El Enredo de la Bolsa y la Vida, de Eduardo Mendoza

En esta ocasión, las aventuras del loquito innominado que protagoniza las hilarantes aventuras que Mendoza escribe con menos frecuencia de la que desearíamos sus lectores, le llevan a la Barcelona de mediada la crisis económica (si es que 2012 era el punto medio de la crisis, que está por ver). Su búsqueda de un antiguo compañero de manicomio, tan mal atracador como el protagonista es mal detective, le hará recorrer una ciudad poblada de bares vacíos y llena de turistas, con bazares chinos que han reemplazado todo el comercio tradicional y estatuas vivientes, músicos ambulantes y pizzeros sin seguro como principales trabajos.
Desde que Mendoza excarceló del manicomio al protagonista, sus aventuras ya no son las salidas de un Don Quijote contemporáneo que contemplara los cambios de la ciudad con un estupor asombrado y una admiración desconcertada, sino incursiones en un mundo real que más bien parece de locos y en el que mejor no permanecer mucho tiempo, so pena de volverse tan idiota como las gentes que lo pueblan.
Si bien se ha perdido un toque de ingenuidad a lo Cándido, se ha ganado en ferocidad en la sátira que, mediante la bendita exageración, se vuelve retrato y paisaje, sin que se pueda decir que se aleja de la realidad.
«Era admirable ver cómo aquellos potentados, tan duramente golpeados por la crisis financiera como acababa de saber leyendo un trozo de periódico, seguían manteniendo la apariencia de derroche y jolgorio con el único fin de no sembrar el desaliento en los mercados bursátiles.» Se lo crean o no, con otras palabras, claro, este mensaje se transmitió en su momento a la sociedad, diciendo que había que mantener el nivel de consumo para no "enfriar" la economía y porque si guardábamos el dinero iba a ser peor. Bueno, pues esa es la clarividencia de Mendoza en su visión novelística del mundo. Con conceptos de origen tan demenciales como este, que Mendoza consiga darles una vuelta de tuerca más hacia la sátira es prodigioso. Claro que a ello ayuda ese lenguaje, cervantino y refinado, que el narrador prodiga y que convierte en humorístico el mundo, amén de emparentarlo con la novela picaresca y la sátira del Siglo de Oro. Es una combinación única y en extremo eficaz, que muestra no sólo maestría literaria sino también una creatividad desbordante (los nombres de establecimientos y personajes son antológicos, por ejemplo).
Pero sobre todo es su visión del mundo la que es extraordinaria. De una sociedad que creemos normal y en realidad es más majareta que los antiguos internos del manicomio. Un sistema social que está para que lo encierren, y a nosotros nos den una cura de reposo y un gramo de cordura. Reírse con las novelas de Mendoza es muy sano; en definitiva, es reírnos de nosotros mismos, y nada es mejor para el espíritu que eso.

Ed. Seix Barral, col. Biblioteca Breve
Barcelona, 20125 [2012]
Serie del loquito detective nº 4

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Una sátira genial, como las que sólo Eduardo Mendoza sabe hacer.

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