de fantasmas por Navidad.
En este caso es El Fantasma Acuático de Harrowby Hall, y déjenme precisar que la tradición británica del cuento de fantasmas, que tenía una intención moral en un principio, derivó en una tradición más bien hogareña, por lo que la principal motivación de tales cuentos no es la de asustar, por lo que muchas veces a su carácter suave añaden elementos o formas narrativas cómicas o irónicas (presentes incluso en el Christmas Carol de Charles Dickens).
Bien, en la mansión Harrowby Hall, todos los años por Nochebuena se aparece un fantasma, que permanece en este mundo durante exactamente una hora mortal, desde las doce de la noche hasta la una. Lo peculiar de ese fantasma es que es acuático. Una particularidad que lo hace en especial desagradable, puesto que empapa todo lo que hay a su alrededor; y en invierno, además. El lugar de las apariciones es una habitación concreta de la casa. Pero, si la habitación se encuentra vacía, el fantasma de la dama (porque es una dama), se traslada allá donde esté el propietario de la mansión. Intentos de imperbeabilizar la habitación para que esa forma acuática no pueda entrar no han tenido el menor éxito.
De hecho, este intento se muestra ciertamente malhadado. No sólo el fantasma logra penetrar en la casa, sino que al no encontrar a su acompañante, lo va a visitar. El propietario, que se las prometía muy felices habiendo desterrado la presencia espectral, se encuentra de repente acompañado de una dama ciertamente marina, y bebiendo un whisky aguado al 90 por ciento y con el fuego del hogar totalmente extinguido. No le aqueda más remedio que pasar lo que queda de la hora con ese espectro, y entablando conversación con ella se entera de que la aparecida es su tía tatara-tatara-abuela, que se suicidó tirándose al mar (en una decisión ciertamente impulsiva) cuando el padre de ella le decoró la habitación en colores que no le gustaban (ya hemos dicho que el humor es una de las características de estos cuentos). El propietario no puede vender la casa, puesto que el fantasma no permitirá un comprador, ni puede derruirla, puesto que entonces el espectro se aparecerá allá donde esté el propietario. Con estos negros pensamientos queda el señor de Harrowby, pensando qué puede ingeniar para el prximo año; pero no tendrá la oportunidad. El resfriado que ha pillado en compañía de la húmeda dama ha sido demasiado para su salud, y muere a consecuencia de él.
El descendiente que hereda la mansión es combativo, y el primer año de su posesión, y puesto que las llamas se apagan en presencia del espectro, decide atacar con el calor: convierte la habitación en una sauna, con cañerías de vapor que elevan la temperatura, y se prepara aclimatándose para nochebuena. Pese a que es ciertamente más agradable pasar la noche en una cálida humedad que empapado, el truco no tiene ningún efecto: el caudal de agua que compone la forma fantasmal parece inagotable, y cuando una gota se evapora de su cuerpo otra viene a reemplazarla.
Pero el señor Oglethorpe es tenaz, y para la siguiente nochebuena prepara una estrategia por completo distinta. Se abriga con doble grosor de ropa, viste un traje de goma de doble capa y se equipa con un casco de buzo. Y así, se dispone a esperar las campanadas de las doce de la noche:
«─¡Ah! ─dijo el joven propietario de Harrowby─ Me alegra verla.
─Es usted el hombre más original que he conocido ─replicó el fantasma─. ¿Puedo preguntar dónde ha conseguido ese sombrero?
─Ciertamente, señora ─contestó el propietario con amabilidad─. Es un pequeño observatorio portátil que me he hecho construir para emergencias como estas. Pero decidme, ¿es cierto que estáis condenada a seguirme durante una hora mortal?... ¿A estar donde yo esté, a sentaros donde yo me siente?
─Ese es mi delicioso destino ─replicó la dama.
─Iremos al lago ─dijo el propietario, poniéndose en camino.
─No podéis libraros de mí de esa manera ─dijo el fantasma─. El agua no me engullirá; de hecho, sólo añadirá más cuerpo a mi presencia.
─Sin embargo ─dijo el propietario con firmeza─, iremos al lago.
─Pero, mi querido señor ─objetó el ffantasma, con una leve reticencia─, hace un frío terrible ahí fuera. Estaréis helado no bien hayan pasado diez minutos.
─Oh, no, no lo estaré ─dijo el propietario─. Voy bien abrigado. ¡Vamos! ─esto último en un tono imperativo que hizo ondear al fantasma.
Y se pusieron en marcha.
No habían llegado todavía a las cercanías del agua cuando el fantasma acuático mostró señales de inquietud.
─Camináis demasiado lentamente ─dijo─. Estoy casi helada. Mis rodillas están tan rígidas que apenas puedo moverme. Os ruego que apresuréis el paso.
─Me gustaría complacer a una dama ─repuso, cortés, el propietario─, pero mis ropas son muy pesadas y cien metros por hora es el límite de mi velocidad. En cualquier caso, creo que mejor sería que nos sentáramos bajo la ventisca y habláramos de nuestros asuntos.
─¡No lo hagáis! ¡No lo hagáis, os lo suplico! ─imploró el fantasma─ Dejad que siga andando. Siento la rigidez en mí. Si nos detenemos aquí, me helaré.
─Esa, señora ─dijo con lentitud el propietario, sentándose sobre un montículo de hielo─, es la razón por la que os he traído aquí. Hemos estado en este lugar sólo diez minutos; tenemos cincuenta más. Tomáos vuestro tiempo, señora, pero congeláos, eso es todo lo que os pido.
─Ya no puedo mover mi pierna derecha ─gritó el fantasma con desesperación─ y mi camisó es una sábana de hielo sólido. ¡Oh, buen y amable señor Oglethorpe, encended un fuego y dejad que me libere de este gélido atuendo!
─Jamás, señora. No puede ser. Por fin os tengo.
─¡Cielos! ─gritó el fantasma, una lágrima deslizándose por su mejilla helada─ ¡Ayudadme, os lo suplico! ¡Me congelo!
─¡Congeláos, señora, congeláos! ─replicó Oglethorpe con frialdad─ Habéis empapado a los míos y a mí durante doscientos tres años, señora. Esta noche es vuestra última inundación.
─Ah, pero me deshelaré otra vez, y entonces veréis. En lugar del cómodo, tibio y amable fantasma que he sido en el pasado, señor, seré agua helada ─clamó amenazadoramente la dama.
─No, no lo haréis ─replicó Oglethorpe─; porque cuando estéis helada y rígida, os enviaré a un almacén frigorífico,y allí permaneceréis como una gélida obra de arte por siempre.
─Pero los almacenes arden.
─Así lo hacen, pero este almacén no puede arder. Está hecho de asbesto y rodeándolo hay muros a prueba de incendios, y dentro de esos muros la temperatura es ahora y será por siempre de doscientos grados bajo cero; lo bastante baja como para convertir en un carámbano a cualquier llama de este mundo... o del otro ─añadió el propietario con una risa apenas reprimida.
─Por última vez dejadme suplicaros. Me pondría de rodillas ante ti, Oglethorpe, si no estuvieran ya heladas. Os pido que no...
Entonces incluso las palabras se helaron en los labios del fantasma, y el reloj dio la una. Hubo un momentáneo temblor en la forma ligada a su agua helada, y la luna, saliendo de detrás de una nube, brilló sobre la rígida figura de una bella mujer esculpida en un hielo claro y transparente. Allí estaba el fantasma de Harrowby hall, conquistado por el frío, prisionero para toda la eternidad.
El heredero de harrowby había ganado por fin, y hoy, en un gran almacén de Londres se yergue la frígida forma de alguien que no volverá a inundar la casa de Oglethorpe con palabras de dolor y agua marina.
En cuanto al heredero de Harrowby, su éxito al tratar con un fantasma le ha hecho famoso, una fama que todavía le rodea como una aureola, aunque su victoria tuvo lugar hace unos veinte años; y lejos de ser impopular entre el bello sexo, como era cuando le conocí, no sólo se ha casado dos veces, sino que está a punto de llevar ante el altar a una tercera novia antes de que termine el año.»

