El Hombre que Vino a Cenar, de William Keighley

SESIÓN MATINAL 

(The Man Who Came to Dinner); 1941

Director: William Keighley; Guión: Julius J. Epstein y Philip G. Epstein, basado en la obra teatral de George S. Kaufman y Moss Hart; Intérpretes: Monty Woolley (Sheridan Whiteside), Bette Davis (Maggie Cutler), Ann Sheridan (Lorraine Sheldon), Jimmy Durante (Banjo, parodiando a Chico Marx), Reginald Gardiner (Beverly Carlton, parodiando a Noël Coward), Richard Travis (Bert jefferson), Billie Burke (Sra. de Ernest Stanley), Grant Mitchell (Sr. Ernest Stanley), Ruth Vivian (Harriet), Mary Wickes (Señorita Preen, enfermera), George Barbier (Dr Bradley), Elisabeth Fraser (June Stanley); Dir. de fotografía: Tony Gaudio; Música: Frederick Hollander.

Aunque sólo fuera por ver a Bette Davis actuando en clave de comedia, ya valdría la pena ver esta película. Pero, además, se trata de una de las comedias más hilarantes, de lengua más afilada y más veloces que ha dado jamás el cine.
El famoso personaje de la radio y la crítica teatral Sheridan Whiteside (interpretado por un genial Monty Woolley, en un papel que se inspira en Alexander Woollcott) llega a Mesalia a dar una conferencia, pero en la casa en la que ha sido invitado a comer resbala en el porche y se rompe la cadera, teniendo que quedar en una silla de ruedas durante varias semanas en esa casa. Whiteside tiene una lengua afiladísima, y un carácter imposible y caprichoso, de modo que la vida se convierte en un infierno para aquellos que, sin conocerle, tienen que convivir a la fuerza con él. Y más cuando se decide a intervenir en las vidas de los que le rodean...
No hay grandes alardes de dirección aquí; la película se basa en una obra de teatro, de manera que casi toda la acción se desarrolla en una misma sala. Pero, ¡ah, los alardes de interpretación! En esta comedia basada casi únicamente en el humor verbal, los papeles principales tienen una oportunidad de lucimiento única entre las manos. Y la aprovechan. Vean a Jimmy Durante realizando una imitación desencadenada de Chico Marx, o a Reginald Gardiner parodiando a Noël Coward, el autor y dramaturgo más vanidoso que ha existido sobre la faz de la tierra. Pero además están los otros: Bette Davis respondiendo ironías a las ironías de Woolley; Grant Mitchell componiendo un espléndido y desesperado dueño de la casa; y más, mucho más.
Como muestra, tengan esta pieza de oratoria que la enfermera (interpretada por Mary Wickes) lanza al crítico Whiteside, harta de él: «No sólo abandono este caso, señor Whiteside, sino que abandono la profesión de la enfermería. Me convertí en enfermera porque toda mi vida, desde mi infancia, me realizaba la idea de servir a una humanidad doliente. Después de un mes con usted, señor Whiteside, voy a trabajar en una fábrica de municiones. Desde ahora, cualquier cosa que pueda hacer para ayudar a exterminar a la raza humana me producirá el mayor de los placeres. Si Florence Nightingale le hubiera atendido a usted, señor Whiteside, se habría casado con Jack el Destripador en vez de fundar la Cruz Roja.»


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