Toro Salvaje, de Martin Scorsese

SESIÓN MATINAL 

(Raging Bull); 1980

Director: Martin Scorsese; Guión: Paul Schrader, Mardik Martin; Intérpretes: Robert De Niro (Jake La Motta), Cathy Moriarty (Vickie La Motta), Joe Pesci (Joey), Frank Vincent (Salvy), Nicholas Colasanto (Tommy Como); Dir. de fotografía: Michael Chapman; Música: de fondos discográficos de bibliotecas; Diseño de producción: Gene Rudolf.

Tal vez una de las últimas películas con estilo producidas por el sistema industrial americano, y desde luego, una de las mejores de Martin Scorsese (que tanto puede encantar como desesperar a los que le seguimos), Toro Salvaje representó una apuesta arriesgada en muchos campos. Un guión que se sabía que no iba a ser admitido por los estudios, que se suavizó pero aún así acabó siendo tildado de violento. La decisión de realizar la película en blanco y negro, y una realización más que estilizada de Scorsese, que podía alejar al público, marcaron el rodaje de una película que, superando todas estas aprensiones, se convirtió en un éxito (menor) de público y crítica (inmenso) de inmediato.
Scorsese decidió llevar a la pantalla la biografía del boxeador Jake La Motta, y respetó bastante las vicisitudes de la vida deportiva y personal de éste. Cuando decimos bastante, quiere decir lo bastante que Hollywood respeta este tipo de cosas, es decir, que hay personajes reales que se amalgaman en uno solo, etc. Pero los hechos vitales están ahí. Ahora bien, ¿fue La Motta tan autodestructivo como se retrata en la caracterización de De Niro? Bueno, hasta donde llega mi conocimiento, La Motta no se ha quejado, y más bien ha avalado la actuación de De Niro (aunque puede que en esto la amistad pueda pesar: De Niro estuvo entrenando con La Motta antes de filmar la película, y al parecer se hicieron amigos).
En cualquier caso, poco importa. Hollywood nos pone delante un personaje, sea real o ficticio, y lo que Scorsese hace con él es mostrarnos su personal descenso a los infiernos, de la fama a la cárcel, pasando por el espectáculo, y a una posible rehabilitación de la que, si hacemos caso al final de la película, podemos dudar.
Soberbia dirección de Scorsese, en tándem con un Robert De Niro en uno de esos papeles "de carácter" que tanto parecían gustarle. Una película cuyo mayor elogio puede ser que es más que posible que cautive a los que no les gusta el boxeo.

Tráiler:


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