Feliz Navidad a todos.

Texto en inglés de The Water Ghost of Harrowby Hall
The Water Ghost of Harrowby Hall leído en inglés

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Cyrano de Bergerac, de Edmond Rostand

(Cyrano de Bergerac)
Enciclopèdia Catalana, col. Club de Butxaca
Barcelona, 1990 [1897]
Versión de Xavier Bru de Sala

Basada, con algo de verdad y un mucho de sublimación, en el personaje histórico de Savinien Cyrano de Bergerac, Rostand compuso una obra de teatro en verso que elevó al personaje a la categoría de mito, se convirtió en un éxito instantáneo y ganó para su autor la Legión de Honor, como quien dice, apenas estrenada (se tardó sólo seis días en concedérsela).
El primer acto está dispuesto para presentarnos a Cyrano: de nariz legendaria, fanfarrón, orgulloso, dominador, gran poeta, buen dramaturgo, excelente músico, enorme espadachín, pobre y aguerrido. La grandilocuencia de esta presentación, con el enfrentamiento de Cyrano con la platea del teatro, el duelo a espada en verso y la victoria sobre cien esbirros para proteger a un poeta, tiene su contrapunto en la debilidad de este, al fin, hombre: Cyrano está enamorado de su prima, Roxane, a la que nos e atreve a declararse por la aprensión que le produce considerarse feo. Y las pocas esperanzas que pueda albergar se desvanecen cuando Roxane le pide que proteja a un "bello mosquetero que pasa", Christian, hombre apuesto (y valiente, todo hay que decirlo) que está en su misma compañía de guardias y al que su prima ama.
Si la presentación de Cyrano es como para levantar al auditorio, lo que sigue es un hallazgo argumental genial. Al tiempo paso atrás y al frente por parte de Cyrano, éste se presta a ser la lengua y el espíritu poético de Christian, enamorado de Roxane, pero incapaz de deslumbrarla con siquiera una frase bien construida, que pueda dar idea a la amada que belleza e ingenio van unidos.
Lo que sigue ya es parte de una obra teatral que jamás deja de ser a la vez tragedia y épica. La escena del balcón, la frustración de las últimas esperanzas de Cyrano con la muerte de Christian, ¿y quién puede luchar contra el recuerdo de un muerto? Y el triunfo final de Cyrano, pero demasiado tarde.
Cyrano de Bergerac es una obra brillante, viva y perdurable, además de un bombón para cualquier actor que se precie (Jacques Weber, que en la versión fílmica de Rappeneau interpreta a De Guiche, hizo un Cyrano de marca en el teatro). Su lema principal es el del "panache", ese penacho del sombrero. El sombrero puede estar raído, pero el penacho se mantiene, enhiesto y firme; a la vez honor, orgullo e integridad, es el último reducto, nos dice Rostand, del hombre honrado, valiente no por sus hechos de armas, sino por cómo se aprieta él mismo el alma, no permitiéndose salir a la calle sin una ofensa mal lavada, sin ser un espíritu libre, no habiéndose vendido a nadie, no habiendo entrado en componendas; el espíritu de aquel que no tiene que someterse a más juicio que el que se realiza a sí mismo, sabiendo que será el juez más duro pero, a la vez, el más imparcial. Un canto a la independencia del individuo, lo que no es mal mensaje para estos y otros tiempos.

[Otra cosa es cómo poder leer Cyrano de Bergerac. Se trata de una obra teatral en verso, y la traducción al castellano, publicada en Espasa, en su afán por conservar la métrica y la rima, ha quedado irreconocible respecto al original. Tal vez la mejor opción, para los que puedan, sea la versión catalana de Bru de Sala; y digo "versión", como lo dice él mismo, porque eso es. Hay un trabajo esforzado de adaptación de las formas métricas francesas a las catalanas, y eso hace que el sonido sea más natural. Pero aún así, la pérdida con respecto al original es notable, aunque no tan horrísona como la versión castellana. Si pueden, lean la versión francesa. Sólo así podrán captar todos los matices de la obra de Rostand.]

