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Los Buenos Servicios, de Julio Cortázar

Nos hallamos ante un relato que bien pudiera haber escrito Guy de Maupassant en su época en la que reflejaba la decadencia de la burguesía, con su mirada sobre las excentricidades y excesos de esta clase francesa, si no fuera porque Maupassant probablemente se hubiera centrado en las salas nobles y trasladado el protagonismo a uno de estos ricos, espectadores de un hecho inusitado.
Cortázar, en cambio, fiel a sí mismo, traslada el protagonismo a la servidumbre, en concreto a esta madame Francinet que entrará, en un primer momento, a una sociedad acostumbrada a pagar por sus caprichos y después a verse envuelta en una situación que, en resumen, lo que declara es que todo puede ser suplido si se paga lo suficiente. Lo social y la dialéctica humana siempre han estado muy presentes en las ficciones de Julio Cortázar.
Por hacer un resumen esquemático (el relato completo lo pueden leer en el enlace al pie de esta reseña), madame Francinet, sirvienta que se gana la vida como criada de bajo nivel, es contratada por una noche con la tarea encomendada de cuidar a los muchos perros (malcriados y molestos para los dueños de la casa, salvo para hacer unas monerías simpáticas a horas convenidas; el paralelismo entre estos perros (animales de compañía) y niños (animales de exhibición) es claro, pero no es lo fundamental del relato). Una tarea que hace como quien cuida de los hijos propios, es decir, sin hacer caso de las mil aprensiones de una clase no acostumbrada a tratar con ellos cotidianamente. Uno tiene la impresión de que los perros, por una vez, pueden ser realmente ellos y disfrutar de una velada agradable. El caso es que la señora Francinet, sin hacer nada especial, resulta un éxito en su tarea.
Aquí se produce un intervalo necesario, pero no imprescindible. Acabadas sus funciones, Francinet es abandonada en la cocina a la espera de su paga, envuelta por la indiferencia, salvo por monsieur Bébé quien, en una muestra que es vista como una excentricidad por sus iguales, charla un rato con ella y la invita a unas copas.
La definitiva vuelta de tuerca sucede un tiempo después, cuando uno de los anfitriones de esa fiesta, contando con los buenos servicios que prestó con los perros, acude a contratarla de nuevo, pero esta vez para una tarea distinta. Monsieur Bébé ha muerto, y no tiene familia. la propuesta es que, por una cierta cantidad, madame Francinet represente el papel de doliente tía, tal vez madre del difunto, y así supla una carencia de lo que (suponemos que suponen) tiene que tener todo funeral que se precie.
Hay también en el relato unas geometrías entre los personajes de los ricos, que insinúan historias y motivaciones entre sí y con Bébé, pero lo fundamental es, dejando aparte la historia tal cual la narra Cortázar, este subtexto social evidente. Madame Francinet es necesaria para cumplir un ritual (en realidad no, pero pudiendo comprar su concurso, ¿para qué privarse?); un ritual que, bien ejecutado por Francinet, no sólo cubrirá una necesidad, sino que incluso será catalizador de los sentimientos de los concurrentes (y así, por un precio módico, se sentirán mejores). Esta actitud, todo se puede conseguir con dinero, y su inmediata conclusión, para eso está la clase baja, para suplirnos en las tareas que no queremos, no sabemos o no podemos hacer, es omnipresente. Y no es menor que sepamos que, una vez utilizada, madame Francinet será ignorada cuando se la aparcó en la cocina la primera vez.
Los adjetivos se agotan con Cortázar. Hay que leer este relato para ver lo magistralmente trazado que está, su economía de medios, su unión de elementos de por sí intrascendentes que juntos forman toda una crítica a una sociedad, a la vez que componen una transgresión con todo aspecto de plausibilidad. 

