Si Esto Es un Hombre, de Primo Levi
(Se Questo È un Uomo)
Muchnik Eds., col. Personalia
Barcelona, 1995 [1958, 1976]
A principios de 1944, y con la connivencia del régimen mussoliniano de la república de Salò, los alemanes deportaron a los judíos italianos bajo su control a los campos de exterminio nazis situados en el este de Europa. Entre los deportados estaba Primo Levi, y esta es su historia de cómo llegó a Monowitz, una de las "delegaciones" de Auschwitz; de su estancia allí; y de cómo, gracias a una concatenación de circunstancias, pudo sobrevivir.
La concatenación de circunstancias no es baladí, ni una serie de elecciones, de acciones, sino de casualidades. Una especie de macabra lotería que marcó la diferencia entre vivir y morir. Porque el destino último de los depotados era morir. El cómo era accesorio. Quien entraba en el Lager sólo podía salir de él de una manera, si quieren representada por la terrible frase de los propios prisioneros: "por la chimenea". Por su propio pie, jamás. Sólo una serie de improbabilidades y opciones casuales permitió la supervivencia. Lo normal, la norma, el destino, la certeza estadística era la muerte.
Pero esto, presente como está (y no puede ser de otra manera), no es el cuerpo principal del relato de Levi. Tampoco es una historia de los campos de exterminio, ni un ensayo sobre el holocausto. Primo Levi testimonia sólo (y no es poco) las cosas que sufrió y vio, los hechos de los que tuvo experiencia directa.
La vida (más bien la muerte en vida) en el Lager. El día a día, su organización, su estructura, sus jerarquías, sus trampas diabólicas en lo que conformaba una macabra ecuación: la suma de factores, el trabajo extenuante, la mala alimentación, el maltrato, el fomento de la competencia entre los presos, las enfermedades, las normas absurdas pero milimétricamente trazadas, dan como resultado que, si puedes evitar esas trampas, sobrevives un día más. Hasta que, por reiteración, una de esas variables, alcanzará a su tiempo un valor insoportable, y ya no habrá mañana.
Este es un texto bello. ¿Bello? ¿Cómo puede ser bella una descripción de lo más terrible que ha ideado la humanidad, el exterminio sistematizado? Sencillamente porque la palabra tiene que analizar el hecho, pero al convertirse en el escalpelo que disecciona la realidad del Lager, no puede sustraer de este despiece la propia voluntad, la mente y pensamiento del sufriente. No puede alcanzarse sino con metáforas, imágenes, sentimientos. Metáforas terribles.
El relato de alguien ajeno hubiera podido ser más global. Más historicista. Más completo. Pero la enumeración del involucrado no puede sino evocar los pequeños milagros de la supervivencia ante el propio destino marcado. De la lucha por el minuto, la hora, el día. No puede, si el sentimiento es vívido, sino poseer una belleza sobrecogedora, opresiva.
Tras la lectura, no podemos sino pensar que todos fuimos en parte exterminados en Auschwitz, y que todos fuimos en parte exterminadores. Que asesinamos a Dios en Auschwitz. Que, más aún, aniquilamos nuestra propia humanidad en Auschwitz. Que el ser humano, más que en el Jardín del Edén, protagonizó la Caída en un campo de exterminio. Escribe el propio Primo Levi:
Si esto es un hombre
Los que vivís seguros
En vuestras casas caldeadas
Los que os encontráis, al volver por la tarde,
La comida caliente y los rostros amigos:
Considerad si es un hombre
Quien trabaja en el fango
Quien no conoce la paz
Quien lucha por la mitad de un panecillo
Quien muere por un sí o por un no.
Considerad si es una mujer
Quien no tiene cabellos ni nombre
Ni fuerzas para recordarlo
Vacía la mirada y frío el regazo
Como una rana invernal.
Pensad que esto ha sucedido:
Os encomiendo estas palabras.
Grabadlas en vuestros corazones
Al estar en casa, al ir por la calle,
Al acostaros, al levantaros;
Repetídselas a vuestros hijos.
O que vuestra casa se derrumbe,
La enfermedad os imposibilite,
Vuestros descendientes os vuelvan el rostro.
Otros testimonios sobre los campos nazis: La Escritura o la Vida, de Jorge Semprún y El Largo Viaje, de Jorge Semprún.