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El Eco Negro, de Michael Connelly

(The Black Echo)
Eds. B, col. Novela Policíaca
Barcelona, 2006 [1992]

Michael Connelly, que hasta el momento se había preparado (y muy bien) como periodista de sucesos en el LA Times, saltó a la fama narrativa con esta novela, que presentaba al detective del departamento de policía de Los Ángeles Hieronymus Bosch, un personaje recurrente en su ficción y cuya personalidad irá perfilando en sucesivas novelas.
En este caso, Bosch se enfrenta a uno de sus traumas del pasado: siendo soldado en Vietnam, fue uno de los miembros de la unidad de "ratas de los túneles", esos combatientes que, únicamente provistos de una linterna y una pistola automática, se introducían en las extensas y laberínticas redes de túneles empleadas por el Vietcong para moverse por el territorio y almacenar pertrechos y provisiones; una guerra sucia e individual que fue de las más crueles y sanguinarias de ese conflicto.
Pues bien, uno de esos veteranos (y excompañero de Bosch) aparece asesinado. Y las investigaciones que la policía realiza conectan a esa persona con un robo producido en la ámara acorazada de un banco realizado gracias a un túnel excavado desde la red de alcantarillado.
Bosch tendrá entonces que mantener una difícil relación con los miembros del FBI que investigan ese robo, sospechando que pueden haber detalles que van mucho más allá de lo aparente.
El Eco Negro es notable. Como novela policíaca en sí, pero también como iniciadora de una serie que irá desarrollando un personaje traumático y traumatizado, complejo psicológicamente, apegado a su ciudad de Los Ángeles (de la que se convertirá en guía y cronista, otra de las características de las novelas de Connelly) y espectador de los cambios de una sociedad desconcertada.
He dicho ya que en el marasmo y vulgaridad de la novela policial norteamericana contemporánea (a diferencia de la producida en el resto del mundo), Connelly es prácticamente el único que vale la pena leer. Sus novelas van más allá de la mera resolución criminal, y abarcan tanto la toma de temperatura social del momento como la perspectiva moral de las personas que componen esa sociedad. Es un buen ejercicio a múltiples niveles leer sus novelas, y recomiendo encarecidamente hacerlo en su orden. El resultado será más que satisfactorio.

Portada y sinopsis de la edición norteamericana

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Gigi, de Vincente Minnelli

SESIÓN MATINAL

(Gigi); 1958

Director: Vincente Minnelli; Guión: Alan Jay Lerner, basado en la novela de Colette; Intérpretes: Leslie Caron (Gigi), Louis Jourdan (Gaston Lachaille), Maurice Chevalier (Honoré Lachaille), Hermione Gingold (Madame Alvarez), Isabel Jeans (Tía Alicia), Jacques Bergerac (Sandomir), Eva Gabor (Liane d'Exelmans), John Abbott (Manuel); Dir. de fotografía: Joseph Ruttenberg; Dirección musical: André Previn; Diseño de producción y vestuario: Cecil Beaton; Música: Frederick Loewe; Letra: Alan Jay Lerner; Montaje: Adrienne Fazan.

Terreno peliagudo, este. Y uno que abre campo a la reflexión sobre los usos y costumbres del ayer y del hoy y lo variable de lo que es admisible y lo que no.
Piensen que esta película obtuvo nueve oscars, más uno especial a Maurice Chevalier, y sin embargo, ¿quién se atreve a ponerle el cascabel al gato hoy día, y comentarla? Según parece, muy pocos o nadie, y apenas es citada en los libros recientes que aparecen sobre el musical o la historia del cine.
La causa, claro, es su temática. Hay que tener en cuenta que está basado en una novela de Colette (que en épocas nacionalcatolicistas en España era denominada "obscena"), que dio origen a una película sobre la cual se inspiró Alan Jay Lerner para hacer la obra musical. Pues tengan en cuenta también que esta versión musical representa un lavado del argumento, o sea que imagínense cómo debía ser la película no musical. Y sin embargo, con argumento aligerado o no, Gigi es una película que puede hacernos sentir incómodos, porque lo que en su época era en apariencia un musical (no tan inocente, desde luego, pero para nada escabroso) hoy es una película políticamente incorrectísima.
Lavado de cara o no, la película trata de la educación de una menor para ser convertida en una ramera de lujo (o, como dicen los franceses tan elegantemente, una demi-mondaine); y ser entregada, por dinero, por supuesto, a un auténtico calavera como el interpretado por Louis Jourdan. Que después el amor (como sucede en la novela, en la primera versión y en esta musical) lo redima todo no aligera ni un ápice la temática. En el mismo tráiler al pie de esta entrada, podrán igualmente ver a un Maurice Chevalier cantando una de las canciones más famosas, Thank Heaven for Little Girls. En su época la mirada que dirige Chevalier a la niñita que juega a su lado en un parque podía ser inocente, pero hoy día más parece la de un viejo verde de intenciones más que aviesas.
De modo que tenemos una película que por los parámetros de hoy es machista y hasta pedófila. No nos engañemos, lo era también en 1958, pero en esas épocas no pasaba nada. Hoy día, en lugar de a los oscar lo que sería candidata es a la prisión.
Y no me parece mal este cambio de actitudes. Evolucionamos, mal que bien, pero los tiempos pasados jamás fueron mejores, y es bueno que actitudes como las que muestra la película sean denunciables y denunciadas.
Entonces, ¿hay que suprimir y condenar al olvido a Gigi? Mi respuesta es no. Somos lo que somos, pero también lo somos porque venimos de donde venimos y estamos donde estamos. De modo que hay que ver Gigi, porque es una gran película, pero sabiendo lo que vemos y poniéndola en su contexto histórico e incluso crítico con su argumento. ¿Nulle estetica sine etica? La verdad es que esa frase siempre me ha parecido falsa. Existen maldades como el nazismo o la revolución cultural china, por ejemplo, que han creado su estética, de modo que afirmar que no hay estética sin ética es llegar muy lejos. Gigi es una película que estéticamente roza la perfección, con un gran diseño de producción, una música y canciones impecables (y memorables: "La Noche en que Inventaron el Champán" o la misma "Gigi") y una dirección manierista y entregada como lo era casi siempre la de Vincente Minnelli; y con una s interpretaciones magníficas.
De modo que vean si pueden Gigi, pero sean críticos con el argumento y con la sociedad que lo consideró en su día admisible.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Duke Ellington en la Mather Air Force Base (II)