En Los Relatos 1. Ritos
Alianza Ed., col. El Libro de Bolsillo
Barcelona, 19763 [1959]

Publicado originalmente en Las Armas Secretas

Texto de Los Buenos Servicios


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El Manto Negro, de Bruce Beresford

SESIÓN MATINAL

(Black Robe); 1991

Director: Bruce Beresford; Guión: Brian Moore, basado en su propia novela; Intérpretes: Lothaire Bluteau (Laforgue), Aden Young (Daniel), Sandrine Holt (Annuka), August Schellenberg (Chomina), Tantoo Cardinal (Esposa de Chomina), Frank Wilson (Padre Jerome); Dir. de fotografía: Peter James; Música: Georges Delerue; Diseño de producción: Herbert Pinter; Montaje: Tim Welburn.

Una película que, relatando una peripecia individual, se puede decir que es más bien una obra coral, una serie de cuadros animados que consiguen trasladarnos con toda viveza al Quebec del siglo XVII, a principios de la colonización francesa.
Un sacerdote (de ahí el título de el manto negro) es enviado a la misión más alejada del Canadá, y la película no es sino el relato de su viaje, de sus dudas espirituales y del choque de culturas que supone su encuentro con los nativos americanos, volubles en sus alianzas, firmes en sus enemistades. Pero eso, como ya he apuntado, no es lo más importante.
Un festín de imágenes, realizadas con una dirección espléndida y complementadas con un diseño de producción meticuloso y cuidado para producir una sensación de veracidad pocas veces visto en pantalla. Si a eso le añadimos que la historia que narra contribuye a mantener el interés, tendremos una película excepcional, de las que pocas veces se producen, una que debería ser mostrada en las clases de historia de todos los institutos por su reflejo fiel de una época y sus mentalidades.

Tráiler:



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Jazz Porque Sí: Timo Lassy en Helsinki + Freddie Hubbard en Varsovia

Hoy tendremos, en primer lugar, un concierto del quinteto de Timo Lassy, saxofonista finés que, sin entrar en aventuras experimentales, toca un buen jazz pleno de swing y con intervenciones plenamente originales. Escucharemos: Shooting Dice; Teddy the Sweeper; It Could Be Better; Creole Stew; Touch Red; The Good Life; Just One of Those Things; y Where's the Man.
En suma, una buena muestra de jazz actual, muy bien interpretado y de gran estilo.
Después nos desplazaremos a Varsovia para escuchar a uno de los mejores trompetistas de la segunda mitad del siglo XX, Freddie Hubbard. No es ocioso que fuera un Messenger. Art Blakey no escogía a nadie sin talento, y todos los músicos que entraron en el grupo salieron mejores y casi siempre camino del estrellato. En el caso de Hubbard fue así, y su sonido, técnica e inspiración fueron de los mejores que se pudieron encontar en el mundo de la trompeta, y ha quedado con toda justicia así reflejado en los anales y las enciclopedias de jazz. Le escucharemos a quinteto, con Freddie a la trompeta y fiscorno, Donald Braden al saxo tenor, Ronnie Mathews al piano,Jeff Chamber al contrabajo y Ralph Penland a la batería.
El primer tema será un homenaje a Miles Davis, más evidente por cuanto que Hubbard lo interpreta con la sordina Harmon, un complemento instrumental que casi ha quedado como sinónimo de Miles Davis; la pieza es el archiconocido All Blues; luego, nos adentraremos en el ritmo tropical con Bolivia; e, incompleto, empezaremos a escuchar otro homenaje, esta vez a John Coltrane, con el tema Dear John, creado sobre las armonías de Giant Steps.
Suficiente buena música para comprobar ese sonido nítido y precioso que producía la trompeta de Freddie Hubbard, así como sus virtuosismos y su imaginación improvisadora que le convertía en uno de los trompetistas más capaces de llenar una sala con su sonido y su música.
Como siempre, presten atención a los comentarios del Cifu, y que disfruten.


