Las Fases de Severo, de Julio Cortázar

En uno de los relatos más crípticos de Cortázar, repleto de símbolos que remiten a diferentes rituales (y de ahí lo acertado de su inclusión en una colección denominada "Ritos"), en Las Fases de Severo asistimos a una reunión familiar que parece en principio festiva, una alegría que pronto se ve desmentida, puesto que en la casa en la que se celebra hay un ¿enfermo?, Severo.
Si nos detenemos ahí, podríamos considerar el relato como una crítica a un hecho que probablemente hayan presenciado todos ustedes, y es que hay funerales que más parecen un encuentro social que no una reunión de lamento por el difunto y sus familiares más cercanos. En este caso no tenemos a un muerto, pero sí a un enfermo, y por eso se vuelve más obscena esa reunión conforme avanza el proceso de las fases que Severo atraviesa en su mal. Porque la familia acude y es llamada como a presenciar un espectáculo, un espectáculo doliente y morboso, en el que es evidente que Severo sufre (algunos autores han llegado a comparar y trasponer las diversas fases que se nos muestran con las de la crucifixión de Cristo).
No obstante, hay más. Porque en un punto del relato, Severo empieza a enunciar números, que asigna a cada uno de los familiares presentes. El lector, gracias a esa prosa maestra de Julio Cortázar, descubre con rapidez que lo que Severo está enunciando es el orden en que morirán los presentes. Y por tanto, ahí nos hallamos ante otro ritual, tan antiguo como la civilización, y es el del oráculo. Como buen oráculo, es totalmente críptico; nadie sabe cuánto de vida queda, tanto más como que a cada uno también se le da una instrucción de "atrasar o adelantar el reloj", que puede significar una prolongación o un acortamiento de la vida, aunque nadie lo sabe a ciencia cierta. Pero de lo que no se duda es de la inevitabilidad de la profecía.
Aun cuando el relato tiene ese sentimiento de extrañeza, de realismo fantástico que Cortázar dominaba a la perfección, no cabe duda de que es un cuento firmemente enraizado en la realidad, en el comportamiento humano cotidiano. Como tampoco cabe duda de que lo ominoso está presente siempre en la vida humana. El lector que reflexiona sobre el relato puede preguntarse cómo es que a nadie se le ha ocurrido evitar su destino no acudiendo a Severo y recibiendo su número correspondiente. La respuesta es que el ser humano no puede sustraerse a su destino o, si puede, a intentar conocerlo. Esto lo sabía muy bien Cortázar, que en ese ambiente contemporáneo nos arrastra hasta la noche de los tiempos en la que se acudía a augures, pitonisas, sibilas... en busca de una respuesta tal vez imposible y a veces fatal.

En Los Relatos 1. Ritos
Alianza Ed., col. El Libro de Bolsillo
Madrid, 19763 [1974]

Publicado originalmente en Octaedro

Texto de Las Fases de Severo


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