Continuamos con el programa (de baile) de esa actuación que Ellington y sus chicos dieron en la base de la fuerza aérea de Mather. Con un repertorio enormemente elegante, pero siguiendo con todo el carácter y el estilo de la banda de Ellington (salvo en el último tema, donde "basiean" un poco), pero con una frescura y un buen ambiente que se transmiten a la música.
Poco más hay que decir, y lo que hay que decir lo dice el Cifu mejor que yo, salvo que es una actuación enormemente disfrutable y que espero les guste. Empieza con Blues in Orbit, composición recientye de Ellington, y tremendamente sugestiva; la banda atiende la petición de Mood Indigo, y como siempre Shorty Baker se luce, acompañado también por Russell Procope al clarinete; Honeysuckle Rose, un tema clavado para lucimiento de Jimmy Hamilton al clarinete; la siempre inmortal balada Willow Weep for Me; un Caravan tocado a la latina, muy sugerente, muy distinto a las versiones que conocemos de este estándar; y Wailing Interval, donde la banda, para despedirse, monta un riff muy a lo Basie pero también donde Paul Gonsalves demuestra sus dotes de improvisador. En suma, un concierto buenísimo.
Lo que sigue es más delicado. Se trata de los primeros temas del disco Duke Ellington at the Bal Masqué. Bueno, hay que decir que es difícil que Ellington y sus muchachos toquen mal, y no lo hacen, tocan muy bien; y que es difícil que Ellington y Strayhorn no hicieran arreglos que merecieran la pena, y los hacen y el material que tocan eneste disco suena de maravilla. Pero, primero, se oyen aplausos. Y los aplausos que se oyen tienen todo el aspecto de ser más falsos que un billete de tres euros, es decir, que suenan a lata. Y segundo, que el repertorio, si no fue impuesto a punta de pistola, sí que probablemente fue impuesto a secas. En aquella época, y en algunas posteriores y todas las anteriores, la mayoría de las discográficas se dedicaban a maltratar a los artistas que tenían bajo contrato. Las productoras ya están pasando por su purgatorio particular, lo cual les debería enseñar algo sobre la ley del karma, pero además, me pregunto: ¿quién fue el genio que teniendo a Ellington en plantilla, el que ha sido reconocido como el compositor americano del siglo XX por excelencia, lo desperdiciaba haciéndole tocar eso? Insisto, suena bien, suena hasta ellingtoniano; y hasta puede ser curioso escuchar a Ellington tocando eso. Pero es un desperdicio de recursos y talento.
Las tres canciones que escucharemos son Alice Blue Gown; Who's Afraid of the Big Bad Wolf, sí, sí, la de los tres cerditos; y Got a Date with an Angel. Todo muy acaramelado, pero por fortuna están Ellington y Strayhorn para hacerlo pasar con swing.


Nota para la audición: Si el reproductor de RNE fallara, cosa que sucede con demasiada frecuencia, y no se mostrara bien en su pantalla, debajo de la caja del reproductor hay una serie de enlaces. Clicando sobre el último de ellos aparecerá la pantalla de los podcasts de Jazz Porque Sí, con un reproductor que, esta vez sí, reproducirá a la perfección el programa.

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That Hell-Bound Train, de Robert Bloch

En The Mammoth Book of Fantasy All-Time Greats
Robinson Publishing
Londres, 1988 [1958]

Robert Bloch, aparte de ser el autor de Psicosis, aparte de ser amigo y corresponsal de Lovecraft, aparte de ser uno de los autores ineludibles en la historia del género de terror, fue persona provista de un agudo sentido del humor, un humor ácido y negro, suave y muy irónico, que mostró en sus historias una y otra vez.
Tren al Infierno (del que pueden leer una versión en castellano al pie de la entrada; la traducción no es gran cosa, un problema recurrente en el género, pero es lo que hay) es uno de estos relatos provistos de ese sentido del humor. Y lo ejecuta mediante el tema que más situaciones humorísticas ha provocado, como es el pacto con el diablo.
Martin es un vagabundo, un pequeño delincuente que, por tradición familiar y por instinto, casi nunca se aparta de las vías del ferrocarril. Viaja como polizón en los trenes, o camina siguiendo los raíles y, en resumen, su destino se mueve junto a los caminos de acero.
Un día, cuando está pensando en su situación actual y se plantea incluso acudir al Ejército de salvación, aparece un tren de pasajeros que se detiene junto a él. Baja el jefe de tren y se dirige a Martin en los términos más amistosos que puedan darse.
El diablo (porque es él) propone a Martin un trato, aunque deja bien claro que no hay posibilidad de letra pequeña, de arrepentimiento a última hora o tonterías semejantes. Y Martin, como su deseo a cambio de su alma, escoge tomar un reloj que puede detener el tiempo una sola vez cuando él lo crea oportuno. Piensa que cuando sea feliz podrá detener el transcurso temporal de su vida y vivir en esa situación por toda la eternidad. Así se hace, aunque el diablo no parece muy satisfecho, pero martin no se da cuenta de que el concepto de felicidad es muy variable, y que cuando se tienen las cosas que le harían feliz, se empiezan a desear más...
El final, sorpresivo y coherente con el relato, es impecable. Déjenme resaltar lo medido del cuento, lo adecuado de su progresión, lo acertado de su ironía, su magnífica imaginería, con ese tren cuyo destino es la estación término (nunca mejor dicho) definitiva. Todo ello conforma un relato que deja una sonrisa en los labios con una demostración de buen hacer narrativo.