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El Señor Jones, de Edith Wharton

Edith Wharton es, sin duda alguna, la gran escritora de cuentos de fantasmas clásicos del siglo XX. Sus historias son originales, sus fantasmas, como han señalado varios estudiosos, no tienen miedo de mostrarse a la luz del día, y no siempre tiene que mostrarlos para que sean efectivos; su influencia se deja notar con incluso mayor potencia.
El relato que nos ocupa tiene todos los pronunciamientos clásicos del género: la herencia de una propiedad recibida por un familiar remoto que no ha conocido la historia de la familia, Una capilla en la que se encuentra una tumba con una lápida enigmática. Un cuadro que hace presagiar que la mujer que está ahí representada no tardará en recorrer los pasadizos en forma espectral... pero no. Una servidumbre que muestra todas las inquietudes y temores del nosotros-sabemos-cosas-que-la-señora-desconoce-y-preferiría-no-conocer.
Y sin embargo, Wharton no compone un relato de fantasmas al uso. Esa propiedad está regida por una especie de mayordomo de la familia, el señor Jones; pero éste se manifiesta esquivo en mostrarse, y de hecho, la protagonista no lo verá jamás. En teoría, porque se halla enfermo y no desea ver a nadie, siendo de avanzadísima edad.
Pero el señor Jones dirige la casa, aun desde su lecho (dondequiera que éste se encuentre, y ya estoy dando demasiadas pistas sobre el final), y así hay una habitación en la que es mejor no entrar, un despacho con los papeles de la familia cuya llave se ha perdido misteriosamente, y toda otra serie de pequeñas tiranías o insubordinaciones que obstaculizan de continuo la toma de posesión plena de la casa por parte de la protagonista. Los intermediarios en la comunicación entre el señor Jones y la dueña de la casa, las sirvientas, cada vez se muestran más nerviosas.
Wharton construye el relato desde la cotidianeidad y va incluyendo poco a poco elementos psicológicos que lo hacen cada vez más inquietante, hasta que estalla el final, ciertamente esperado, pero inusual en la literatura de fantasmas. Como todos sus relatos, la prosa en la que está escrito es cuidada y medida, y va destinada a reforzar el objetivo final. Y, en suma, es uno más de esos relatos que Edith Wharton escribía y que de inmediato llamaban la atención por sobresalientes dentro de un género que a veces se ha mostrado mecánico y repetitivo. No hay tal cosa en sus historias, sino un sello distintivo que las hace disfrutables incluso hoy.

(Mister Jones) 
En Historias de Fantasmas de la Literatura Inglesa II
Edhasa, col. Fantásticas
Barcelona, 1989 [1930]
Edición de Michael Cox y R. A. Gilbert


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Dinero de Ida y Vuelta, de Donald E. Westlake

