Johnny Guitar, de Nicholas Ray

SESIÓN MATINAL 

(Johnny Guitar); 1953

Director: Nicholas Ray; Guión: Philip Yordan, basado en la novela de Roy Chanslor; Intérpretes: Joan Crawford (Vienna), Mercedes McCambridge (Emma Small), Sterling Hayden (Johnny "Guitar" Logan), Ernest Borgnine (Bart Lonergan), Ward Bond (John McIvers), John Carradine (Viejo Tom), Scott Brady (Dancin' Kid); Dir. de fotografía: Harry Stradling; Música: Victor Young.

No voy a decir que esta sea la película más extraña jamás producida, pero desde luego sí tiene unas connotaciones que la hacen una de las más peculiares.
En teoría, el argumento trata de una guerra entre dos mujeres en disputa para que llegue el ferrocarril al pueblo o para impedir justamente esa llegada. En teoría. En la práctica, en efecto este argumento es el que hace avanzar el filme, pero les aseguro que cuando hayan visto Johnny Guitar, al cabo de cierto tiempo les sorprenderá que, en realidad, la película trate de esto.
Porque, en realidad, si algo queda en la mente del espectador es una historia con un pathos tan enorme que todo lo que la envuelve se difumina. La guerra entre ambas mujeres es cierta (y, dicho sea de paso, las interpretaciones de las protagonistas, Joan Crawford y Mercedes McCambridge), la hacen memorable. Pero no tan sólo es por la llegada o no del ferrocarril. Hubo cierta rivalidad por Johnny, que acaba de volver al pueblo, con lo que todavía se atizan más los viejos rencores.
Y la relación de Johnny con Vienna es de las antológicas, una mezcla de amor-odio que es tan intensa que abruma al espectador; por lo general se define a esta película como un drama, pero más debería tratársela como una tragedia, en el sentido de que tiene todos los elementos clásicos griegos que la hacen de proporciones míticas.
Y con diálogos impagables:
«Johnny: ¿A cuántos hombres has olvidado? 
Vienna: Como a tantas mujeres como tú recuerdas. 
J: No te vayas. 
V: No me he movido. 
J: Dime algo bonito. 
V: Claro, ¿qué quieres oír?
J: Miénteme. Dime que me has esperado todos estos años. Dímelo. 
V: Te he esperado todos estos años. 
J: Dime que hubieras muerto si no regreso. 
V: Hubiera muerto si no regresas. 
J: Dime que todavía me amas como yo te amo a ti. 
V: Todavía te amo como tú me amas. 
J (con amargura): Gracias. Muchas gracias.» 
Además de todos estos elementos, inusuales para un western y más propios de un melodrama, no hay que olvidar que es una de las pocas películas en las que las mujeres, fuertes y dominantes, son las que llevan el auténtico peso de la historia, mientras que los hombres a su alrededor son meros secundarios en su mundo. Y eso incluye también a Johnny, por mucho que sea el héroe de la historia. En realidad, quien abruma y llena la pantalla es Vienna, que rompe con todos los estereotipos de la mujer en el salvaje oeste (y en el cine de Hollywood) y se convierte en el centro de todo. 
No es de extrañar que desconcertara desde su estreno, y que los críticos hayan ido descubriendo (nada menos que en una película menor, y de un género tan denostado y trivial como el western) tantos subtextos e implicaciones psicológicas y freudianas como para convertirla en una película favorita en los cineclubes y las universidades. 
Y con razón.



Tráiler:

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