Texto en castellano de Tren al Infierno
Texto en inglés de That Hell-Bound Train

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¡Muy Bien, Jeeves!, de P. G. Wodehouse

(Very Good, Jeeves!)
Círculo de Lectores
Barcelona, 1969 [1930]

Se busque como se busque, sorprende lo poco que la literatura se ha ocupado del humor, y lo poco que el humor tiene pervivencia más allá de las sátiras sobre temas universales (el militarismo, la guerra de sexos, la burocracia, las desigualdades sociales...).
Es tanto más sorprendente, por tanto, hallar obras que gozan de atemporalidad y fama tratándose de exponentes del humor blanco que se refieren a un mundo improbable, inexistente ya, si es que alguna vez existió.
Es el caso de las aventuras de ese lechuguino entrañable que es Bertram W. Wooster, y de su criado Jeeves, tan sagaz como Séneca, tan meticuloso como Sherlock Holmes, tan rotundo como Petronio.
En esta colección de relatos volvemos a encontrarnos con ese mundo de la clase aristocrática y ociosa británica, un mundo propio, y en el cual Wodehouse introduce sus argumentos extravagantes en los cuales el inefable y bienintencionado Bertie se ve implicado, situaciones absurdas de las que tiene que ser inevitablemente rescatado por su criado Jeeves.
Buena prueba de ello es el relato Jeeves y el Cantar de los Cantares, donde el amigo de Bertram, Tuppy Glossop, se ha enamorado de una cantante lírica, cosa que ha molestado a Angela, su reciente novia con la cual ha discutido. La madre de Angela y tía de Bertie pide a éste que intervenga para arruinar el romance de Tuppy y hacer que vuelva al redil. Ambos se ponen en manos de Jeeves, que de inmediato propone un plan, siempre «basado en la psicología del individuo». En una función benéfica en uno de los barrios obreros de Loncres, Jeeves propone que Bertram cante "Hijo Mío" antes de que Tuppy también cante "Hijo Mío". Así, el público, irritado por la repetición, mostraría su enfado y desacreditaría a Glossop ante los ojos de la cantante.
El día de la función, Bertram canta ante un auditorio desconcertado... Desconcertado poque "Hijo Mío" ya ha sido cantada dos veces antes. Aún así, Wooster sale indemne. Pero cuando el joven Glossop empieza a entonar las primeras notas de la canción, los acontecimientos se precipitan. Como explica Bertram, «Un verdulero sublevado es una cosa terrible. Yo no había visto hasta entonces un proletario insurrecto y confieso que el espectáculo me impresionó. Ello daba alguna idea de lo que debía haber sido la Revolución Francesa».
¿Todo ha salido a pedir de boca? No del todo. La cantante se ha retrasado y no ha podido presenciar la debacle de su enamorado. El plan ha fracasado y Bertram, deprimido, vuelve a su casa. Es para él una sorpresa cuando Tuppy viene a decirle que ha roto el compromiso y pedirle que interceda ante Angela. Wooster se siente perplejo. Más tarde, hablando con Jeeves, llega la luz:
«─¿Cómo diablos ha ocurrido eso?
─Sospecho, señor, que proviene de la acogida que el público dedicó a la canción de la señorita Bellinger.
─¡Dios mío! ¿Es posible que diera un gallo?
─Sí, señor.
─¿Con la voz que tiene?
─Sí, señor. Pero creo que el auditorio se molestó cuando supo la canción escogida.
La razón empezaba a vacilar en su trono.
─¿No me dirá, Jeeves, que la Bellinger quiso cantar "Hijo Mío"?
─Sí, señor. Y, erróneamente a mi parecer, se llevó consigo al escenario una muñeca muy grande, a fin de dirigirle su canto. El público fingió confundirla con una ventrílocua y hubo un poco de barullo.
─¡Qué coincidencia, Jeeves!
─No, señor. Me tomé la libertad de interpelar a la señorita Bellinger cuando llegaba al escenario y recordarle mi humilde personalidad. Le dije que el señor Glossop le pedía como particular favor que cantase "Hijo Mío". Y cuando ella supo que usted y el señor Glossop habían cantado lo mismo antes, lo tomó por una broma del señor Glossop. ¿Necesita algo más, señor?
─No, gracias.
─Buenas noches, señor.
─Buenas noches, jeeves ─dije, reverente.»
Es una pequeña muestra de lo que son los relatos de Wodehouse. Todo al servicio del humor, resoluciones lógicas y sorprendentes a unas situaciones nacidas del absurdo, en un mundo irreal pero que por ello es también humorístico, y en el cual se mueven unos personajes tan ridículos que resultan entrañables.

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Todo lo que Muere, de John Connolly

(Every Dead Thing)
Tusquets Eds., col. Andanzas
Barcelona, 20042 [1999]
Serie Detective Charlie Parker nº 1

Hemos hablado varias veces (sólo tienen que clicar en la etiqueta Connolly ·John al pie de esta entrada) sobre la peculiarísima ficción de John Connolly y su detective (psíquico) Charlie "Bird" Parker. Bueno, pues Todo lo que Muere es la novela que lo inició todo.
En ella, y ya de inicio, encontramos a un Parker que ha sufrido un golpe devastador. Detective del departamento de policía de Nueva York, insatisfecho con su trabajo, una insatisfacción que traslada a su vida privada, y abocado a la bebida, tras una discusión familiar va a emborracharse a un bar, y cuando regresa a casa encuentra a su esposa y su hija asesinadas brutalmente, desolladas y dispuestas en una silla como si fueran una siniestra pietà.
Parker resiste. Resiste por un sentimiento de culpa y arrepentimiento, por haberle fallado a su familia y porque refugiarse en la bebida o la desesperación sería reconocer el fracaso definitivo. Y. por otra parte, resiste por su voluntad de encontrar al asesino.
El caso lleva meses estancado y sin pistas para su resolución, y eso es muy mala señal. Parker abandonará el cuerpo y se dedicará a la investigación privada. El encargo de buscar a una chica desaparecida hará aflorar los cabos sueltos suficientes que pueden enlazarse con su propia historia personal y que llevan hacia El Viajante, un personaje intrínsecamente malvado sin otra motivación (uno diría que en esta vida y en la otra) que la de la muerte y el sufrimiento.
Es interesante ver la evolución personal de Charlie Parker, un personaje tan cargado de pathos como pocos se han creado en la ficción contemporánea. En esta primera novela es un vengador frío, despiadado, colérico, y uno sospecha que al borde de convertirse en aquello que persigue destruir. El mérito de Connolly reside en esta evolución gradual del personaje, una especie de justicier que, por la naturaleza de lo que tiene que "equilibrar", está siempre abocado a un tormento interior casi insoportable. Y si todas las novelas de Connolly, tomadas por sí solas, son magníficas, la serie constituye una demostración palmaria de cómo un conjunto puede ser superior a la suma de las partes. Es mérito de uno de los autores más intensos, y sin duda mejores, que ha surgido en la narrativa contemporánea.