En esta compilación, Ed McBain se propuso hacer justicia a la más olvidada hija de la literatura, la novelette, ese formato que no es ni un relato largo ni una novela corta, sino que cae entre medio de las dos; eso provoca que su publicación en revistas sea imposible, y como libro independiente, difícil.
De hecho, algún escritor ha remarcado que, cuando a la vista del proyecto terminado, había dado a luz a una novelette, le entraban sudores fríos. Estaría obligado a hacer encaje de bolillos para encajarla en una colección de relatos, o de lo contrario ese texto no vería jamás la publicación.
McBain, con buen criterio, llamó a los mejores escritores del género negro-criminal (y a algunos que lo trascienden) para pedirles exactamente una de esas hijas desgraciadas.
La primera con la que nos encontramos es Dinero de Ida y Vuelta, del gran maestro de la variante humorística del género negro, Donald Westlake. Y en ella tenemos el gusto de reencontrarnos con uno de sus personajes fetiche, John Dortmunder, siempre acompañado de su amigo Andy Kelp. Dortmunder, uno de los ladrones más geniales de la literatura policial, pero también uno de los criminales con más mala suerte. Sus robos, siempre impecablemente trazados y a toda prueba, acaban por tropezar con algún imponderable que impide que se haga con el botín de su vida, que le permitiría retirarse, y se tenga que conformar con algunas migajas para ir tirando hasta su próximo y genial plan. Muy frustrante para Dortmunder, pero muy satisfactorio para el lector, quien observa con regocijo cómo esos imponderables tienen un componente cómico, y convierten a Dortmunder en un personaje fatalista, incluso cuando las cosas parecen ir a la perfección.
En el robo que nos ocupa (Dortmunder y latrocinio son sinónimos), Dortmunder, Kelp y el organizador tienen que entrar en una imprenta y pasar una noche imprimiendo billetes de banco. No dólares estadounidenses, por supuesto, sino siapas de una imaginaria república sudamericana. Una divisa innegociable fuera del país de origen, donde, con algún contacto, se podría vender por la mitad de su valor nominal en buenos dólares.
Todos los ingredientes de Westlake están ahí: el humor, el plan genial y su ejecución perfecta y el inconveniente que da el toque imprevisto y de intriga a la situación, a la vez que propicia momentos de comicidad.
Y es un placer reencontrarse con un autor que siempre ha merecido mejor suerte de la que ha tenido en nuestro país. Para corroborarlos, sólo tienen que leer este texto, junto a la presentación que de Westlake hace Ed McBain, en la que no exagera ni un ápice.

(Walking Around Money)
En Transgresiones I
Roca Ed., col. Lettera
Barcelona, 2007 [2005]
Compilación e Introducción de Ed McBain


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Marco Polo, de Maria Bellonci

Maria Bellonci está reconocida como una de las mejores novelistas históricas de Italia.
Sin embargo, Marco Polo no nos va a permitir evaluar todas las virtudes de la escritora. Porque se trata de una "video-novel", como dicen los italianos, es decir, una novelización de la serie homónima producida por la RAI, que sólo recuerdo vaga y fragmentariamente, probablemente porque en su paso en España yo estaba en el servicio militar (y ahí tienen un inconveniente más de la mili obligatoria).
En estos casos, la discriminación es clara: Los diálogos son debidos a los guionistas, y puede que los monólogos interiores también. Los paisajes quedan al albur de lo que haya filmado el director. Y donde la novelista puede poner su arte es en las descripciones y en parte de los pensamientos de los protagonistas. De manera que la estimación que podemos hacer de la escritura de Bellonci es sólo parcial y basada en estas formas narrativas. Por otra parte, la serie, que era de prestigio, provocó que la RAI buscara a una autora reconocida para dignificar el producto, y además Maria Bellonci había estudiado Il Milione de Marco Polo intensamente.
En esos aspectos en que podemos reconocer a la Bellonci, la novela es brillante. Hay que decir que su mayor acierto es el de fijarse en el personaje y no en las historias que contó, de manera que no estamos ante una rendición modernizada de El Libro de las Maravillas, sino ante la mirada sobre el marco Polo que viajó y estuvo en contacto con otras culturas, con lo que esta mirada se hace más introspectiva y, por supuesto, más fabuladora, más novelística. Escrita en un lenguaje sencillo, la novela se hace agradable, y los fragmentos descriptivos tienen una fuerte potencia visual para el lector (aún sin haber visto la serie). Pero, insisto, lo que se nos cuenta es una novela histórica sobre un personaje que existió, no una crónica sobre lo que hizo o dejó de hacer; por ejemplo, la Gran Muralla ante la que Polo se maravilla tanto en la novela, no es ni mencionada en El Libro de las Maravillas. Probablemente, porque Marco Polo la vio, pero no le dio importancia. La escala de valores era muy diferente a la actual.
Con todo, tenemos una novela histórica agradable y llevadera, que nos introduce al mundo del exotismo y de choque cultural que debió representar la peripecia de unos venecianos en la corte del Gran Kan.

Rizzoli Libri, col. BUR Contemporanea
Milán, 2004 [1982]

Sinopsis de la edición italiana