Portada y sinopsis

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Easy Rider, de Dennis Hopper

SESIÓN MATINAL

(Easy Rider); 1969

Director: Dennis Hopper; Guión: Peter Fonda, Dennis Hopper; Intérpretes: Peter Fonda (Wyatt), Dennis Hopper (Billy), Jack Nicholson (George Hanson); Dir. de fotografía: Laszlo Kovacs; Música: grabaciones varias.

En la frontera mexicana dos jóvenes hacen un trato de drogas, la venden a un camello en Los Ángeles y entonces se ponen en camino sobre sus motocicletas, rumbo a Nueva Orleáns.
Hasta aquí todo se desarrolla por los cauces de lo que podría ser una película más, pero es en cuanto se hacen al camino cuando la pelñícula adquiere unas dimensiones que van más allá de lo que nos cuenta.
En efecto, no se trata sólo de el viaje de dos hippies. Se trata (y es un subtexto voluntariamente deseado) de un viaje de descubrimiento de América, realizado a la inversa de cómo se hizo la colonización, es decir, de oeste a este; se hace odisea homérica, pasando por diversos episodios extraños o reveladores; una evocación del movimiento beatnik y de su filosofía; una reivindicación de los grandes espacios como sinónimo de libertad. Y un final trágico e intolerante para unos protagonistas que representan el auténtico espíritu de librertad de América (Fonda con su motocicleta y casco decorados con las barras y estrellas, y Hopper vestido como un pionerio del Viejo Oeste americano).
Las interpretaciones no son muy buenas, salvo la de Jack Nicholson, la fotografía no es espectacular, no hay grandes cosas que destaquen fílmicamente en esta película. Y sin embargo consigue transmitir en ocasiones una sensación de eufórica libertad, en otras de tensión, y casi siempre un sentimiento de curiosidad por el viaje que hacen esos dos héroes/antihéroes casi descendientes de los griegos.
Vista hoy, todavía conserva esas cualidades que la han hecho, con motivo, una película legendaria.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Count Basie en Gotemburgo (II)

Continuamos con el concierto que la orquesta de Count Basie dio en Gotemburgo, Suecia, en el año 1956 y que, por sinrazones demenciales, se publicó bajo el título de "Basie in London".
A estas alturas es ocioso que vuelva a repetirles lo que ya saben: swing imparable, coordinación máxima, buen gusto y una de las mejores orquestas de jazz de la historia.
Empezaremos con Blues Backstage, con un enorme solo de Matthew Gee al trombón, y después nos reencontraremos con los ya emitidos Corner Pocket y Blee Blop Blues, para entonces hallarnos con una balada interpretada con sentimiento y en la que destaca el solo de Benny Powell al trombón, Yesterdays.
Una pieza sin título (no había sido incluida en el disco de vinilo cuando apareció el concierto) y cerraremos con los potentes Sixteen Men Swinging, definición como pocas de la banda de Basie, y Plymouth Rock.
Como siempre, atentos a las explicaciones y comentarios del Cifu. Que disfruten del concierto.



Nota para la audición: Si el reproductor de RNE fallara, cosa que sucede con demasiada frecuencia, y no se mostrara bien en su pantalla, debajo de la caja del reproductor hay una serie de enlaces. Clicando sobre el último de ellos aparecerá la pantalla de los podcasts de Jazz Porque Sí, con un reproductor que, esta vez sí, reproducirá a la perfección el programa.

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The Signalman, de Charles Dickens

En Dark Banquet
St Martin's Press
Nueva York, 1985 [1866]

Todo el mundo conoce (aún sin haberlo leído) al Dickens novelista, el más grande de los victorianos, el que mejor supo captar las contradicciones de su sociedad, oscilando entre el dominio del mundo y la miseria de las clases bajas y el trabajo infantil.
Por estas fechas, además, se recuerda que Dickens es también el autor de Christmas Carol, Cuento de Navidad, en suma un relato de fantasmas, pero con un mensaje moral tan claro que se sobrepone a lo fantástico para dejarlo en meramente alegórico.
No es tan conocido, sin embargo, que Dickens fue un frecuentador asiduo y excelente de las historias de terror, que no sólo publicaba en revistas, sino que incluyó en novelas, como episodios de relatos dentro del relato, por ejemplo en Los Papeles del Club Pickwick. Y que, si miramos algunas de sus escenas de los bajos fondos británicos, como por ejemplo las de Oliver Twist, podemos encontrarnos con relatos de terror sin su aspecto sobrenatural.
El Guardavías, o El Guardagujas, es un relato de fantasmas. Y uno de los mejores del género. Se inicia con el narrador llamando la atención del guardavías a distancia. Y cuando éste lo ve, muestra un comportamiento extraño; deja de mirarle y dirige la vista al túnel. Y cuando el narrador baja a su encuentro, el ferroviario se muestra en extremo reticente.
Al día siguiente, cuando vuelve a verlo, el guardavías le relata sus temores. Varias veces ha visto una aparición que agitaba el brazo como el narrador había hecho el día anterior, y siempre esta aparición ha precedido a una tragedia. Y lo peor, el guardavías ha visto al espectro varias veces durante los pasados días.
El narrador cree que el ferroviario sufre de alucinaciones, motivadas por lo desolado y solitario del lugar, pero...
El final del cuento tendrán que leerlo por ustedes mismos. Al pie encontrarán los enlaces hacia sus versiones original inglesa y castellana, de modo que esta vez lo tienen fácil.
Me gustaría resaltar sobre todo la atmósfera creada por Dickens, una de absoluta desolación y desesperación, que pervade todo el relato y anuncia, más que los diálogos, una inminencia en la catástrofe. Y el paso firme y mesurado que lleva desde su intrigante inicio hasta su final. Es una rara contención, pero llevada con tal estilo que esta brevedad y economía de medios se convierte en tan sugerente que convierte este relato en una clase magistral de cómo narrar.
Una pequeña obra maestra de uno de los grandes escritores de todos los tiempos.

Texto en castellano de El Guardavías, en el blog El Espejo Gótico
Texto en inglés de The Signalman

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La Lunga Vita di Marianna Ucrìa, de Dacia Maraini

Rizzoli Libri, col. Superbur Narrativa
Milán, 199230 [1990]

Existe edición castellana en Herce Editores.

Dacia Maraini, una de las más feraces y excelentes autoras de la narrativa italiana de posguerra, es también una que en toda su obra se ha dedicado a dar voz a las mujeres, siempre enfrentadas a un mundo preponderantemente masculino.
En el caso de La Larga Vida de Marianna Ucrìa tenemos a una protagonista absoluta a la que seguimos desde su infancia hasta prácticamente el final de su vida. Y el mundo no puede ser más masculino: la Sicilia de principios del siglo XVIII.
Pero suele ser característica de la buena literatura el evitar el discurso ideológico directo, haciendo que este transcurra más bien como subtexto sutil pero evidente para aquel lector que lo quiera descubrir.
Marianna es una niña de trece años, hija de nobles sicilianos, que debido a una experiencia terrible (y que se descubre avanzada la novela) ha quedado sordomuda. Con ella recorreremos un mundo doblemente contradictorio en el aspecto social, el del llamado "Siglo de las Luces", una época de discernimiento y triunfo de la razón, pero que en Sicilia, como en otras partes de Europa, tardó mucho en ser aceptada. Y doblemente contradictorio porque, desde el punto de vista de la mujer, el llamado siglo de la Razón fue el que puso las bases legales y reforzó las condiciones sociales para el absoluto sometimiento de la mujer al padre, marido o, en caso de viudedad, el pariente masculino más próximo.
Marianna será un ejemplo de este sometimiento. Es casada a los trece años con su tío; y su deber no es otro que ofrecer descendencia, masculina, por supuesto; acto seguido criar esa descendencia, casar a los hijos, hacer que éstos tengan descendencia y perpetuar, no tanto la estirpe como el uso social al que Marianan se ha visto sometida.
Pero la propia discapacidad de Marianna es la que hará que se sobreponga a estas ataduras. Durante la novela podremos seguir los rastros de un combate de larga duración, compuesto de victorias mínimas, casi invisibles, pero victorias al fin y al cabo, que harán que Marianna pueda asumir, si no una vida libre, sí por lo menos una vida independiente.
Maraini es una gran escritora. Su estilo es enormemente sugestivo, muy trabajado, legible y claro, emocionante en ocasiones y mordaz e irónico en otras. Y también es una gran narradora. Para escribir esta novela, la documentación debe haber sido inmensa, pero tanto más inmenso debe haber sido el trabajo previo, el pensar esta novela. Maraini sitúa la figura central en la aristocracia, por fuerza si se quiere llegar a cierto realismo, puesto que ninguna otra clase social (salvo la religiosa, y de esta clase hay abundantes muestras en el texto) podía acceder a la cultura y a cierta independencia económica, necesarias para poder explicar esta lucha femenina. Que lo haga en Sicilia no es de extrañar, puesto que la autora es siciliana, pero también es un principio de tesis en una sociedad que se ha caracterizado tradicionalemente por su inmovilismo. El hecho de que la acción transcurra en la época de Voltaire, Hume y Giambattista Vico no es sino una marca irónica de esta sociedad, que los cita más o menos de continuo, pero que hace caso omiso de todas estas filosofías.
Y la novela está tan bien realizada que sirve como una perfecta novela histórica de una época previa a la destrucción de la aristocracia y el ascenso definitivo de la burguesía. El pensamiento se dirige de inmediato a El Gatopardo, de la que puede considerarse hermana, y es seguro que esta misma novela es un homenaje, desde otro punto de vista, a la obra de Lampedusa; pero hay otros: a Sciascia, por descontado; a Faulkner; a Pirandello.
La Larga Vida de Marianna Ucrìa es una novela excelente, plena de sentido y de significado, un canto a la libertad de la mujer y un recordatorio de su sometimiento en la historia, y que todavía perdura en actitudes y hábitos. Una novela que da sentido a leer una historia en la que, desde un personaje de otra época y otro país, podemos ver otros personajes de la humanidad entera.

Portada y sinopsis de la edición italiana
Entrevista (en italiano) a Dacia Maraini sobre La Lunga Vita di Marianna Ucrìa

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A Buenas Horas Cartas de Amor, de Víctor Andresco

Norma / La Otra Orilla, col. La Orilla Negra
Barcelona, 2008 [2008]

Una novela extraña, que oscila entre la caricatura de unos tiempos, el policiaco poco convencional y el retrato psicológico.
Semejantes combinaciones suelen ser difíciles de manejar y, en efecto, padece de algunas vacilaciones en algún punto, como si no acabase de decidirse en lo que quiere ser. No obstante, y gracias a un fino sentido del humor por una parte y a un planteamiento muy serio por otra, el relato se sostiene en interés y desarrollo, incluso con brillantez estilística.
En una parada de autobús de Madrid aparece el cadáver de lo que primero parece un hombre y después se descubre que es una mujer disfrazada. Cosida a puñaladas que sólo se ven al quitarle la ropa, y cubierta de pegatinas de los bahá'ís, una comunidad religiosa pacifista, perseguida y muy desconocida en el ámbito público.
El caso, por ser tan extraño, le es encomendado a Emilio González, "comisario por designación especial del Presidente del Gobierno" José Mª Aznar (!), hombre que nada tiene que ver con el trabajo policial, habiéndose dedicado en lo profesional a la publicidad y en lo personal a la poesía.
Nadie confía en González para resolver el caso, ni él mismo, pero aún así emprenderá la tarea, investigando a los bahá'ís y al entorno de la víctima, que resultaba ser una mujer brillante y cuya vida y relaciones ya representan un enigma.
El crimen es irresoluble y quedará sin resolver, pero eso para Andresco es lo de menos; incluso escribe un epílogo metaliterario («Los personajes, sobre todo si son como yo, tienen derecho a elegir su destino») como solución que en realidad no es. Pero a Andresco lo que le importa es la sa´tira y el comentario de una época, entre soberbia e irracional, como fue la España de la mayoría absoluta de Aznar; y ciertamente la psicología de sus personajes, que, a su modo, están desubicados en su posición vital, unos por elección, otros por "designación especial" y otros por errores del pasado.
A Buenas Horas Cartas de Amor es una novela que provoca la curiosidad, no del todo satisfecha, pero con certeza una que deja el interés por ver cómo evolucionará Andresco como escritor.

Portada, sinopsis y primer capítulo

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En el calor de la Noche, de Norman Jewison

SESIÓN MATINAL

(In the Heat of the Night); 1967

Director: Norman Jewison; Guión: Sterling Silliphant; Intérpretes: Sidney Poitier (Virgil Tibbs), Rod Steiger (Gillespie), Warren Oates (Sam Wood), Quentin Dean (Delores), William Schallert (Alcalde Schubert); Dir. de fotografía: Haskell Wexler; Música: Quincy Jones; Dir. artística: Paul Groesse; Montaje: Hal Ashby.

Virgil Tibbs, inspector de policía de Philadelphia, se dirige a Memphis para ver a su madre, y tiene que realizar un trasbordo de tren en el pueblo de Sparta. Debido a que un industrial ha sido asesinado en ese pueblo, y a que Tibbs es negro y ha cometido el delito de llevar doscientos dólares en la cartera, es detenido sin más y llevado a comisaría. Allí el jefe Gillespie, racista y dominante, se pondrá de todos los colores cuando descubra que a quien tiene delante no es a un negro que no viste como los de su raza y que lleva una cantidad sospechosa de dinero encima, sino a un colega de profesión.
Cuando el jefe de Tibbs, al que se ha llamado por teléfono para confirmar la identificación, ofrece a su inspector para que ayude en la investigación del asesinato, ambos empiezan a colaborar muy a regañadientes.
Se trata de una película sobrevalorada por una parte, puesto que su trama criminal no es gran cosa, y su resolución menos; pero también es una película que resultó oportuna en su época (y no oportunista). En los años sesenta la cuestión racial estaba muy candente en los Estados Unidos, y el filme de Jewison muestra sin tapujos el pensamiento racista sureño y, por el contrario, la posibilidad de cooperación que existe si se dejan de lado los prejuicios.
Fílmicamente mantiene el interés sobre todo por el duelo interpretativo, que sostiene la película, con un Poitier al que no hay que descubrir y un Steiger que debía sentirse a sus anchas en un papel grandilocuente y extremo, dado como es a la sobreinterpretación. Pero me apresuro a agregar que está muy bien en el rol. Bien dirigida por Jewison, y con una fotografía y localizaciones excelentes, sigue siendo una película agradable de ver. Tema principal cantado por Ray Charles, que siempre ayuda.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Duke Ellington en la Mather Air Force Base

Nos reencontramos con el Duque en otro concierto de baile, esta vez realizado en la base de las Fuerzas Aéreas de Mather, en California.
Tendremos el mismo swing que la banda de Ellington acostumbra, el mismo viaje a la música ellingtoniana, y siempre con la emoción añadida que da el directo y el calor del público. Buena muestra de ello, y es el Cifu quien nos lo aclara, con esos comentarios siempre oportunos, es la intensa cháchara de gritos de ánimo y apoyo que lanza ese gran batería que es Sam Woodyard. Señal de que el grupo de Ellington disfruta tocando, y eso son buenas noticias, para los que bailan en la pista y para nosotros.
El programa es bastante más ellingtoniano que en el anterior concierto, y por tanto, podríamos decir que más elegante, aunque en el caso de la música que interpretaba la orquesta de Ellington la elegancia siempre era algo inherente. Vean: Such Sweet Thunder, Blues to Be There, Juniflip, The Star-Crossed Lovers, Together, Californio Mello, Suburban Beauty, C-Jam Blues y Mood Indigo.
Pocas cosas hay que agregar, y se las agregará mejor que yo el Cifu. Destaco la trompeta de Ray Nance en Blues to Be There, el fiscorno de Clark Terry en el antológico (y compuesto por Ellington ex profeso para él) Juniflip, y la nota sostenida al clarinete por Jimmy Hamilton en su solo final en C-Jam Blues.
Como siempre, mi mejor deseo es que disfruten de esta música.



Nota para la audición: Si el reproductor de RNE fallara, cosa que sucede con demasiada frecuencia, y no se mostrara bien en su pantalla, debajo de la caja del reproductor hay una serie de enlaces. Clicando sobre el último de ellos aparecerá la pantalla de los podcasts de Jazz Porque Sí, con un reproductor que, esta vez sí, reproducirá a la perfección el programa.

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The Golem, de Avram Davidson

En The Mammoth Book of Fantasy All-Time Greats
Robinson Publishing
Londres, 1988 [1955]

Hemos hablado ya del por desgracia poco conocido Avram Davidson. Escritor de escritores, enormemente culto e inteligente y maestro de la ironía y el humor, sus relatos son cada uno descubrimientos plenos de originalidad; tanta que muchos de ellos han pasado a ser patrimonio oral, y son narrados de viva voz en cualquier ocasión. Pocos escritores pueden aspirar a esto.
En The Golem [El Gólem], un cuento corto que tiene que ser leído para ser creído, y en apenas siete páginas, Davidson hace aparecer en una casa de Su-Vecindario, USA, a un androide casi perfecto, uno creado con el máximo cuidad. Imbuido, tras ciertas lecturas (Frankenstein, de Mary Shelley, R.U.R., de Karel Čapek, Asimov...), de la certeza del odio entre los robots y la humanidad, se dispone a pronunciar su discurso, rotundo y grave, de apertura de hostilidades a los primeros representantes de la humanidad que encuentra (después de haberse librado de su creador «tras su repentina y todavía no descubierta muerte por causas por completo naturales», como declara el propio robot).
Lo que no sabe el pobre desgraciado es que ha ido a caer en el hogar de una anciana pareja judía, conocedora de sus tradiciones...
Todo está medido en este relato sólo en apariencia simple: la oratoria pomposa y elaborada del robot en contraste con el parloteo incesante, banal y lleno de expresiones yiddish de la pareja humana; el uso y combinación de la tradición literaria y popular; y sobre todo el tempo del relato, en el que todo sucede cuando debe suceder, con una economía de medios magistral.
Es difícil hallar las obras de Avram Davidson. Incluso en Estados Unidos sólo menudean en ediciones de pequeña tirada. Sin embargo, esto provoca el efecto contradictorio de que, justamente porque no son fáciles de conseguir, encontrar aunque sólo sea un relato corto suyo causa una inmediata alegría y sentimiento de expectación. Que, con Avram Davidson, jamás se ha visto defraudada.

Texto en inglés de The Golem